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el clarísimo renacimiento de ciencias y letras españolas; pero al mismo tiempo abre cómoda y accesible liza a palaciegos amaños, fomenta con sus inagotables larguezas desmesuradas ambiciones, crea la prepotencia de los grandes feudatarios, y retrasa un siglo, provocando rivalidades y emulaciones, la emancipación de la patria.

Pachecos y Velascos, Mendozas y Pimenteles, preferían a la frontera granadina las antecámaras regias de Valladolid, de Avila y Segovia; allí les aguardaban peligrosas heridas, acá seguros aumentos. No contentos de su blasón ganado con sangre de ascendientes suyos, dorábanle con rentas de pingües estados, embozando un heroico apellido en los titulos más soberbios de Haro, Villena, Santillana y Benavente. Así esta edad cierra el período épico de gloria, de sacrificios, de hazañas militares de aquellas familias, y abre el de su magnífico engrandecimiento y dominación tiránica.

No tardaremos en hallar de nuevo a los imperiosos Manriques, aun cuando dejemos su valle de Castañeda por el de Toranzo, que también llamaban suyo.

PUENTE-VIESGO.

II

EPISODIOS Y MEMORIAS. VILLASEVIL.
REGIOS DESPOSORIOS

Desde el empalme de Vargas corre la carretera por una llanada sembrada de altos helechos, en cuya espesura asoman su tostado cerro numerosas vacas, y suenan sus esquilas al compás lento con que pacen golosas la grama. Todavía sobrevive algún castaño viejo de aquellos que daban techo a un rebaño entero bajo su pomposa copa, y casa al pastor dentro del ahuecado tronco.

El camino de Toranzo es de los más frecuentados de la Montaña. A pie o a caballo, en coche o en carreta, las gentes del pobladísimo valle se mueven con actividad suma, y crece el

movimiento cuando en la estació. serena abren sus puertas a achacosos y pacientes más o menos disimulados las hospederías de sus célebres aguas medicinales.

Penétrase en una primera garganta, cuya formación y naturaleza, así como la de las rocas grises que encauzan el río, prometen hervideros termales; y efectivamente, a una revuelta del camino aparece Viesgo, su puente todo ojos, su iglesia maltratada y pobre, los baños sobre el Pas, y el caserío amontonado en la avenida del puente o asomado al camino a beber la constante polvareda que mantienen en alto volando llantas y herraduras.

¿Quién estuvo en Viesgo, siquiera pocas horas, que no oyó mentar a Fausta? Este nombre de Fausta allí, simboliza la buena voluntad representada en una ama de huéspedes, voluntad manifiesta a toda hora en actos frecuentes, en la acogida afable, en la asistencia puntual y cariñosa, en consideraciones repetidas, y el uso constante de una paciencia inalterable. Lector; sin más que acudir a la razón, sea cuanta fuere tu experiencia de la vida, puedes hacer cabal juicio de la suma de paciencia necesaria para recibir y tratar con igual agrado y manera a centenares de personas diversas en carácter, edad, opinión, flaquezas y manías; pero si, por mala ventura, sabes de dolores gotosos o reumáticos, y cómo en sus períodos álgidos alborotan la condición más apacible, agrian la más dulce e impacientan la más calmosa; si has probado el humor vidrioso, irascible, impertinente y desasosegado que enseñorea nuestra alma cuando los humores morbosos de cualquiera especie labran, roen y mortifican nuestro cuerpo, y esa acción irritada, despótica con que parece la materia querer vengar en el espíritu otras insolencias y tiranías del espíritu sobre la materia; en una palabra, si has padecido, lector, y hecho padecer-que no va lo uno sin lo otro-comprenderás qué caudal de condescendencias, dulzuras, mimos, transacciones, halagos, ha de gastar la huéspeda modelo para gozar unánime concepto, y que de su casa no salgan descontentos ni quejosos. Y aun para contemplar a los sanos, necesitaría tesoros de

UNIVERSIDAD DE MADRIO
H.a DEL ARTE

calma y de indulgencia; porque, ¿has reparado, lector amigo, con qué gusto nos desquitamos en estos hospedajes breves y transitorios, de ciertas contradicciones que toleramos de buen grado y callandito en el hospedaje sedentario o en el domicilio propio? ¿No has advertido qué desahogadamente nos desembarazamos de la buena educación, aun los más presumidos de ella, y a pretexto de cosa pasajera y de poco momento, usamos con aquellos criados y gente menuda modos y lenguaje nunca usados con los nuestros?

Si la educación consiste en la constante vigilancia sobre sí mismo, para no hacer o decir cosa que hiera, moleste o perjudique al prójimo puesto en relaciones de trato con nosotros, se comprende que ese estado de perpetua centinela canse a veces y empezca, y que hombres de educación aprovechen todo punto de darse una tregua, un respiro, como se lo dan a su virtud ciertos virtuosos mal casados con ella, cuando, según familiarmente decimos, echan una cana al aire. En tales desahogos, unos y otros dan quince y raya al más pintado rufián, y sus extravíos de la pauta honrada çarecen a las sandeces de los hombres de ingenio que se dejan atrás las más sonadas del sandio más acreditado.

Sea en casa de Fausta, excelente repostera, amén de lo dicho, sea en otra parte donde se albergue el bañista, si su dolencia le permite siquiera tanto paseo como al dogo su cadena, pronto repara en un cueto cónico, erguido a la derecha del camino, erizado de árgomas, que entre sus verdes abrojos dejan asomar los azulados muñones de la caliza. Aquel monte está hueco; abierta en el flanco, mirando al Norte, tiene una espaciosa brecha por donde se puede penetrar hasta sus entrañas y estas entrañas son una inmensa caverna partida en estancias de ámbito diferente, donde se oye sin descanso gotear el agua artífice de aquella arquitectura que en unas partes cava y en otras edifica. La vida compleja, múltiple de la corteza terrestre cesa allí, donde sólo permanece activa esa otra vida lenta, im-. perfecta, perezosa, inmensa en duración y en tiempo, que fué la vida de nuestro planeta en sus primeras edades. Dentro de

la insondable sombra de aquellas bóvedas labradas en un bloque, se ven destellar las cristalizaciones como astros de un cielo subterráneo, o surgir las amenazadoras agujas de la estalactita como cabezas de serpiente, cuyo cuerpo se arrolla en profundidades desconocidas, o sale al paso la efigie fantástica, monstruosa o mística de la estalagmita que crece y se transforma por siglos.

Como el tourismo no ha extendido hasta estos parajes su aparato teatral y su lucrativa farsa, se carece, para visitar la cueva, de guías declamadores y patéticos, armados, vestidos y calzados al intento, provistos de cordiales, escalas, sogas y románticas teas. Hay que procurarse para compañero algún muchacho, que nunca falta, más pagado de la honra de acompañar al señor que de la propina que le espera, y cargarle con un paquete de prosaicas velas de sebo, cerillas y ovillos de bramante. Este sabe el camino, ha entrado alguna vez al antro, y acaso afirma de buena fe que la pila de agua recogida en la piedra por la filtración constante, dentro de cuyo cristal sereno se ven con toda limpieza los guijarros caídos de la bóveda o arrojados por el curioso, no tiene fondo. Pero desconoce toda precaución pavorosa, inútil, de estas inventadas para deleite y emoción de audaces ladies y misses. Nunca le ocurrió, ni le aconsejaron, tomar actitudes cómicas, hacer gestos y dirigir al peñasco miradas singulares; elegir determinados sitios para descanso, y lugar donde arrimar el palo, donde encender fuego, hacer señales, consultar indicios, referir casos trágicos o cómicos; ni asomar la antorcha encendida a ciertas cavidades, para prevenir influencias deletéreas de los gases esparcidos dentro, o disparar pistoletazos a boca de las estancias para precipitar el desprendimiento de fragmentos inseguros que pudieran amagar la cabeza de los que entrasen luego; ni ofrecer su brazo o su hombro en ciertos pasos ponderados de peligrosos y resbaladizos, y que la imaginación del viajero encuentra efectivamente resbaladizos y difíciles, cuando todo es imputación calumniosa.

Pero a trueque de estos dramáticos primores tan gratos de

consignar en el pocket-book y de referir al regresar en los círculos familiares, la excursión con el montañesillo ofrece el interés profundo y vivo de una exploración primera, casi de un descubrimiento. Démosla por hecha y continuemos la jornada.

El camino sube siempre faldeando la montaña, opuesto al río que baja. Por su ladera el uno, por su pedregal el otro, porfiando a quién hace más recodos o da más vueltas, se acrecan y se separan sin atravesarse nunca.

El camino trae al río cuentos de la mar y de lo que allá le espera, y el río cuenta al camino prodigios de los neveros de Pas, donde nace, y adonde por alientos que tome no trepará nunca el camino. Diálogos entre señor y pechero, bien avenidos y camaradas, aficionado el primero, a pesar de su llaneza, a recordar su origen y ascendencia remota, amigo de hacer beneficios, enemigo de diques y frenos que le coarten, y muy hombre para saltar por cima de ellos, si le lastiman demasiado, tremendo cuando la ira le hace espumar y retorcerse, en cuyo caso no hay sino esperar a que desahogue y calme su furia; pero después de calinada se deja registrar hasta el fondo y saquear el seno de sus bolsillos, donde el pobre, descalzo de pie y pierna, mete la mano desnuda y encuentra, si no dineros, especies que dineros valen, y todo es pescar. El pecliero, llano, útil, sufrido, muy hecho a que le pisen, y vengándose a las calladas con hacer sudar la gota gorda a los que abusan; tolerante hasta con los espumarajos del señor, porque, como viene de la costa, sabe dónde y cómo acaban todas aquellas violencias y bramidos; siempre igual, sereno, plácido, pero cauto en su placidez y precaviéndose de las mudanzas de su aristocrático vecino con buenos estribos y paredones.

El río, venido de las nubes para tornar a ellas, pasa la vida mirando al cielo, siendo espejo fiel de sus mudanzas, gozando de la poesía de la creación, y es poeta, canta y llora, consuela sedientos, lava miserias, fecunda arideces; el camino va pegado a la tierra sin erguirse jamás, falto de voz, de acción y abrumado del peso de tanta picardía humana como le trilla y le pasea; compensados ambos por la ley de justicia universal; a 1

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