Imágenes de páginas
PDF
EPUB

El Protestantismo, en sus diversas formas, ha invadido la Nacion. En la filosofía, en las ciencias naturales, en la economía política, en el arte, en la literatura, en las costumbres, se trata de descatolizarnos; se trata de borrar de nuestras frentes el carácter de hijos de Dios que nos imprimió Jesucristo. Se trata de derribar la cruz de las torres de nuestras catedrales, la cruz de los techos de nuestras cabañas.

Quieren que seamos hijos de la Tierra, cuando nuestro abolengo radica en el Cielo.

Quieren que pasemos mudos ante la tumba de nuestros mayores, y no veamos sobre sus mármoles ondular dulcemente la esperanza.

¿Lo conseguirán?

¡No! por la misericordia de Dios Altísimo.

«Somos los hijos de los Cruzados; y no hemos de volver la espalda ante los hijos de Voltaire.» (1)

Somos parientes de los martires; y hemos de sostener el honor de nuestra raza.

¡Guerra, pues! Que esta voz resuene en todos los ámbitos de España; que los que duermen á la sombra del pilar de Zaragoza, levanten el estandarte de Aragon en nombre de la Vírgen; que los que se bañan en el rojo Llobregat, invoquen á María, la de la santa montaña. Y desde Covadonga hasta Toledo, desde Salamanca hasta Córdoba, desde Granada hasta Mérida, desde los jardines de Valencia, hasta las playas del Cantabrico; óigase el grito en lengua castellana:

¡POR DIOS Y POR LA IGLESIA!

Marchemos á esa nueva cruzada. Hijos de Jaime el

(1) Montalembert.

Conquistador, los que vivís pacíficos en vuestros valles de eterna verdura; compatriotas de Raymundo Lulio, levantad la frente adormecida por el vaho de las preocupaciones caducas. El sol que brilla en oriente, dora vuestras montañas; juguetea la luz en las ramas de los árboles; los pájaros gorgean en los jardines; la lira de los trovadores resuena en las enramadas. El humo de los tranquilos hogares se mezcla con el humo de las grandes fábricas, y forma nubecillas que hermosean, teñidas con los colores del íris, el azul purísimo del cielo de la patria; mientras la locomotora silba en los escondidos villorrios, y el buque de vapor hiende las blanquecinas olas.

¡Adelante! hijos de la patria.

La guerra que se emprenda no teñirá de sangre nuestros muros; no dejará huérfanas las campiñas.

Nuestros cañones serán la oracion, el trabajo, el cumplimiento del deber.

Nuestros capitanes serán la ciencia, el estudio y las buenas costumbres.

Nuestros soldados seremos todos nosotros.

Nuestro fin la paz, la tranquilidad del alma, la salvacion del Catolicismo, el ennoblecimiento de la patria, y el desarrollo de las fuerzas latentes de la inteligencia.

Preparémonos para esos combates nobilísimos de la época presente.

Preparémonos CON LA UNION, para batallar contra el enemigo comun. En esto consiste la Prudencia.

Por eso he levantado mi voz de niño, para dar el grito de ¡alerta!, para que, desarraigando los malos usos, reine el Señor en los corazones.

No he querido ofender á nadie. El estado de cosas en la cuestion de las preocupaciones, no podía continuar. Por eso he clamado. ¡Quiera el Cielo que de hoy en adelante se inaugure el reinado de la fraternidad! ¡Quiera el

Cielo que cada cual se ponga la mano sobre la conciencia, y reconozca que en la cuestion mallorquina se ha obrado mal! ¡Quiera el Cielo que despreciemos los vanos escrúpulos antiguos, proclamemos la abolicion de las preocupaciones, y nos unamos con estrechísimos vínculos de amor!

*

Pronunciemos, pues, una palabra:
¡CARIDAD!

¡Oh virtud de Cristo alienta nuestro sér!

¡Oh matrona del Cielo, baja, baja á la tierra de Mallorca !

¿Qué es la Caridad, señores?

La Iglesia la definió magníficamente hace diez y nueve siglos: La Caridad es el amor de Dios y del Prójimo. San Pablo decía á los cristianos de Corinto:

<<Si yo hablase lenguas de hombres y de ángeles, y no tuviere caridad, soy como metal que suena ó campana que retine.

«Y si tuviere el dón de profecía, y supiese todos los misterios y cuanto se puede saber; y si tuviese toda la fe, de manera que traspasase los montes; y no tuviere caridad, nada soy.

<<Y si distribuyere todos mis bienes en dar de comer á pobres; y si entregare mi cuerpo para ser quemado; y no tuviere caridad, nada me aprovecha. >>

Buena, y deleitable, y necesaria cosa será sin duda la Caridad.

abrase nuestros cora

Ella descienda de las alturas y zones en el incendio del amor divino.

Ella descendió un día de su elevado trono de estrellas, se encarnó en el seno de una Vírgen, nació en un establo, fué adorada por los pastores y los reyes, conversó con los hombres, enseñó la única doctrina salvadora, y se sacrificó por la Humanidad.

¡Miradla, oh Cristianos!

Está clavada en la Cruz; de sus heridas, siempre abiertas, gotea la Sangre que lava á los hijos del Hombre.

Descubríos la cabeza, caed de rodillas, y adoradla. Tiene los brazos abiertos, suspira amorosamente, y pide al Padre, con los ojos dirigidos al cielo, perdon, olvido y misericordia.

Su Sacrificio es expiatorio, impetratorio y propiciatorio. La Redencion universal está consumada por ella. La Humanidad enaltecida y glorificada besa sus llagas con ardiente adoracion. De sus labios moribundos brota la nocion más pura de los derechos y de los deberes. Porque la Caridad es el Sacrificio, y el Sacrificio es la defensa del Derecho, y el Derecho es la sumision al Deber.

¿Cuál es el Deber? Seguir el camino que siguió la Caridad hecha Hombre.

La Caridad en la tierra dejó sus ministros, sus servidores predilectos y consagrados, sus representantes más genuinos, sus apóstoles sempiternos, sus nuncios en todas las regiones del globo, sus ángeles en todas las casas, sus reyes en todos los países, sus delegados más poderosos, su voz más autorizada, su mano mas generosa, su pensamiento mas delicado, SUS SACErdotes.

El Sacerdote de Cristo es la personificacion augusta de la Caridad.

El Sacerdote de Cristo es el Maestro teórico-práctico del Deber.

Héle ahí, al pié del altar, bendiciendo la multitud de sus hermanos, y elevando al Padre que está en los Cielos la Hostia sin mancha por los pecados y las desgracias del hombre: sobre el púlpito enseña al pueblo la doctrina de salvacion: en la piscina de la penitencia lava la conciencia del pecador, y quitándole las cadenas del vicio, le restituye la libertad de los hijos de Dios y le embellece con la aureola de la gracia: en la iglesia ora, en el altar bendice, en el trato social es un ejemplo vivo de las virtudes, en la desgracia consuela, en la prosperidad santifica: el niño recibe de él el agua regeneradora y el óleo de la fortaleza; el jóven la enseñanza del bien; el varon ya formado los consejos de la paz y la bendicion de los lazos conyugales; la madre el buen método de educacion; el anciano la luz de la eternidad; y todos el Pan de los Fuertes, el Manjar del Sacramento, que, uniéndonos en la Fe, hace de todos los hombres una gran familia de hermanos. Éste es el Sacerdote. Al nombrarle, pronunciamos su nombre con respeto, porque es el hombre de Dios. Y al conferenciar con él de las cosas espirituales, bebemos con ansia la miel de su boca; y el alma trasportada, enagenada con sus palabras dulcísimas, sacude el polvo de la tierra, bate las alas y se remonta al Cielo.

Y si ese Sacerdote ha nacido bajo el hermoso cielo de España; y si su cuna se ha mecido á la sombra de las encinas y de los olivos de la Isla dorada, entónces podemos afirmar que ha llevado su abnegacion y sacrificio hasta lo sublime; podemos afirmar que ha imitado á Cristo con actos heróicos de Caridad; podemos afirmar que ha cumplido con su Deber.

El Sacerdote sembró la semilla de la civilizacion junto

« AnteriorContinuar »