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Santo arribó á ella, la reconocio y volvió á informar de su descubrimiento al Infante. La mandó poblar luego; y como desde ella se avistase y reconociese entre nubes celages otra, que por estar llena de árboles llamaron isla de la Madera, la donó el Infante á los descubridores, que comenzaron á poblarla y cultivarla inmediatamente. En 1423 se descubrió el cabo Bojador, que se dobló al año inmediato, llegando las exploraciones hasta la Angra ó playa de los Rubios, donde no se halló de quien tomar lengua. Once años despues avanzaron los portugueses hasta un seno que hace la tierra en frente de los desiertos de la Libia. Alli desembarcaron dos jóvenes intrépidos, que montados en sus caballos reconocieron el pais, encontraron diez y nueve hombres bazos, armados con dardos á manera de azagayas, que acometieron súbitamente, y pelearon con tenacidad hasta lanzar lejos de sí á los forasteros, obligándolos á retirarse al navío, con el que despues de reconocer la entrada de un rio y una punta, donde hallaron redes de pescar, regresaron á Portugal contentos de haber visto gente de que no tenian noticia, y llamando á este sitio la Angra de los Caballos. Tal vez esta resistencia hizo mas cautos á los portugueses para aumentar la fuerza de sus expediciones. En 1441 envió el Infante á Anton Gonzalez y á Nuño Tristan con dos navíos para proseguir los descubrimientos. El uno descubrió hasta el puerto del Caballero, y el otro hasta el cabo Blanco Alli pelearon con los moros; y dos años despues en otro viage cautivaron diez, que los naturales rescataron por otros tantos negros, y una buena cantidad de oro en polvo; y por ser el primero que se trajo á Portugal se llamó aquel lugar rio del Oro. Parece que en este viage descubrió Tristan las islas de Arguin, las de las Garzas, otra que llaman de Cabo Verde, y que siguió la costa hasta Sierra-Leona. De regreso trajo á Lisboa, mas de treinta negros, que causaron maravillosa novedad,

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Barros, Da Asia, Dec. 1, lib. 1, cap. 5. Martinez de la Puente, Comp. de las Hists. de la India, lib. 2, cap. 1.o 2 Barros, Dec. 1, lib. 1.o, cap. 6.

siendo, segun pretenden algunos escritores, los primeros que se veian en Europa; pero tenemos por mas cierto que ya los habian traido los castellanos á Sevilla desde el tiempo de Enrique 111, donde eran tratados con gran benignidad, como con referencia á memorias antiguas dice Ortiz de Zúñiga en sus Anales".

20. Viendo el Infante cómo empezaban á fructificar sus trabajos, condescendió con los deseos de varios vecinos de Lagos, que excitados del interes, armaron seis carabelas en 1444, con las que llegaron á la isla de las Garzas, pasaron á la de Ñar, y á otras próximas, desde donde volvieron á su patria faltos de víveres y con gran presa de negros. La fama de estos descubrimientos, y de la gran utilidad que producian, llevó á Portugal muchos extrangeros, especialmente italianos, cuyas repúblicas eran de las mas activas, comerciantes y prácticas en la navegacion. Como el Infante acogia á todos los hombres hábiles en la naútica y astronomía, procuraba sacar partido de ellos para sus empresas. En el año 1444 envió á Vicente Lago con una carabela, y en su compañía á Luis de Cadamosto, gentil-hombre, veneciano, que fueron á la isla de Puerto Santo, de allí á la de la Madera y á las Canarias, y partiendo de la de la Palma, se dirigieron á Cabo-blanco y al rio de Gambia, en donde encontraron al genoves Antonio de Nole, que con orden del Infante iba tambien á descubrir, y juntos se volvieron desde allí á Portugal. Desgraciada fue la expedicion que en 1445 hizo Gonzalo de Sintra, que fue muerto con otros siete de los suyos, peleando con los moros en la angra que tomó su nombre siete leguas mas allá del Rio de Oro; y sin duda por este escarmiento, y para tener defensa en lo sucesivo, mandó entonces el Infante fabricar un castillo en aquel lugar. Allí volvieron Anton Gonzalez, Nuño Tristan y Dionisio Fernandez, con intencion de convertir á los naturales y establecer con ellos trato y comunicacion; pero

1 Barros, Dec. 1.2, lib. 1.0, caps. 6 y 7. Puente, lib. 2, cap. 2. 2 Anal. de Sevilla, lib. 12, año 1475, núm. 10.

se contentaron con reconocer el pais, el Cabo-Verde y la isla de Tider, y con traer de vuelta algunos negros y el oro que rescataron. Cadamosto y Nole volvieron al año siguiente en una nao que el Infante les mandó aprestar; reconocieron las islas de Cabo-Verde, pasaron al rio Rha, que ahora llaman Caramansa, y prosiguieron hasta Cabo Bermejo. En 1446 Nuño Tristan llegó hasta el Rio Grande, y veinte leguas mas adelante entró en otro rio donde los naturales le quitaron la vida y á otros diez y ocho compañeros, volviéndose los demas á Portugal llamando al rio de Nuño Tristan, en memoria de este infausto su ceso. Entre tanto Alvaro Fernandez descubrió en varios viages el Cabo dos Mastos (de los mástiles), pasó mas de cien leguas de Cabo-Verde, llegó á la boca de un rio que apellido Tabite, veinte y dos del de Nuño Tristan, y libre de los riesgos que habia corrido volvió á informar de todo al Infante. Con la proteccion activa y generosa de este príncipe se habia ya descubierto la costa desde cabo Bojador en 26° 10' N hasta Sierra Leona, en 8° 40′ N, y se habia encontrado la Malagueta que antes traian los moros atravesando la region de Mandinga y los desiertos de Libia hasta Berbería, desde donde la conducian á Ita. lia y á los demas paises de Europa. Aunque las islas de Santa María y S. Miguel en las Azores se habian ya descubierto, la Tercera no se reconoció hasta 1445 por guno de los buques que navegaban á Cabo Verde. Donada á un caballero flamenco llamado Jacobo de Brujas, que la pobló desde luego, se proporcionó por este medio el descubrimiento de las otras que aun eran desconocidas. En tal estado aconteció el fallecimiento del Infante en 1460, cuando ya á su instancia y solicitud habia concedido el papa Martino v, que todo lo descubierto y que se descubriese desde el cabo de Bojador, hácia el medio dia, hasta las Indias orientales, fuese de la corona de Portugal; lo que confirmaron despues otros sumos pontífices .

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1 Barros, Dec. 1, lib. 1.o, capítulos 8, 9, 10y II, 13, 14 y 15. Puente, lib. 2.o, cap. 2. Freire, Vida del Infante, lib. 3.o y 4...

TOMO I.

21.

La situacion de las Canarias era tan propia para adelantar los descubrimientos en la costa de Africa, que su adquisicion no podia dejar de excitar la ambicion de los portugueses; pero perteneciendo su dominio y señorío á los reyes de Castilla, á quienes habian prestado pleito homenage Juan de Betancourt y su sobrino Maciot, solicitó el infante D. Enrique del rey D. Juan 11, con repetidas instancias y poderosas recomendaciones, que le hiciese merced de las islas de la Gomera y del Hierro para la orden de Cristo, de que era Gran Maestre; á lo cual contestó que perteneciendo á la corona Real de sus reinos, no podia condescender sin acuerdo de sus Estados. Codicioso el Infante de tan importante dominio, y resentido de la repulsa, hizo un contrato con Maciot de Betancourt, por el cual le vendió este la propiedad y señorío de estas islas en cambio de algunos dineros, tributos y heredamientos en la Madera : venta inválida y nula por muchas razones, en especial porque Maciot, como dice el rey D. Juan, tenia las islas por Nos é de nuestra ma

é como nuestro vasallo é súbdito nuestro, é so nuestro señorío é sujecion. Sin embargo, atropellando los tratados vigentes de amistad y concordia entre ambos reinos, el Infante dispuso el año 1424 una gran armada con 2500 hombres de á pie, y 120 de á caballo, para invadir y apoderarse de las Canarias. Sabedor de esto el rey de Castilla envió á requerir al de Portugal, quejándose al mismo tiempo de los agravios y ultrajes que sufrian los castellanos y los canarios cuando los portugueses iban ó regresaban de sus viages á la costa de Africa. La expedicion, á pesar de los enormes gastos que causó al Infante, no tuvo el éxito que deseaba; y aunque despues envió mas gente con el capitan Anton Gonzalez, su guarda-ropa, nada adelantaron; pues luego que los isleños de Lanzarote presumieron que intentaban separarlos del dominio de la corona de Castilla, tramaron una conspiracion, hija de su lealtad, y acometiendo con denuedo á los portuguelos arrojaron de allí bien escarmentados, proclamando á su legítimo soberano, despues de haber sufrido dos años

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el pesado yugo de estos invasores. Un escarmiento semejante no bastó á sufocar su ambicion, antes bien para recuperar lo perdido aprestó el infante D. Enrique algunos bajeles á influjo del avieso Maciot; pero noticioso de ello el rey D. Juan mandó no admitir en la isla persona sospechosa, y que se les expeliese á mano armada. Contentáronse con algunas correrías é invasiones, en que haciendo la guerra igualmente á los castellanos y á los isleños , y persiguiendo á los cristianos como á moros,. por el fruto mezquino de algunos robos y saqueos, dieron mayor vigor á la fidelidad de los naturales, que en sus representaciones á los reyes confesaban la dependencia de la corona de Castilla en que habian estado y en que querian estar en lo sucesivo . Tal estado de inquietud solo calmó cuando por las paces hechas entre ambos reinos el año 1479 se concertó que el trato y navegacion de la Guinea y de la mina del oro, y la conquista de Fez, quedase exclusivamente para Portugal, y todas las islas Canarias conquistadas y por conquistar para la corona Real de Castilla . Los historiadores portugueses, especialmente Juan de Barros, adulteran artificiosamente la relacion de estos sucesos, como ya lo advirtió y censuró Fr. Bartolomé de las Casas, y lo comprueban las cartas del rey D. Juan 11 á D. Alonso de Portugal, y los documentos que examinó D. Josef Viera y Clavijo para escribir su apreciable Historia de las Canarias *.

22. A estos cuidados por mantener ilesos los derechos

1 Viera, Hist. de Can. lib. 7.o, § 6.o

10 y II.

Don

2 Viera, Hist. de Can. lib. 7.o, §§ 7, 9, 3 Zurita, Anal. de Aragon, part. 2.2, lib. 20, cap. 34. 4 Barros, da Asia, lib. 1.o, cap. 12. Las cartas del rey Juan 11 á su sobrino D. Alonso v de Portugal, las incluyó Fr Bartolomé de las Casas en el lib. 1.o, cap. 18 de su Historia general de Indias, y el cronista Antonio de Herrera en uno de sus Di cursos, inéditos hasta que D. Juan Antonio de Zamácola los públicó en Madrid el año 1804, en un tomo en 8.o Nosotros las teníamos ya en nuestra coleccion de mss. desde 1792, habiéndolas copiado de un códice en fol. existente entonces en la biblioteca de los estudios Reales de Madrid, hoy de los jesuitas. Zurita, Anal. de Aragon, part. 2.3, lib. 20, cap. 39.

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