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reconocida como Estado por los otros poderes, por el simple hecho de hallarse separada de lo que formaba parte.

Pero una triste experiencia ha demostrado á los gobiernos los efectos lamentables que produce tal trastorno de principios. Preven las consequencias de su propagacion, tan funestas para los gobiernos legitimos como para la integridad de las naciones; y examinan hasta el fondo los resultados que tendria en Europa una sancion del derecho indefinido de insurreccion, que algunas personas piden para la America.

De este modo, su Magestad Catolica no solo juzga interesados en esta question las naciones que poseen colonias ultramarinas, á las que se puede aplicar la misma teoria que se desea legitimar en las provincias de la America Española, pero considera este negocio como intimamente unido á los principios protectores que forman la seguridad de los gobiernos, y la garantía de la sociedad.

Todas las demas consideraciones desaparecen ante esta ultima; y de consiguiente su Magestad no piensa recurrir á otras razones menos importantes, que, en los tiempos ordinarios, la politica emplea para defender y mantener la justicia.

Al exâminar aun mas la question baxo un nuevo punto de vista, la España presenta, en todas sus relaciones, nuevos y poderosos motivos para determinar á otros poderes á mantener la mas rigida imparcialidad respecto á ella. Exempta de toda especie de pretension ambiciosa, situada relativamente á las otras naciones en una posicion inofensiva, y ocupada exclusivamente en establecer y consolidar su dicha interna, no puede provocar los zelos de rivales, ni excitar en ellos un deseo de desmembrar diferentes partes de la monarquia con el objeto de debilitarla. España no puede, por grande que sea su fuerza, amenazar el reposo ó la seguridad de otras naciones; pero rica y floreciente, tendra un influxo ventajoso para mantener el equilibrio de los poderes. Un instinto de honor é integridad unio los elementos desconocidos de su fuerza; y ocupada en una lucha la mas desigual, dio tiempo al continente para levantarse contra el enemigo comun, y destruir su yugo opresor. Este solo hecho hace inutil toda reflexion y comento; basta inspirar interes en favor de una nacion magnanima, y de annunciar que su influxo sea siempre benefico, y nunca ofensivo. Esta es la posicion que la naturaleza y la politica asignan a España entre las naciones. Los Gobiernos Europeos obraron baxo este grande principio, quando vieron destruido el poder colosal de España, que durante dos siglos habia alarmado á la Europa. Despues de una larga lucha, se trató sobre los medios de fixar el destino de este reyno, que se consideraba como unido al sistema federativo de la Europa; y en aquel tiempo se prevío la ventaja de consolidar su poder, asegurando en America para él un point d'appui, que, al aumentar su consequencia, le abilitase a mantener mejor el equilibrio politico de la balanza Europea.

Esta consideracion del interes general parecia tan importante, que España estaba obligada á no enagenar de ningun modo la mas pequeña

porcion de su territorio en America, y para hacer que su posesion fuese mas cierta é inviolable, al mismo tiempo que se deshizo de todos los motivos de desconfianza, renuncio el poder de conceder á las otras naciones, baxo qualesquiera medio ó pretexto, la ventaja de comerciar en aquellas regiones.

Sin embargo, el tiempo ha producido en este punto un cambio muy importante. Una politica menos confinada, los cambios que han ocurrido en las relaciones comerciales, la notificacion de principios economicos, y una multitud de otras causas combinadas, han convencido á España, que al aspirar á la conservacion de un monopolio comercial, que antiguamente se consideraba como el vinculo principal de union entre las dos grandes partes de la monarquia Española, sería tan perjudicial á los intereses de la Peninsula como á los de las provincias Americanas.

Ahora al contrario, su Magestad Catolica cree que no hay lazos que sean durables excepto los que estan fundados en un interes comun; que la España Europea puede obtener ventajas comerciales por su industria y marina, sin aspirar á un privilegio exclusivo; que nuevas necesidades, y nuevos deseos, la consequencia de la civilizacion y de las riquezas, requieren que las provincias ultramarinas tengan un sistema mas franco y liberal; y que, en lugar de luchar inutilmente contra el sistema comercial, que tanto influxo exerce sobre el sistema politico de los tiempos modernos, el verdadero interes de España consiste en adoptar este espiritu como un aliado util, y no convertirle en un enemigo irreconciliable.

Para obtener resultados tan importantes, todas las leyes y reglamentos hechos despues de la restauracion del gobierno constitucional, tienen una tendencia benefica, generosa, y favorable á la colonizacion de extrangeros en la America Española, y á la libertad de comercio con aquellas regiones distantes. El ensayo hecho en la isla de Cuba ha bastado para mostrar, que sus intereses, los de España, y generalmente los de las otras naciones, coinciden en este punto.

Su Magestad Catolica ha superado, por este medio simple y natural, los unicos obstaculos que podian impedir la union mas completa entre la politica de España y la de los otros gabinetes. Un gobierno que es solido y estable, reconocido, y el fiel observador de sus tratados, está dispuesto á negociar con las provincias insurgentes de America, y ofrece á las otras naciones las mayores ventajas comerciales. Sería imposible presentar (aunque la question se reduxese á un simple calculo de intereses) un objeto que sirviese de contrapeso en la balanza opuesta.

La guerra civil, y la anarquia, que ámenudo son la consequencia de las revoluciones, y particularmente quando, como en America, sus elementos son heterogeneos y opuestos, no son seguramente propios para aumentar las producciones de troque de un pays, ni para atraer á él los extrangeros, ofreciendoles aquella seguridad que no dexa ninguna duda, y que es el alma del comercio; ni tampoco pueden hacerlo los gobiernos vacilantes, precarios en su naturaleza y sin ninguna garantia, que no pueden de si solos asegurar las ventajas que presentan en si. Buenos Ayres,

abandonado á si solo, en vano ha tratado por estos 12 años ultimos de consolidar su gobierno. La miseria, y desplobacion de las provincias de Firme, en lugar de adelantar la epoca de su prosperidad y dicha, la han retardado. En negocios de esta naturaleza, es inutil oponer esperanzas vagas é indefinidas, á resultados ciertos y conocidos.

Pero parece que otra nueva calamindad ha venido á aumentar los males que se preveian. La insurreccion del continente Americano ha favorecido la pirateria en sus mares. El comercio general comienza á sentir la falta de seguridad, y los peligros de esta guerra, que no conoce otras leyes sino las de interes particular, y que saquea indiscriminadamente la propiedad del ciudadano industrioso de todas las naciones.

De este modo, por un conjunto admirable de hechos, todo concurre á demostrar la utilidad, y aun la urgencia de una disposicion definitiva, en un negocio que tiene tan vastas y profundas ramificaciones; y todo hace ver al Gobierno Español la locura de retardar, por motivos segundarios, una transaccion tan importante.

Su Magestad Catolica, al entrar en esta negociacion franca y amistosa con las provincias insurgentes, espera, con la mayor confianza, que hallara en todos los gobiernos aquella circunspeccion y aquella reserva de conducta, que prescribe la justicia, que recomienda la politica, y que inspiran los sentimientos de imparcialidad y de buena fé.

Quando la nacion Española haya puesto fin á esta mala inteligencia domestica, el mismo respeto inviolable que ella profesa por los derechos de otras naciones, le inspiran la justa confianza de que sera tratada con la misma consideracion y respeto. No sospecha siquiera, de la parte de los que desean conservar con ella la amistad y la buena inteligencia, que habran tomado ningun paso en el que se supusiese resuelta la question, cuya decision no pertenece mas que á España, para hacer uso de sus derechos legitimos y reconocidas, á los que nunca ha renunciado. En este estado de cosas, los pasos tomados para excitar á varios poderes á reconocer la independencia de las provincias insurgentes de America, presentaran, al contrario, una solemne ocasion para sancionar los principios fundamentales sobre los que estan fundados la integridad territorial, el reposo de las naciones, y la moral publica.

El texto y espiritu de los tratados, la buena fé que debe reynar entre los poderes en amistad, la conviccion de un deber igualmente soportado por una politica general y temporal, como por el bien real de las provincias insurgentes, y aun por la ventaja general de todos los poderes, son otras tantas garantias de que los deseos loables de su Magestad Catolica hallaran el acogimiento mas favorable y amistoso de la parte de sus augustos aliados.

REPLICA

LA importancia de este documento consiste en ser una explicacion oficial y autentica de los sentimientos de España, sobre la question de sus

antiguas colonias; pero en quanto á los objetos que parece tiene en vista, faltariamos á la sinceridad si afirmasemos que es posible lograrles, quanto el primero es para persuadir á los colonos á que vuelvan á ponerse el yugo que han sacudido actualmente, á pesar de la resistencia de las tropas Españolas; y el segundo es, para disuadir á los poderes Europeos de reconocer la independencia (ya obtenida) de los Gobiernos de la America Española. Si hace tres ó quatro años nos hubiesen preguntado, quales eran nuestros deseos respecto á las relaciones futuras entre España y las provincias de ultramar, quiza hubieramos expresado un deseo de ver continuar la integridad de todo el imperio Español, baxo la condicion de ver establecido tal gobierno que consultase los verdaderos intereses, y que inspirase una confianza libre en el animo de los habitantes del Sud de America, y de sus vecinos los Mexicanos: pero aquel dia pasó para no volver nunca mas. En efecto, aun en el tiempo en que las Cortes estaban reunidas en Cadiz, habia muchas razones para creer que el principio de separacion era entonces completo. Los diputados de la America Española estaban considerados como un cuerpo heterogeneo y medio naturalizado. No podian obtener nada para sus naciones constituyentes de ultramar; las concesiones que solicitaban como debidas á la America Española sobre fundamentos los mas claros de politica, derecho, y amistad, se las rehusaron de un modo arbitrario y monopolizador, que nada se diferenciaba del espiritu que reynaba en los consejos de los dias de Felipe II. De consiguiente, no era una question que se compondria satisfactoriamente por esta ó la otra clase de consejeros de la corona de España; el caracter de la nacion en general era contrario á tal abandono, y aun á tal relaxacion del antiguo sistema colonial, lo que no dexaba otro remedio que recurrir á las armas, entre los que sentian tener derecho á pedir mucho, y los que creian tener bastante fuerza para no conceder nada. Es claro que, quando España declaró la guerra á sus colonias, y que envio a Morillo con un exercito poderoso para reducirlas, la metropoli aventuró todo con aquel golpe. Mientras que Morillo podia combatir, y aun quando estaba medio vencido por los colonos, los articulos preliminarios en todas las proposiciones de paz era la demanda de una sumision sin limites. La fuerza, pues, ha fallido; y, como en todos los casos iguales á este, es en vano que la España trata de negociar baxo otros terminos que no sean un reconocimiento distinto de la absoluta soberanía de estos estados victoriosos. El manifiesto que nos conduce á estas observaciones, apoya mucho sobre la imposibilidad de prolongar una coneccion que no está fundada sobre el interes comun de las dos partes,—una observacion muy justa; y la rebelion de las colonias Españolas (como la que ocurrio hace 40 años en las Inglesas) seria una prueba de ello si acaso faltase alguna. Hacen que el rey sufra una agonia de males al ver estas bellas regiones "la prea de los males y peligros inseparables de las revoluciones." Pero, las provincias dicen, nuestra revolucion se acabó ya:-nuestras penas y peligros no exîsten mas, puesto que vencimos á vuestras tropas, y que nos hemos revestido del poder de promover nuestros propios designios, y nuestros intereses comerciales. De suerte que, donde el manifiesto dice que es la conviccion del rey que los Americanos y Españoles tienen el mismo interes, la respuesta á esto es, que era la per

suasion de su Magestad de que tenian intereses opuestos, lo que le induxo á enviar pocos años a un exercito para obligarles con la espada á creerlo asi; y que despues de una experiencia de su construccion practica de la doctrina por la que ahora se da credito, antes desearian que de ahora en adelante se les dexase juzgar por si solos de lo mucho que los intereses de España y los suyos coinciden. No podemos ceder nuestra opinion sobre el derecho publico al razonamiento del manifiesto, donde ataca un principio bien conocido, y muy esencial, que por la mayor parte un gobierno de facto puede ser justamente reconocido por otros. En lugar de resultar peligros y confusion, no podemos menos de ver en él un instrumento poderosisimo para la restauracion del orden y de la tranquilidad entre el genero humano; ni tampoco podemos concebir, como el reconocimiento de las colonias Americanas por las naciones de Europa, que es el objeto del manifiesto el deprecar, podra comprometer los principios legitimos de los gobiernos, ó á la verdad injuriar los intereses de la misma España, por la que tenemos una solicitud sincera y respetuosa; es en efecto lo mismo que el reconocimiento de hace siete años de los Estados de la Belgia, como constituyendo un estado libre, aunque en el siglo diez y seis fueron vasallos de la corona de España. No nos es dado á nosotros juzgar hasta que punto operaria la amenaza que se halla al fin del manifiesto, contra el reconocimiento de la independencia del America del Sud por los poderes Europeos. Si la perdida de la amistad de España, ó, aun solo, una manifestacion activa de descontento de la parte de una nacion valiente y aliada nuestra, fuese la consequencia de un paso que parece estar prescrito á los gobiernos extrangeros, tanto por su deber como por su politica, no hay ninguna nacion, de esto estamos seguros, que sintiese mas profundamente que la Inglesa, un suceso tan desgraciado y tan poco esperado; pero la obligacion á la libertad publica, á la ley internacional, á los intereses del comercio universal, y á las necesidades y sufrimientos de nuestro pays, es tal que nos impide respetar el puntillo ó colera de un amigo, por estimable que sea, ó que exîma al Gobierno Ingles el desempeñar aquella obligacion. Tambien es cierto, que la misma España vera la qüestion baxo el mismo aspecto que parece á otras naciones, antes de que pase un año, y seguira el exemplo de aquella conducta que ella misma fue uno de los agentes para obligarsela á adoptar á Inglaterra, respecto á los Estados del Norte de America.

AHORA podemos libremente considerar esta materia, y la conducta de los Estados Unidos en relacion á ella. Sobre un punto tan interesante y sublime para todos los individuos, cuya imaginacion y corazon no estan "frios como la roca en la arrugada frente de Torneo," no podemos pensar sin agitacion, ó dar expresion á nuestras ideas sin recurrir á terminos exâgerados; sin embargo, no podemos menos de admirar el lenguage sobrio y medido de este grande documento nacional-el mensage del Presidente; y no podemos menos de persuadirnos, que el efecto que

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