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ha sido sancionada en las sentencias de 23 de Diciembre de 1881 y 19 de Enero de 1909).

Ahora bien. La desorientación que tan respetable Tribunal introdujo, á lo menos con su forma de expresión, en los dos pronunciamientos indicados, débese pura y exclusivamente à la terminología, á la letra del famoso art. 27, que en vez de reproducir las palabras de la exposición de motivos, materialmente, literalmente proclama verdadero tercero al que precisamente no lo es, al que no interviene en el acto ó contrato inscrito, en el cual interviene ciertamente el adquirente á tí tulo singular oneroso, y todo aquél que se ampare en el Registro (fundándose en eso de la intervención, en el contrato inscrito, se deja de aplicar el art. 36 en los fallos de 25 de Octubre de 1895 y 29 de Septiembre de 1899, que aceptaron, en todo su rigor, la letra del art. 27). Si en lugar de definirse así se usase de una fórmula parecida á la nuestra ó siquiera se transcribiese la de la dicha exposición, á nadie se le podrían ocurrir semejantes dudas, ya que adquiriendo del que era dueño, á tenor del Registro, inscribiendo la adquisición, no interviniendo en la prescripción (que es el acto opuesto á su derecho), no trayendo causa lucrativa del dueño legítimo (que intervino pasivamente en ella), ni obrando con conocimiento de tal prescripción, està notoriamente comprendido en la definición sustentada.

Articulo que à tales errores y á otros muchos arrastra, está irrevocablemente juzgado. Definición que expresa una idea enteramente opuesta à la verdadera, es, además de inútil, perjudicial en grado sumo. Y concepto que provoca tamañas confusiones, bien merece que el legislador lo ilumine con una declaración precisa y categórica, lo más exacta posible, que dé idea cabal, ó á lo menos aproximada, de lo que es el tercero fundamental, el verdadero tercero hipotecario, tan repetidamente aludido en la ley y tan desconocido á diario.

ENRIQUE PÉREZ ARDÁ.

La Coruña, 1910.

Abogado.

SECCIÓN ACADÉMICA

JUSTICIA SOCIAL (1)

Al levantarme por primera vez entre vosotros, viene á mi mente, subyugándola, el recuerdo de ciertas palabras del licenciado Pedro Fernández Navarrete en el discurso XXIV de su Conservación de Monarquías, al glosar el texto de la consulta del Consejo de Castilla en que se recomienda al Monarca que se vaya muy á la mano en las mercedes que haga, porque, dice el comentario de Navarrete, «aunque la liberalidad es virtud propia de ánimos reales, ha de estar regulada con el equilibrio de la prudencia, de tal manera que no venga á tocar en el extremo de la prodigalidad». Merced, que no premio, es la que me otorgáis con esta liberalidad vuestra. ¡Plegue al Cielo que lo que por un exceso de bondad tanto viene á honrarme sin méritos que lo justifiquen, no os acredite de pródigos de ese caudal de distinción y enaltecimiento de que sois depositarios para, recompensando al valer, proclamar por digno de dirigir desde esta Academia el desenvolvimiento de las Ciencias Morales y Políticas á aquel á quien por el solo hecho de apellidarle vuestro compañero eleváis al rango de maestro!

Y holgaréme mucho de que no haya quien piense que á esta merced cabe aplicarle el juicio de Quevedo en el capítulo XIV de la primera parte de su Política de Dios y Gobierno de Cristo, cuando dice que es «grande y pesada inadvertencia, con una mer

(1) Discurso leido ante la Real Academia de Ciencias Morales y Politi cas en la recepción pública del Excmo Sr. D. Eduardo Dato Iradier el dia 15 de Mayo de 1910.

- ced, por hacer dichoso al que pide, hacer tristes los que lo ven y malquistar la justicia y su persona».

Mas vosotros preferís, sin duda, pensar con Cervantes, cuando por boca de una de las ninfas que representando virtudes ó cualidades morales contribuyen al esplendor de las bodas de Camacho el rico, nos dice que esa prodigalidad

aunque es vicio, es vicio honrado
y de pecho enamorado

que en el dar se echa de ver.

Y tomándolo yo como tal, no sin antes sincerarme con el Si parva licet componere magnis, de Virgilio, de cualquier parangón á que la crítica sometiera mi pobre personalidad, comparada con la que vengo á reemplazar ó con las que en su seno me acogen, habré de merecer aún mayor gracia de vosotros por el tiempo transcurrido desde que me elegisteis hasta que vengo á tomar posesión del sitio que me reservasteis, acerca de la cual dilación sólo os podré decir que el afán de retocar, de rehacer, de perfeccionar, en suma, el manuscrito que, aprovechando algún vagar ocasional, redacté, ha sido causa de que permaneciera éste desde larga fecha en el carta pacio por falta de nueva ocasión para concluirlo, no á mi gusto, pues que siempre lo consideraré imperfecto, pero al menos en forma que, por su discreción, se granjeara vuestra benévola acogida. Al cabo me fué dado el releerlo y refrescarlo, y así os lo presento, con previa excusa de que sobre mí ha pesado la triple presión de la sabiduría de la Corporación que ha de oir su lectura, de mi carencia de bagaje para presentaros mercancía de recibo y del agobio asfixiante de la vida profesional y pública, tan opuesta á toda obra de meditación, de reposo y de pulimento.

***

En su necrología de D. Juan Valera cita el Conde de Casa Valencia treinta y una obras, debidas á su pluma; y, sin embargo, falta que añadir otras producciones, que son las que le abrieron las puertas de esta Academia. Del Valera literato, del que, descendiente directo y legítimo de nuestros clásicos, no sólo conservó, sino que ha aumentado el caudal nítido y castizo de nuestra

lengua y adquirido el renombre de uno de nuestros primeros escritores, nada tengo que decir; ni éste es el sitio, ni yo el crítico ó panegirista digno de tal empresa. Mi papel no es otro que el de señalar y enaltecer el dominio que de los más altos problemas filosóficos, morales y políticos revelan sus escritos y la intensa labor de educación y de cultura de que las generaciones sucesivas le serán deudoras, por cuanto todo espíritu que en tan puros manantiales beba, moldeará sus sentimientos en los de amor al bien pensar y al buen decir, origen del refinamiento que al pulir el alma la lleva á buscar en todo la belleza y sus dos únicos generadores: la verdad y el bien. De donde se deduce que ejercerá grande influjo sobre la educación política y social de un pueblo quien despierte y lime su gusto estético, à la par que las otras cualidades de él derivadas y que caracterizan al hombre exquisito, ó sea á quien, prendado de la rectitud en el concebir, como de la inflexibilidad en el juzgar, de la pureza en el sentir, de la energía en el resolver y de la simpatía afectiva y moral en el ejecutar, aplica á su conducta estas normas y cifra la felicidad propia y ajena en su realización. Y si á esta labor genuinamente educativa contribuyó Valera con sus obras, evidente es que por ello sólo le correspondió de derecho el puesto que entre vosotros le otorgasteis.

Mas la obra de los grandes talentos no se limita á un solo ramo del pensar; esa trabazón que antes señalaba entre todas las manifestaciones del saber y que convierte al estilista y literato en educador y pedagogo del pueblo para el que escribe, le lleva á detener su reflexión en los problemas que, comenzando por presentársele como manifestaciones estéticas y espirituales, le conducen á la observación de la sociedad en que vive, mostrándole sus defectos, sus pasiones, sus anhelos y errores. Y colocado el pensador ante esta trama de virtudes y vicios, de ideales y de llagas, tiene que alzar el vuelo para desde lo alto abarcar el conjunto y trazarle la norma que expansione lo bueno, reduciendo á límites estrechos lo perjudicial. De aquí que sean contadas, de haber alguna, las obras literarias que no encierren una enseñanza moral, que no descubran un vicio social ó que no aspiren à reformar costumbres é ideas, viniendo en resolución las puramente literarias á realizar análogo objetivo, por cuanto al hablar al corazón y al afecto despiertan en el alma sentimientos Ꭹ voliciones

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que la educan y templan para los trances favorables ó adversos de la vida, que es tanto como formar un espíritu nacional que habrá de manifestarse en todas las acciones del pueblo á quien ese espíritu agite. Corriente es esta opinión que aquí expongo; con brío la esculpe Gastón Deschamps en una de sus eruditas Vies literaires. «La indiferencia del Estado, dice, en materia literaria, es un error tan absurdo que no se comprende. La educación de los pueblos se hace más por la literatura que por todos los otros medios de propaganda y de enseñanza. Ved el papel de los poetas y filósofos patriotas en la Alemania de hoy. La alta literatura debe ser evidentemente considerada como un servicio de interés público.>>

«Si Corneille hubiera vivido en mi tiempo, decía Napoleón, le habría hecho Príncipe», elevando al autor del Cid á la jerarquía de sus altos dignatarios, al nivel del vencedor de Essling ó del héroe de Rívoli. Este gran hombre quería decir que las victorias del espíritu humano valen lo que las conquistas materiales, que los escritores son los instructores de los pueblos, y que en todo caso los poderes públicos no tienen el derecho de desinteresarse de una categoría de trabajadores cuyo trabajo es directamente útil al bien del Estado.>

«Se habla mucho en el momento actual de las cosas sociales, ¿qué hay de más social que la literatura?»

Por todo lo 'dicho habrá de parecernos lógico y natural que pensador del empuje de Valera haya pasado de la literatura á la política, sin que pueda decirse que de ésta se haya ausentado porque abandonara sus luchas diarias, toda vez que no por dejar de intervenir personalmente en ellas se abstrae de los problemas políticos quien desde el retiro de su bufete y sin mira alguna propia piensa en el porvenir de su Patria y predica á los demás sobre la conducta que debe seguirse, ó deduce de lo actual enseñanzas para el porvenir, que si de momento no se oyen, á la postre ejercen influjo no pequeño en el desai rollo de esa educación pública, preocupación constante de pensadores, políticos y scciólogos.

En este respecto, el puesto de Valera es preeminente; diéraselo por sí sola la continuación de la Historia de España de D. Modesto Lafuente. La extensión con que en ella se estudia nuestra vida política y que la hace ser una historia completa; la exactitud томо 116

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