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Alonso de Valencia acudió á los Reyes Católicos en el cerco de Baza y guerra de Granada con una compañía de sesenta y un jinetes prestando buenos servicios hasta que se ganaron las plazas.

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Era este Alonso dado con particular inclinación á la esfera. Tuvo estrecha conocencia con Cristóbal Colón, y en las necesidades, que las padeció éste en la Corte muchas veces mientras la siguió, le socorría.

Habiendo ido dicho Colón el año de 1492 al descubrimiento de las Indias, y vuelto de ellas con la noticia del descubrimiento y traído tan admirables muestras de riqueza y gentes tan diferentes de la nuestra, y dádosele título de Almirante de las Indias en Barcelona, á 28 de Mayo de 1493, se preparó segundo viaje en Cádiz.

Alonso de Valencia, mozo gallardo y lleno de hazañas, que había asistido á la entrega de la ciudad de Granada, suplicó á los Reyes que le permitieran embarcar en esta segunda expedición, más que por inclinación á la esfera, según parece, en razón á que, siendo quintogénito y acabada la guerra, no le bastaban las mercedes de los soberanos á sostener su calidad, y teniendo ya cuerpo la empresa de Occidente con la experiencia del hecho y la mayor autoridad de Colón, esperaba granjear en la conquista de las nuevas tierras.

Concediéronselo los Reyes con grandes prerrogativas, así por sus servicios como por la muerte de su hermano Juan en aquella guerra: honróle además la Reina llevando á su casa á doña Juana de Valencia, su sobrina, que muchos años le sirvió de dama.

Miércoles 25 de Septiembre de 1493 se hizo. á la vela del puerto de Cádiz con 17 bajeles, y siendo de calidad tan relevante, consiguió que le acompañaran y fueran por sus camaradas cuatro ilustres caballeros no de menos buenos bríos; Mosen Pedro Margarit, de la Orden de Santiago, natural de Toledo "; D. Francisco de Olmos de Ayala, del mismo hábito, natural de Plasencia; Juan de Rojas y Sandoval, de grande estimación en la Casa del Marqués de Denia, y el Comendador Arroyo, natural de Olmedo.

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Oviedo nombra expresamente á Valencia en este viaje y alude á los otros aunque no con tanta claridad 42; por lo demás el embarque y circunstancias del primero constan en varias reales cédulas 43.

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Las naves descubrieron tierra en la isla Española á los cuarenta días de navegación, y luego se poblaron la ciudad de la Isabela y la de la Concepción de la Vega. A ésta pasó Alonso de Valencia con unos 20 hombres de mar, y habiendo cortado un palo grande, hicieron y plantaron la milagrosa cruz que los

indios jamás pudieron arrancar ni aun mover de su sitio **.

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Sirvió D. Alonso en la conquista de la isla y se distinguió sobre todo en la batalla de la Vega Real, cerca de la dicha ciudad de la Concepción; en la de Santo Domingo fué elegido alcalde ordinario de los caballeros encomenderos, por su calidad, y tuvo los primeros oficios de justicia, siendo notorios sus méritos por las cédulas en que se encomian 45.

Sosegados que fueron los ánimos, casó con doña Catalina Montes de Vergara, una de las primeras damas castellanas que pasó á Indias con su padre Domingo de Vergara, hijo-dalgo de Vitoria, de noble ejecutoria 46; tuvo sucesión que hizo papel en el Perú y llegó á edad de noventa y tres años, falleciendo en el de 1543. Oviedo le alcanzó y conoció en Santo Domingo, cuando escribía su historia “”.

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En las noticias de disturbios, revueltas y motines de la isla Española no suena el nombre de Valencia, por lo que es de suponer que mantuvo buenas relaciones con Colón, conservando aquella primera amistad que le indujo al viaje. Importa, pues, agregar tan calificada persona y los datos curiosos de los memoriales, á los que contiene el libro de referencia.

Observación incidental.-El Sr. Peragallo manifiesta prevención injustificada, no ya con

tra los conceptos ó la crítica del Sr. Harrisse, sino contra su nacionalidad.

¿Habrá cosa más natural que los americanos quieran trazar la figura del Descubridor de América?

¿Por qué razón ha de vedarse á literatos de aquel país lo que hicieron ó hacen los Spotorno, Rossi, Napione, Priocca, Desimoni, Durazzo, Isnardi, Sanguineti, con tantos más?

Si Colón está incluído por circunstancia eventual en el elenco de hijos ilustres de Italia, habiendo salido doncel de la patria, perdiendo nacionalidad, lengua y nombre, por nada pertenece á la historia italiana, al paso que es por su misma persona origen y principio de la historia de América. Justo y laudable es por tanto que el Sr. Harrisse, con los compatriotas que le precedieron y le siguen, inquieran y profundicen las cuestiones problemáticas. Se dirá que allí, donde sonaron los hermosos conceptos de Robertson, de Irving, de Prescott, se escuchan extravagantes elucidaciones; mas, ¿no han salido de Florencia tiros dañosos á la fama de Colón? ¿No señaló Cancellieri por diatriba sin igual la de Trajano Boccalini 48?

No es aventurado predecir que en la solemnidad del centenario próximo chocarán con empuje las dos tendencias que de poco tiempo acá se vienen manifestando: una que tiene á

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Colón por ente incomparable, excepcional, perfecto: otra no distante de acordar que «dentro del orden natural, en más ó menos proporciones, cuanto el mundo encierra por necesidad participa del bien y del mal "9.» Si en el homenaje preparado al Descubridor buscan palenque las ideas antirreligiosas, también tendrán en el P. Knigth, de la Compañía de Jesus 5o, campeón americano, que no dudaría en apadrinar el Sr. Próspero Peragallo. Y entiéndase que si para esta próxima celebración existe acuerdo universal, los americanos solemnizaron el centenario anterior sin invitación ni competencia 51.

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