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del arca del Estudio, y sean jueces para dar este premio el Retor y Maestrescuela» 1.

Probablemente, la costumbre de las representaciones no se inauguró en 1538, sino que databa de la Edad Media. Así, en la Universidad de París, según du Boulay, era eso «vetustissima consuetudo»; y, en Inglaterra, sabido es que la creación de la fiesta del Corpus Christi, en 1311, contribuyó poderosamente al desarrollo de las miracle-plays 2. Sin embargo, por lo que a Salamanca respecta, fuera de las citadas impresiones del Philodoxus de Alberti y de la Historia Baetica de Verardi, sólo recuerdo que el catedrático de Latín Bartolomé Barrientos, en la Censura de autores latinos que precede a su raro libro Barbariei Lima (Salamanca, 1570, con aprobación fechada el 10 de septiembre de 1568), escribe que «in quadam tragoedia de Illiberitanorum Maurorum seditione [1568-1571] quam Salmanticae egi, tormenticulum manuale voco quem Hispanice pistolete nomi

namus».

Respecto de Alcalá, es probable que se representase en ella la Samarites o Comedia de Samaritano Evangelio, de Pedro Papeo, dedicada en 1537 a J. Falluel, corregidor de Formoselle. Retocada por Fernando de Lunar, se imprimió en Toledo por Juan de Ayala, a 10 de octubre de 1542, con escolios gramaticales del maestro Alejo Venegas. A representaciones escolares complutenses pueden también haber sido destinadas las cuatro comedias latinas del insigne poeta toledano Juan Pérez (Petreyo), de que hablaremos en la segunda parte del presente estudio.

No sólo en las Universidades, sino en los colegios particulares, y especialmente en los de la Compañía de Jesús (que atendió mucho a este género de ejercicios literarios, tanto en España como en el extranjero 3), se compusieron y representaron comedias en el siglo XVI, y la costumbre no ha desaparecido en nuestros días. La circunstancia de que no conservemos la mayoría de esas obras, no quiere decir que no existiesen (y

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1 E. ESPERABÉ ARTEAGA, Historia de la Universidad de Salamanca, Salamanca, 1914, I, 203. Véanse sobre estas materias: L. V. GOFFLOT, Le Théatre au Collège du moyen-âge à nos jours, Paris, 1907; WILHELM CREIZENACH, Geschichte des neueren Dramas, I-II; FREDERICK S. Boas, University Drama in the Tudor Age, Oxford, Clarendon Press, 1914 (dice que los datos auténticos más antiguos son del siglo XV); E. K. CHAMBERS, The Mediaeval Stage (dos vols), Oxford, Clarendon Press, 1903; D'ANCONA, Origini del teatro italiano, segunda edición, Torino, 1891.

Véanse también: P. BAHLMANN, Die lateinischen Dramen von Wimphelings Stylpho bis zur Mitte des sechzehnten Jahrhunderts, 1480-1550, Münster, 1893, y A. CHASSANG, Des essais dramatiques imites de l'antiquité au XIVe et au XVe siècle, Paris, 1852. Conserva asimismo su valor el excelente estudio de L. MASSEBIEAU, De Ravisii Textoris Comoediis, seu de comediis collegiorum in Gallia, praesertim ineunte sexto decimo saeculo, Paris, 1878.

3 En prueba de ello citaré la colección titulada: Selectae PP. Soc. Iesv Tragoediae, impresa en Amberes, 1634 (dos vols. en 16.o), que tengo a la vista. Comprende las siguientes tragedias: Suevia (de Alejandro Donato), Crispus (de Bernardino Stefonio Sabino), Flavia (del mismo), Sedecias (de Carlos Malapertio, belga), Sisaras (de Dionisio Petavio), Carthaginienses (del mismo), Vsthazanes, sive Martyres Persici (del mismo), Ioseph (de Jacobo Libenio), S. Adrianus (de Luis Cellot), Saper admonitus (del mismo) y Chosroes (del mismo).

aun en número harto mayor de lo que se supone). Algunas de ellas fueron redactadas en idioma vulgar, y otras en ambas lenguas, latina y castellana. La mayoría debieron de ser, sin embargo, piezas de circunstancias, y en casi todas, singularmente en las latinas, se echa de ver un premeditado calco de los escritores clásicos, que priva de espontaneidad y de positivo valor literario al estilo.

Consérvanse manuscritos algunos de esos trabajos, procedentes de los colegios jesuíticos. Dos de aquéllos, publicados por González Pedroso en el tomo LVIII de la Biblioteca Rivadeneyra, son verdaderos autos sacramentales, titulados, respectivamente: Parabola Coenae y Actio quae inscribitur Examen Sacrum. La Parabola, que parece escrita antes de 1568, está en metros castellanos, pulidos y elocuentes, y se funda en el capítulo XXII de San Mateo (como Los desposorios de Cristo, atribuídos a Timoneda). El Examen Sacrum, ñoñez escrita en prosa y verso castellano, con mezcla de pasajes latinos, se representó durante el siglo XVI en el Colegio de Jesuí tas de Salamanca, y en él se cita una obra dramática: El grande Nicostrato, que debió de ser muy popular en aquel tiempo.

En la biblioteca de la Real Academia de la Historia1 se conserva, entre otros papeles de la Compañía de Jesús, un tomo manuscrito de composiciones, casi todas en latín, en prosa y verso, del P. Pedro de Acevedo, que durante más de veinte años explicó Retórica en las escuelas de Córdoba, Sevilla y Madrid. Comprende las siguientes obras dramáticas: Philautus (la mejor de todas, fechada en Sevilla, 1565); Lucifer furens (Sevilla, 1563); Bellum virtutum et vitiorum; Athanasia (Sevilla, 1566); Coena Regis Evangelii (Sevilla, Corpus Christi de 1562); Caropus (Sevilla, 1565); Metanea (Córdoba, 1556), y Occasio (Sevilla, 1564). La fecha más moderna que se halla en el tomo es la de 1572, y la más antigua la de 1556, siendo de advertir que el autor ingresó en la Compañía en 1554.

La prosa latina del P. Acevedo, aunque algo escabrosa y muy poco ciceroniana, es bastante mejor que sus abominables versos castellanos; los argumentos, por lo general, ofrecen escaso interés, por el abuso de las figuras alegóricas y de las tesis de Teología.

Pero en ese mismo manuscrito de las obras del P. Acevedo, figura otra de bastante mayor mérito literario que las de aquél, de distinto autor 2. Titúlase Iudithis Tragoedia tertia, y lleva fecha de 1578. Se divide en cinco actos, y está escrita en variedad de metros latinos. El autor, que sigue puntualmente la historia bíblica, era sin duda un excelente humanista, asiduo lector de Séneca, y componía además muy buenos versos en romance, como es de ver en los que van como apéndice de la tragedia. Digna

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1 Est. 12, gr. 6., núm. 383.

Folios 318 a 355 del manuscrito citado. En el ángulo superior izquierdo del folio 318 se lee: Patris Ioseph, que tal vez sea el nombre del autor, cuyo apellido desconozco.

es ésta de ser íntegramente publicada, y en prueba de ello citaré el siguiente coro del último acto, donde se celebra el arrojo de Judith:

Victrices hederas iungite lauribus,
Palmis nobilibus sertaque pingite,
Plaudentes pedibus sidera dulcibus
Permulcete modis. Lumina, Lampades,
Accensaeque faces Attica munera,
Noctis iam tenebras fugent.

Devicto Golia foemineus chorus
Cantans Isaidae prodiit obviam,
Victorem iuuenem laudibus efferens.
Victrici viduae nos quoque carmina
Et laetas choreas demus et inclytam
Pacis munera lauream.

O magnis mulier, maior adhuc viris!
O digna eximiis semper honoribus!
Tandem nec patriae flebilis immemor
Spes vna in miseris rebus adest tuis,
Et dives validis exuviis redis.
Complexus patrios dat tibi patria,
Et dulces lacrymae laetitia fluunt.
Quam nobis igitur penè putavimus
Extinctam, reducem denique cernimus?
Iudith sospes adest nostra?, quis hoc putet?

Et victrix etiam dives et advenit,

Quod speres minus, id gratius accidit:
Vicisti, mulier, spem populi tui;

Vicisti Assyrium ducem;

Vicisti ingenium, quod reor inclytum,

Exornata tuum, grande periculum

Evadens patriam hostibus eripis.

Teque ipsam refert posteritas sacris
Olim laudibus evehens!

En la misma Academia de la Historia se conservan varios tomos de autos, coloquios, farsas y comedias, representados en los colegios de la Compañía de Jesús. Gayangos y Vedia, en sus Adiciones a la versión de Ticknor 1, transcribieron nada menos que treinta y cinco títulos de esas producciones, la mayor parte anónimas, aunque en algunas figuran los nombres del P. Salazar, de los PP. Juan de Pineda y Andrés Rodríguez y del P. Francisco Jiménez. La mayoría procede de Sevilla, si bien otras vienen de Granada, de Segovia y de Salamanca. Casi todas corresponden a la segunda mitad del siglo XVI.

También Gayangos y Vedia 2 mencionan una comedia bilingüe : Nineu

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sis, comoedia de divite epulone, cuyo autor, Juan de Valencia, natural de Loja y racionero de Málaga, fué maestro de D. Bernardo de Aldrete y vivía en 1571, habiendo escrito, entre otras obras que no se imprimieron, el poema Pyrene.

Probablemente tuvieron el carácter de comedias de colegio las cuatro obras del P. Hernando de Ávila, que Gallardo y Sancho Rayón poseyeron en un códice de letra del siglo XVI, donde llevan los siguientes títulos: Historia Ninives (tragicomedia); Comedia de Santa Catharina; Comedia alegórica, y Coloquio de la Natividad de Christo Nuestro Señor.

Al mismo género debió de pertenecer la rarísima producción del maestro alcañicense Juan Lorenzo Palmireno (1524?-1579), que Nicolás Antonio cita con el título de Fabella Aenaria, «acta in Academia Valentina VI. Idus Februar. anni M.D.LXXIV». A Palmireno se atribuyen asimismo las comedias tituladas Lobenia, Octavia, La Seo, Sigonia y Thalassina, representadas en la Universidad valentina, y cuyo texto se ha perdido 1.

Las primeras obras dramáticas del venerable sevillano Juan de Malara (1527-1571), el autor de la Filosofia vulgar, fueron también comedias de colegio. En cuanto a sus tragedias, es gran lástima que no se conserven, porque, aparte de su propio mérito, ayudarían a la comprensión del teatro de Juan de la Cueva, con quien Malara tuvo relación estrecha. Escribió Malara varias églogas representables (de las que conservamos los títulos de dos: Layrea y Narciso); una comedia (citada por Rodrigo Caro en sus Claros varones), representada por estudiantes, el año 1561, en el convento de Nuestra Señora de Consolación de Utrera; la Tragedia de Absalón y la comedia Locusta, en latín y castellano, «representada en las escuelas de la insigne Universidad de Salamanca, año de 1548» (ambas citadas por el autor en la Primera parte de la Philosophia vulgar (Sevilla, 1568), y cierta tragedia cuya representación autorizó el Cabildo Catedral de Sevilla en 14 de julio de 1570, y cuyo asunto, según razonada hipótesis del Sr. Sánchez Arjona 3, debió de ser la vida y muerte de San Hermenegildo.

Sorprendió a los contemporáneos de Malara, no sólo la fecundidad poética de éste, sino también el fin moral que en sus piezas dramáticas perseguía. Su punto de partida no fué, al parecer, la imitación del teatro.

1 Véase DOMINGO GASCÓN, Desiderata-Juan Lorenzo Palmireno, Zaragoza, 1905, pág. 10. 2 Véanse, acerca de Malara, además de Nicolás Antonio y de la Barrera: el Ensayo de Gallardo (I, 1001; II, 677; III, 329, 590 y 1178; IV, 1359); las noticias publicadas en el Semanario pintoresco español de 1845 y en la Revista de Ciencias, Literatura y Artes de Sevilla (t. III); la Bibliografia madrileña de C. Pérez Pastor, Madrid, 1907, III, 423, y el precioso folleto de José GESTOSO, Nuevos datos para ilustrar las biografías del maestro Juan de Malara y de Mateo Alemán (1896).

Hay una poesía latina de Malara en los preliminares del Vocabulario de las dos lengvas toscana y castellana, de Cristóbal de las Casas (Venetia, 1582).

3 Noticias referentes a los Anales del Teatro en Sevilla, segunda edición, págs. 37 y sigs.

italiano, sino la de los clásicos. A nuestro juicio, él inauguró el «estilo trágico», que constituye un período de transición entre el «bando toscano >> y la manera, genuinamente nacional, de Lope de Vega.

Una de nuestras más antiguas comedias humanísticas es la Hispaniola, del erasmista salmantino Juan Maldonado, escrita en 1519 e impresa dos veces una en Valladolid, el año 1525, sin permiso del autor, y otra en Burgos, en 1535 (con dedicatoria a D. Diego Osorio, corregidor de Córdoba, hermano del célebre obispo de Zamora D. Antonio de Acuña). Representóse en Portugal, en la corte de D. Leonor, reina de Francia, y tornó luego a representarse, con grande aplauso, en Burgos. Maldonado declara haber tomado por modelo a Plauto, en cuanto al estilo; pero el argumento es original 1.

También fué cultivada la comedia humanística en la región catalana. Cítanse, entre los que en ella trabajaron, a Juan Cassador y a Jaume Cassá, y especialmente al presbítero de Mallorca Jaume Romanyá, autor de la «Nova Tragicomedia Grastimargus appellata», de perverso estilo, imitada de Terencio y representada en aquella isla el 2 de mayo de 1562 ante un concurso de más de ocho mil espectadores 2.

Más brillante representación que las comedias de los humanistas, tuvieron en España las traducciones e imitaciones de los clásicos durante el siglo XVI.

Recordaremos, a este propósito, la excelente versión que del Amphitruo, de Plauto, publicó en 1515 (Zaragoza) el truhanesco Dr. Francisco López de Villalobos (1473-1549), judío converso y médico de los Reyes; la infeliz refundición que de la misma obra plautina hizo el maestro cordobés Fernán Pérez de Oliva (1494?-1533), hacia 1525; los arreglos que el propio Pérez de Oliva hizo de la Electra, de Sófocles, con el título de La venganza de Agamenón (Burgos, 1528) y de la Hécuba, de Eurípides, con el de Hécuba triste, precediendo en su tarea a todos los traductores de Sófocles y de Eurípides de los tiempos modernos; la traducción anónima, torpemente hecha, del Amphitruo, impresa en Toledo por Juan de Ayala, en 1554; la versión primorosa de Las seis comedias de Terencio (Zaragoza, 1577), por el gran humanista de Alcaraz Pedro Simón Abril (15 30?-1590?), el cual tradujo asimismo la Medea, de Eurípides (Barcelona, 1599), y el

1 Traté de esta obrita, no citada por la Barrera, en mi versión de la Historia de la Literatura Española, de Fitzmaurice-Kelly, pág. 230.

Acerca de Maldonado, véanse: A. BONILLA, Clarorvm hispaniensivm Epistolae ineditae (París, 1901, pág. 19, Revue Hispanique); Erasmo en España (New-York-Paris, 1907, págs. 149 y sigs.; Revue Hispanique); GALLARDO, Ensayo (III, 602 y sigs.); NICOLÁS ANTONIO, Nova (I, 728). De la historia De motu Hispaniae, de Maldonado, hay edición romana de 1672, y versión castellana (1840) de José Quevedo. Fué escrita en 1545. En la Bernardina de Juan de Vilches (Sevilla, 1544), se leen dos epigramas latinos de Maldonado y una Egloga, latina también, del propio Vilches.

2 Véase MILÁ, Origenes del Teatro catalán (VI, 372, de las Obras completas). Bover poseía el manuscrito del Grastrimargus, cuando lo leyó J. M. Quadrado.

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