Imágenes de páginas
PDF
EPUB
[graphic][subsumed][subsumed][merged small][subsumed]

lín. 15), ora por donde (pág. 53, lín. 3), con evidente incongruencia de sentido; y lo mismo ocurre con la forma comidió, reemplazada equivocadamente por cometió (pág. 26, lín. 16).

Otras diferencias que en el ejemplar M se advierten no responden ya a ningún propósito perceptible de corrección estilística. Por lo contrario, revelan la mayor parte de las veces un lamentable descuido de copia y empeoran en casi todos los casos la versión de las ediciones más antiguas. Así, por ejemplo, el pasaje referente a las donas del Abad (página 28, líneas 25-27), trastornado con notable desventaja respecto a la edición P; las concordancias falsas, que obedecen a reducciones incoherentes del texto (página 23, línea 2); las supresiones inmotivadas (como las de las páginas 43, línea 16, y 45, líneas 27-28); las sustituciones logomáquicas de expresiones (págs. 24, líns. 8-9, y 32, líns. 23-24). Si a esto se añade la frecuencia de los errores tipográficos, que en algún caso (pág. 27, lín. 1) llegan a oscurecer gravemente el sentido del texto, no hay duda de que la edición de 1632 es la que nos ofrece una lección, en general, más corrompida.

III. UNIDAD DE REDACCIÓN.

ATRIBUCIÓN A JUAN DE FLOREs.

Comprobada la identidad de origen de las cuatro ediciones conservadas, no parece muy aventurado conjeturar que todas las demás, hasta ahora desconocidas, debían de ajustarse, con variantes formales de poca monta, a este mismo patrón que hemos visto perdurar secularmente. La concordancia de las cuatro ediciones es absoluta, no sólo en el desarrollo y tratamiento del asunto, sino en la organización exterior de los capítulos, y aun en el pormenor de todos aquellos datos numéricos, geográficos, cronológicos o de puro valor pintoresco, tan propicios a denunciar cualquier disparidad de fuentes informativas. Vemos, en efecto, que el número de soldados, la duración del cerco, las medidas de distancia, la ceremonia de la apostasía de D. García, la enumeración de las donas del Abad, la partida de ajedrez, aparecen en los cuatro ejemplares en forma esencialmente

idéntica.

Del examen comparativo de estos cuatro cuadernos no es posible deducir, por consiguiente, ninguna conclusión positiva que corrobore la interesante hipótesis formulada por Menéndez Pidal sobre la probabilidad de haber existido otra versión popular de la leyenda, análoga a la que conocemos, pero complicada con elementos de sabor fantástico 1. Funda Menéndez Pidal su hipótesis en la apreciación de diversas variantes, repetidas con bastante constancia en los textos eruditos de los escritores por

1 MENÉNDEZ PIDAL, Ob. cit,, págs. XLIV-LI.

tugueses, que, tardíamente, acogieron y pretendieron, con amañado aparato documental, autenticar la vieja fábula leonesa. En realidad no resulta. difícil conciliar, la mayor parte de las veces, los pocos datos contradictorios que aparecen en las obras de Fr. Bernardo de Brito, George Cardoso. y Antonio Correa da Fonseca con el estado que nos ofrece la versión popular española.

El estigma rojo que como señal memorable del prodigio quedó en el cuello de los degollados - según todos los textos portugueses, se puede explicar fácilmente por un contagio de otras leyendas hagiográficas que el mismo Menéndez Pidal señala 1, hecho muy verosímil, dado el ambiente monástico en que vino a caducar aquella leyenda heroica. El escrúpulo erudito con que Fr. Bernardo repudia en algún momento la verosimilitud de la leyenda popular no arguye, necesariamente, la existencia de otra versión más exagerada que la que hoy conocemos. Su ingenuo afán de validar históricamente la leyenda, impulsa acaso a Brito a corregir con pedantesco rigor, que enmascara la íntima credulidad con que patrocina toda la épica patraña, algunos pasajes accesorios de la versión del cuaderno popular. Rechaza en una ocasión 2 las ceremonias del armamento de D. García tal como las refería el cuaderno que él utilizaba. Como quiera que la versión que conservamos describe estas ceremonias sin pomposidad de ningún género, supone Menéndez Pidal que el texto manejado por Brito diferiría en este relato. Pero tal vez la repulsa de este historiador concierne al mismo texto que conocemos: el armamento de D. García en ocasión que el rey mantenía cortes «muy honradamente», la vigilia en la iglesia con la «compaña» de «todos los hijosdalgo»; la donación de «trescientos caballeros»> por vasallos, son datos que, sin pecar de inverosímiles, pudieron parecer excesivos al escrupuloso prurito de severidad con que el buen fraile se aplicaba a depurar históricamente la leyenda. El otro pasaje rechazado por Brito 3, sin aducir, por supuesto, ninguna prueba documental, se refiere at un dato que consta también en todos los cuadernos conservados, y confirma, por tanto, la posibilidad de que el utilizado por Brito contuviese una versión idéntica a la conocida.

Es cierto que una mención explícita y concreta que Brito hace del cuaderno al decir que, según este relato popular, la hermana del Abad «por The ter companhía e vivir onde o visse se veo morar a Montemôr», evidencia un detalle omitido por los cuatro cuadernos conocidos; pero no hay inconveniente alguno en suponer que este dato suelto, conservado en la edición manejada por Brito e indiferente en absoluto para el desarrollo de

[blocks in formation]

la fábula, pudo muy bien desaparecer por inútil de todas o casi todas las ediciones restantes, del mismo modo que el episodio sacrílego de Santiago, aun siendo de mayor significación artística, fué mutilado en la edición P (y probablemente en otras) sin alterarla en lo esencial.

Las demás adiciones y correcciones que aporta la versión erudita portuguesa proceden, o bien de una elaboración local posterior al arraigo de la leyenda en tierra lusitana, o bien del prosaico esfuerzo corrector con que los eruditos pretendieron, baldíamente, encajar dentro del cuadro de la historia nacional la legendaria figura del Abad.

Los indicios de diversidad de versiones advertidos perspicazmente por Menéndez Pidal quedan, pues, en gran parte debilitados por la ausencia de pruebas que se deduce de la comparación de los cuatro cuadernos. Resultaría extremadamente raro que habiendo coexistido dos versiones populares de la leyenda, ninguna de las cuatro ediciones diversas preservadas por el azar y que abarcan un período cronológico de más de un siglo, revelase en cualquiera de sus caracteres la existencia de esa segunda versión hipotética.

Más verosímil me parece aceptar que el cuaderno hoy conocido representa cabalmente la única versión popular derivada del perdido cantar de gesta; si bien alguna de las ediciones desaparecidas podía conservar en determinados pasajes, por transmitir más ampliamente la prosificación originaria, mayor copia de detalles, pero sin que estas diferencias accesorias bastasen para caracterizarla como una versión diferente.

Sobre otro punto confuso del desarrollo de la leyenda, el cuaderno conservado en la Biblioteca Municipal nos autoriza a formular una conclusión más categórica. «Si se recuerda dice Menéndez Pidal1 que la historia del Abad, impresa en Córdoba, 1693, se dice compuesta por Juan de Flores, no parecerá aventurado admitir que este novelista popular de comienzos de siglo XVI — autor de varios libros de caballerías --, aunque más dado al género amatorio sentimental, fué el que adornó con algunas ficciones novelescas la sencilla narración del cuaderno del Abad derivado de la prosificación medieval, y así añadido lo reimprimió, llamándose su autor. Esta redacción refundida del cuaderno, si existió, como creo, no quitó de que la primitiva se siguiera reimprimiendo en 1562, 1584 y otras fechas.» Y añade en una nota: «Como Cardoso parece que conocía el cuaderno refundido, se puede suponer también que la edición que él cita de Sevilla, 1632, se titulara también «compuesta por Juan de Flores. >>

El cuaderno de la Biblioteca Municipal atestigua del sagaz acierto de esta última hipótesis, pero prueba, en cambio, que la redacción atribuída a Flores no difiere en nada de las anónimas precedentes, y que, de aceptar la

1 Ob. cit., pág. LI.

« AnteriorContinuar »