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« compañía donde no ha quedado un oficial.» La pérdida positiva fué de 161 oficiales, 2,462 soldados y 6 caballos entre muertos, heridos y extraviados (1). Entre los heridos se contaban el general Losada, los brigadieres Castañon y Roselló, y el coronel gefe de esta do mayor del centro, Laviña. El brigadier gefe de estado mayor del ejército, don Estanislao Sanchez Salvador, tuvo dos caballos muertos. Grande debió ser el descalabro de los franceses, siendo como fueron rechazados de todos los puntos, y teniendo que repasar tantas columnas el rio, de noche algunas de ellas, todas de cerca acosadas.

y

No pudo, pues, ser socorrida por los franceses la plaza de San Sebastian, la cual dejamos amenazada de próximo asalto en el mismo dia 31. En su consecuencia renovaron los aliados las operaciones del sitio con nueva actividad y vigor, continuando sus trincheras por la antigua casa de la Misericordia y hasta el paseo llamado de Santa Catalina. Luego que se ensanchó más la brecha, á las once de la mañana del dicho dia 31 (agosto, 1813) salieron de las trincheras las columnas de ataque, dirigiéndose los ingleses por la izquierda del Urumea hasta ocupar la cresta de la brecha abierta en la cortina intermedia

(1) Parte oficial del general Freire, en el cuartel general de Irún, 1.° de setiom.bre de 1813.No sabemos cómo Toreno pudo reducir la pérdida en esta ocasion á 1,658 hombres, constando lo que

hemos dicho del parte oficial del general eu gefe, con especificacion de españoles, ingleses y portugueses; de aquellos en mayor número, porque fueron los que sostuvieron la batalla.

de los cabos de los Hornos y Amezqueta, mientras que la décima brigada portuguesa, vadeando el Urumea, asaltaba el boquete de la derecha, sufriendo todo el fuego de la fusilería de la plaza y de un cañon de la pequeña batería de San Telmo. A pesar del brío de la acometida, la firmeza con que los sitiados recibieron á las columnas fué tal, que faltó poco para malograrse segunda vez la empresa. Pero una casualidad, feliz para los aliados, hizo que se incendiára un almacen de materias combustibles que cerca de la brecha tenian los enemigos, volándose con tan espantoso estruendo, que sobrecogidos y asustados los franceses tuvieron unos momentos de indecision y aturdimiento de que se aprovecharon los aliados para penetrar en la ciudad. Refugiáronse entonces los franceses al castillo, dejando en poder de los invasores unos 700 prisioneros. Sobre 2,000 hombres entre muertos y heridos fué la pérdida de los aliados en el asalto. Entre los heridos lo fué el teniente general sir James Lecth, que dos dias antes se habia unido al ejército, y el mariscal de campo Ottwald: á la salida de las trincheras fué muerto de bala de fusil el coronel sir Ricardo Flecher, el principal trazador de las líneas de Torres-Vedras, y de cuya pérdida en particular se lamentaba lord Wellington.

Lo que ahora sorprenderá á nuestros lectores, al menos á los que no conozcan el suceso, lo que los asombrará tanto como pudiera asombrarlos el súbito

estampido de una mina, es el comportamiento de los ingleses con una ciudad española y tan amiga que los esperaba con ansia y los recibia como libertadores. Cosa es que aun despues de sabida con evidencia, todavía parece que á creerla se resiste el ánimo; que aquellos libertadores, aliados y amigos, se condujeran con los pacíficos habitantes y con la inofensiva poblacion de San Sebastian, como crueles y desapiadados enemigos, como desatentados y bárbaros conquistadores. Veamos cómo describe el horrible cuadro de aquel dia y de aquella noche el ilustrado historiador del Levantamiento, guerra y revolucion de España, y nos limitamos ahora á reproducir sus frases: «Robos, dice, violencia, muertes, horrores sin cuento sucediéronse con presteza y atropelladamente. Ni la ancianidad decrépita, ni la tierna infancia pudieron preservarse de la licencia y desenfreno de la soldadesca, que furiosa forzaba á las hijas en el regazo de las madres, á las madres en los brazos de los maridos, y á las mugeres todas por do quiera. ¡Qué deshonra y atrocidad!!! Tras ella sobrevino al anochecer el voráz incendio; si casual, si puesto de intento, ignorámoslo todavía. La ciudad entera ardió; solo sesenta casas se habian destruido durante el sitio: ahora consumiéronse todas, escepto cuarenta de seiscientas que antes San Sebastian contaba. Caudales, mercadurías, papeles, casi todo pereció, y tambien los archivos del consulado y ayuntamiento, precioso de

pósito de exquisitas memorias y antigüedades. Más de mil quinientas familias quedaron desvalidas, y muchas, saliendo como sombras de enmedio de los escombros, dejábanse ver con semblantes pálidos y macilentos, desarropado el cuerpo y martillado el corazon con tan repetidos y dolorosos golpes. Ruina y destrozo que no se creyera obra de soldados de una nacion aliada, europea y culta, sino estrago y asolamiento de enemigas y salvages bandas venidas de Africa. »

Por desgracia, lejos de ser recargadas, pecan tal vez de débiles, aunque parezca imposible, las tintas que empleó este escritor para bosquejar el cuadro de aquella noche funesta, una de las más horribles que se registrarán en la historia de las calamidades de los pueblos. Y no sabemos cómo tan ilastrado historiador pudo, hablando del incendio, estampar aquellas palabras: «Si casual, si puesto de intento, ignorámoslo todavía.» ¡Ojalá tuviéramos el consuelo de ignorarlo! ¡Ojalá de testimonios auténticos no resultára la dolorosa conviccion de haber sido puesto ¡horroriza el pensarlo! por los mismos que se decian nuestros amigos y aliados, por los defensores de la causa española, por aquellos mismos á quienes los pacíficos habitantes de San Sebastian salian alegres y alborozados á recibir como libertadores! Dejemos á los desgraciados vecinos de San Sebastian contar ellos mismos siquiera una mínima parte de las trágicas escenas de aquella lúgubre noche.

«La ciudad de San Sebastian (decian en un Mani«fiesto que publicaron el ayuntamiento, cabildo ecle«<siástico, consulado y vecinos), la ciudad de San Se<<bastian, ha sido abrasada por las tropas aliadas que «la sitiaron, despues de haber sufrido sus habitan«tes un saqueo horroroso y el tratamiento más atróz «de que hay memoria en la Europa civilizada. Hé «aquí la relacion sencilla y fiel de este importante

<< suceso.

«Despnes de cinco años de opresion y de calamida«des, los desgraciados habitantes de esta infeliz ciudad << aguardaban ansiosos el momento de su libertad y «bienestar, que lo creyeron tan próximo como seguro, «cuando en 28 de junio último vieron con inesplica«ble júbilo aparecer en el alto de San Bartolomé los «tres batallones de Guipúzcoa al mando del coronel «don José Manuel de Ugarremendia. Aquel dia y el siguiente salieron apresurados muchos vecinos, ya con el anhelo de abrazar á sus libertadores, ya tam«bien por huir de los peligros á que los esponia un «sitio que hacian inevitable las disposiciones de de«fensa que vieron tomar á los franceses, quienes ernpezaron á quemar los barrios extramuros de Santa << Catalina y San Martin.....»

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Refieren que desde el 23 de julio hasta el 29 se quemaron y destruyeron por las baterías de los aliados 63 casas en el barrio contiguo á la brecha, pero que este fuego se cortó y extinguió. Y llegando al 31 TOXO XXV. 25

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