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jaba del gobierno, Colombia se disolvia, porque su grande influjo y sus talentos eran cada dia mas necesarios para mantener la union y la tranquilidad en su vasto territorio.

Cerrada una larga discusion, resultó no admitida la renuncia del Libertador por cincuenta votos contra veinte y cuatro. Negóse en la misma sesion la del vicepresidente Santander por setenta votos, y solamente cuatro la admitieron. Este resultado fué muy satisfactorio á la mayoría de los habitantes de la capital y de gran parte de las provincias colombianas, que juzgaban necesario el que Bolívar permaneciera todavía al frente del gobierno de la República, y que el congreso le diera esta nueva prueba de confianza, lo mismo que al general Santander la firme conducta de este en el sostenimiento de las instituciones de su patria había sido altamente meritoria.

Entre tanto se habian recibido en Bogotá las noticias del desembarco de la tercera division y de los trastornos que habia causado en Guayaquil. En la incertidumbre de cuáles serian las verdaderas miras de Bustamante, de los Elizaldes y socios, causaron una grande alarma entre los verdaderos patriotas que amaban sinceramente la integridad y el órden de la República; otros se dejaron alucinar con las falaces protestas de los sediciosos, de que venian á sostener la constitucion y las leyes. Bajo de este velo meditaron apoyarse en aquellas fuerzas, para derrocar el poder del Libertador, despues de minar su reputacion con invectivas y calumnias, sobre sus proyectos de alzarse perpétuamente con la autoridad suprema de Colombia.

Aunque el jefe de este partido era el general Santander, no pudo ménos, luego que recibió las primeras noticias del arribo de la tercera division á los departamentos del sur, que obrar conforme á los principios constitucionales. Declaró, pues, en 24 de mayo por un decreto publicado solemnemente, que el gobierno de Colombia desconocia cualquiera segregacion de su territorio, fuera cual fuese su orígen; y que tambien desconocia cualquier acto por el cual se trastornára el órden constitucional en el todo ó en parte de los departamentos del sur. Mandaba que en caso de haberse realizado algun cambio político en dichos departamentos se restablecieran luego al punto las cosas al estado que tenian ántes del arribo de la tercera division. Conforme á esta resolucion general se contestó á la municipalidad de Guayaquil, y al general Lamar, que el poder ejecutivo

TOMO IV.

sentia la mayor pena porque se habia alterado el órden establecido por la constitucion en el departamento, el que debia restablecerse inmediatamente, á cuyo efecto habia dictado las mas eficaces providencias. Añadia que estas debian ejecutarse por el jefe superior Pérez y por el general Obando, uno de los cuales nombraria la persona que debia encargarse de la intendencia para desempeñarla segun las leyes colombianas. Tales órdenes terminantes jamas se publicaron en Guayaquil ni por Lamar, ni por la municipalidad. Esta dijo siempre que no habia recibido contestacion del ejecutivo, á fin de tener un pretexto para alucinar á los pueblos y continuar por largo tiempo el tumulto y la sedicion, bajo de apariencias y protestas de que se obedecian la constitucion y las leyes.

Cuando el Libertador recibió en Carácas las noticias comunicadas por el ejecutivo y por los intendentes del Istmo y del Magdalena, del regreso á Colombia de la tercera division; cuando supo las miras proditorias que se atribuían á esta con sólidos fundamentos; cuando vió los trastornos causados en Guayaquil, y que Juan Francisco Elizalde, Miguel Delgado y otros hombres oscuros tenian la osadía de proclamar que no habia en Colombia mas autoridades legítimas que las municipalidades; cuando, en fin, se le informó que estos mismos alimentaban la extraña pretension de obligar al Libertador presidente de Colombia, y al fundador de tres Repúblicas, á que se presentára al congreso como simple particular á dar cuenta de su conducta en el Perú, no pudo sufrir sin la mayor indignacion tamaño ultraje. Así, á pesar de que pocos dias antes se excusaba de venir á la capital á encargarse del poder ejecutivo, segun se lo habia pedido encarecidamente el general Santander (junio 19), ahora le escribe que han variado enteramente las circunstancias; y que tratándose de conmover y desmembrar la República, él se creía obligado como presidente y como simple. ciudadano á impedirlo, y á evitar el escarnio de las leyes. Por tanto, que marchaba para la capital de la República, y no creeria haber satisfecho sus mas sagrados deberes hasta no dejarla tranquila y en aptitud de disponer libremente de sus destinos.

En una proclama del mismo dia, que abunda en grandes, nobles y patrióticos sentimientos, Bolívar anunció á Colombia que marchaba hasta los confines meridionales á exponer su vida

y su gloria para libertar á la República -« de los pérfidos que despues de haber hollado sus mas sagrados deberes, han enarbolado el estandarte de la traicion para invadir los departamentos mas leales y mas dignos de nuestra proteccion. » Pintaba con muy vivos colores la enormidad del crímen de estos veteranos, que tenian la insolente audacia de querer dictar sus mandatos al pueblo soberano á quien debian obedecer, ultrajando así la majestad de las leyes. Recordaba los triunfos de las huestes colombianas bajo del pabellon nacional. Ofrecia de nuevo que el congreso convocaria la convencion, que era el grito de Colombia y su mas urgente necesidad. « En sus manos depondré, añadia, el baston y la espada que la República me ha dado, ya como presidente constitucional, ya como autoridad suprema extraordinaria que el pueblo me ha confiado. Yo no burlaré las esperanzas de la patria. Libertad, gloria y leyes habeis obtenido contra nuestros antiguos enemigos: libertad, gloria y leyes conservarémos á despecho de la monstruosa anarquía. »

Adoptada esta enérgica resolucion, el Libertador, que jamas dejaba al tiempo ni á sus contingencias el cumplimiento de lo que determinára una vez, dispuso con grande celeridad los medios de someter por la fuerza á los sediciosos de la tercera division. El general Salon se embarca para Cartagena con ochocientos hombres, y el general Urdaneta, que se hallaba en Maracaibo, recibe órdenes para acercarse á la provincia de Pamplona con una gruesa division, fuera de la reserva, que debia permanecer en Venezuela á las órdenes de Páez, y pronta á marchar si hubiera necesidad. El secretario general del Libertador avisó (junio 20) por su órden al poder ejecutivo de la República los motivos que exigian el movimiento de dichas tropas, circunstancia importante que debe tenerse presente.

Dadas tales disposiciones el Libertador se prepara á emprender su viaje á Bogotá. Al efecto dicta con prontitud los últimos arreglos para la completa organizacion de los departamentos del Orinoco, Maturin, Venezuela y Zúlia: déjalos sujetos á la autoridad inmediata y fuerte del jefe superior José Antonio Páez, á quien ordena se comunique con el mismo Libertador por el órgano de la secretaría general. Por tanto aquellos departamentos continuaron independientes del poder ejecutivo, anomalía harto irregular. Probablemente dió lugar á ella la oposicion

que Páez y sus partidarios tenian al vicepresidente Santander, y tambien la enemistad capital que existia entre este y Bolívar. Próximo á partir el Libertador da una proclama despidiéndose de los Venezolanos, en que por lisonjearlos cometió la imperdonable ligereza de asegurar- «que todas sus acciones habian sido dirigidas por la libertad y la gloria de Venezuela, de Carácas. » Rebajó así el grande objeto que se propusiera en sus inmortales hechos, y en busca del cual habia marchado desde las bocas del Orinoco hasta las cimas del Potosí, << la independencia y la libertad de la América del Sur. » Excitó igualmente los celos del centro y sur de la República, cuya prosperidad y dicha nada habian pesado en la balanza de las acciones del Libertador, segun él mismo.

Embarcóse este para Cartagena (julio 5) en la fragata inglesa Druida, en compañía del enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de S. M. Británica, sir Alejandro Cockburn, que habia ido á Carácas con el objeto de presentar á nombre del gobierno británico su respetuoso homenaje al ilustre Libertador de Colombia. Residió en aquella ciudad dos meses, y tuvo la cortesanía de ofrecerle dicha fragata, y de acompañarle hasta Cartagena, adonde arribaron felizmente el 9 de julio. De esta ciudad regresó Mr Cockburn á Inglaterra á causa de sus enfermedades, y encargado privadamente por el Libertador de promover en lo posible las negociaciones de paz con la España. El jefe de Colombia ansiaba por este resultado considerándolo de grande importancia para la organizacion y futuro bienestar de la República.

À la misma sazon que ocurrian estos sucesos en la costas del Atlántico, el congreso continuaba sus sesiones en la capital. La primera ley que acordó fué declarando que habria un olvido perpétuo de todos los actos que habian alterado el órden político y legal de la República, desde el 27 de abril 1826 hasta la publicacion de dicha ley. Este acto importante, en que expresamente se comprendia el motin de la tercera division y sus hechos posteriores, fué recibido con aplauso, como un calmante poderoso de las agitaciones y del calor de los partidos, pues daba seguridad á las personas, á las propiedades y á los empleos de los comprometidos.

En seguida se acordó una ley declarando que desde el momento en que se reuniera el congreso, cesaban las facultades

extraordinarias de que usaba el poder ejecutivo; declaró ademas el restablecimiento del órden político de la República, segun regia ántes del 26 de abril de 1826, y que ningun Colombiano estaba obligado á obedecer autoridades que no se halláran establecidas por la constitucion y la ley. Este era un golpe que el partido exaltado dirigia contra el Libertador, aboliendo así la autoridad de los jefes superiores y de otros magistrados que se habian creado en las provincias en virtud de facultades extraordinarias. El vicepresidente se opuso á esta ley, manifestando los inconvenientes que resultarian; pero insistió el congreso en la mayor parte de sus disposiciones. No consideró bastantemente los malos efectos que produciria en los cuatro departamentos de Venezuela, donde echaba por tierra la nueva organizacion que les habia dado el Libertador.

Otra ley digna de mencionarse es la que adicionaba la del año anterior sobre la comision del crédito público. Deseaban los legisladores colombianos que se trabajára con asiduidad y constancia en fundarlo, así exterior como interiormente. Ocupábase la comision establecida en la capital en consolidar la deuda interior y en colectar los fondos, operaciones que iban adelantándose. El primer pago de los intereses vencidos en el semestre que terminó el 30 de junio de este año, se hizo en agosto. Como estaban ya reconocidos seis millones de pesos de la deuda interior, y solamente se habian colectado setenta mil pesos, esta suma se distribuyó entre los acreedores á proporcion de sus créditos. Pagóse por los vales que ganaban el cinco por ciento de interes el uno y cuarto; y uno por ciento sobre los del tres. Por el resto que se quedaba debiendo, se dieron billetes de reconocimiento, que jamas se han satisfecho.

Discutíase tambien con mucho calor, así dentro como fuera del congreso, la cuestion importante de convocar ó no una convencion que reformára la constitucion de Colombia. Algunos de los liberales exaltados se oponian vigorosamente, y su jefe el general Santander era de la misma opinion, pues se gloriaba de ser el primer campeon constitucional. Sin embargo de esto, la mayoría de los ciudadanos y todos los miembros del consejo de gobierno estaban convencidos de que ya era necesario reformar la constitucion de Cúcuta para dar gusto á una gran parte de la nacion que lo pedia y juzgaba ser una condicion precisa para obtener su felicidad. Aunque el artículo 191 disponia que

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