Imágenes de páginas
PDF
EPUB

monte, lo taladra; crúzasele un caudal de agua, lo recoge, como recoge el salvaje la liana que quiere enredarle los pies, se lo echa a la espalda, y pasa por debajo sin embarazo, mientras el caudal atónito, corriendo por nuevo y artificioso cauce, va a caer en el precipicio sobre piedras, atónitas también del golpe y del insólito riego.

Allá sube dominando abismos, franqueando de un tramo las hondonadas, retorciéndose como culebra por los tajados declives de la montaña, apareciendo y desapareciendo, no como obra regular y ordenada de la acción humana, sino como meteoro sobrenatural, sujeto a incógnitas leyes aún no sorprendidas por la perspicacia tenaz del hombre. Los años y la costumbre no gastan su soberano prestigio; su ronco resuello, su · crujir pavoroso, detienen el paso del caminante, el brazo del labrador, el estudio del letrado, la meditación del asceta; siembran espanto en el rebaño, azoran al perro, distraen súbitamente la vida en la muchedumbre, rompen diálogos, requiebros, quimeras y conciertos, sorprendiendo y dominando la acción y el impulso de las diversas pasiones.

Allá va corriendo de pueblo en pueblo, de hoya en hoya, de cima en cima, hasta que se hunde en el seno de la tierra, y dentro de él se revuelve y cruje; y cuando nos vamos creyendo llevados a las entrañas del globo, y despedidos de la luz del sol para indefinido tiempo, brota de nuevo el día, y nos muestra la ancha y despejada llanura de Reinosa.

Aquí pudiéramos reconocer y estudiar la cuna del Ebro en Fontibre, los vestigios de Juliobriga en Retortillo y aquellas memorias que recuerda Flórez (1), de los términos que dividían terrenos dados a veteranos de la legión IV y la campiña de los Juliobrigenses. Pero no son objeto nuestro los llanos de tierras adentro: sonlo las Costas y las Montañas.

(1) Esp. Sagr.-T. VI.

[graphic][merged small][merged small][subsumed]

PUENTE-SAN-MIGUEL.-EL ROBLE HENDIDO.-LAS MARZAS

[graphic]

UANDO desde la estación de Tanos, ¡oh paciente compañero de mis jornadas!, procuraba yo con frías y ociosas palabras describirte el panorama que un lampo sólo de la viva luz que le ilumina ha de pintar con más honda huella en tu memoria que la más atildada y colorista pluma, no te señalé un lugar del paisaje, predilecto asilo y posada mía, descanso de mi aventurero y no pocas veces fatigado pie. No te lo señalé porque hubiera sido cansar tu oído y rendir tus ojos, trayéndolos inútilmente de uno a otro accidente del terreno, para fijarlos en sitio imposible de descubrir, como no lo descubra el corazón.

Más allá de Torres y más allá de Ganzo, entre las manchas varias en color y en contorno que el arbolado pinta, hay una

recortada y espesa a manera de copa de gigantesco rebollo; a su amparo asómase apenas sobre las cercas una casa de pajizas paredes y ventanaje verde. Cuando pasas frente de ella, por el camino y la otra orilla del Saja, ves flamear las blancas cortinas de sus balcones; si te llegas pasando el viejo puente que llaman de San Miguel, ves columpiarse las rosas, caballeras de sus tapias; si entras más adentro, hallas en los rosales, al alcance de la mano, nidos de jilguero, cuyas madres se dejan mecer sosegadamente por la brisa, seguras de no ser ofendidas ni perturbadas. Y el tarín y el verderón que andan cazando moscas por las enredaderas de la fachada, se entran persiguiéndolas por salas y gabinetes con familiar franqueza y sin recelo.

¿De dónde vienen esos pájaros cuya voz aguda y lejana nos hace levantar los ojos y buscarlos mucho antes de que su menudísima sombra se dibuje en la diáfana luz ambiente? Aunque vistos nacer sobre el plumón del nido, aunque vistos criar al cebo de sus padres, ¿quién sabe adónde los llevan después sus alas y en qué sublimes y misteriosas regiones del aire penetran? ¿Quién sabe a qué distancia del cielo suben? ¿Quién sabe lo que del cielo han visto? ¿Y quién sabe lo que del cielo traen cuando visitan un hogar de donde volaron ángeles al cielo, dejando su cuna vacía, y esparcida en torno aquella tristeza sin par, angustiosa, que de una deshecha y yerta cuna se esparce?

Volaban las golondrinas sobre el Calvario, gimiendo en la agonía de Cristo, ansiosas de aliviarle, arrancando a porfía las espinas hincadas en su martirizada cabeza: ¿quién sabe si ese manso batir de plumas, esos píos y gorjeos que regocijan el aire, no son arrullos de tantas agonías diversas como se suceden en los infinitos calvarios de la vida?

No llama dolor a esa casa, donde sin llamar han entrado muchos dolores, que se vuelva sin oído y sin consuelo. Alguna vez llama disfrazada con él la superstición; pero se queda a la puerta, y si el dolor quiere entrar entra solo.

Tal sucedió una mañana de San Juan.

El dolor venía con su semblante más desesperado y triste, con el de una madre que traía moribundo a su hijo en pañales. Y para remedio pedía el tallo de un roble, nacido de semilla, flexible y tierno, fácilmente hendible a lo largo de sus tiernas fibras. El saludador había dicho que haciendo pasar al niño enfermo entre las dos rajas del árbol, en la mañana del día del Precursor, y con ciertas palabras y conjuros, el niño sanaría Negósele a la superstición el roble; ofreciéronse al dolor palabras cariñosas, médico y medicina.

¡Jirón de añejas nieblas que obscurecieron y obscurecerán largo tiempo aún la mente del pueblo!

Hubo siglos en que la fuerza del odio, hábilmente excitada, hacía al guerrero ver en el limpio acero de su espada la imágen de su enemigo y el género de venganza apetecido; siglos en que el varón eclesiástico aplicaba por los vivos las preces de los muertos, creído de su mortal influjo, de que a su fuerza no resistían, y cedían rotas, las prisiones terrenas del alma. Cuando tan ciegos y flacos se mostraban los que eran fuerza y luz, brazo e inteligencia, los magníficos, los soberbios, los doctos y los cautos, ¿qué harían los medrosos por instinto, los abatidos por estado, los ignorantes por necesidad?

Hay, sin embargo, en estos despojos de la fe ciega o la ignorancia antigua, un elemento de poesía, cuyo valor a nadie se esconde, mas cuyo momento y causa de ser encarnado en la superstición popular, son de averiguación laboriosa y difícil; tarea para superiores y perspicaces ingenios. ¿Cabe extrañeza en que el campesino, constante testigo, observador involuntario de la vegetación silvestre, analogista por instinto y por costumbre, admitiese el influjo saludable de la savia nueva, fresca y sana, circulando en las venas del roble, sobre la sangre que arrastra empobrecida y lenta por las venas del niño enfermo?-La santificación de la naturaleza, de sus fuerzas vivas, de la acción favorable o adversa que sobre la economía humana ejercen, fué siempre inclinación y atributo común de nuestro espíritu, al cual no basta el limitado mundo visible, y necesita de la comunicación con otro inmaterial

H. DEL ARTE

UNIVERSIDAD

soberano para satisfacer su inquietud constante, sus dudas y sus aspiraciones.

Hacía él gentil morada de sus deidades el seno de las aguas y de las rocas, el tronco del árbol; y el cristiano pone bajo la tutela de sus bienaventurados sus mieses, sus huertas y sus ganados.

No es más claro a mis ojos, aunque necesariamente más moderno, el origen del romance que, en otra estación del año, venian a cantar los mozos del pueblo a puertas de esa casa, como es añeja costumbre en la tierra (1).

(1)

Ni es descortesia
ni es desobediencia
en casa de nobles
cantar sin licencia;
si nos dan licencia,
señor, cantaremos;
con mucha prudencia
las marzas diremos.
Escuchen y atiendan,
nobles caballeros;
oirán las marzas
compuestas de nuevo,
que a cantarlas vienen
los lindos marceros,
en primera edad
y en sus años tiernos,
como las cantaron
sus padres y abuelos,
y hacemos lo mismo
para no ser menos.
A lo que venimos,
por no ser molestos,
no es a traer,
y así llevaremos
de lo que nos dieren,
torrendos y huevos,
nueces y castañas,
y también dinero
para echar un trago,
porque el tabernero

no nos acredita
si no lo tenemos.
Ni era lo maiore,
ni era lo menore,
que era doña...
ramito de flores,
y también su esposo
por que no se enoje.
Salga doña...
la del pelo largo,
Dios la dé buen mozo
y muy bien portado,
con el cuello de oro
y el puño dorado,
y también su hermano
muchos años goce,
su padre y su madre
que los arrecogen,
también sus criados
porque no se enojen.

Con Dios caballero,
hasta otro año...
a los generosos.
librelos de daño.
Angelitos somos,
del cielo venimos,
bolsillos traemos,
dinero pedimos.

« AnteriorContinuar »