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aquella época, entre Granadinos y Venezolanos quejábanse los primeros de que la mayor parte de los altos empleos de la milicia se conferian á los segundos; hecho cierto que provenia de la antigüedad y pericia de los oficiales de Venezuela en la guerra de Independencia. De aquí nacia que todos los jefes de la tercera division eran venezolanos ó extranjeros, y la mayor parte de los subalternos granadinos. Agriando estas quejas é irritando el amor propio de los subalternos, consiguieron los cabecillas esparcir ámpliamente el veneno de la corrupcion.

El pretexto que adoptaron para el motin fué pronunciarse en favor de la constitucion de Colombia, y suponer á sus jefes enemigos de la misma, para prenderlos y deponerlos violentamente de sus destinos. El proyecto debia realizarse luego que se aproximára á Lima una division peruana que bajaria de la Sierra. Mas habiendo el jefe de la conjuracion, José Bustamante, invitado al segundo comandante del batallon Araure, Pedro Dorronsoro, á que entrára en la conspiracion, este se denegó muy decididamente hasta por segunda vez, cuya conferencia tuvo con Bustamante el 25 de enero, á las seis de la tarde, en la que supo todos los pormenores. Luego que salió Bustamante de la posada de Dorronsoro, dirigióse á comunicar el resultado de la entrevista al general peruano Otero, uno de los promovedores de aquel motin; aconséjale este que haga la revolucion aquella misma noche, porque de lo contrario serian descubiertos, á pesar de que Dorronsoro habia ofrecido á Bustamante que á nadie lo comunicaria; por desgracia cumplió su palabra causando á su patria males inmensos, por ser consecuente con un criminal á quien no debia guardar consideracion alguna.

Bustamante y los conjurados siguen el consejo de Otero. A la una de la mañana del 26 de enero sacan de sus cuarteles á los batallones Vencedor, Rifles, Carácas y Araure, así como al cuarto escuadron de húsares de Ayacucho, y los forman en la plaza mayor de Lima. Al mismo tiempo oficiales y tropa de los conjurados siguen á prender al general en jefe Jacinto Lara; al de la division, Arturo Sándes; á los coroneles y comandantes de los cuerpos, Parédes, Luque, Portocarrero, Izquierdo y Whitle, así como á otros oficiales subalternos que habian permanecido fieles á sus deberes. El golpe se completa, y antes de amanecer los revolucionarios de Lima son dueños de la division colombiana. Esta permanece formada en la plaza hasta las

tres y media de la tarde, sin cometer acto alguno irregular para con el pueblo y las autoridades de la capital. Restituyóse á sus cuarteles bajo el usurpado mando de Bustamante, luego que este, con el activo y eficaz auxilio de los instigadores del motin, hubo enviado al Callao á los generales, jefes y oficiales depuestos. Privóseles de sus equipajes, propiedades, papeles y asistentes, y se les puso en oscuros calabozos como si fueran criminales. Á los cuatro dias se les embarcó para Colombia en el bergantin ingles Bucher, entregados á merced de los oficiales Bravo y Lerzundi, que los trataron indignamente, hasta desembarcar en el puerto de la Buenaventura, donde los dejaron en libertad. En Lima Bustamante y su pandilla se apoderaron de diez y seis mil pesos en oro, que el general Lara tenia en poder del comisario Romero, producto de sus recompensas militares, y se los repartieron, pretextando despues haberse gastado en sostener las tropas colombianas.

El auxilio que hallaron los amotinados de la tercera division para prender y maltratar á sus jefes en las fortalezas del Callao y para enviarlos á Colombia como reos de Estado, es una prueba incontestable de que Santa Cruz, presidente del gobierno peruano, obraba de acuerdo con ellos; sin que le pueda valer la disculpa de que se hallaba aquel dia en Chorrillos, ausencia que fué prevista de intento, á fin de prepararse descargos; pero aun se verán otras pruebas de la misma asercion, deducidas de hechos posteriores.

Los oficiales autores de esta sedicion militar (enero 26), se juntaron el mismo dia en la casa de Bustamante, y á fin de colorir de algun modo su delito, extendieron un acta que fué firmada por ochenta y seis subalternos, en la que dijeron: «Que para manifestar á su gobierno y al mundo entero de un modo el mas solemne los sentimientos que los habian animado al deponer del mando á los jefes y oficiales de la division, de quienes tenian muy graves y fundadas sospechas, se habian reunido para declarar: que permanecerian enteramente sumisos á la constitucion y leyes de Colombia, y profesarian el mayor respeto al Libertador presidente; mas, que nunca alterarian de manera alguna su propósito de sostener á todo trance la constitucion, contra los violentos é injustos ataques que se le hacian en diferentes lugares de la República; ni consentirian en que se nombrára un dictador ó que se adoptára un código

desconocido. » Concluian diciendo, « que hacian esta declaracion para dar á conocer sus sentimientos al gobierno colombiano, el que podria disponer de sus servicios para sostenerse contra las pretensiones de todos los innovadores, á cuyo efecto se le daria cuenta remitiéndole copia del acta por medio de su nuevo comandante. >>

Luego que ven los conspiradores peruanos que el órden público no se halla sostenido por la tercera division colombiana, conmueven al pueblo de Lima, el que pide se restablezca la antigua constitucion y se deponga á los ministros del consejo de gobierno. Estos son perseguidos, y el general colombiano Hérez tiene que salvarse acogiéndose á un buque extranjero. En tales movimientos se distinguió don Manuel de Vidaurre como insigne revolucionario. Él fué premiado inmediatamente por Santa Cruz, llamándole el 28 de enero al ministerio del interior y relaciones exteriores; el general don Juan Salazar ocupó el de guerra y marina, y al de hacienda Larrea y Loredo no se le admitió la dimision que hizo.

Santa Cruz, dirigido por Vidaurre é impelido por sus ambiciosos deseos de mando, expide en el mismo dia (enero 28) un decreto convocando un congreso constituyente que debia reunirse el 1° de mayo próximo, á fin de que decidiera la constitucion que habia de regir y nombrára presidente y vicepresidente de la República peruana. Así fué que apoyado en la peticion tumultuaria de una parte del pueblo de Lima, decidió que habia sido ilegítima la eleccion de Bolívar para presidente, y la sancion que se habia dado á las nuevas leyes fundamentales, juradas ya en todas ó en la mayor parte de las provincias del Perú. Este singular decreto se publicó al mismo tiempo que una miserable proclama de Santa Cruz, obra conocida de Vidaurre, en la que decia : « El gobierno no puede consentir en que se crea que pudo tener la mas pequeña connivencia en la coaccion, porque es el garante de la libertad nacional y de su absoluta independencia. » No creemos que hubiera fuerza alguna para que los colegios electorales aprobáran la constitucion boliviana; mas si existió la coaccion en algun punto, ¿no emanaron todos los actos para adoptar aquella constitucion del mismo Santa Cruz como presidente del consejo de gobierno? Publicar esta declaratoria á la faz de la nacion peruana era negar sus actos anteriores, que todo el mundo conocia.

Para colorir de algun modo las disposiciones que daba el presidente del consejo de gobierno, se hizo decir pocos dias despues á los individuos que habian compuesto el colegio electoral de Lima, « que aprobáran por la violencia el proyecto de constitucion boliviana; pues al efecto se les encerró en la casa de la universidad rodeados de tropas; corrompiendo á unos con dadivas aéreas y á otros con amenazas. » Esta revelacion puede ser verdadera; mas en buena crítica no merece crédito, por haber sido hecha en momentos en que las calumnias contra el gobierno del Libertador y contra los Colombianos estaban á la órden del dia.

Otro grave defecto de que adolecian las providencias de Santa Cruz era, hacer en dos dias tan grandes variaciones en el sistema político de una República; esta no es la manera circunspecta con que proceden los hombres de Estado en el gobierno de los pueblos. Es muy probable que Santa Cruz hubiera pensado de antemano sobre la materia, y que su actual conducta haya sido trazada ántes de aquellos dias, y acordada acaso con su nuevo ministro Vidaurre (1).

No queremos hacer cargos injustos y apasionados al general Santa Cruz, y este pudiera alegar, que el mismo Libertador en su carta escrita desde Popayan el 26 de octubre le dijo: « Yo aconsejo á Uds. que se abandonen al torrente de los sentimientos patrios; y que en lugar de dejarse sacrificar por la oposicion, se pongan Uds. á su cabeza; y en lugar de planes americanos, adopten Uds. designios puramente peruanos; digo mas, - designios exclusivos al bien del Perú. No concibo nada que llene ámpliamente este pensamiento. Mas es de mi deber y conviene á mi gloria aconsejarlo. Si Santa Cruz habia adoptado esta idea, debió hacerlo franca y lealmente. En dicha hipótesis, su primer acto parece que debia ser enviar á Colombia las tropas auxiliares, pues en la misma carta el Libertador le dijo que las mandára á su país « luego al punto que embarazáran ó perjudicáran al Perú. » Hecho esto debiera haber convocado la representacion nacional del Perú para que decidiese libremente sobre las instituciones mas convenientes al país. ¿Por qué motivo proceder, pues, con insidias, conjuraciones y motines militares á un acto que estaba dentro de las facultades del

(1) Véase la nota 1a.

TOMO IV.

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presidente del consejo de gobierno del Perú? ¿Por qué incitar á las tropas auxiliares á conculcar la disciplina militar?... Pudiéramos proseguir haciendo preguntas, pero aun nos falta referir hechos que suministran argumentos poderosos contra la extraña é ingrata conducta de los gobernantes del Perú en aquella época (1).

El gobierno peruano avisó inmediatamente al de Colombia el movimiento de la tercera division, culpando al general Lara, á quien dijo haber avisado las noticias que tenia del motin que se proyectaba; aseguraba tambien que Lara no las habia creido por el honor de sus banderas (2). Vidaurre manifestaba que la division colombiana habia conservado su disciplina y que se iban á acantonar los batallones fuera de Lima; lo que se ejecutó situándolos en Bellavista y la Magdalena. Decia igualmente que se enviase un oficial general que se hiciera cargo del mando y condujera las tropas á los lugares que designára el ejecutivo de la República. Terminaba su nota indicando como una medida prudente, que no se desaprobára el hecho ni se exasperase á los oficiales de la tercera division, por los males que podian causar al Perú y á Colombia.

Casi á un mismo tiempo recibió en Bogotá el poder ejecutivo esta nota, el acta de los amotinados, un oficio de Bustamante y otro del encargado de negocios de la República del Perú, Cristóval Armero, cuyas fechas alcanzaban hasta 29 de enero. Condujeron tales documentos los oficiales José Ramon Bravo y Agustin Lerzundi, que tanto habian maltratado á los generales. Lara y Sándes, y á los demas jefes que trajeron presos hasta Buenaventura. Desde el momento en que se divulgaron las no

(1) Á pesar de los fuertes cargos emanados de los hechos que acabamos de hacer al general Santa Cruz, hubo testigos presenciales y capaces de juzgar rectamente sobre los sucesos ocurridos en Lima en aquella época, como el general Tomas Hérez, que dijeran que Santa Cruz no hizo mas que ceder á las circunstancias de aquel tiempo calamitoso. Confesamos franca y lealmente que no somos de esta opinion; pero exponemos la contraria porque amamos la imparcialidad histórica y no queremos hacer cargos injustos. El lector decidirá en vista de los hechos, y celebraríamos tener otras convicciones para justificar á Santa Cruz, uno de los hombres prominentes en la revolucion de la América del Sur, á la que hizo servicios muy distinguidos, y cuyo nombre quisiéramos hallar sin manchas que empañáran su reputacion.

(2) Véase la nota 2a.

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