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pero, no hallando en esto facilidad, hubo á mas no poder, de contentarse con el padre que debió á la naturaleza. (1) Este lo acomodó por page del duque de Lerma, en quien cayendo el valimiento de su rey, á sombra tal creció de suerte que participó con igualdad de la mayor adoracion y utilidades. Era de juicio razonable, de ingenio fácil y presencia no indigna de tan gran fortuna; si bien soberbio y arrogante con los que de él necesitaban, como al reves humilde y servicial en grande estremo con el que lo puso en ta altura. Casóle el de Lerma rica y noblemente con la señora de la Oliva, y le dió el hábito de Santiago, la Encomienda de Ocaña, el título de marques de Siete Iglesias, el de capitan de la Guardia Alemana, y otras mercedes que por ser numerosas remite al silencio mi pluma. Por muchos años fué Calderon árbitro en dar puestos y hacer gracias á pretendientes. Como veian al duque de Lerma tan postrado al albedrío de este jóven, se atrevieron muchos á sospechar que algunos secretos que le habia confiado lo tenian tan rendido á sus menores deseos.

Habiendo en 1618 algunos Grandes de la corte hecho presentes á Felipe tercero los daños que resultaban á España del valimiento del de Lerma (que habia sido electo Cardenal) ya porque este con su privanza se habia abrogado de tal manera los negocios, que tribunales y consejos no resolvian y ordenaban sin saber antes su voluntad y escuchar su advertencia, ya porque los cargos y gobiernos estaban dados á sugetos poco idóneos, ya porque la justicia estaba corrompida, ya porque eran excesivos los gastos de la hacienda, ya porque los pueblos se hallaban, rodeados de tributos; con cuyo gravámen nada se habia conseguido; pues, siendo de una gran suma de millones, no desempeñaron el patrimonio, sino antes bien lo adeudaron, ya porque se despoblaba y em

(1) A esto alude sin duda don Luis de Góngora cuando llama en una letrilla á don Rodrigo Calderon

Hijo de una pobre fuente,

nieto de uua dura peña,
á dos pasos los desdeña
tu mal nacida corriente.

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pobrecia el reino todo, ya porque se disminuian las ciudades, ya porque se desamparaban las labranzas; ya en fin porque se perdian todos los comercios. Felipe escuchó tan justas quejas, y en pequeño desagravió de tantos ofendidos, escribió un papel al de Leren que le mandaba ir á gozar en su casa con reposo las mercedes recibidas. Retiróse el Duque-Cardenal á Lerma, con su privado don Rodrigo Calderon, á quien achacaron luego las faltas de aquel ministro, prendieron y encarcelaron. De su prodesdichado fin se dará larga cuenta en el discurso de esta

ma,

ceso y

historia.

Uno de los mas crueles enemigos del de Lerma fué su hijo primogénito el duque de Uceda, quien heredó de su padre el valimiento con el rey, Fray Luis de Aliaga, confesor de este, lo ayudó en semejante empresa. (1) Fué Fray Luis de Aliaga lector del convento de Zaragoza, y echado de esta ciudad por órden del arzobispo á causa de haber dicho en uno de sus sermones cierta proposicion rigorosa. Hízole el duque de Lerma confesor suyo, y por muerte de Xavierre, confesor del rey. «¡Estraña cosa... dice Quevedo... que en todas sus hechuras fabricó este señor municion contra sí! Dió togas que lo juzgaron: haciendas que lo deslucieron: púlpitos que predicaron contra sus acciones: mitras poco reconocidas: fundò casas á Descalzos que escribieron contra la su.» Y en otro lugar de sus obras añade:: «Arribó Xavierre á confesor del rey por la devocion del duque de Lerma á su religion. Llególe la grandeza de aquel príncipe á cardenal, y murió en el recibimiento de esa dignidad. Era Aliaga confesor del duque: promovióle á la plaza de confesor del rey, y el Aliaga, desconocido á tan grande beneficio, poseido de la ambicion desenfrenada, no solo trató de apoderarse de la voluntad del rey, sino que se de

ya.»>

(1) La jornada de Portugal se hizo con menos conveniencias públicas que particulares, porque de las ocasiones que de alli se esperaron, fué público que el confesor é inquisidor general Fr. Luis de Aliaga pensó echar del lado del rey al duque de Uceda, y este al confesor; y que solo para retirar al duque cardenal se habian conformado.--Conde de la Roca.--Vida del de Olivares.

pero, no hallando en esto facilidad, hubo á mas no poder, de contentarse con el padre que debió á la naturaleza. (1) Este lo acomodó por page del duque de Lerma, en quien cayendo el valimiento de su rey, á sombra tal creció de suerte que participó con igualdad de la mayor adoracion y utilidades. Era de juicio razonable, de ingenio fácil y presencia no indigna de tan gran fortuna; si bien soberbio y arrogante con los que de él necesitaban, como al reves humilde y servicial en grande estremo con el que lo puso en ta altura. Casóle el de Lerma rica y noblemente con la señora de la Oliva, y le díó el hábito de Santiago, la Encomienda de Ocaña, el título de marques de Siete Iglesias, el de capitan de la Guardia Alemana, y otras mercedes que por ser numerosas remite al silencio mi pluma. Por muchos años fué Calderon árbitro en dar puestos y hacer gracias á pretendientes. Como veian al duque de Lerma tan postrado al albedrío de este jóven, se atrevieron muchos á sospechar que algunos secretos que le habia confiado lo tenian tan rendido á sus menores deseos.

Habiendo en 1618 algunos Grandes de la corte hecho presentes á Felipe tercero los daños que resultaban á España del valimiento del de Lerma (que habia sido electo Cardenal) ya porque este con su privanza se habia abrogado de tal manera los negocios, que tribunales y consejos no resolvian y ordenaban sin saber antes su voluntad y escuchar su advertencia, ya porque los cargos y gobiernos estaban dados á sugetos poco idóneos, ya porque la justicia estaba corrompida, ya porque eran excesivos los gastos de la hacienda, ya porque los pueblos se hallaban, rodeados de tributos; con cuyo gravámen nada se habia conseguido; pues, siendo de una gran suma de millones, no desempeñaron el patrimonio, sino antes bien lo adeudaron, ya porque se despoblaba y em

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(1) A esto alude sin duda don Luis de Góngora cuando llama en una letrilla á don Rodrigo Calderon

Hijo de una pobre fuente,
nieto de una dura peña,
á dos pasos los desdeña
tu mal nacida corriente.

Mayans y Ciscar, el Padre Murillo, y don José de Pellicer hicieron grandes diligencias para descubrir el nombre del verdadero autor de esta obra, pero solo llegaron á saber que fué un aragones, religioso en el convento de Predicadores de Zaragoza. Quien me ha hecho estampar aqui la noticia de que Aliaga con el nombre de Avellaneda, publicó la segunda parte del don Quijote, es la lectu→ ra de un papel suyo intitulado «Venganza de la lengua española contra el autor del cuento de cuentos por don Juan Alonso Laureles, Caballero de Hábito, y Peon de costumbres, aragones liso y castellano revuelto. El libro se dirige contra Quevedo: le dá en rostro con sus defectos personales, principalmente con los de ojos y pies; y pone á Lope por modelo, llamándole Cisne. Es obra sin gracia y de mal lenguage. Su estilo es lo mismo que el de Alonso Fernandez de Avellaneda. (1) Villamediana sin duda tenia noticia de que la Segunda parte del Quijote era escrita por Aliaga, pues vituperando la ambicion de este dice:

Sancho Panza, confesor
del ya difunto monarca,
que de la vena del arca

fué en Osuna sangrador &c.

(1) Apesar del desprecio con que ha sido mirada esta segunda parte del don Quijote, no han faltado españoles y estrangeros que hayan escrito en su elcgio. Don Agustin de Montiano y Luyando dice: "Que las aventuras de este don Quijote son muy naturales, y que guardan la rigorosa regla de la verosimilitud. Su carácter es el mismo que se nos propone desde su primer salida, tal vez menos estremado y por eso mas parecido; y en cuanto á Sancho ¿quien negará que está en el de Avellaneda mas propiamente imitada la rusticidad graciosa de un aldeano? En el de Cervantes no me parece fácil de conciliar la suma simpleza que descubre algunas veces con la delicada picardía que usa en otras, y la particular discrecion que manifiesta en muchas, á menos que no digamos que habla y 0bra Sancho de cuando en cuando como el autor, en lugar de obrar y hablar este siempre como Sancho. Bien al contrario sucede en el de Avellaneda; pues no desmaya jamas la muestra que dá de sí al principio, ni se adelanta á acciones, dichos ò díscursos obliguen á desconocerlo. No es frio y sin gracejo como Cervantes

que nos

clarò enemigo del Duque-Cardenal, y previniendo persecuciones. con que acreditarse y elevarse mas, vino á hacer al duque sospechoso, encareciendo al rey martirios sufridos por su servicio. En esto se descubrieron confederados mal avenidos, por no estar de Aliaga bien obligados, y manifestaron al rey Felipe tercero lo que le fué fácil de creer; porque á ellos les fué mas fácil de justificar. Vióse S. M. empeñado y quiso desagraviar su bondad; pero la muerte detuvo su resolucion.» Don José Sabau y Blanco en sus Tablas cronológicas en Apéndice á la historia de Mariana, cuenta «que cuando el de Lerma recibió el billete del rey en que le mandaba salir de la corte, abatido con esta desgracia se echó á los pies del ingrato Aliaga, y recordandole el beneficio que le debia, le suplicó que intercediera por él; pero se hizo sordo á sus súplicas.>>

Fué Aliaga de un natural ambicioso y arrogante, y poseído de la mas estraña envidia de los honores y aplausos que otros lograban por el propio merecimiento. En Tarragona y año de 1614 diò á luz la obra intitulada vida y hechos del injenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha: contiene su cuarta salida y la quinta parte de sus aventuras, por el licenciado Alonso Fernandez de Avellaneda, natural de Tordesillas. (1) En el prólogo echa en rostro á Cervantes la pérdida de su mano izquierda, le llama soldado viejo en años, cuanto mozo en brios, y le injuriaba diciendo que tenia mas lengua que manos. Se vanagloriaba de quitarle la ganancia de la segunda parte de la obra, y llamaba á sus novelas comedias en prosa «pero que disculpaban los yerros de su primera parte el haberse escrito entre los de una carcel, y que asi no pudo dejar de salir menos que quejosa, murmuradora, impaciente y colérica.» Ademas reprendia á Cervantes por ofender «á quien tan justamente celebran las naciones por haber entretenido honestísima y fecundamente tantos años los teatros de España con innumerables comedias, con el rigor del arte y con la seguridad y limpieza que de un ministro del Santo Oficio se debe esperar.» (2) Don Gregorio

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(1) Se reimprimió en Madrid año de 1732, y luego en 1805. (2) Aludia & Lope de Vega.

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