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oponeros á su cumplimiento. Como ministros de Dios, ofendéis á Dios mismo que predica el amor, la caridad, la igualdad, la fraternidad, y que os dice por boca del apóstol San Pablo: «Llevad los unos las cargas de los otros, y cumplid asi la ley de Cristo. Ninguna palabra corrupta salga de vuestra boca; mas si la hay, sea buena, para edificacion, para que dé gracia á los oyentes. Toda amargura, y enojo, é ira, y voces, y maledicencia sea quitada de vosotros, y toda malicia. Ántes sed los unos con los otros benignos, misericordiosos, perdonándoos los unos á los otros, como tambien Dios os perdonó en Cristo.»

Y en la página 36 increpa á los preocupados; y expone elocuentemente la doctrina del Cristianismo; (es, á nuestro juicio, el mejor pasaje del folleto):

<<¿Sois ó no cristianos? ¡Los cristianos! los miembros de un mismo cuerpo, los hijos de un mismo padre, los discípulos de un mismo maestro, las piedras de un mismo edificio. ¡Los cristianos! los partícipes de un mismo espíritu, de una misma redencion y de una misma justicia, salidos del mismo seno, regenerados en las mismas aguas, rescatados á un mismo precio, incorporados á una misma Iglesia, ¿habrán venido al mundo para huir unos de otros, para sentir un suplicio al verse, para aborrecerse entre sí? La moral nos liga, nos une á todos; ella viene á constituir con la Religion una sociedad santa, una comunicacion diaria de plegarias y oraciones, de sacrificios, de buenas obras y de méritos. Todo nos llama á la concordia á la union, todo hace de nuestros hermanos y de nosotros una sola familia, un solo cuerpo, un solo corazon y una única alma, y no obstante creéis amar á vuestros hermanos y conservar con ellos los lazos más sagrados de la Religion, mientras que rompéis los de la sociedad y

y

no podéis sufrir su sola presencia! No nos es dado olvidar de que si los hombres tan sólo estuviesen ligados por los lazos exteriores sociales, bastaría cumplir sólo con deberes exteriores y mantener ese mutuo comercio de atenciones, de cumplidos y de buena educacion; pero estamos rinidos por los lazos sagrados é intimos de la esperanza, de la caridad, de la justicia. Formamos en el mundo una sociedad puramente interna y separada de la sociedad civil que han establecido los legisladores. No basta, no, dejar satisfechos los deberes de ésta, es preciso cumplir con los que la moral y la Religion prescriben. Jesucristo es un legislador universal y su ley es para todos; esas odiosas distinciones que en otros tiempos dividían á los hombres, quedaron anonadadas ante el Evangelio; su santa ley no conoce ni pobre ni rico, ni noble ni plebeyo, ni señor ni esclavo; sólo distingue a los hombres por sus virtudes, sólo mira lo que cada uno vale por sus obras, de las cuales cada uno es hijo. »

CAPÍTULO VII.

De la prudencia, de la caridad, y de los deberes

de todos.-Conclusion.

NUESTRO UESTRO Santísimo Padre Pio IX en la carta que dirigió en 11 de Diciembre de 1876 á Mr. Vernhet, director de Le Peuple de Rodez, decía:

<«<Muchos seguramente os acusarán de imprudentes >>y dirán que vuestra empresa es inoportuna; mas porque »>la verdad pueda desagradar á muchos é irritar á aque>>llos que se obstinan en su error, no debe ser juzgada >>imprudente ni inoportuna; al contrario, es preciso creer >>que es tanto más prudente y más oportuna cuanto el »mal que combate es más grave y está más extendido. >>De otro modo sería preciso decir que no hay nada tan »>imprudente ni tan inoportuno como la promulgacion »del Evangelio, que tuvo lugar cuando la religion, las >>leyes, las costumbres de todas las naciones directa>>mente se le oponían.

>>Una lucha de este género no podrá ménos de acar>>rearnos vituperios, menosprecios, querellas rencorosas; >>pero Aquel que trajo la verdad á la tierra no predijo >>otra cosa á sus discípulos, sino que serían odiados de >>todos á causa de su nombre. Sin embargo, como al >>mismo tiempo prometió á sus trabajos y á sus pruebas

>>la mayor recompensa, reanime esta recompensa vues>>tra actividad....» (1)

Esas palabras de nuestro pastor supremo, me defenderán siempre de falsas imputaciones. En el reloj de los tiempos, había sonado la hora de decir la verdad en la cuestion mallorquina de clases y exclusivismos. La prudencia, entiéndase bien, la prudencia lo exigía. No es prudencia el callar, no es prudencia el sufrir en silencio, cuando ese silencio ha sido infructuoso durante dos siglos. La prudencia, en el sentido ordinario de esta palabra, nos ha traído al punto en que nos encontramos: abusos inveterados que nadie osaba tocar. La prudencia acompañada del valor, y de la decision, movida por la protesta en nombre de Dios, nos llevará á todos al reino de la igualdad.

La palabra está dicha; que la oiga mi patria.

La opinion está excitada; que no se desaprovechen sus movimientos oportunos.

La historia de los errores está hecha; que se tenga en cuenta por aquellos á quienes corresponde.

El mal ha sido señalado con el dedo; que se ponga remedio al mal.

¡Sí! que se ponga remedio al mal; lo digo con toda mi alma. ¡Que se ponga remedio al mal; y que desaparezcan hasta las huellas de las malhadadas acepciones de personas!

Consideremos el estado de la Iglesia de Dios, señores. La Iglesia de Dios padece persecucion en todo el mundo. En Europa y en América, hombres audaces, enemigos de la Religion, la combaten desde la prensa, desde la tribuna, en el campo de batalla, en el gabinete diplomático, en el poder, en la oposicion, á derecha y á iz

(1) Revista popular, de Barcelona.-Tomo 12, pág. 19.

quierda. La Iglesia de Dios, la inmaculada esposa del Cordero sin mancilla; la Iglesia de Dios, la que salva las almas conduciéndolas al Cielo, y salva los pueblos con la luz de sus ideas y el amor de sus entrañas maternales; la Iglesia de Dios, sufre en el día dolores amarguísimos y persecucion devastadora. ¿Contribuiremos nosotros, desde esta roca del Mediterráneo, á aumentar las amarguras de la Iglesia? ¿Levantaremos tambien nosotros la mano sacrilega para abofetear á la esposa de Jesucristo? ¿Sacrificaremos á rancias costumbres, á inmotivados desdenes, el amor, la union y la dulce fraternidad de los cristianos católicos?

¡No! ¡no lo quiera Dios!

El amor engendra la vida, la union da fuerza, y la fraternidad embellece.

El materialismo corroe la sociedad; vivifiquémosla

con nuestro amor.

Consideremos, señores, consideremos otra vez el problema de nuestro porvenir religioso. El Protestantismo, empujado por el poderoso brazo de la Prusia, da una gran batalla á la Iglesia en Europa. Para resistirle, unamos todos nuestros esfuerzos. Mucho se ha hablado en España del protestantismo balear: no permitamos que se introduzca el enemigo en nuestras familias. Declarémosle guerra. Guerra santa, la guerra de la verdad contra el error, de las ideas contra la fuerza; guerra santa, que enardezca nuestros corazones é ilumine nuestros entendimientos. Una guerra no á la antigua, no con las armas de los siglos XVI y XVII; sino con las armas de la fe, de la union, de la mansedumbre, de la ciencia, de la caridad; con la palabra de San Agustin en los labios: ¡Amad á los hombres; matad los errores! (1)

(1) «Diligite homines, interficite errores.»>

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