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I.

PERAGALLO CONTRA HARRISSE.

Señales de la aproximación del centenario del descubrimiento de América.-Libro escrito por el Sr. Próspero Peragallo en censura de los de M. H. Harrisse.-Errores que combate y errores en que incurre.-Escudo de armas concedido á Cristóbal Colón, modificado por los reyes Carlos I y Felipe II para los sucesores del Almirante.-Miguel Muliarte, casado con Violante Muñiz, era cuñado de Colón.-Documentos de prueba.→ Memorial que el Almirante dejó á su hijo D. Diego al emprender el cuarto viaje.-Examen de su autenticidad.—Noticias recogidas por D. F. Medina Nuncibay. -Alonso de Valencia, amigo de Colón.-Tendencias que se manifiestan entre los biógrafos del último.

Barruntos de proximidad del centenario que el mundo va á conmemorar, por ampliación del que se conocía en la Edad Media, son, como las golondrinas del verano, los libros que cada día aparecen con el nombre de Colón en la portada.

Entre los últimos se cuenta uno del señor Próspero Peragallo, escrito en italiano, her

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mosamente impreso en Lisboa, titulado Colón y su familia, y al decir del autor, piedrecilla labrada para el monumento que va á erigir á su conciudadano genovés el orbe entero en la solemnidad del cuarto centenario de su descubrimiento portentoso. Más, sin embargo, que á ensalzar los méritos y condiciones del navegante lígur, va encaminada la obra á censurar las de uno de los escritores que con mayor constancia y laboriosidad ha procurado en estos tiempos penetrar la niebla en que está envuelta la vida del insigne almirante de las Indias, poniendo jalones, atando cabos sueltos, extendiendo con ellos una red entre cuyas mallas vacías se vayan concentrando las investigaciones sucesivas, por lo que, si entre los lectores hay, sí habrá, quien considere realmente piedra de construcción el trabajo del Sr. Peragallo, no ha de faltar tampoco quien lo juzgue piedra de catapulta disparada contra ese mismo monumento en fábrica, leyendo que anda mal avisado el que acepta juicios del Sr. Harrisse en materia de historia colombina; el que acude á su obra, obelisco insigne de fabulosa superficialidad, prueba documentada de la inseguridad de la crítica americana.

No es la vez primera que discute el señor Peragallo los estudios del autor de la Bibliotheca americana vetustissima; antes, bajo su

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firma, lo hizo sobre autenticidad de la Historia de D. Fernando Colón 2, replicando á las objeciones que se le presentaron 3; después, con el seudónimo de Celsus, dió más extensión á los argumentos, tratando del origen, patria y juventud de Cristóbal Colón ", y como el Sr. Harrisse respondiera, escudado tras el nombre de Sejus, emprendió el trabajo presente, explicando en el prólogo su plan y objeto en esta forma:

<< Yo había inaugurado la polémica en forma de conversación urbana, con miramientos acaso excesivos, hacia el escritor americano entendiendo que la controversia doctrinal no excluía la estimación ni el respeto mutuos. Fuí recompensado con una especie de libelo en que Sejus, no sólo adulteraba mis doctrinas, sino que hería groseramente (selvaggiamente) mi piedad filial, no escaseándome epítetos de los que suenan á injuria..... Seguir por aquel camino con el que tan mal pagó la cortesía, parecería modestia afectada, servil actitud de vasallo ante el señor, ó humilde reparo del discípulo á los errores del soberbio pedagogo; por tanto, nec temere nec timide; bien entendido, que es exclusivamente el escritor al que juzgo, no la persona, que respeto.>>

Propónese en consecuencia reunir en este volumen la suma de errores harrissianos; hacer sin piedad disección anatómica de las obras

del irascible americano; probar que ningún otro ha amontonado sobre la historia de Colón tantas inexactitudes manifiestas; propósito espinoso y delicado que insensiblemente le aparta del primordial, de asesorarse con la razón, como de ordinario sucede en la controversia, cuando se siente lastimado el amor propio.

No es justo echando en cara al Sr. Harrisse que deshace por fatal destino lo que con más ardor había tejido, una vez cerciorado de la inexactitud de fuentes ó informaciones que sirvieron á sus deducciones primitivas. Deshacer espontáneamente un error, no es errar, ni indicio de afición al entretenimiento de Penélope. Más es digna de alabanza que de censura la inconsecuencia en este caso por testimonio de buena fe. Tampoco es equitativa la presunción respecto al investigador americano, de malevolencia ó más bien de odio hacia el descubridor del Continente en que ha nacido, queriendo deducir de sus escritos la intención de difamarle.

El Sr. Harrisse no es, ciertamente, de los que ven en el eximio nauta un dechado de perfecciones, un ser excepcional impecable, un sublime ignorante, instrumento ciego de la Providencia, porque así se quiera decir y porque condujo el primero las naves camino del supuesto Catay. No es de los que retratan al inventor del Nuevo Mundo despidiendo res

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