Imágenes de páginas
PDF
EPUB

historia sin la asistencia y constante celo del abad de Santander. Porque en el consejo de los principes pueden los privados hacerles servicio mayor que el de procurar su gloria y engrandecimiento; pueden preservar su fama del feo epíteto de codiciosos o malrotadores, y su nombre de torpes manchas de sangre vertidas en traiciones y venganzas; y de favor tan inestimable es deudora doña María a Nuño Pérez, que después de mantener y justificar la pureza de su administración, supo impedir el homicidio consentido por el rey, en la persona de un príncipe don Juan su tío, venido a Burgos a asistir a una fiesta de familia en fe de un seguro real (1).

No anduvo escasa la reina en pagar la leal asistencia del abad, quien respondió con largueza de príncipe, gastando su hacienda y su crédito en servicio de pobres y de reyes; éstos posaban en sus casas de Valladolid como en palacio propio, y en ellas, al decir de Alonso de Maldonado, cronista de los Monroyes (2), casó aquel don Pedro famoso por sus justicias. Para los pobres fundó asilos en Plasencia y Valladolid, y a su querida iglesia de Sant Medel y San Celedón la dotó con rentas y capellanías, proveyendo a su prestigio con ordenar y regularizar el aparato del culto y horas canónicas, y a su seguri

(1) Los capítulos VIII y XVI de la Crónica tratan menudamente de estos sucesos. En una cosa, esencial a la verdad, fallescieron, como en su tiempo se decía, las virtudes de doña María y el carácter de Nuño Pérez: en la educación del príncipe, luego rey, don Fernando IV. En hora temprana tomaron torcido camino sus inclinaciones; fué vicioso, débil, y los años de su reinado ayudaron poco a la emancipación y gloria de Castilla. Uno de los mejores testimonios de la condición torcida y flaca de este monarca, es la elección de sus favoritos, de los cuales el más célebre, Sancho Ruiz de Escalante, natural de Santander, aparece en la Crónica, como un esbozo primero del tipo, legendario después, de Tenorio. Disoluto, descreído, mofador de todo precepto divino y humano, murió asesinado en Medina del Campo yaciendo en su lecho, después de ofender con el escándalo de una orgía la Sagrada Majestad del día en el de Jueves Santo del año de 1305. ¿Era de éstos Fr. Ruy López de Escalante, comendador de Benavente en la orden de Calatrava, siendo Maestre Fr. Ruy Díaz de Yanguas, A. de C. 1212? Vid Rades-Chro, pág. 31.

(2) Hechos de don Alfonso de Monroy, clavero y maestro de la Orden de Alcântara, por Alonso de Maldonado.-Memorial histórico español, t. VI,

dad con lograr de los monarcas reinantes la confirmación y ensanche de los privilegios otorgados por antecesores suyos, principalmente los del señorío de la Villa, y derechos de ancoraje y puerto, mercedes de Alonso VIII ().

Antes de despedirnos de la vieja abadía, recorramos su historia, dejándonos guiar en las tinieblas de las eras remotas por la mano segura y experta del preclaro ilustrador de nuestra historia eclesiástica, P. Enrique Flórez. Piensa el ilustre agustino que en el siglo XII, y por obra de Alfonso VII el emperador (2), fué convertida en colegial la antigua fundación monástica existente en Santander de tiempos inmemoriales. Otro tanto había hecho en Santillana, y sin duda estos actos de aquel rey emprendedor respondían al pensamiento político de unir estrechamente a su corona y real servicio estos estados, arrancados al dominio feudal de sus señores naturales, como dijimos al hablar del último de ellos, Rodrigo González de Lara.

«No reconozcáis otro señor más que al abad de San Emeterio», decía casi un siglo después (1187) a los santanderinos un nieto de aquel monarca, el glorioso vencedor de las Navas; Alfonso VIII (3), «o a quien hiciese sus veces en su ausencia, él os nombrará merino que oiga vuestras querellas y las decida, y al abad recurriréis de las decisiones del merino cuando lastimen vuestro derecho; al abad pagaréis censo de la casa que habitareis, de la tierra que adquirieseis, del huerto que labraseis; sea juez en vuestros litigios, y si litigaseis con extraño, venga éste a hacerse oir o dar sus descargos ante el tribunal abadengo. No iréis a la hueste sino cuando el rey cercado de enemigos lo necesite, ni pagarán entrada vuestras mercaderías por mar ni tierra en la villa.»>

(1) Ocho escrituras de concesiones reales contiene el libro de esta iglesia, hechas entre los años de 1310 a 1316, todas a nombre de este abad, a quien nuaco miten los reyes apellidar mio digno, haciendo puntual memoria de los servicios muchos y señalados que le debían.

(2) 1126-1157.

(3) Fuero de Santander.--Apéndice núm 3.

Con estos privilegios y otras donaciones reales, la abadía crecía lo bastante para que, mediado el siglo siguiente, no pareciera pobre estado para un infante de Castilla, y la poseyese don Sancho, cuarto hijo del Rey Santo.

En su celda abacial de Santander se ocupaba el príncipe en ordenar las horas canónicas, en corregir a sus beneficiados estableciendo penas para los negligentes en el coro y prohibiéndoles la asistencia a romerías y otros parajes públicos. Y a 5 de Octubre de 1257 firmaba sus constituciones, donde se contienen curiosas cláusulas: «Otro sí mandamos, que cuando >> fuera el Preste a comulgar (1) que vaia con sobrepelliz, y con >>cruz, y con agua bendita y con lanterna, que baia con candela >> ardendo y con campana taniendo ante sí, y llebe el Corpus >> Christi ante sus pechos con gran reverencia, e que vaian con >>el dos clerigos de la Iglesia de los que han beneficios meno »res, et que no le desamparen fasta que sea tornado a la Egle>>sia, y esto que lo mande el sacristan a los clerigos de los be>>neficios menores... y si fuera de la Eglesia dijere palabra ve» dada a su compañero, y ge lo podian probar, que sea privado >> de la racion por ocho dias. Demas mandamos que ninguno »non beba en taberna, ni juegue dado, ni faga juego atal que >> sea contra la honestidad de la clerecia.» Y esta otra de obscura interpretación: «Demás mandamos que ningun clérigo non » dé la mano á ninguno en cimenterio ni en la Eglesia, si no >>fuera ante el altar quando dijere misa, si non fuese en pla> centería de todos los canónigos» (2).

Los abades que suceden hasta don Nuño Pérez (3) proveen con igual celo a la prosperidad y prestigio de la colegiata, ya con prescripciones canónicas, ya mereciendo de los reyes la confirmación de privilegios antiguos y donaciones nuevas. De don Nuño ya hemos dicho el celo constante por su iglesia y repetidos favores que la procuró. Él consiguió del rey don

(1) Está usado como verbo activo.

(2) Libro de privil. y don, de la iglesia de Santander.-Escritura núm. 3. (3) 1304.

Fernando IV la renta de la sal para aplicarla a obras pías, conforme a su mejor voluntad; él tomó de ella lo necesario para la diaria y continua asistencia de doce pobres; él logró que se le confirmase y a su cabildo el derecho de ancoraje en los puertos de las cuatro villas; obtuvo del rey Alfonso XI la mitad de los tributos reales (servicios y pedidos) de la villa para establecimiento de tres capellanes; él al fin logró la merced de que su iglesia fuese excluída de la general disposición dada contra las franquezas y libertades de las iglesias en general, revocándose en cuanto a ella las cartas reales expedidas en nombre del mismo Alfonso por doña María de Molina su abuela y los infantes sus tios y tutores, en Toro, a 22 de Junio de 1316 (1).

Sucédense luego otros abades que, desempeñando cargos en corte, seguían más a menudo a ésta que hacían asiento en la abadía. Así fueron sus derechos invadidos y menoscabados, tanto que a principios del siglo XV, don Juan García, abad de Santander, hubo de recurrir al rey don Juan II en querella y reclamación de ciertos dominios usurpados por vecinos audaces,

y

el rey, en 16 de Diciembre de 1410, y en Medina del Campo, proveyó a la petición, disponiendo que su adelantado mayor en Castilla, Diego Gómez Manrique, se encargase de obligar a la restitución a los detentadores.

Muy entrado ya este siglo, la poderosa casa de Mendoza, aumentada con los señoríos de la Vega y el marquesado de Santillana, se apodera de la abadía cuyo báculo empuñan, entre los años de 1486 y 1538, tres prelados de aquel apellido.

Reinaba Felipe II, y era abad don Juan Suárez Carvajal, cuando se promovió por vez primera el pensamiento de la erección en obispado de la colegial de San ander, uniéndole la de Santillana y otros territorios. Fué combatido el plan por unos y sustentado por otros. Santillana alegaba su supuesta mayor antigüedad y otras razones, solicitando la preferencia

(1) Libro de priv. y don. de la iglesia de Santander.-Escrituras desde el nú. mero 8 al 16 inclusive.

para la nueva sede. No tuvo efecto por entonces la concesión ni tampoco en las diversas ocasiones en que se removió la instancia y se pidió su resolución por el cabildo de Santander durante el siglo XVII.

Una bula de Benedicto XIV, despachada en 12 de Noviembre de 1751, erigió finalmente el obispado, cuyo primer titular fué el entonces abad don Francisco Javier de Arriaza, y la colegial y la abadía perdieron sus anticuados nombres para mudarlos en el de Catedral.

III

LAS DOS PUEBLAS.-GUERRAS CIVILES. BECEDO
EN EL SIGLO XV

La puerta del claustro nos pone en la Rua Mayor; años hace tenía esta calle fisonomía original y propia; pegado a los restos que aún subsisten del edificio colegial, se mostraba un casón antiguo, obra de nobles líneas, apellidado palacio; su edad, dos siglos, años más o menos; mis coetáneos recuerdan sus pesados cornisones, las macizas repisas cónicas de sus balcones semicirculares, el verdín tornasolado que marcaba a lo largo de la fachada las filtraciones de la lluvia y los penachos de yerba apoderados de sus impostas, donde chillaban escondidos los gorriones voraces.

Los ancianos de primeros del siglo lo conocieron vivienda de un magnate, el conde de Villafuertes (1), vizconde del Tanaro, y en sus narraciones, doradas por el tiempo y el sol risueño y mágico de los días juveniles, es grato descubrir rastros de aquella vida de señor, monótona acaso, pero serena, y tan distinta de la vida presente. El palacio comunicaba con el claustro de la catedral, y cuentan los ancianos que durante el des

(1) Vino este título a la Montaña por casamiento con la poseedora (de Guipúzcoa) con don Manuel Francisco de Ceballos Guerra, de los Ceballos de San Felices, Posajo, en la segunda mitad del sig'o xvii. (Información de lexitidad y nobleza de don Nicolás, hermano menor del don Manuel.)

« AnteriorContinuar »