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gos se exponen los que escriben las vidas y los hechos de sus padres, parientes, amigos y protectores, donde el amor, la amistad y la gratitud, virtudes en sí tan recomendables, ofuscan y extravian el juicio, no ménos que las pasiones criminales de la envidia, la adulacion y la venganza para no conocer la verdad ni juzgar con rectitud y acierto en los sucesos que se refieren.

Así son los panegíricos, así las novelas; porque en todos tiempos las obras de la imaginacion y del ingenio han contribuido á oscurecer la verdad de la historia, y aun á corromper las semillas de las buenas costumbres. Los libros de caballerías disparatados en su composicion, inverisímiles en sus aventuras, obscenos, extravagantes y perjudiciales en su doctrina, eran la admiracion y el embeleso de las gentes que gustando de lo maravilloso y extraordinario no podian acomodarse á la narracion verídica y á la imparcialidad severa de la historia. Amancillaron despues su pureza los falsos cronicones; y en nuestra época estamos amenazados de otra plaga semejante con las novelas históricas que cunden por todas partes para entretener la ociosidad de un sin número de personas que anteponen lo agradable á lo útil, y lo que halaga el corazon á lo que alimenta y fortifica el entendimiento. Las hazañas de los europeos en la Tierra santa, las de los españoles en la restauracion de la península por D. Pelayo, y en la conquista de Granada y otros gloriosos acontecimientos semejantes han sido el argumento de novelas mas ó ménos ingeniosas. En ellas mudando y trastornando los hechos y adulterando los caractéres de los personages, se les priva tal vez de la buena fama que adquirieron por su valor y méritos relevantes; de lo que resulta ofuscarse la historia, que es el depósito fiel de los sucesos de los pasados tiempos y el tribunal íntegro y severo donde la posteridad ha de juzgar de los vicios y de las virtudes de los hombres.

Mucho recelamos que este espíritu novelesco cunda y vicie la pura narracion de nuestra historia ultramarina, porque los hechos de Colon, Cortes, Pizarro y otros en

paises tan lejanos y fértiles, tan nuevos y pintorescos dan á la imaginacion materia muy á propósito para embellecer las descripciones, para exagerar los acontecimientos, para variar los caractéres de las personas, y en fin para componer un poema pretendiendo hacer una historia, y presentando un héroe tan perfecto y tan acabado que parezca mas bien una deidad, que un hombre sujeto á las pasiones que por desgracia afligen á la mísera humanidad. Tales modelos no pueden excitar el deseo de imitarlos, porque aparecen de un órden superior á la naturaleza de los demas hombres. A estos debe retratarlos la historia como son ó han sido, procurando excitar el amor á sus virtudes y el aborrecimiento á sus vicios. Nada debe omitir el historiador á no ser aquellas acciones inconexas ó minuciosas que ni mudan ni alteran la verdad histórica. Nuestro célebre Cervantes con su natural dis crecion señaló en esta parte los límites de la jurisdiccion de los poetas y de los historiadores: » A fe (decia Don Quijote) que no fué tan piadoso Eneas como Virgilio le pinta, ni tan prudente Ulises como le describe Homero. Asi es, replicó Sanson; pero uno es escribir como poeta y otro como historiador: el poeta puede contar ó cantar las cosas, no como fueron sino como debian ser, el historiador las ha de escribir no como debian ser, sino como fueron, sin añadir ni quitar á la verdad cosa alguna" *.

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Semejante exactitud podrá solamente captarle la confianza pública. Lo maravilloso del poema épico que tanto lisonjea la imaginacion y el amor propio, es inoportuno en la historia que solo se dirige á ilustrar nuestra razon. Para esto debe el historiador respetar discretamente las costumbres y descubrir el vicio para honrar la virtud. Los héroes de Plutarco no desagradan en la pluma de' este historiador (segun observa Mably), porque alguna vez los deje aparecer como hombres. Entónces, mas semejantes á nosotros, nos excitan el deseo y la emulacion

1 Quijote, Part. 11, cap. 3.

de imitarlos, y de seguir sus huellas por el camino del heroismo y de la gloria.

La dificultad consiste en investigar esta verdad despejándola de las densas nieblas con que la han empañado y oscurecido tantos escritores ineptos ó preocupados. Ninguno tiene derecho á ser creido en materias históricas á no haber sido actor ó testigo de los hechos que refiere (en cuyo caso puede tambien peligrar su imparcialidad), y mucho mas cuando son de tiempos muy apartados y remotos, sin dar las pruebas ó testimonios que le capten la confianza pública. La autoridad de los escritores coetáneos reconocidos por su sinceridad y buena fé, las monedas ó medallas, las inscripciones lapidarias y los diplo mas son los apoyos en que ha de estribar la narracion verídica de un historiador. Por esta razon hemos procurado reunir y publicar tantos documentos para salvarlos de la ruina á que estan expuestos mientras permanecen manuscritos, y para que sirvan de guia á los escritores venideros, como los hitos á los caminantes, conduciéndolos en sus empresas sin riesgo de extraviarse ni de tropezar á cada paso en peligrosos atolladeros. Aun así nos darémos por contentos de que nos presten su confianza algunos hombres tan pagados de su opinion que nunca viven satisfechos del dictámen ageno. No ha muchos años que censurando cierto escritor la incuria de los españoles en no haber publicado aún las relaciones de sus antiguos viages marítimos, los condenaba á no obtener jamas el reconocimiento á que los hubiera hecho acreedores una publicacion menos tardía, dudando acaso de su exactitud y buena fe; y aún actualmente no falta quien desconfie de nuestra antelacion y primacía en los descubrimientos por la costa de Africa solo por no haber visto entre los diplomas publicados las cartas del Rey Don Juan 11 de Castilla á su sobrino D. Alonso v de Portugal, que citamos en nuestra introduccion .

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pág. xxi, nota 4. — Véase la observacion vi en la página 604 de este tomo.

Pero estas cavilaciones y desconfianzas no estan acordes con el favorable acogimiento que han tenido los dos primeros volúmenes de esta Coleccion de viages espanoles entre las Naciones mas cultas, de que son buena prueba los anuncios que de ella han hecho los periódicos mas acreditados; el haberse traducido en los Estados unidos de América, en Inglaterra, Francia é Italia; y las consideraciones que hemos debido no solo á los señores Chalumeau de Vernevil y de la Roquette al remitirnos un ejemplar de su traduccion francesa, sino muy especialmente á la sabia sociedad de Geografia de Paris que se dignó nombrarnos uno de los 18 correspondientes extrangeros, á cuyo número está limitada esta clase: distinciones que estamos muy distantes de merecer; pero que exigen nuestra mas sincera gratitud, y son un testimonio público de que la Coleccion de viages españoles que vamos dando á luz, no será una obra inútil en la república de las letras.

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Insigne prueba de esto mismo acaba de darnos el señor Washington Irving en la Historia de la vida y de los viages de Cristóbal Colon que ha publicado con una aceptacion tan general como bien merecida. Digimos en nuestra Introduccion que no nos proponiamos escribir la historia de aquel Almirante, sino publicar noticias y materiales para que se escribiese con veracidad, y es una fortuna que el primero que se haya aprovechado de ellos sea un literato juicioso y erudito, conocido ya en su patria y en Europa por otras obras apreciables. Colocado en Madrid, exento de las rivalidades que han dominado entre algunas naciones europeas sobre Colon y sus descubrimientos; con la proporcion de examinar excelentes libros y preciosos manuscritos, de tratar á personas instruidas en estas materias, y teniendo siempre á la mano los auténticos documentos que acabábamos de publicar, ha logrado dar á su historia aquella extension, imparcialidad y exactitud que la hacen muy superior á

I § 56, pág. LXXXII.

las de los escritores que le precedieron. Agrégase á esto su metódico arreglo y conveniente distribucion; su estilo animado, puro y elegante; la noticia de varios personages que intervinieron en los sucesos de Colon, y el exámen de varias cuestiones en que luce siempre la mas sana crítica, la erudicion y el buen gusto. Sin embargo es de esperar que á la luz de los nuevos documentos que va❤ mos publicando y de las observaciones á que dan lugar, rectifique el señor Washington algunas noticias ú opiniones, que tomadas de fuentes ménos puras carecen aun de aquella certidumbre y puntualidad que se requiere para acercarse á la perfeccion.

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Tal es la utilidad que nos prometemos de los diplomas ó escrituras antiguas que publicamos para ilustracion de nuestra historia, como se advertirá al leer la Noticia histórica con que principia este tomo, las que damos de la vida de Hojeda y de Vespucio, y las Observaciones en que se aclaran muchos sucesos hasta ahora inciertos ó dudosos. Pero toda nuestra diligencia y aplicacion no hubiera sido suficiente para obtener tan felices resultados sin la cooperacion de varios literatos que favoreciéndonos con su amistad nos han proporcionado papeles y noticias muy importantes. Del archivo Real de Simáncas han continuado suministrándonos cuantos van pareciendo el Sr. D. Tomas Gonzalez, de quien hacemos grata mencion en este mismo tomo, y su hermano D. Manuel Gonzalez, actual secretario de aquel establecimiento. Igual diligencia debemos á D. Josef de la Higuera y Lara, que lo es del de Indias en Sevilla. La amigable franqueza con que han examinado nuestros borradores los Sres. D. Francisco Antonio Gonzalez y D. Diego Clemencin exige este testimonio de nuestra gratitud; y no ménos el constante interes que ha tomado en la ilustracion de esta obra el Sr. D. Antonio Uguina, tesorero que fué de los Sermos. Sres. Infantes D. Cárlos María y D. Francisco de Paula, que en nuestras frecuentes conferencias sobre estos primeros viages y descubrimientos, ha llamado muchas veces nuestra atencion y promovido

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