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nados arcos y mohosas paredes de los molinos, comprimido el corazón de una vaga tristeza en aquella estrechura, busca por instinto espacio y luz, y los ojos se vuelven hacia el norte á la donde todo es calma y risueña amenidad.

ancha vega,

Bien diversa perspectiva se le desarrolla en frente; almenadas torres y aportillados muros, cuestas que se cruzan en rápido declive, torreones incrustados en las peñas, cimientos de fábricas romanas, godas y sarracenas, confundidos con el duro suelo y sobrepuestos unos á otros con la misma regularidad histórica que siguen las capas de aquel en geología, estribos gigantescos que sostienen al aire pigmeos edificios y á veces sólo ruinas, airosas cúpulas y extraños campanarios sembrados por la pendiente, azoteas y miradores, y allá en la cúspide el alcázar dominándolo y como aplastándolo todo con su cuadrada estructura. Donde ahora tiende el convento de Santa Fe su elevada galería, y sus alas suntuosas el hospital de Santa Cruz, y levanta sus torneados cubos la iglesia de la Concepción, allí estuvo asentado el palacio tradicional que transmitieron los monarcas godos á los príncipes musulmanes, y éstos todavía al conquistador castellano; y á su sombra es fama que floreció en edad remota la iglesia pretoriense de San Pedro. En aquel breve espacio se resume lo más importante de la historia de Toledo durante largos siglos; ¿y quién sabe si son emanaciones de tantos y tan augustos recuerdos allí sepultados las que impregnan así el ambiente de suave melancolía?

Pero el puente mismo, donde asienta sus piés el espectador, tiene también su peculiar historia, figurando entre los monumentos; y su nombre arábigo de Alcántara, que es el genérico de aquel idioma, revela la raza de sus primeros fundadores. Poco más abajo y enfrente del alcázar han subsistido por largo tiempo los estribos del que construyeron en 738 los defensores del Islam apenas enseñoreados de la Península, bajo el califado de Hixem, en reemplazo de otro que debió existir en la época de los godos y que acaso se hundió con ellos: pero aquel puente

sólo duró poco más de un siglo, pereciendo en 858 durante el largo asedio que sostuvo el rebelde Muza contra el poder del

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califa Muhamad, quien luego de sometida Toledo, lo hizo reedificar de labor maravillosa sobre las ruinas del otro ó en el pues

to del actual (1). No fué todavía éste sin embargo el que ha logrado llegar hasta nosotros al través de furiosas avenidas y de sangrientos combates, sostenido por frecuentes reparos; reservada estaba la gloria de fundarlo al grande hajib Almanzor, por cuya orden lo construyó en 997 Chalaf, gobernador de Toledo; y en aquel funesto día de 1110, en que los almoravides comba tiendo el puente amenazaban replantar la media luna en el sitio de donde veinte y cinco años antes había sido arrancada, pare · cía guiar á los muslimes la indignada sombra del terrible campeón (2). En lo sucesivo ya no temió el puente más enemigos que el ímpetu de las crecientes del Tajo, que á principios del siglo XIII derribaron por dos veces sus pilares; y entonces, reinando Enrique I (3), se le añadió para servirle de estribo al par que de defensa el imponente y almenado torreón que da entrada á la ciudad por bajo de tres arcos, el uno ojivo y los otros de arábiga forma. Pero encima de la puerta interior y entre los dos cuerpos avanzados que la flanquean, una lápida atestigua el enorme estrago que en el puente hizo la memorable avenida. de 1258, y su restauración completa bajo los auspicios de Alfonso el Sabio (4): y tal es quizá la data de aquel arco asombroso, cuyo

(1) Á este puente se refieren los clogios que leemos en la crónica del moro Rasis. «E Toledo, dice, yace sobre el rio Tejo, é sobre Tejo hay una puente rica é muy maravillosa; é tanto fué sotilmente labrada, que nunca ome puede asmar con verdad que otra tan buena haya fecha en España: é fué fecha quando regnó Mahomad Elimen, é esto fué quando andaba la era de los moros en 244 años (858 de J. C.).» Sin embargo la obra no pudo verificarse hasta el año siguiente en que Muhamad se apoderó de Toledo. Dos años antes había sido destruído por los sitiadores el puente anterior, y no en 844, como dice Garibay, cuya es la noticia de su fecha y situación.

(2) Sobre la incursión de los almoravides véase el párrafo que sigue y lo que dijimos en la pág. 56.

(3) Refiere Garibay en el tomo IX de sus obras inéditas citado por Llaguno, que ya que estaba reparada la puente de Alcántara, mandó Henrique I fundar en ella una torre para su mayor fortaleza y de la ciudad, como parece por un letrero original que solía estar en ella: Henrik fillo del re Alfonso mandó fer esta torre et porta á honor de Dios por mano de Matheo Paradiso en era MCCLV (1217 de J. C.).» Esta inscripción no existía ya, según parece, en tiempo de Garibay.

(4) Aunque renovada su larga inscripción en 1575, el carácter de su letra y la elevación en que se encuentra hacen difícil su lectura. Las copiosas noticias que contiene hacen perdonar su prolijidad y rudeza. «En el año de Mé CC é LVIII

ojo inmenso recibe casi entero el caudal del río, dejando apenas sin empleo á los dos laterales. De éstos el más inmediato á la ciudad se hundió sin embargo y sufrió reparación en 1484 (1), como si todos los siglos debieran depositar allí una muestra de sus obras. En la plaza que del otro lado de la puerta se extiende cercada al rededor de almenas, sobre los dos arcos imitados de los árabes que abren subida al norte y al mediodía de la ciudad, obsérvanse trabajos del siglo XVI, inscripciones del reinado de Felipe II, y una bella estatua del tutelar San Ildefonso con las armas de la iglesia catedral esculpidas en otro punto. Y formando con el torreón de entrada una extraña simetría, en lugar acaso de otra demolida torre, quiso el siglo xvIII en 1721 dejarnos al otro extremo del puente un arco ostentoso á su manera, cubierto de gruesas hojarascas, adornado con imperial escudo y con la figura de la Virgen sin mancilla.

Cual avanzada centinela, defendía en las afueras este importante paso desde lo alto de su cerro el poético castillo de San

annos de la Encarnacion de nuestro Señor Jesucristo fué el grande diluvio de las aguas, é comenzó antes del mes de agosto, é duró hasta el jueves XXVI dias andados de diziembre; é fueron las llenas de las aguas muy grandes por todas las mas de las tierras, é fizieron muy grandes dannos en muchos logares, é señaladamente en España que derribaron las mas de los puentes que hi eran. Entre todas las otras fué derribada una gran partida de esta puente de Toledo, que ovo fecha Alef fijo de Mahomat Alamerí alcaid de Toledo por mandado de Almanzor Abo-Aamir Mahomat fijo de Abi-Amir, al-hagib de Amir-Almoracnin Hixem; é fué acabada en era de los moros que andava á ese tiempo en CCC é LXXXVII annos (997 de J. C.). E fizola adobar é renovar el rey D. Alonso fijo del noble rey D. Fernando é de la reyna D. Beatriz, que regnava á esa sazon en Castilla é en Toledo é en Leon é en Galicia é en Sevilla é en Córdova é en Murcia é en Jaen é en Baeza é en Badajoz é en Algarve. E fué acabada el ochavo anno que él regnó, en el anno de la Encarnacion MCCLVIII annos; é ese anno andava la era de Cesar en MCCLXXX é siete annos, é la de Alexandre en Mé D é LXX annos, é la de Moysen en dos M é DC é LI annos, é la de los moros en DC é LVII annos.» Las fechas de la Encarnación y de la Era están equivocadas, pues habiendo sido la reparación del puente en 1259, que fué el año octavo del reinado de Alfonso X y el 657 de la Hégira, corresponde al MCCLX de la Encarnación y al MCCLXXXXVII de la Era.

(1) Dedúcese así de la siguiente inscripción que se encuentra á la salida de la torre junto al pretil del puente: «Reedificóse este arco á industria y diligencia de Andrés Manrique, seyendo corregidor é alcayde en esta cibdad por su Alteza. En el dicho año de MCCCCLXXXIIII fueron tomadas de los moros por fuerza las villas de Alora é Losayna é Setenil.»

Cervantes; y si hoy yace por tierra su bélico poder desvirtuado por el nuevo arte de la guerra, conserva el de gloriosos recuerdos sobre el historiador, el de pintorescos encantos sobre el artista. Con el doble carácter de monasterio y fortaleza, tan conforme al espíritu de aquel siglo y á la situación fronteriza entonces de Toledo, desde los primeros años de su reconquista

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levantóse allí un edificio, cuya advocación de San Servando recordaba el aciago día de la derrota de Badajoz (23 de Octubre de 1806) y el peligro de que el rey Alfonso se había portentosamente salvado. Monjes del instituto de Cluni, venidos de Sahagún y de Francia y sometidos á la abadía de San Víctor en Marsella, fueron los primeros moradores de aquel sitio, á quienes Alfonso VI concedió en 1095 con otras vastas heredades el señorío del contiguo monte y la iglesia de Santa María de Alfi

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