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Aquí terminó el proyecto de establecer una Monarquía en esta República, proyecto originado de los ardientes deseos que

en este delicado negocio, y que el consejo de ministros se equivocó al promoverlo. Sin embargo, ¿por qué no lo improbó desde que lo supo?..... El oficio dice lo siguiente:

REPÚBLICA DE COLOMBIA.

» Secretaría general.

» Cuartel general en Japio, á 18 de diciembre de 1829.

» Al señor ministro de Estado del despacho de relaciones exteriores.

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Versándose el acta del consejo ministerial sobre fundar una Monarquía, cuyo trono (cualquiera que fuese su denominacion) debia ocupar S. E. el Libertador presidente, y por lo mismo sostener á todo trance sus cimientos á beneficio del sucesor, S. E. creyó de su deber improbarlo; porque su misma consagracion á la causa pública sería infructuosa desde que, mancillada su reputacion por un acto contradictorio de su carrera y de sus principios, entrase en la trillada senda de los monarcas.

» Convenga ó no á Colombia elevar un solio, el Libertador no debe ocuparlo; aun mas, no debe cooperar á su edificacion ni acreditar por sí mismo la insuficiencia de la actual forma de gobierno. Monarquizar la República y establecer una pacífica sucesion, es á la verdad una empresa sobrehumana. Y ¿quién puede dudar que el consejo, dando un paso tan gigantesco, se ha recargado de un enorme peso, apénas soportable por el acendrado patriotismo que produjo tal inspiracion? Al negar S. E. su aprobacion al proyecto, pensó que paralizándolo exoneraria al consejo de la tremenda responsabilidad que pudiera resultarle, al mismo tiempo que manifestaba S. E. el fondo de su conciencia, rehusando afectar siquiera un consentimiento implícito que pugna abiertamente contra su propio honor y sus intereses individuales. En este estado me previno dijese expresamente al co sejo, no se diese un paso adelante, y se suspendiese la prosecucion de un proyecto que probablemente precipitaria al gobierno en un abismo de males.

Por otra parte, se miraria como espontáneo el cambio de formas cuya transicion habia sido iniciada ó preparada con toda la energía del gobierno actual? Estas y otras consideraciones abstractas que S. E. ha hecho sobre este importante asunto, son las que han dictado las resoluciones de S. E., sin que ninguna mezcla de popularidad ni de sentimientos individuales haya tenido parte en ellas. Por lo mismo, cuando S. E. está resuelto á separarse indefectiblemente del mando, no debe comprometerse á continuar en él, burlando así las esperanzas de la nacion y del consejo, á cuyos respetables miembros profesa S. E. el mas profundo reconocimiento.

Es cuanto puedo decir á Us. de órden de S. E. en contestacion á su distinguida nota de 8 del que rige.

> Soy de Us. con perfecto respeto muy obediente servidor.

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tenian sus autores de que hubiese en su patria un órden legal fijo, duradero y permanente, que á la vez alejára para siempre de nosotros las frecuentes revoluciones, las dictaduras militares y las exaltaciones turbulentas de la demagogia. Hicieron olvidar este proyecto la improbacion del Libertador y la opinion mas conocida ya de la mayoría nacional que se manifestaba contraria (1).

No disminuyen la verdad de esta asercion los pronunciamientos que hubo en las provincias de Manabí y de Guayaquil, que se declararon por la Monarquía, siempre que los demas pueblos de la República dieran su consentimiento para adoptar esta forma de gobierno. Las mismas provincias y la de Quito manifestaron tambien su opinion, de que la religion católica, apostólica, romana, fuera la religion del Estado, y que este la protegiera; así como que se conserváran las inmunidades eclesiásticas. Las asambleas electorales de las mencionadas provincias añadieron, « que fuera cual fuese la forma de gobierno que se adoptára, se conserváran las garantías de los ciudadanos, y que al Libertador se le nombrára jefe constitucional del Estado. >>

Á tiempo que esto sucedia en Colombia, la negociacion intentada por el consejo de ministros con el gobierno de S. M. Cristianísima no habia tenido resultado alguno. El ministro Polignac, esencialmente legitimista, no dió oidos ni quiso tratar nada que perjudicase á los derechos que suponia tener la España sobre sus antiguas colonias. Tampoco quiso reconocer á Colombia ni entrar en convenio alguno político.

Respecto de la Gran Bretaña, la iniciada negociacion produjo todos sus efectos. El ministro colombiano Madrid tuvo dos conferencias oficiales con el secretario de relaciones exteriores de S. M. Británica lord Aberdeen. En la primera sondeó el ánimo del ministro, y en la segunda manifestó las instrucciones de su gobierno para tratar sobre el proyecto de Monarquía. De estas conferencias y de cuanto dijo en ellas el ministro británico, resultó: primero, que el gobierno ingles nada aconsejaba ni aconsejaria á Colombia sobre alteraciones en la forma de su gobierno, porque este negocio tocaba á ella exclusivamente; pero que, bien léjos de oponerse al establecimiento

(1) Véase la nota 21a.

de una Monarquía, celebraria que se verificase esta reforma, por cuanto el gobierno de S. M. Británica se hallaba convencido de que contribuiria al órden y por consiguiente á la prosperidad de esta parte de la América: segundo, que el gobierno ingles no opondria objecion alguna si el pueblo colombiano propusiera al Libertador para su monarca; declaracion que hizo espontáneamente el lord Aberdeen sin que se le tocára la cuestion, pues ni Bolívar ni sus amigos pensaron jamas en que cambiára su glorioso título de Libertador por ningun otro, aunque fuera de los mas elevados entre las naciones civilizadas: tercero, que la Inglaterra tampoco tendria objecion alguna que hacer si el principe que se eligiese era de la familia real de España; pero escogiéndose de cualquiera otra dinastía, sería este negocio de sumo interes para la Gran Bretaña, cuyo gobierno de ningun modo permitiria - « que un príncipe de la familia reinante en Francia cruzára el Atlántico para venir á coronarse en el Nuevo Mundo. » Al mismo tiempo declaró que el gobierno de S. M. no se prestaria, aun cuando se le propusiera, á que un príncipe de la real familia inglesa fuese á reinar en la América española; declaracion que hacía para manifestar que ningun espíritu de concurrencia ni aspiracion alguna motivaban aquella declaratoria. « Me parece ademas, añadia el ministro, que el proyecto, como se ha indicado, es irrealizable él es demasiado vago é incierto para que pueda satisfacer á nadie. ¿Cómo es posible que ningun príncipe de las grandes naciones de Europa acepte un nombramiento que no podia llevarse á efecto sino despues de la muerte del Libertador? Si se cree que la Monarquía es necesaria en Colombia, y que convendria un príncipe europeo, llámese á este desde luego; de otro modo Uds. no pueden encontrar un individuo de las primeras dinastías europeas que pueda llevar consigo el lustre y consideracion que desean; encontrarán á lo mas algun pequeño príncipe de Alemania, con el que poco adelantarán Uds... Pero ¿qué necesidad tienen Uds. de hablar ahora de la sucesion ni de príncipes europeos? Continuando el Libertador al frente de Colombia, ya sea durante su vida ó por un cierto número de años, Uds. podrán despues resolver en lo sucesivo lo que sea mas conveniente. >>

Estas últimas observaciones del ministro de S. M. Británica son incontestables: ellas prueban hasta la evidencia los graves

defectos de que adolecia el plan que algunos meditaban, de llamar desde entónces á un príncipe extranjero que fuese el monarca de Colombia despues de la muerte del Libertador.

Hé aquí llevada al cabo respecto de la Gran Bretaña la negociacion que iniciára el consejo de ministros. Ningunos comprometimientos se habian seguido al gobierno ni al congreso de Colombia. Este conservaba la plena libertad de estatuir lo que mejor conviniese á la felicidad de los pueblos. Por consiguiente la negociacion no envolvia los peligros que se habian' temido. Las respuestas obtenidas del gabinete británico eran en todo tiempo de grande importancia, y esta habria sido mayor si el proyecto de Monarquía no se hubiese relegado al olvido.

En esta conferencia del ministro colombiano con el lord Aberdeen se tocaron otros puntos dignos de mencionarse. Fué el primero recordar Madrid al ministro británico la promesa que antes le habia hecho, de que si la expedicion del brigadier Barrádas contra Méjico tenia el mal éxito que todos predecian, el gobierno de S. M. Británica renovaria sus instancias al de España para que diese la paz á los nuevos Estados de América. El ministro contestó que en efecto no habia olvidado aquel ofrecimiento ni perdido la ocasion; pero que várias pláticas confidenciales que habia tenido con el ministro español Zea Bermúdez, le habian convencido de que el gabinete español no estaba dispuesto á tratar con sus antiguas colonias sobre la base de reconocer su Independencia. Por tanto el gobierno Británico habia decidido abstenerse de hacer nuevas instancias por considerarlas ajenas de su dignidad. « Estoy desengañado, agregó; todos los Españoles están unánimes en este asunto: lo mismo piensan los apostólicos que los constitucionales, afrancesados, liberales y emigrados. »

Este negocio condujo naturalmente al señor Madrid á hablar sobre otro que estaba íntimamente relacionado. Tal era el de las expediciones españolas que se armaban en Cuba y PuertoRico contra los nuevos Estados. Hacía algun tiempo que Madrid y el ministro mejicano instaban al lord Aberdeen para que el gobierno de S. M. Británica obligase á la España á declarar, « que las islas de Cuba y Puerto-Rico no tomarian en lo sucesivo parte alguna en las hostilidades contra las repúblicas del continente que antes era español. » Fundábanse, couforme á lo

dicho anteriormente, en que Méjico y Colombia desistieron de invadir aquellas islas cuando tenian la mayor probabilidad de un buen suceso; porque Mr Canning como ministro británico les indicára los inconvenientes de tal expedicion, que en parte comprometian al gobierno ingles. Aquella sola insinuacion bastó para que se abandonase la empresa, acto de la mayor deferencia y consideracion hácia el gabinete de San Jámes. Este aun insistia en que no se llevase al cabo la invasion de las mencionadas islas por el peligro que corria la tranquilidad de los negros que hay en ellas. Así, dejando á la una parte en libertad para atacar al continente desde Cuba y Puerto-Rico, é impidiendo á las nuevas repúblicas invadir y apoderarse de aquella base de las expediciones militares que armaba la España, era evidente que el gobierno de S. M. Británica se apartaba de las reglas de neutralidad que habia proclamado, y que tambien eran las de la justicia. « Evitar para lo sucesivo, añadia el señor Madrid, la lucha entre las islas de Cuba y Puerto-Rico, y los nuevos Estados Americanos, es terminar de hecho y del modo mas plausible la guerra entre estos y la España. »

Con tan sólidos fundamentos prosiguió Madrid sosteniendo la reclamacion intentada. Lord Aberdeen le contestó al fin de la conferencia, « que no negaria que sus observaciones le parecian dignas de tomarse en consideracion y que las tomaria en efecto. »

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En la misma entrevista se confirmó (diciembre 14) por el lord Aberdeen la noticia, que ya tenia Madrid, del nombramiento hecho en el señor Guillermo Turner para enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de la Gran Bretaña cerca del gobierno de Colombia. Es seguro que este nombramiento fué motivado por el proyecto de Monarquía de que se habia tratado. Lord Aberdeen aun refirió á Madrid una parte de las instrucciones hechas á nuestro enviado en aquellas importantes conferencias.

Hablando lord Aberdeen sobre la rebelion de Córdoba, que hizo temer á los extranjeros el incendio de una guerra civil en Colombia, preguntó á Madrid si no creía que Venezuela se separaria de la Nueva Granada. La misma pregunta le habia dirigido ántes el embajador de los Países Bajos baron Falk, añadiendo: « que sus temores nacian de los encontrados intereses y de la rivalidad que se notaba entre los pueblos de la anti

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