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TOLEDO

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INTRODUCCIÓN

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ONDE acaban las dos provincias gemelas Guadalajara y Cuenca, centro de la gran confederación celtibérica y teatro de las prolijas y sangrientas guerras en pro de la independencia patria, y contra las insurpadoras invasiones de Cartago y Roma, comienzan los límites y contornos de las otras dos aledañas y también gemelas, Ciudad Real y Toledo; las cuales con las otras dos y la de Madrid, ya recorridas y descritas, completan lo que se llamaba en otro tiempo Castilla la Nueva, cuya capital era Toledo, como Burgos, su rival, lo era de la llamada Vieja. Tierra de Alcarria se denominan las otras dos análogas en su climatología, geología y variadas zonas: Mancha alta y baja (1), se denominan estas que vamos á recorrer con sus extensas llanuras, desarboladas y monótonas estepas; siquiera en la parte septentrional tenga las estribaciones del Guadarrama, con el nombre de montes de Toledo, que le separan de Ávila

(1) La Mancha alta en gran parte corresponde también á la provincia de Cuenca.

y Castilla la Vieja y por el Sud la Alcudia, Quintana y SierraMorena. El Tajo, saliendo de sus estrechas hoces y angosturas de la Alcarria, y después de saludar con algún desahogo los risueños jardines de Aranjuez, vuelve á encauzarse humilde para besar la orla del manto de la imperial Toledo, y, al alejarse de allí, se extiende ya más holgadamente por los llanos de la parte superior de la provincia, pasando ostentoso por Talavera y su comarca, á guisa de noble hidalgo, que enriquecido y sublimado por la pujanza de su brazo, su honradez y buena industria, después de besar la mano al monarca y honrar su pecho con hábito y cruz pasa al territorio que se le dió en encomienda, para ostentar su bien ganada opulencia. Pero el principal representante de la Mancha, más que el celtíbero Tajo, es el Guadiana, el célebre río que naciendo en los confines mismos de las provincias de Cuenca y Toledo, y como límite de la antigua Celtiberia (1), recorre toda aquella de oriente á poniente, ocultándose por largo trecho según la tradición antigua ya no aceptada por los geógrafos modernos.

Centro y capital de la Mancha fué por mucho tiempo la antigua ciudad de Oreto, que reaparece con el nombre musulmán de Calat-Rabath (Calatrava) émula de Toledo, y cuya rivalidad nos describen los Anales Toledanos, presentando la secular lucha de los alcaides de Toledo, vencidos á veces por los adalides de Calatrava. Y cuando ya apoderados de ella los cristianos y surgiendo allí dentro de sus muros una milicia briosa, honra del hábito cisterciense, avanzada perenne de Toledo y de la cristiandad contra el poder musulmán, la rivalidad continúa, Calatrava vuelve á ser musulmana después de regada por sangre generosa de mártires guerreros, y cae para no volverse á levantar, con mengua de la orden y más mengua de la patria poco agradecida. Toledo no consiente restablecer las Sedes de Oreto y Mentesa, hasta que ahora en nuestros días vuelve á surgir en

(1) Estrabón da por límite meridional de la Celtiberia los ojos del Guadiana.

Ciudad Real la antigua de Oreto, con nueva é inesperada forma, y la augusta Primada de Toledo pierde por el norte á Madrid, por el mediodía la Mancha baja, consolándose con que á sus Prelados se les llame Patriarcas de las Indias y Vicarios generales del ejército, ya que la misma ciudad perdido en gran parte su carácter levítico, por la supresión de conventos, ha tomado como la antigua y literaria Compluto cierto carácter militar, metamórfosis muy común en nuestro siglo y no solamente en España, sino allende el Pirineo y en lejanas tierras.

¡Cuánto han cambiado las ideas, las costumbres, las construcciones y la organización social en menos de medio siglo, desde mediados del xIx! Apresurémonos á recoger las tradiciones de lo pasado, lo que aún resta de antiguos monumentos, costumbres locales y caracteres no perdidos, que al fin al recorrer las llanuras y puertos secos que vamos á visitar por la Mancha, si no encontramos al honrado hidalgo que inmortalizó su nombre, quizá tropecemos más de un caballero del verde gabán, no pocos Camachos opulentos, rollizas Dulcineas ni encantadoras ni encantadas, y tal vez á cada paso el tipo del ex-gobernador socarrón de la ínsula Barataria.

TOMO 111

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