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Entre una y otra encontramos una isla, amarrada a tierra firme por un puente de madera, por el cual, y batidos por el Nordeste que aquí se encauza y redobla su vigor, pasan devotos a visitar el santuario de Nuestra Señora de la Mar. Un manuscrito ya citado (1) pone la fecha de esta fundación en 1400, tomándola de la piedra sepulcral del fundador que yace dentro de su fábrica (2). Es romería devotísima de los marineros; éralo de los antiguos hidalgos de la villa, cuyos escasos descendientes la conservan. De sus bóvedas y paredes cuelgan simulacros de embarcaciones de todo porte y aparejo, ofrenda de naufragios, singularmente expresiva, allí donde la amenazadora voz del Océano no enmudece jamás.

Un camino de sierra, blando y nada fatigoso, nos hace trasponer una loma, a cuya falda meridional se espacia el ancho cuadrilátero del monasterio de Santa Catalina de Monte-Corbán. En su patio y cercanías corren o pasean las negras sotanas de los seminaristas, que han sucedido a los blancos hábitos de los jeronimitas. Pero la sucesión no fué directa, y entre unos y otros alegró aquella vecindad la grana de los uniformes ingleses, o melancolizó el paisaje la figura solitaria de un pastor o de un porquero.

Momentos hace hablamos de los venerables que aquí hacían eremítica vida en los primeros años del siglo xv. Eran Fr. Pedro de Oviedo, Fr. Rodrigo de Osorno, Fr. Gonzalo de Santander, Fr. Gómez de Toro y Fr. Sancho de Islares. También dijimos la visita y consejo del Ilmo. de Burgos, que habían llevado a la Orden de San Jerónimo el eremitorio, erigiéndole en monasterio con autoridad del Papa Benedicto XIII. «Ansídice el clásico Sigüenza-tienen por fundador y bienhechor en esta casa al obispo de Burgos, don Juan Cabeza de Vaca.» Dicha queda igualmente la incorporación a Santa Marina, sus vicisitudes diversas y el trasplante definitivo a Corbán en 1419.

(1) Historia de Santander, por Almiñaque y Hanero.

(2) Assas lee la inscripción como sigue: AQI YASE GONÇALO FERNANDEZ DE PEMANES, FIJO DE MARTIN FERNANDEZ DE PEMANES DE... EL QUE DIOS PERDONE.

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Sobre la puerta de su franqueada clausura un bulto informe es reliquia de una estatua arrodillada del santo doctor solitario de Belén. No fueron las insensibles lluvias del cielo únicos verdugos y profanadores de la esculpida piedra; fuéronlo las balas de soldados herejes y de cazadores católicos, que hicieron de ella blanco de su destreza y puntería. Consérvase de la construcción primera la iglesia y su entrada ojiva, y sus capiteles de figuras orantes y ópimas vides, y los escudos del fundador timbrados con su pastoral sombrero. El monasterio fué reedificado el siglo último con dineros traídos de las Américas; sobre su elegante ingreso empotraron una gigante piedra destinada a perpetuar la memoria del bienhechor, su nombre y el tiempo y las condiciones de la restauración, franco uso de la arquitectura, que, adelantándose a la inquisición del pasajero, se delata y cuenta la razón, los medios y el propósito de su trabajo; mas la piedra quedó intocada y tersa, impacientando al viajero como impacienta un libro en blanco a quien le abre convidado por el título impreso en su tejuelo.

Aquí fueron acuartelados los soldados ingleses traídos en 1834 por la Cuádruple Alianza a sostener la causa constitucional. A su devastadora indisciplina, que abrasó la madera y vendió el hierro, resistieron únicamente las piedras más difíciles de ser movidas y transportadas. La historia de su permanencia en aquella casa, abierta por el desorden de sus habitadores a todas las inclemencias del cielo, da curiosa luz sobre la raza, naturaleza y organización de aquellas tropas <excelentes», según palabras de su general Lacy Evans, «para ser traídas en globo al lugar del combate, y, una vez desempeñado su marcial oficio, transportadas por el mismo camino a sitios apartados de todo trato y comunicación humana». Los aldeanos de las cercanías saben esa historia y la cuentan.

El anterior obispo de Santander, ilustrísimo señor don Manuel Ramón Arias Tejeiro, varón de altísima virtud, estableció aquí el Seminario conciliar de su diócesis.

Proveía este monasterio numerosos beneficios en lugares de la montaña, y poseía donaciones muy especiales, aunque no

pingües, de reyes y señores. Una dama montañesa, doña Leo nor de la Vega, de quien nos tocará hablar muy luego, madre ilustre del insigne marqués de Santillana, le otorgaba en 1428 una donación, que luego adquiría condiciones de venta, de cuanto la pertenecía en el monasterio de Orejo, en Trasmiera.

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ESDE la piedra del río hasta la hoja del monte, y desde la hoja del monte hasta la piedra del río» (1), no hay objeto ni paraje en el camino que vamos a tomar, con el cual, por tan conocido y sinnúmero de veces visto, no pudiera yo entretenerte, si me olvidase, ¡oh lector!, de que «los gustos de los discretos hanse de medir con la razón, y no con los mismos gustos». Es máxima de Cervantes, y no rehusarás concederme que ya es signo de discreción tener cuenta con lo que la discreción preceptúa.

(1) Vendemos voslo y damos voslo todo desde la foja del monte a la piedra del río y desde la piedra del río fasta la foja del monte», son palabras de la escritura de venta y cesión hecha por los testamentarios de Gonzalo Ruiz, señor de la Vega, a 19 de Marzo de 1351 en Villadiego, inserta en el Memorial del Pleito de los Valles.

UNIVERSIDAD DE MADRID

H.a DEL ARTE

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