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50. En medio de este contratiempo se embarcaron muy contentos los castellanos por haber hallado casas y edificios de piedra y cal, y gentes y otras cosas diversas de las del Darien. Siguieron navegando la costa abajo, paireando ó deteniéndose en las noches, y al cabo de quince dias descubrieron un pueblo grande, y cerca de él una espaciosa ensenada, que al principio juzgaron desem bocadero de algun rio donde podrian proveerse de agua. Con esta intencion bajaron á tierra el domingo de Lázaro, y asi denominaron al pueblo que los indios decian Quimpech, y los castellanos llamaron despues Campeche. Hicieron aguada en un pozo, y ya la conducian en sus vasijas, cuando los indios armados les intimaron que se fuesen y los siguieron hasta la marina, donde se embarcaron sin recibir daño. Continuaron navegando seis dias, y experimentaron un norte de travesía que los puso en gran riesgo. Para tomar agua surgieron cerca de un pueblo llamado Pontonchan, cuyo señor, guerrero y esforzado, ni les ofreció presentes, ni les permitió los rescates, ni aún hacer aguada sino á trueque de sangre; porque estando ya para regresar á los buques, acudieron muchos indios armados que se aumentaron y reforzaron al amanecer, y despreciando los tiros de artillería y las armas de hierro, aunque con inmensa pérdida persiguieron á los castellanos, que con mucho trabajo lograron embarcarse, dejando cuarenta y siete muertos y dos prisioneros, y recogiendo mas de cincuenta heridos, y entre estos al capitan Francisco Hernandez que habia recibido doce flechazos. Determinaron entónces regresar á Cuba: la sed era extrema, y acordaron hacer aguada en el estero de los Lagartos. Poco remediaron esta necesidad, ó por el mal estado de la pipería, ó por las dificultades que de continuo ofrecia la oposicion de los naturales, como les sucedió en la Florida, á donde se dirigieron, y donde pelearon tambien con hombres fieros, vestidos de pieles de venados, á quienes sin embargo dispersaron los tiros de la artillería. Dirigiéndose desde allí á Cuba llegaron á los Mártires, en cuyos bajos tocó un navío y empezó á ha

cer mucha agua; y al cabo de tantos trabajos entraron en el Puerto de Carenas, que es el de la Habana. Hernandez informó á Velazquez de los sucesos de su jornada, y murió diez dias despues de resultas de sus heridas 3.

51. Las noticias de este descubrimiento y las lisonjeras esperanzas que de él se concibieron, estimularon á Velazquez á preparar otra expedicion para continuarlo, Confió su mando al capitan Juan de Grijalva, y nombró piloto á Anton Alaminos, que habia ido con Hernandez, y para compañeros á muchos caballeros é hidalgos, que se embarcaron en tres carabelas y un bergantin. Dieron la vela del puerto de la Matanza ó de Matanzas el dia 20 de Abril 1518, entraron en el de Carenas el 22, y dirigiéndose al cabo de S. Antonio, para reunirse con el bergantin que se habia anticipado, no le hallaron. Prosiguieron su camino, y el 3 de Mayo reconocieron la isla de Cozumel, que llamaron de Santa Cruz por la solem. nidad del dia. Corriendo la isla vieron varios edificios con capiteles como torres, y casas cubiertas de paja. Surgieron dos leguas de allí en una ensenada, y los indios rezelosos no solo rehusaron acercarse á los navíos, que contemplaban con admiracion, sino que manifestaban en tierra bastantes indicios de alarma y apercibimiento á pelear, apellidando para ello á los naturales de la comarca. Al fin entraron en pláticas con el intérprete y en rescates, entre los cuales preferian el buen vino de Guadalcanal, á que se habian aficionado mucho desde el viage anterior. Dieron noticia de que la otra tierra, que parecia al norte, era Yucatan, á quien los cristianos decian Santa María de los Remedios. El 5 de Mayo bajó Grijalva á tierra solo, y puesto de rodillas hizo una breve oracion á Dios; se levantó despues, mandó desembarcar la gente y tomó posesion con toda solemnidad de la isla de Cozumel, de sus anejos, tierras y mares por la corona de Castilla. Los indios, con uno de sus caciques,

I Gomara, Hist. de Ind. cap. 52. Herrera, Déc. 2., lib. 2, cap. 17..

presentaron al capitan una vasija de miel: no quisieron probar la comida que se les daba; pero tomaron camisas y otras preseas. Manifestaron contento de que los cristianos quisieran ir á ver su pueblo; el cacique dijo que los esperaria en la costa, pero no lo hizo así; y fatigados ellos de seguir veredas que terminaban en pantanos anegadizos, se volvieron á bordo y dieron la vela para costear la isla y vieron en ella varias casas de cal y canto bien labradas que eran adoratorios, y una gran torre ó fortaleza con mucha gente. Surgieron muy cerca de ella: vino una canoa, y manifestando á los indios que la dirigian deseos de bajar á tierra, contestaron que se holgarian mucho de ello. En este concepto bajó Grijalva con mucha gente, hizo nuevos actos de posesion y colocó la bandera Real de Castilla. Se presentó un indio anciano que perfumó á sus ídolos y dió á los cristianos unas cañas que al quemarse despedian buen olor. El capellan de la armada dijo misa en lo alto de la torre con admiracion de los indios. Regalaron estos al capitan unas gallinas como pavos, manifestaron no tener oro sino en alhajitas de poco valor, y reconocido el pueblo, compuesto de edificios antiguos y modernos, esperaron allí al cacique que nunca pareció. La gente era pobre y miserable. Viéronse liebres como las de Castilla. Grijalva mandó pregonar ciertas leyes muy severas sobre los rescates y sobre la afabilidad y buen trato con los indios.

52. Regresaron á los navíos y dieron la vela hácia Santa María de los Remedios; pero el tiempo contrario y la falta de agua les obligaron á volver, y se proveyeron de ella en unos charcos ó lagunazos. Los naturales al verlos volver desampararon al pueblo. Dieron de nuevo la vela, y la carabela de Dávila se rezagó para recoger un cristiano y una india (que era de Jamaica), que los llamaban de la costa. Los otros buques retrocedieron para socorrerla, y unidos todos entraron el dia de la Ascension, 13 de Mayo, á una bahía en costa firme, tan llena de ba jos é isleos que fué preciso entrar toando ó á la espía. Reconociendo en lo interior que todos eran arrecifes sin

la

salida, determinaron salir como habian entrado, y bojar la tierra por la banda del norte. Esta bahía conserva el nombre de la Ascension, que entónces se le puso. Salieron el 15 siguiendo la costa de Yucatan, y fondeando cerca de ella por las noches reconocieron el 17 una punta hasta la cual la tierra era llana, y desde allí mas alta, vieron un gran ancon ó bahía. Eran, á lo que parece, las costas inmediatas al cabo Catoche. El 22, víspera de pascua del Espíritu Santo, surgieron junto á unas playas de arena. El piloto desconoció la tierra creyendo quedaba atras el pueblo de S. Lázaro; pero advertido luego el error, y reconocida la costa, surgieron en ella para buscar agua, que no hallaron, cuando ya hacia tres dias que por falta de ella solo bebia vino la gente. El 25 salieron de allí, y llegaron al pueblo de S. Lázaro. Vieron en la costa muchos indios, y se oía de noche gran ruido de trompetas y tambores. Con esto preparó Grijalva su gente para desembarcar antes que fuese de dia, como lo ejecutó, llevando tres piezas de artillería y distribuyendo sus centinelas en los parages convenientes. Apenas amaneció se presentaron multitud de indios armados, y prevenidos para acometer á los cristianos, indicándoles que se retirasen. Grijalva renovó sus órdenes para que no se les hiciese daño, y por medio del intérprete se les redujo á que acudiesen á los rescates y quedasen satisfechos. Formó su real cerca de un pozo donde hizo aguada; pero los indios siempre recelosos aparecian armados y habian cercado su pueblo con una buena empalizada para defenderse, entretanto que otros, aparentando mayor confianza, continuaban su trato y sus rescates. Encargábales el capitan que viniese el cacique porque queria ser su amigo, y solo vino un hermano suyo, á quien informaron de la grandeza del Rey de España, de sus dominios en aquellas islas y tierra firme, proponiéndoles que si querian ser sus vasallos les haria muchas mercedes. Aunque se les dijo que si tenian oro, perlas y piedras preciosas las trajesen á rescatar, presentaron solamente lo que era de muy corta estimacion.

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53. En medio de estas contestaciones insistian en que se fuesen los cristianos, y procuraban irritarlos con amenazas, silvidos y flechazos. Mucho trabajó Grijalva en contenerlos y en persuadir á los indios de sus ideas pacíficas y del daño que les causaria su obstinacion. Todo fué inútil, porque en la mañana del 27 salieron del pueblo donde se recogian de noche en mucho mayor número, amenazando entrar en pelea, y con gran grita y alaridos comenzaron á tirar piedras y flechas. Grijalva pidió testimonio de que se veia precisado á defenderse, y mandó disparar la artillería, atacando al mismo tiempo á los indios hasta meterlos en el monte. Fué muerto en la refriega un cristiano y herido Grijalva y otros á quienes mandó llevar á bordo, quedándose él en tierra para acabar de hacer la aguada. Amedrentados los indios con los tiros y el destrozo que causaban, vinieron ya puesto el sol á pepaz, á ofrecer oro y comida y que vendria el cacique, de cuya parte presentaron una máscara de palo dorada con una hojuela de oro; pero Grijalva embarcó su gente ántes de anochecer. En la madrugada dió la vela y corrió la costa hasta el 31 de Mayo, fondeando en una buena bahía entre isletas, donde reparó uno de los navíos y renovó su aguada. Tomaron en una canoa cuatro indios para intérpretes. Hallábanse en la tierra de Yucatan que iban conociendo ser parte del continente, y llamaron á este Puerto Deseado, situándolo en diez y ocho grados de latitud y á veinte leguas de la bahía de la Asuncion que está en diez y siete grados. Fijaron en veinte y un grados la punta mas oriental de Yucatan donde está la isla de Catoche, y desde allí al O., por la banda del norte, daban de largo á la costa mas de ochenta leguas hasta otra punta, situada unas cincuenta antes de Puerto Deseado. Desde punta ó cabo de Catoche hasta la isla de Cozumel estimaban veinte y cinco leguas, y desde el fin de esta isla hasta la bahía de la Asuncion noventa poco

menos de modo, que la tierra de Yucatan bojaba, segun su cómputo, doscientas setenta leguas, contándose las veinte desde la bahía de la Asuncion hasta Puerto Deseado.

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