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tos Antiguos. Pero la lectura de todas estas obras no sirvió sino para confirmarme en la idea de que la historia de Costa-Rica estaba aun por escribirse.

En el año de 1876, hallándome de nuevo en Guatemala, visité la gran biblioteca de la Universidad y la no ménos interesante de la Sociedad Económica, en donde encontré la mayor parte de las obras de los historiadores primitivos de Indias, tales como Herrera, Oviedo, Gómara, de la Calle, Navarrete, Vazquez, Ximenez, Remesal, Alcedo, Gage, algunos tomos de la coleccion de documentos inéditos del Archivo de Indias, &., &., de las euales copié todo lo que de cualquier modo podia tener relacion con la historia de Costa-Rica. Di tambien con un manuscrito de los P. P. Misioneros de propaganda fide, que contiene mucho relativo á los indios Guatusos y al viaje que á donde ellos hizo, en el año de 1782, el Obispo Don E. L. de Tristan, de que celebro haber tomado una copia, porque la tercera vez que visité Guatemala ya habia desaparecido el manuscrito, así como otro en forma de libro que llevaba por título Conquista de la Talamanca. Me es grato mostrar aquí mi reconocimiento al Señor Don Juan Gavarrete por las atenciones que, como encargado de la biblioteca de la Sociedad Económica, se sirvió dispensarme durante mis frecuentes visitas.

Por desgracia, los historiadores de Indias no dieron á la provincia de Costa-Rica sino la importancia que entonces tenia, es decir, ninguna; y sus obras, muy interesantes bajo otros respectos, dejan al lector casi en completa ignorancia de la historia de Costa-Rica. Poco ménos sucede con la lectura de los historiadores y cronistas guatemaltecos Ximenez, Vazquez, Juarros y Pelaez.

Esto me decidió á emprender un penoso y largo trabajo, el estudio de los archivos, tarea que solamente puede ser apreciada en su justo valor por aquellas personas que en Centro-América hayan tenido necesidad de registrar los archivos, muchos de los cuales lo son nada más que en el nombre.

Con tal objeto me dirigí al archivo de la antigua Capitanía General de Guatemala, y deseando sistemar mi trabajo, quise dar principio por el exámen de los legajos correspondientes á Nicaragua, cuya historia en lo eclesiástico y económico está íntimamente unida á la de Costa-Rica; pero

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el archivero me informó que Don Henrique Gottel se habia llevado á Managua todos los legajos referentes á la provincia de Nicaragua.

Me encaminé en seguida á Nicaragua, y una vez en Managua, resultó que el Presidente de la República, Don Pedro Joaquin Chamorro, se hallaba de paseo en Granada, cuya autorizacion se me dijo era indispensable para poder visitar el archivo. Mientras tanto, Don Anselmo H. Rivas, Ministro que acababa de ser á la dieta centro-americana reunida en Guatemala, y que, como compañero de viaje, sabia el-objeto de mi visita, en ausencia del Presidente, tuvo la amabilidad de poner el archivo á mi disposicion, en el cual trabajé durante algunos dias. Habiendo regresado el Presidente Chamorro y héchome una visita de atencion, aproveché la oportunidad de manifestarle el objeto de mi viaje, y me contestó que para resolver si me seria ó no permitido registrar el archivo, le era preciso consultarlo ántes con sus Ministros. Aquello me pareció no diré ridículo-pero sí extraño; sin embargo de que yo tengo por costumbre no extrañar nada cuando se trata de cosas de Centro-América, pero muy especialmente de Nicaragua. Guardé silencio y esperé tranquilamente el desenlace del sainete. Supe poco despues que en realidad habia tenido lugar la reunion del consejo de Ministros, que probablemente deberian estar muy desocupados cuando empleaban su tiempo en semejantes bagatelas, y que lo eran entónces Don Tomas Ayon, el célebre agitador de la validez del tratado Cañas-Jerez, Don Emilio Benard y Don Federico Solórzano. Cuando fuí á devolver su visita al Presidente Chamorro, le pregunté cual habia sido la decision del consejo de Ministros; y el Señor Chamorro, especie de hombre honrado y caballeresco, pero en el cual, por entre los ligeros tintes de civilizacion moderna, se descubren aun las telarañas del siglo XVII, me contestó, no sin embarazo, que el consejo de Ministros habia acordado, despues de profundas meditaciones, negarme la autorizacion para registrar el archivo, no fuera que en él hubiese documentos referentes á la cuestion de límites entre Costa-Rica y Nicaragua, que podia yo aprovechar. Repliqué al Señor Chamorro diciéndole que probablemente sus ilustrados Ministros ignoraban que la cuestion de límites estaba no solamente agotada, sino tambien definitivamente concluida por me

dio de un tratado firmado, ratificado, cangeado y ejecutado por ámbas partes durante muchos años; pero que si sabian esto, ignoraban seguramente que mis miras, al buscar documentos para la historia, eran mucho más nobles y elevadas que las ruines disputas entre caciques, pues como tal consideraba la nueva cuestion de límites promovida por su Ministro Ayon. No quedaba otro recurso que salvarse, sacudiéndome-no el polvo, como dice el evangelio-pero sí las telarañas; y fué lo que hice. Justo es, no obtante, manifestar mi agradecimiento á los Señores Don Anselmo H. Rivas y Don Carlos Selva, al primero por haberme facilitado el archivo, y al segundo por haberme proporcionado un documento de mucho interes histórico.

Durante un tercer viaje á Guatemala, consagré cuatro meses al estudio de los archivos. Di principio por el de la antigua Capitanía General del Reino, y despues de haber concluido su registro, noté que aun quedaban muchos vacíos. Es esta la ocasion de expresar mi gratitud hácia el archivero Don Francisco Gonzalez Campo, cuyas finas maneras y deferencias me facilitaron mucho el exámen de aquel archivo.

Pasé en seguida al archivo del Tribunal Superior de Justicia, en donde se halla el grandísimo cedulario de la extinguida Audiencia y Chancillería Real, así como la parte secreta del archivo, que me suministrarou datos de la mayor importancia para la historia antigua de Costa-Rica. Advirtiendo todavía varios vacíos en mis apuntamientos cronológicos, traté de averiguar si habia otros papeles pertenecientes al archivo de la Audiencia, y supe entónces, por el conserje, que se hallaba una gran pieza del edificio que ocupa el Tribunal Superior, llena de papeles viejos é inútiles. La curiosidad me condujo allí, y grande fué mi sorpresa cuando me encontré con una enorme estantería literalmente atestada de expedientes desde arriba hasta abajo, sin índice, sin carátula, en una confusion tal, que debajo de un expediente de este siglo se hallaba otro del siglo XVI; y todo ello en un local, en que si bien faltaban órden y luz, sobraban polvo, sillas desvencijadas, bancas rotas, mesas sin patas, faroles sin vidrios, escudos de armas semi-borrados, y dos retratos de tamaño natural, uno de Cárlos IV y otro de Fernando VII, si mal no recuerdo, que, llenos de telarañas

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y con aire bonachon, parecian presenciar impasibles aquel espantoso desórden, con más apariencias de chiribitil de judío traficante en antiguallas, que de archivo.

Larga y fatigante fué la tarea de examinar tantos papeles, y no menor la de copiar los que creí de interes para mi objeto; pero, empleando tambien parte de la noche, lo conseguí; y mi trabajo fué ámpliamente recompensado con el sinnúmero de datos que de allí obtuve, sobre todo para la historia de los primeros tiempos de la provincia de CostaRica. Baste decir que todos los documentos que contiene este volúmen, excepto el primero y el último, fueron tomados de aquel archivo. El valor histórico de ellos no puede ser justamente apreciado sino por las personas que, por cual quier motivo, se hayan ocupado de la historia de nuestra patria, y sepan que en todos los archivos de Costa-Rica, inclusive el de Cartago, no se encuentra un solo documento anterior al año de 1615, y que son muy raros los de esta fecha hasta el año de 1650. Véase, sino, lo que Don Francisco M. Oreamuno, comisionado oficialmente para el estudio de los archivos, decia en su informe, el año de 1848:

"La comision encargada de registrar las antigüedades del país, dió principio á sus tareas pasando al archivo de la municipalidad de la ciudad de Cartago, y allí registró los legajos más antiguos que se han encontrado. De tan penosa tarea casi nada puede sacarse de provecho, y á fuerza de leer largos expedientes, se encuentran esparcidas algunas noticias de aquellos tiempos.

"Los expedientes que se registran más antiguos, empiezan el año de 1650, y de esta fecha á la de la conquista del país, no hay historia alguna. No se sabe ni se encuentra documento de la fundacion de Cartago, ni noticia de los pobladores que vinieron, ni lo que hicieron desde su ingreso hasta la fecha citada de 1650; porque aunque hay algunos de fechas anteriores, ya no pueden leerse...

Consigno con placer mi más sincera expresion de gratitud á mi respetado maestro y distinguido amigo, Licdo. Don Manuel Dardon, Presidente del Tribunal Superior de Justicia de Guatemala, por sus bondades y atenciones al poner á mi disposicion todo el archivo de la Audiencia, aun la parte reservada.

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