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estampada en la Historia escrita por D. Matías Sangrador.

Que el historiador tomó por fuentes una obra de W. Prescott y una nota puesta en monumento del Sr. Eranes, que no especifica.

Que el propietario de la casa y del mayo razgo de que hace parte, niega que ni siempre ni nunca pertenecieran á individuo de la familia de Colón hasta el año de 1780.

Que con la negativa queda por completo desautorizada la noticia inserta en la Historia de Valladolid, y sin fundamento, por tanto, el nombre impuesto á la referida calle.

Independientemente se inclina el ánimo á no admitir relación entre el descubridor del Nuevo Mundo y la casa indicada, porque en las escrituras de institución de mayorazgos, por rareza dejaba de consignarse aquello que redundara en su honra ó renombre; la posesión de una bandera; la de un objeto de procedencia real ó simplemente curioso, como los libros manuscritos que el fiel amigo de Colón, Diego Méndez, dejó vinculados; un hecho cualquiera distinguido, como el que Juan de Urbieta tuvo empeño en escribir porque la posteridad supiera que había contribuído á la prisión del rey Francisco I de Francia; hasta una bala de cañón dejó por mayorazgo un bizarro marino que no tenía otra cosa. De haber fallecido Cristóbal Colón bajo el techo de la casa que se vin

culaba en fechas tan próximas como son las de 1551 y 1581, en las que ya la fama del Almirante había crecido con la publicación de la Historia general de Oviedo y el adelanto de las conquistas de Nueva España y el Perú, no parece que dejara de consignarse una circunstancia que realzaba á la finca.

En otro concepto, hubiera sido fácil después del matrimonio de D. José Joaquín de Larreategui en 1780, que empezara entre el pueblo á designarse por casa de Colón la de su vivienda, fundamento suficiente para que andando el tiempo pensara el vulgo: ¿es de los Colones este edificio? Pues aquí murió el Almirante. No suelen tener base más firme muchas de las tradiciones, que arraigan sin embargo 138; mas ni esto siquiera aconteció con la casa de la calle de la Magdalena; nadie en Valladolid la indicó por notable hasta el momento de la publicación de la Historia del Sr. Sangrador, en que por novedad se aceptó la noticia.

Adviértese en la carta de D. Juan Manuel Arévalo la pena que le daba el desengaño venido de su poderdante, como uno de tantos vecinos. El Ayuntamiento la sentía sin duda con todos ellos, pudiendo más en el espíritu de corporación la idea de establecer un monumento en la ciudad, que la cautela con que el propietario rehuía toda participación en el señalamiento de la casa como tal, no queriendo

exponerse al ridiculo de que el error apareciera más o menos pronto. Ello es que, insistiendo el Municipio en su propósito, pidió en el año 1865 autorización para colocar lápida en la fachada; consultó á la Academia de la Historia, no con exposición de motivos, sino simplemente en punto á la redacción epigráfica que tenía compuesta, diciendo:

<< Se ha dispuesto colocar esta lápida en la casa número 7 de la calle de Colón, perteneciente al Sr. D. Diego Santiago Colón de Toledo, descendiente del ilustre genovés descubridor del Nuevo Mundo, y en cuya casa hay datos para creer fué en la que falleció éste, habiéndose celebrado sus honras en la iglesia de Nuestra Señora de la Antigua. »

Y con esto se verificó la colocación de la piedra conmemorativa sin las obras de reparación y aseo de la fachada que el propietario había indicado haría de su cuenta en caso de encontrar documento justificativo; sin curarse tampoco de que el uso del edificio correspondiera al diploma con que quedaba públicamente ennoblecido.

Si fueran á examinarse las pruebas que sirvieron á la ciudad de Génova para poner primero el año 1858, lápida con inscripción en la casa de la calle de Molcento, que se suponía habitación de Dominico Colombo, padre de Cristóbal; después para adquirir por igual concepto

en 1887, otra casa en el Carrogio Dritto; si se pidieran á la ciudad de Calví las que sirven de base á la inscripción asimismo puesta en 1886 sobre la presumida cuna del futuro Almirante de las Indias, en el Carrugio del Filo, y sucesivamente se revisaran las de Plasencia y otros pueblos de Italia que disputan esa cuna, no aparecieran más convincentes que las alegadas por el municipio de Valladolid para escribir

AQUÍ MURIÓ COLÓN,

á menos que razone que no es la casa, sino la ciudad lo que el aquí significa; en cuyo caso, tanto valiera poner la lápida en otra parte, y más natural y decoroso fijarla en obelisco que adornara una de las plazas ó paseos. Las consecuencias de la determinación, tal como fué adoptada, van á verse.

En Mayo de 1875, solemnizando aniversario, publicó La Ilustración Española y Americana de Madrid un grabado de fotografía representando la fachada de la casa. Sobre la puerta principal, en contraste con la consabida inscripción, aparece muestra con leyenda mucho más visible; no obstante lo cual, me abstengo de trasladarla aquí. Acompañaba al dibujo un artículo de D. Aureliano García Barrasa, director del periódico valisoletano, La Crónica Mercantil, y de éste sí copio los párrafos adjuntos 139.

«Valladolid, que cuenta con edificios importantes por sus recuerdos, tuvo un tiempo entretenidos á sus moradores en buscar las construcciones que hubieran albergado algún genio de los que el positivismo actual relega á completo olvido, y fijóse principalmente en la necesidad de inquirir lo que se refería al insigne Cristóbal Colón, aquél que mereció de sus coetáneos el dictado de loco por concebir lo que no alcanzaban las medianías de su tiempo.

>>Después de laboriosas investigaciones, súpose que próximo á la iglesia de la Magdalena, en la calle que hoy lleva el nombre de Colón, y en la casa señalada con el número 7, habitó el marinero Gil García, quien tuvo la fortuna de dar hospedaje al descubridor del Nuevo Mundo en los últimos días de su vida, según se desprende de este párrafo extractado de un documento digno de crédito 140.

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«Y digo yo, Cristóbal Colón, que hallándome »en trance de muerte, sin más testigos de mi úl»tima hora que el marinero Gil García, en cuya »casa de limosna me hallo, nombro por herede»ros de todos los cuantiosos bienes que los Reyes »Católicos me prometieron, á mis hijos D. Diego »y D. Fernando y á mi hermano, que con man»tenerlos y ayudarlos los libre de la miseria de »su padre.»

Refiere á continuación lo dispuesto por el Ayuntamiento, y sigue:

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