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Mira, Pedro, nuestra vida
es suelta, libre, curiosa,
ancha, holgazana, estendida,
á quien nunca falta cosa
que el deseo busque y pida.
Dános el hermoso suelo
lechos; sírvenos el cielo
de pabellon, donde quiera,
ni nos quema el sol, ni altera
el fiero rigor del hielo.
El mas cerrado vergel
las primicias nos ofrece

de cuanto bueno haya en él;
y apenas se vé ó parece
la alvilla ó la moscatel,
que no está luego en la mano
del atrevido gitano,
zahorí del fruto ageno,
de industria y ánimo lleno.
ágil, presto, suelto y sano.
Gozamos nuestros amores
libres del desasosiego
que dan los competidores,
calentándonos su fuego,
sin celos y sin temores.

Solian los gitanos á personas demasiado crédulas curar las enfermedades con ensalmos, que eran unas oraciones compuestas en malos versos y peor lenguage. Habia muchas, tales como la del ánima sola, la de san Pancracio, la de los auxiliadores, la de los sabañones, la de Olalla española, la de san Quirce, la de san Acasio y otras. La de santa Polonia decia asi:

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que de un dolor de muelas
me estoy muriendo.

Por la estrella de Vénus

y el sol poniente:

por el santísimo sacramento

que tuve en mi vientre,

que no te duela mas

ni muela ni diente.

En el Alonso, mozo de muchos amos, novela escrita por el doctor Gerónimo de Alcalá, (1624 1.a parte y 1626 la 2.") se lee:

«Y còmo iba de comer? Eso, señor, por maravilla faltaba; porque algunos de los compañeros acudian á los lugares á traer pan, queso, tocino, carne de macho por el dinero, y muchas veces sin blanca; pues en descuidándose alguna gallina, ganso, ternera ó lechon, aunque pesase cinco ó seis arrobas era todo de mostrenco, aplicándose para los que estaban en espera de alguna aventura: de modo que algunas veces se comia muy regaladamente, y otras no tanto, por andar los labradores nuestros vecinos, con mas cuidado y diligencia de lo que habiamos menester.»>

En la misma novela cuenta Alonso lo que le sucedió con dos gitanos que lo asaltaron:

«Llegamos al aduar de los hermanos, que con los silvos que mis guardas habian dado antes de llegar buen rato, para señal de la caza que llevaban, nos estaban aguardando; y mas de un tiro de piedra nos salieron á recibir dos gitanillas, y tres muchachos con gran regocijo. Preguntáronnos si venían otros pasageros con nosotros.-Solo viene, que á tardarse mas en llegar á nuestro puesto sin traer nada nos volviamos, respondieron mis centinelas. Y yo, deseoso ya de ver en qué paraba mi desdicha, me vine á hallar entre mas de cuarenta, entre hombres y mugeres, sin los muchachos que entre ellos andaban desnudos en carnes de razonable edad. Presentáronme al señor conde, persona á quien todos ellos respetaban y tenian por su juez y gobernador de aquella desconcertada república: y recibiéndome con algun agasajo, me hizo desnudar hasta la camisa. Repartióse mi ropa entre los muchachos desnudos, y los pocos dineros entre todos.>>

El doctor Sancho de Moncada decia «que los gitanos eran gente ociosa, vagabunda é inùtil á los reinos sin comercio, ocupacion, ni oficio alguno, y si alguno tienen es de ganzúas y ga

rabatos para su profesion, siendo zánganos que solo viven de chupar, y talar los reinos, sustentándose del sudor de los míseros labradores: mucho mas que los moriscos; pues estos servian en algo á la república y á las rentas reales; pero los gitanos no son labradores, hortelanos, oficiales ni mercaderes, y solo sirven de lo que los lobos; de robar y huir.>>

De la lengua de ellos entonces, llamada de Germania, formó vocabulario un tal Juan Hidalgo.

LIBRO SEGUNDO.

Del verso endecasílabo.

Cosa muy frecuente es atribuirse los estranjeros invenciones españolas. Quien quisiere saber de donde aprendió la moderna Francia el arte de enseñar á los ciegos la lectura, busque y lea el Tratado de ortografia de Alejo de Venegas, impreso en letra gótica el año 1531 en la imperial ciudad de Toledo.

Quien tambien quisiere saber de donde aprendió la moderna Inglaterra el arte de enseñar á escribir haciendo las letras el maestro con lapiz y cubriéndolas luego el discipulo con tinta negra, lea las siguientes palabras sacadas de la Ortografia castellana, que publicò en Méjico el famosísimo Mateo Aleman el año de 1609.

«Esta manera de escribir, el primero á quien la vi usar, fué un maestro de S. M. el rey don Felipe III nuestro señor, siendo príncipe, que su alteza iba cubriendo con tinta negra, las letras que su maestro le daba estampadas con bermellon algo claro; y asi las vino á saber hacer bien y fielmente: á cuya imitacion he visto que otros enseñan con un plomo señalando las letras, que forman despues los niños por la señal misma, como está dicho, que todo

es uno.»>

Quien quisiere saber de donde aprendió la moderna Francia

á escribir pinturas de la vida de algunas personas, á las cuales ha dado el rimbombante título de fisiológiás, lea un librillo de don Juan de Zavaleta, escritor del siglo XVII, intitulado El dia de fiesta. En él verá pinturas de la vida del galan, la dama, el poeta, el gloton, el pretendiente, y el agente de negocios.

Casi todos nuestros literatos han creido que el uso del verso endecasílabo en España fué introducido por don Iñigo Lopez de Mendoza, marques de Santillana, y perfeccionado luego por Juan Boscan, Garcilaso de la Vega y don Diego Hurtado de Mendoza. Los versos endecasílabos fueron tomados de los latinos por nuestros poetas provenzales del siglo XIII. Segun Gonzalo Argote de Molina, Mosen-Yordi, caballero cortesano del rey don Jaime el conquistador, escribió los siguientes:

E non he pace et non tinch quim guarreig
vol sobrel cel, et non movi de terra,
é non estrench res, et tot lo mon abrás,
hoi he de mí, et vull altri gran bé

fino amor don aço que será?

Francisco Petrarca, que nació en Arezzo, tomó el verso endecasílabo de los poetas españoles, y aun los imitó en algunos pasajes de su escritos, como se puede ver en el siguiente, cotejándolo con el de Mosen-Yordi.

Pace non trovo é non hó da far guerra,
é volo sopral cel, é ghiaccio in terra
é nulla stringo, é tuttol mondo abraccio,

é ho in odio me stesso et amo altrui:

si amor non hé ¿che dunque é quel qué io sento?

El príncipe don Juan Manuel que pasó á mejor vida en 1362 en su ingeniosísimo libro intitulado el conde Lucanor, puso algunas sentencias en este género de verso.

Ganará de tal salto un ome el cielo,
si á Dios obedesciere acá en el suelo.
Non aventures mucho tu riqueza
por consejo del ome que ha pobreza.
Por falso dicho de ome mentiroso
non pierdas al amigo provechoso.

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