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AL LECTOR.

El Conde-Duque de Olivares, varon de ánimo constante, de gran resolucion, de notable injenio: prendas que oscurecian ser nada señor de sí, poseido de una estraña ambicion, vengativo á veces, pocas generoso y soberbio siempre, no pensaba con maduro exámen las cosas. Emprendia las mas árduas sin considerar cuales serian sus resultas, y las dejaba de todo punto al arbitrio de la ciega fortuna. Ni cuidaba de ganar amigos, ni de servir á buenos. Solo frecuentaban su corte les aduladores. De ella estaban apartades cuantos nobles y caballeros no eran de su parcialidad. No premiaba á capitanes y soldados por haber mostrado en las batallas mas esfuerzo, mas bizarria, mas práctica en el ejercicio de la guerra, cosas que para nada consideraba, sino por haber soltado en todo tiempo y lugar palabras en defensa de su gobierno. Para los que murmuraban de él no tenia el disimulo por castigo. Segun la calidad y poder de las personas, destierros, cárceles y aun asesinos. Apartaba de los negocios de estado el ánimo del rey con regocijos, y fiestas, y tambien de cuantas personas le eran sospechosas de conspirar contra su valimiento. Fuera de esto, era de ánimo belicoso, y amante de la gloria de las armas españolas en mar y tierra. Siempre estaba atento à las materias de estado: siempre deseoso de hallar medios con que restaurar la poblacion y riqueza de estos reinos. Acosado incesantemente por la envidia de unos, por la ambicion de muchos, se vió vencedor de todos en el discurso de algunos años. Pudo ser un gran ministro si el deseo de conservar la privanza

no le hubiera pintado como empresas necesarias, como acciones justas, y como meros castigos, sus desaciertos, sus rigores, sus crueldades: si el rey Felipe IV que solo tenia de su dignidad el nombre, hubiera partido con su privado la carga del gobierno de los pueblos, atendiendo al bien público, al conocimiento de los daños que afligian á España, al modo de atajarlos, al modo de destruirlos: pero él ni sabia conquistar las voluntades de los pueblos, ni por beneficios convertirlos de súbditos en esclavos. Era sin embargo de corazon generoso.

Mostrar los estragos que causó á España la privanza del Conde-Duque de Olivares ha sido mi intento al escribir el presente libro, à imitacion del que ha publicado en Francia Mr. Mignet con el título de Antonio Perez y Felipe II.

Por estar la vida del Conde-Duque tan enlazada con la de muchos personages de aquella edad, tales como los duques de Lerma, Uceda y Osuna, Fr. Luis de Aliaga, don Rodrigo Calderon, don Fadrique de Toledo, don Francisco de Rioja, don Francisco de Quevedo, y otros, hago algunas digresiones que aunque parezcan dilatadas y a veces no necesarias para la claridad de esta historia, contienen curiosas noticias de sucesos que pasaron en aquellos tiempos.-VALE.

LIBRO PRIMERO.

propósito es escribir la historia de un valido, que con su estraña ambicion fué causa de que España perdiese en Oriente los reinos de Ormuz, Hoa y Fernambuco y todos los que están en aquella amplísima costa: ademas del Brasil, las Islas Terceras, el reino de Portugal, el Principado de Rosellon, todo el Ducado de Borgoña, fuera de Dola, Wiranzan y Esthin, Arras de Flandes, muchas plazas en el Ducado de Lucemburg y Brusvik y en la Alsacia, Ꭹ doscientos ochenta navios en los mares atlántico y medi

terráneo.

Con grandes impuestos sacó del pueblo español ciento diez y seis millones de doblones de oro, gastados inútilmente en ejércitos deshechos y en armadas perdidas; parte que se distribuyó entre vireyes, gobernadores, capitanes generales, y otros ministros, todos hechuras suyas, ya por sangre, ya por servil dependencia: parte que entró en su tesoro y bolsillos de sus criados.

En el discurso de esta historia se vcrá un rey de claro injenio y corazon piadoso, que ocupó el trono español en la edad de diez y seis años, y que fió todo el peso del gobierno de esta monarquia á un hombre de buen entendimiento; pero de natural vengativo y ambicioso: se verá á un valido que logró apartar al rey de los negocios de Estado, lisonjeando su juventud con fiestas y regocijos: veranse tambien caballeros perseguidos por haber intentado hacer presentes al rey los males que de aquel valimiento resultaban á España; á otros muertos alevosamente á hierro; á otros metidos en prisiones; á otros enviados á perpétuo destierro y por último á una reina que con diestra política y estraña constancia pudo ganar poco á poco el ánimo del rey: ponerle delante de los ojos de cuantos y cuan grandes daños era ocasion el vuelo que habia tomado la privanza de un ambicioso; y alcanzar en fin que fuese desterrado de la corte á un lugar en donde acabase oscuramente su vida, ya fatigado por los recuerdos de lo mal que habia empleado su poder, ya oprimido del dolor de verse caer á tan comun estado quien habia tenido á su cargo el gobierno de tantos pueblos, las honras y las vidas de tantos hombres.

La narracion de los hechos que ocurrieron en su valimiento, tan infeliz para la corona de Castilla y sus armas en mar y tierra, ofrece un ancho y estendido campo para que en él hallen estudio los políticos, los historiadores, los filósofos, los poetas, y en fin, todo linage de personas, viendo en su discurso una monarquía cadente, un rey niño, y un ministro rey; pero no resoluciones insignes, no guerras dichosas, no paces aprovechadas, no valor robusto, no justicia con oidos para la queja, con brazos para el castigo y con vista para el merecimiento, y un monarca que aplicase las manos al gobierno, y no dejase en la ociosidad perder el remedio de tantos males: pues la desgracia no hallaba alivio: la pobreza socorro: la soledad amparo: la injusticia castigo y el daño enmienda. Comunmente se buscan las privanzas con los reyes para honra; pero solo sirven para descrédito.

Mas antes de dar principio á mi relacion parece que el asunto mismo requiere que algo diga del rey Felipe tercero y de sus

privados, y de los españoles y costumbres españolas en aquel siglo. Felipe tercero á quien da la historia el renombre de piadoso, fué un rey de corto entendimiento. Fatigado por el grave peso de la corona, repartió la carga del gobierno con don Francisco de Rojas y Sandoval, marques de Denia, á quien concedió título de duque do Lerma..

El conde de Villamediana en sus obras satíricas (1) habla con sumo desprecio de Felipe tercero: cosa rara en aquella edad en que eran mirados los reyes, como Dioses. Hay en ellas un coloquio entre Pluton y Aqueronte, cuyo principio debe ser leido por lo singular de sus conceptos.

(1)

PLUTON.

Ola, Barquero, rígido Aqueronte,

¿como no me respondes?

AQUERONTE.

PLUTON.

¿Quién me llama?

Apareja tu barca: en órden ponte;
que previene tus dichas hoy la Parca.
Del tercero Filipo el alma, pura
el mártir cuerpo deja en la real cama,
y á los Elíseos campos se apresura.
Bien es que para rey tan soberano
determines limpiar barca y figura;
y, aunque escuchar horrores será en vano,
de las Estijias aguas mando y quiero
que le muestres camino breve y llano.
AQUERONTE.

Obedecerte, gran Pluton, espero;
mas advierte que vives engañado,

por ser en todo rey, y ser postrero

Obras satiricas de don Juan de Tarsis conde de Villamediana, á los prelados y ministros del rey Felipe tercero y su confesor. M. S. que para en la libreria del señor don Joaquin Rubio.

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