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ras por el antiguo gobierno vedados, y restableciendo las populares corridas de toros, en tiempo de Cárlos IV. prohibidas; como que por otra parte la falta de recursos le obligaba á aumentar los impuestos; como en este año escaseasen los granos en términos de producir una subida horrible de precios y una penuria general; como en virtud de la organizacion militar y civil dada por Napoleon cada gobernador recogia y acaparaba para el surtido de su distrito cuantos granos podia, sin cuidarse de los otros, aun impidiendo la circulacion; como José para abastecer el de su inmediato mando tuviese que apurar las existencias de trigo de sus provincias, cogiéndolos hasta de las eras y haciéndolos extraer de las alhóndigas de los pueblos; no pudiendo ya sufrir la amarga situacion en que todo esto le colocaba, resolvióse á ir en persona á París, persuadido de que en una hora de conversacion con su hermano le habria de convencer, más que con todas las comunicaciones escritas, de la necesidad de dar otro giro á las cosas de España. Y pareciéndole escelente ocasion la de haber dado á luz el 20 de marzo la emperatriz su cuñada el príncipe que habia de ser rey de Roma, y circunstancia oportunísima la de ser él uno de los padrinos designados por el emperador, determinó su viage; reunió el consejo de ministros para anunciarles su resolucion (20 de abril), añadiendo que su ausencia seria breve, y á los tres dias siguientes partió de Madrid, acompañado TOMO XXV. 4

Je O'Farril, Urquijo, el conde de Campo-Alange, el de Mélito y algunos otros.

Por causas inevitables no traspuso la frontera de Francia hasta el 10 de mayo. En el camino de Bayona á París recibió un despacho del príncipe de Neufchatel prescribiéndole en nombre del emperador que no dejase la España. José, en lugar de retroceder, aceleró su marcha, y llegó el 15 á París. Allí, en las pláticas que tuvo con su hermano, le manifestó su intencion de no volver á un país en que ni podia hacer el bien ni impedir el mal, mientras no revocara las medidas que destruian la unidad é impedian la combinacion de los movimientos militares y la regularidad de la administracion. «Mis primeros deberes (le «dijo entre otras cosas) son para con la España. « Amo la Francia como mi familia, la España co«mo mi religion. Estoy adherido á la una por las <«<afecciones de mi corazon, á la otra por mi con« ciencia. >>

Napoleon decidió á su hermano á volver á España, bajo la promesa de que cesarian los gobiernos militares, tanto más, cuanto que los ingleses ofrecian (le dijo) evacuar el Portugal si los franceses salian de España, y reconocerle como rey si la Francia consentía en restablecer en Portugal la casa de Braganza; díjole que deberia reunir las Cortes del reino, y ofreció además asistirle con un millon de francos mensual. Bajo la fé de estas promesas José cedió, tomó la vuelta de

España el 27 de junio, y el 15 de julio estaba de regreso en Madrid.

Siendo uno de los puntos del nuevo programa de Napoleon para entretener á su hermano la reunion de Córtes españolas, fué tambien uno de los primeros que José trató con los hombres de su consejo, no solo manifestándoles su pensamiento y propósito, sino tambien encargándoles los trabajos preparatorios para la convocatoria, no ya con arreglo á la Constitucion de Bayona, sino sobre bases más ámplias, de modo que fuesen unas Córtes verdaderamente nacionales, concurriendo á ellas los hombres más importantes de todas las opiniones y partidos, y dispuesto a someter á su juicio sus propios derechos y la forma de sucesion al tronc de España. Creemos que de mejor fé que su hermano adoptaba José esta resolucion, como un medio y una esperanza de atraerse las voluntades de los españoles y de afirmarse en el trono, y no era la primera vez que habia pensado en ello. En su virtud envió á Cádiz un canónigo de Búrgos, llamado don Tomás de la Peña, encargado de tantear la Regencia y las Córtes y de abrir negociaciones sobre el asunto. No hubo necesidad de que las Córtes llegáran á entender en él, porque bastó el paso con la Regencia para que el emisario se convenciese de que era intento inútil recabar de tan buenos patricios que se prestasen á aceptar ni menos á cooperar á un proyecto, plausible en sí, pero que envolvía y llevaba

consigo la idea del reconocimiento de José como rey de España, idea contra la cual se rebelaba el espíritu público, contra la que se sublevaba la voluntad nacional, que repugnaba á la dignidad del reino, y rechazaban sus compromisos y sus altas obligaciones, desatentada por lo mismo y de imposible realizacion.

No fué esta la sola ilusion que de regreso á Madrid vió desvanecerse el rey José, no solamente en sus esfuerzos por conquistarse los ánimos y las voluntades de los españoles, sino tambien en lo relativo á las promesas últimas de Napoleon su hermano, como más adelante habremos de ver. (1).

(1) Es interesante, y sobremanera curiosa la correspondencia que en este tiempo se siguió entre el rey José, y la reina Julia su esposa, Napoleon su hermano, y su primo el general Berthier, príncipe de Neufchatel, porque nada puede retratar tan á lo vivo y con tanta verdad como estas cartas de familia la angustiosa situacion del monarca intruso, su carácter y sentimientos, el comportamiento y las miras de Napoleon, y el modo como José juzgaba de sí mismo y de la España. Creemos que nuestros lectores agradecerán que les demos á conocer siquiera algunas de las muchas cartas relativas este asunto, que á la vista tenemos.

José & la reina Julia.

Mi querida amiga: (Llamábala así siempre): he tenido muchas conferencias con Mr. de Laforest, que me ha dicho con más respeto las mismas cosas que te han sido dichas á tí. He respondido como has respondido tú, que estaba au

torizado á creer que se deseaba mi marcha, pues que se hacia mi existencia imposible aquí, que si yo estaba en un error y se desea que me quede, estoy pronto; si se desea que me vaya, tambien lo estoy. Que en llegando á París, presentaré yo mismo ó me haré preceder por el acta que se quiera. Te remito un modelo. En este caso ninguna condicion: lo mejor es la retirada absoluta. En el caso de que sinceramente se quiera que me quede, haré todo lo que exijan la razon y el deseo de complacear á mi hermano, y el fin que debió proponerse al enviarme aquí. Pero debe tener entendido que nada indigno de mí puedo prometer, ni ejecutar. Acaso conozco mejor lo que debo al emperador y á ia Francia en lo que á mí toca. Cualquiera que sea el partido que prefiera el emperador, no hay que perder momento, porque aquí todo está en disolucion. Si he de dejar este país, que sea sobre la marcha. Devuélveme el acta adjunta con las modificaciones que se exijan, si las hubie

re. Si he de quedarme, prepárate á venir con mis hijos, y que te precedan pruebas de la estimacion del emperador, sin la cual no puedo permanecer aquí. Es menester escitar la opinion por medios diferentes, que anuncien la estabilidad de mi existencia: tu llegada, la aceptacion por parte del emperador del órden aquí establecido, y algunos anticipos de dinero. Me limito à un millon mensual, hasta que pueda contar con la totalidad de las contribuciones de Andalucía, absorvidas hasta ahora por el ejército, cuya presencia es necesaria delante de Cádiz...... etc.

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Mi querida amiga: mi posicion aquí empeora cada dia de tal modo, que me he decidido á escribir la carta cuya copia acompaño. Tú puedes hablar de ella al emperador: yo no puedo restablecer el órden con los oficiales que me han sido dados. Si el emperador acepta mi proposicion, tendré más trabajo, pero espero resultados, y al menos gozaria del fruto de mis fatigas. Hoy me estoy desacreditando cada dia más por la mala conducta de gentes que no puedo reprimir: prefiero, si es menester, esponer todos los dias mi vida con tropas nuevas en un distrito en que el bien ó el mal fueran obra mia, que continuar en el estado de discordia, de humillaciones y de anarquía en que me encuentro entre mis ministros y los administradores franceses, el pueblo y el ejército, los insurgentes y los hombres que han tomado partido por mi. Todo sistema sencillo puedo yo llevarle á buen término; tengo esta confianza; pero no puedo lo imposible. Propongo, pues, en dos palabras, quedarme en las provincias del centro con las solas tropas y oficiales á mi servicio. No pido para esto al emperador sino un

anticipo de un millon mensual, á contar desde 1.° de enero. Un adelanto de dos ó tres millones me seria aún necesario para pagar una parte de los atrasos; pero en fin, si tú tienes y el emperador no puede anticiparme esta suma, ¿no podrias tú procurármela hipotecando todos los bienes raices que dejarias en Francia? Que se me entregue á mis propios medios, si se quiere; no temo ninguna situacion, pero no puedo estar más tiempo como estoy...... etc.

José á Berthier.

Con profundo sentimiento he leido la carta de V. A. del 18 de febrero..... ¿Cómo V. A. puede pensar que un hombre que no tiene pan, ni zapatos que dar á lus que tienen la desgracia de servir á sus órdenes, puede emprender construcciones de medio millon de reales?.... ¿Cuántas veces he de repetir que las tropas que me sirven no están ni pagadas ni vestidas hace ocho meses? Hace siete que las del emperador no cobran sueldo: su subsistencia mis.na está hoy comprometida. Los proveedores acaban de ser afianzados con los objetos de valor que existen todavía en el palacio de Madrid, y yo he tenido que despojar la capilla de mi casa: este recurso nos proporcionará víveres para quince dias.Me veo forzado á guarnecer á Madrid con las menos tropas posibles por no poder mantenerlas; ellas viven en provincias, pero cuestan caras al tesoro, que no alimentan por muchos razones. Por otra parte, Avila está agotada por los depósitos del ejército de Portugal; Extremadura, por ei 5.o cuerpo y las guerrillas; Cuenca, esta arruinada..... Segovia, esquilmada por el ejército de Portugal, no da al tesoro 200,000 reales mensuales; Guadalajara, bien ó mal, costea los dos regimientos Real-Estrangero é Irlandés; Toledu, vejada por las guerrillas y cru

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