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los informes que tenga, y que puedan propiamente comunicarse, de nuestro Ministro en Madrid, ó del Ministro Español residente en este pays, respecto al reconocimiento de la independencia de las Colonias del Sud de America, y del dictamen de las Cortes Españolas, tiene el honor de enviar al Presidente copias de los documentos que se refieren á ello.

"JOHN QUINCY ADAMS."

TRADUCCION.

"DON IOAQUIN DE ANDUAGA al SECRETARIO de ESTADO.

"Washington, el 9 de Marzo de 1822.

"MUY SEÑOR MIO,-En el National Intelligencer de este dia, he visto el Mensage que envia el Presidente á la Camara de Representantes, en el que propone el reconocimiento, por los Estados Unidos, de los gobiernos insurgentes de la America Española. Quan grande seria mi sorpresa al verle, es facil inferir al contemplar qual ha sido la conducta de España hacia esta Republica, y los inmensos sacrificios que ha hecho para conservar su amistad. En efecto: ¿quien hubiera creido que, en retorno por la cesion de una de sus provincias mas importantes en este hemisferio; por el olvido del sacqueo de su comercio por ciudadanos Americanos; por los privilegios que se concedieron á su marina; y por otra tantas pruebas de amistad como una nacion es capaz de dar á otra, el executivo propusiese que la insurreccion de las provincias de España sea reconocida? Y ademas ¿no aumentara su sorpresa, al ver que este poder desea dar el exemplo destructivo de sancionar la rebelion de provincias, que no han recibido ninguna ofensa del pays materno,-á las que ha concedido una participacion de una constitucion libre,-y á las que ha extendido todos los derechos y prerogrativas de ciudadanos Españoles? En vano se tratara de hacer un paralelo entre la emancipacion de esta Republica, y la de los rebeldes Españoles; y la historia basta para probar, que si una provincia maltratada y persiguida tiene derecho á romper sus cadenas, otras cargadas de beneficios, elevadas al alto rango de naciones libres, no deben sino bendecir y abrazar mas estrechamente al pays protector que tantos favores ha derramado sobre ellas.

Pero, aun admitiendo que la moralidad debe ceder el paso á la politica, ¿qual es el estado presente del America Española, y quales son sus gobiernos, para darles un derecho al reconocimiento? Buenos Ayres está sumergido en la anarquia mas completa, y cada dia ve un nuevo despota que desaparece al siguiente. El Peru, conquistado por otro exercito de rebeldes, tiene á las puertas de su capital otro exercito Español, ayudado por una parte de sus habitantes. En Chili, un solo individuo ahoga los sentimientos del resto, y su violencia presagia un cambio repentino. En la costa de Tierra Firme las banderas Españolas tremolan; y los generales insurgentes estan ocupados en reñir con sus propios compatriotas, que prefie

ren tomar la parte de un poder libre al de ser los esclavos de un aventurero. En Mexico, tampoco hay gobierno; y el resultado de las questiones que los gefes que mandan alli han hecho á España no se saben aun. ¿Donde estan pues esos gobiernos que deben ser reconocidos, donde estan las garantias de su estabilidad,-donde está la prueba de que esas provincias no volveran á unirse con España, quando tantos de sus habitantes lo desean; y por fin, donde está el derecho de los Estados Unidos para sancionar, y declarar legitima, una rebelion sin causa, y cuyo suceso no está aun decidido?

"Yo no creo sea necesario probar, que si el estado de la America Española fuese tal como le representa el Mensage, que si la exîstencia de sus gobiernos fuese tan cierta y establecida; que si la imposibilidad de una reunion con España fuese tan indisputable, y que si la justicia de su reconocimiento fuese tan evidente,-los Poderes Europeos, interesados en obtener la amistad de payses tan importantes por su comercio, descuidasen haber adoptado tal medida. Pero viendo quan distante es aun la perspectiva de este resultado, y fieles á los lazos que los unen á España, aguardan el resultado de la lucha, absteniendose de hacer un daño gratuito á un gobierno en amistad, cuyas ventajas son dudosas, y el odio seguro. Tal será el que España recibira de los Estados Unidos, caso que el reconocimiento propuesto en el Mensage del Presidente sea llevado á efecto; y la posteridad no podra menos de sorprenderse al ver, que el poder que ha recibido más pruebas de amistad de España, tubiese gusto en ser el primero en tomar un paso que no podia aguardarse sino de uno que hubiese recibido daños.

"Aunque podria extenderme sobre esta ingrata materia, no necesito hacerlo, porque los sentimientos que el Mensage debe excitar en el pecho de todo Español no puede ser un secreto para Usted. Los que el Rey de España experimentará al recibir una notificacion tan inesperada, no hay duda que seran bien desagradables; y al mismo tiempo que me apresuro á comunicarsele á su Magestad, juzgo que es mi deber protestar, como solemnemente protesto, contra el reconocimiento de los gobiernos mencionados de las provincias insurgentes del Sud de America, por los Estados Unidos, declarando, que no puede de ningún modo disminuir ó invalidar en nada el derecho de España á las dichas provincias, ó impedir que se emplee quantos medios esten en su poder para reunirlas al resto de sus dominios.

"Ruego á Usted tenga la bondad de poner ante el Presidente esta protesta; y me lisonjeo, que convencido de las razones solidas que la han dictado, sospendera la medida que ha propuesto al Congreso, y que dara á su Magestad Catolica esta prueba de su amistad y de su justicia.

"Quedo, con la mas distinguida consideracion, rogando á Dios guarde su vida muchos años, su muy obediente y humilde servidor,

JOAQUIN DE ANDUAGA."

"JOHN Q. ADAMS, Secretario de Estado."

El SECRETARIO de Estado al MINISTRO de España.

"Departamento de Estado, Washington, el 8 de Abril de 1822.

"MUY SEÑOR MIO,-Inmediatamente que tube el honor de recibir la carta de Usted del 9 de Marzo, la puese ante el Presidente de los Estados Unidos, por quien ha sido considerada deliberadamente, y por cuya direccion tengo que asegurarle, al replicar á ella, del ardor y sinceridad con que este gobierno desea cultivar las relaciones mas amistosas con el de España.

"Esta disposicion ha sido manifestada, no solo por la conducta uniforme de los Estados Unidos, en su trato directo politico y comercial con España, pero por el vivo interes que han sentido por la prosperidad de la nacion Española, y por la simpatia sincera con que han contemplado el espiritu y energia en mantener su independencia contra un poder extrangero, y su derecho de gobierno propio.

"En todas las questiones que se refieren á la independencia, se deben considerar dos principios; uno de derecho, y otro de hecho: el primero dependiendo exclusivamente de la determinacion de la misma nacion, y el ultimo resultando del suceso favorable de aquella determinacion. Este derecho ha sido exercido recientemente, tanto por la nacion Española en Europa, como por varios de los payses del hemisferio Americano, que habian estado unidos á España como colonias por dos ó tres siglos. En los conflictos que han acompañado á estas revoluciones, los Estados Unidos han evitado cuidadosamente el tomar parte; respecto al derecho de las naciones concernidas en ellos, para mantener ú organizar sus propias constituciones politicas, y observado la neutralidad mas imparcial, donde exîstia una contestacion con armas. Pero la guerra civil en la que España se halló envuelta por varios años con los habitantes de sus colonias en America, ha cesado de existir en substancia.

"Tratados, equivalentes á un reconocimiento de independencia, han sido concluidos por los comandantes y vireyes de la misma España, con la Republica de Colombia, con Mexico, y con el Peru; mientras que en las provincias de la Plata, y en Chili no ha exîstido, por varios años, ninguna fuerza para disputar la independencia que habian declarado los habitantes de aquellos payses.

Baxo estas circunstancias, el Gobierno de los Estados Unidos, lexos de consultar los dictados de una politica dudosa en su moralidad, se ha sometido á un deber del orden mas alto, al reconocer, como estados independientes, naciones que despues de haber combatido por sus derechos á ese rango, le han establecido contra todo el poder que se traxo ó pudo traer para oponerse á ello. Este reconocimiento no se hace con la intencion de invalidar los derechos de España, ni de impedir el uso de los medios que aun esté dispuesta á emplear para reunir aquellas provincias al resto de sus dominios. Es puramente el mero reconocimiento de hechos existentes, con el objeto de establecer regularmente, con las naciones nuevamente for

madas, aquellas relaciones politicas y comerciales, que es la obligacion moral de las naciones Cristianas y civilizadas cultivar reciprocamente.

"No sera preciso entrar aqui en un detalle de hechos, sobre los que los informes de Usted parecen diferir materialmente de los que han sido comunicados á este gobierno, y que son bien conocidos del publico; ni tampoco discutir sobre lo apropiado de las denominaciones que Usted da á los habitantes de las provincias del Sud de America. No dudamos que su Gobierno tomara muy pronto otro modo de ver mas correcto del punto en question; y que tanto él, como los demas gobiernos Europeos, mostraran su respeto por el exemplo que han dado los Estados Unidos, y que Usted urge como un deber ó politica de los Estados Unidos en favor suyo. El efecto que tiene el exemplo de una nacion independiente sobre los consejos y medidas de otro, no es justo mas que en proporcion de lo voluntario que es; y como los Estados Unidos desean que su exemplo sea adoptado, no piensan seguir el de otras naciones sino baxo aquel mismo principio. Confian en que el tiempo no está lexos quando otros gobiernos Europeos en amistad con España, y la misma España, no solo concurriran en el reconocimiento de la independencia de las naciones Americanas, pero en el sentimiento de que nada tendera mas eficazmente al bien-estar y dicha de España, que la concurrencia universal en este reconocimiento. Ruego á Usted acepte la seguridad de mi distinguida consideracion.

"Don JOAQUIN DE ANDUAGA,

"Enviado Extraordinario," &c. &c.

"JOHN QUINCY ADAMS."

Para concluir la insercion de documentos oficiales, daremos aqui el manifiesto Español sobre la misma question, con la replica que aparecio al mismo tiempo.

MANIFIESTO que circula en Madrid, y que presenta las miras del Gobierno Español para conciliar sus intereses con los de las otras naciones Europeas, y con las verdaderas ventajas de las provincias Hispano-Americanas.

Su Magestad Catolica, al llamar la atencion de sus augustos aliados hácia el estado de las provincias rebeldes del Sud de America juzga que es inutil é inoportuno entrar en una exâminacion de las causas que excitaron en aquellas regiones el deseo de separarse de la metropoli. Basta para su Magestad estar convencido, que no fue el abuso del poder ni el peso de la opresion que inspiraron el deseo de esta separacion; y que una desunion tan triste entre los miembros de la grande familia Española, ha sido el efecto de circunstancias extraordinarias, y de la tremenda crisis que España tubo que mantener para proteger su trono y su dignidad de la rapacidad del dominio extrangero.

Desde aquella epoca de gloria y de desgracia, el aspecto politico de varias de nuestras provincias ultramarinas ha variado frequentemente. Los sucesos militares han estado divididos entre las partes combatientes; la

causa de los insurgentes se ha revestido, en cada una de las provincias de la America Española, de un aspecto diferente; y su Magestad sufre el agudo dolor de ver aquellas interesantes regiones la presa de todos los males, y de todos los peligros, que inevitablemente acompañan las revoluciones.

Su Magestad deseando ardientemente terminar esta penible situacion de anxiedad y de incertidumbre, y executar las disposiciones beneficas de las Cortes, ha nombrado comisionados, que procederan á las provincias insurgentes de la America, para oir sus proposiciones, transmitirlas al Gobierno Español, y establecer una correspondencia franca y sincera, cuyo objeto y resultados seran para la ventaja de los Españoles de los dos hemisferios.

Jamas hubo transacciones mas importantes, pero al mismo tiempo jamas un Gobierno en semejantes circunstancias mostrara mas integridad y buena fé. Su Magestad no puede persuadirse que los intereses de las provincias ultramarinas sean opuestos á los de la España Europea; y este sentimiento, digno de su corazon paterno, le urge á buscar los medios de reconciliar la ventaja comun, y le inspira la esperanza consoladora de poderles hallar.

Su Magestad Catolica lleva sus miras á un horizonte mas distante, y considera esta question como una question Europea. Mucho tiempo se pasó antes que los efectos beneficos del descubrimiento del Nuevo Mundo se sintiesen en el Antiguo: nadie pudo preverlos, ó calcular sobre ellos; una carrera inmensa, desconocida, y sin limites, ha sido la que determinó su extension. Su Magestad cree que lo mismo puede decirse sobre los grandes acontecimientos que agitan á la America, cuyos efectos tienen necesariamente que influir sobre el destino de la Europa, y de un modo muy rapido. Es imposible calcular, ya sea el grado de su influxo, ó las alteraciones que tienen que producir en las relaciones mutuas de los dos Mundos; pero su Magestad no teme afirmar, que la transacción que fixara el destino de las provincias Hispano-Americanas, y que detendra el curso impetuoso de las revoluciones, será una de las mayores bendiciones para el mundo civilizado.

Las necesidades, el comercio, el habito, y las relaciones de toda especie, han multiplicado los lazos que unen los dos hemisferios; y es facil concebir que un vasto continente, arrojado en el conflicto de las pasiones, y que se vuelve en teatro de una revolucion, cuyo termino es imposible alcanzar, debe exercer un influxo pernicioso sobre las relaciones politicas y morales de Europa, que comienza ahora á reposarse despues de treinta años de convulsiones.

Es muy posible que haya animos bastantes superficiales para ver en cada una de las provincias que han declarado su independencia, una nación consolidada, y un gobierno solido y duradero; y que creen, sin atender á los obstaculos de toda especie, á los principios de derecho publico, y á las maximas mas conocidas de la ley de las naciones, que una provincia puede legitimar su exîstencia independiente, y adquirir el derecho de ser

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