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los negocios, llevaba peor que el tio quisiese en propiedad lo que le dió solo en posesion. Los apasionados de una parte y otra hicieron mas pública de lo que debia ser esta desavenencia, y menos considerable; porque, deseando para su valedor el absoluto mando, debian de ministrar con poca prudencia para sus mismos fines, materia en que se cebasen los disgustos secretos.>>

El vulgo, habiendo visto que tio y sobrino andaban mal avenidos, y la presurosa muerte de aquel, imputaron al conde que dió á don Baltasar de Zúñiga veneno. Esta presuncion creo que está desnuda de todo fundamento; pues, si el conde habia cometido semejante delito por odio y mala voluntad, no hubiera aconsejado al rey que escribiese la siguiente carta desde San Lorenzo el Real á la esposa de Zúñiga, cuando estaba ignorante del suceso, y entre el recelo y la esperanza, ya de perder ó conservar la vida de un buen criado que sin lisonja le advertia, y que sin pasion lo aconsejaba. «Doña Francisca: espero en Dios que ha de dar á don Baltasar la salud que yo le deseo, y él merece y ha merecido. Si faltare, no hagais mudanza, y avisadme en el estado que quedan sus hijos; porque los tengo yo por mios y he de mirar por ellos y de sus acrecentamientos, de suerte que vea el mundo que no les hace falta su padre, ni á nadie, sino á mí. Dios nos ayude, y os dé el consuelo que conviene.» Doña Francisca de Zúñiga, esposa de este insigne caballero, al dolor de pérdida tan desdichada rindió á pocos dias la vida: y siguieron los propios pasos su madre, su hija casada y un hijo.

Muerto don Baltasar mostró el conde al pueblo que ninguna ambicion tenia por el ejercicio que su tio desempeñaba; pues formó una junta de tres ministros que fueron don Agustin de Mexia, el marques de Montesclaros y don Fernando Giron. A ella se llevaban todas las consultas de los consejos, y sobre ellas daban su parecer antes que el rey Felipe IV las determinase. Esta junta solamente duró tres años y algunos meses mas. Es fama que era regida por la voluntad del conde, y es creible; pues donde hay esperanzas de medra fácilmente se enturbian los cristales del sano y limpio consejo. El rey lo habia sublimado al supremo puesto de la

privanza, poniendo juntamente en sus manos lo mas arduo y penoso del gobierno de tan inmensa y estendida monarquia; porque es cosa dificultosa que un rey mozo pueda por sí solo, sin ayuda de otros, disponer y determinar las varias materias que á sus manos llegan. La eleccion que hacen siempre de privados los reyes, raras veces es examinada por los vigilantes ojos de la prudencia, sino dirigida por los inconsiderados antojos y caprichos de la ciega fortuna. Asi es que con facilidad son derribados de su altura los que llegan á tanto valimiento, ya por la envidia, ya por su maj vivir, ya por su soberbia, ya por su ambicion: vicio de que escapan en pocas ocasiones los que ocupan la gracia de los reyes. Sócrates decia que no podian ser espelidos del templo de la prosperidad los que entraban en él por la puerta de la virtud, no por la de la codicia.

Procuró el conde de Olivares tener en su casa y llevar á su lado hombres de letras y esperiencias, que pudieran servirle para trazar el modo de la reforma de costumbres, y dar consejos para el mejor acierto en el gobierno político y económico. Consideraba que con la comunicacion que tenia con los sabios estaba labrada la salud de estos reinos. Valiase de talentos prudenciales y esperimentados, no de ingenios agudos, acres y altaneros que son mas aptos á introducir novedades que alteren la república, que á la paz y quietud de ella, cuya conservacion consiste en el acertado parecer de la edad madura, Homero decia que la felicidad de la república seria duradera, teniendo los que gobernasen las armas de los mozos y los consejos de los ancianos. El conde no apartaba de sí y del servicio de su rey todos los aventajados talentos. Amaba y ensalzaba los buenos, y alentaba y favorecia á los rectos y constantes.

La eleccion de buenos amigos suele ser muy dificultosa á los que ocupan grandes puestos, porque pocas veces sale á propòsito la que se hace en los palacios y se confirma con las felicidades. Raros son los que siguen á sus amigos en la declinacion de la venturosa suerte. Uno de estos fué el canónigo don Francisco de Ricja, insigne poeta, pues siguió los pasos del de Olivares con singular constancia en su próspera y adversa fortuna.

LIBRO CUARTO.

PERO, antes de pasar adelante, conviene á mi propósito demos

trar cuan fuera de toda razon caminó el padre Isla al asegurar que las aventuras de Gil Blas de Santillana fueron tomadas por Le Sage de un antiguo M. S. español: cuan cierto es que fueron compuestas de argumentos y trozos de nuestras comedias y novelas del siglo XVII: cuan verosimil es que todo lo que cuentan de enredos palaciegos durante los ministerios del duque de Lerma y conde-duque de Olivares fué tomado de una obra inédita, escrita en aquel tiempo, y cuantos son los fundamentos que hay para sospechar que fué de don Francisco de Rioja.

El padre Isla tradujo en lengua castellana y publicó el año de 1783 las aventuras de Gil Blas que habia compuesto en Francia y á principios del siglo XVIII Mr. Le Sage. Puso á esta obra un prólogo, donde con muestras de ánimo airado aseguraba inconsideradamente que Le Sage se habia fingido autor de esta novela;

pues el verdadero habia sido español, y del siglo XVII. El conde de Neufchateau, académico frances, destruyó los fundamentos en que se sustentaban las palabras del padre Isla, y dió á entender, cuan fuera de razon iban todos aquellos que no tenian por nacidas en Francia las citadas aventuras. Don Juan Antonio Llorente escribió contra el conde de Neufchateau unas observaciones criticas sobre el romance de Gil Blas de Santillana, en las cuales se hace ver que Mr. Le Sage lo desmembró del de el Bachiller de Salamanca, entonces M. S. español inedito; pero todo lo que en ellas dijo no descansó sobre graves fundamentos, sino sobre congeturas. Solamente señaló con certeza dos obras españolas que el escritor frances tuvo presentes para componer su novela. La de Vicente Espinel intitulada El escudero Marcos de Obregon, y la comedia Todo es enredos amor, y diablos son las mugeres, de don Diego de Córdoba y Figueroa. Otras que tambien tuvo presentes han venido por fortuna á mis manos.

Llenas estan Las observaciones Criticas de Llorente de multitud de errores, y de conjeturas inverosímiles. En el capítulo X donde habla de las palabras y frases francesas halladas en el Gil Blas, y las cuales demuestran que Le Sage tuvo presente un manuscrito español, se lee: "Mateo Melendez, mercader de paños en Madrid, dijo á Gil Blas.-Je vais vous mettre auprés de don Matias de Silva. C'es un homme de la première qualité, un des ces jeunes seigneurs, qu'on appelle petits-maitres.» Esta cláusula supone un M. S. español en que se decia uno de los señoritos, que llaman petimetres. Si no fuera por este motivo, no fuera escusable aquella locucion francesa tan redundante, como agena de la elocuencia: la cual mandaba escribir «c'est un petit-maitre de la première qualité, ó bien en otro caso l'un des jeunes seigneurs de Madrid.» Para que se vea sobre cuan vanos fundamentos sustentó Llorente sus Observaciones, no hay mas que decir que los señoritos españoles del siglo XVII eran llamados GALANES 6 LINDOS. como se prueba por las comedias y novelas escritas en aquel tiempo. La voz petimetre empezó á usarse en España, tomándola de la lengua francesa, desde el pasado siglo XVIII.

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