Imágenes de páginas
PDF
EPUB
[blocks in formation]

Don EMILIO COTARELO Y MORI, de la Real Academia Española

Crónica.

ASi todos los periódicos han celebrado la entrada del nuevo siglo con números extraordinarios en los que aparecen colaborando provisionalmente cuantas principalidades, sean ó no literatas, figuran actualmente en España. Natural es que entre el cúmulo de vulgaridades, disparates y simplezas que esta literatura de circunstancias provoca, puedan recojerse algunas perlas, vertidas, á lo mejor, por gentes poco significadas en el arte de expresar en público sus ideas por escrito.

Entre las menos plausibles de estas improvisaciones nos parecen las que pretenden resumir en breves renglones todos los maravillosos progresos realizados en el ya pasado siglo. Á la vista están:

no es necesario ser muy viejo para recordarlos casi todos; tan modernos son y tan juntos vinieron. Desgraciadamente todos ellos no bastan para dar la felicidad en la tierra. Atienden sólo á satisfacer necesidades materiales: moralmente el hombre progresa poco. Las terribles exigencias de la lucha, no precisamente por la vida, pues para ésta poco basta, sino de la lucha por el placer, hacen que así

individuos como naciones se conduzcan hoy como en las épocas de mayor barbarie. La fuerza y sólo ella es la que impera; fuerza fisica, fuerza moral, fuerza intelectual; cualquiera energía hábilmente dirigida lo gra el triunfo. El derecho y la justicia parecen meras convenciones; socorridos tópicos, á los que nadie hace caso. ¿Será verdad que en último término la fuerza es quien tiene razón?

Si fuese así el acto solemne realizado el 1.° de Enero delante del palacio del Senado, con asistencia de lo más granado y más excelso que abriga la capital de España, sería una tontería. Un acto de fuerza, hábil

CELEBRIDADES LITERARIAS CONTEMPORANEAS

EXCMO. SR. CONDE DE CHESTE.

mente dirigido, privó de la vida en Santa Águeda á unhombre eminente por muchos conceptos, en quien una gran parte de España tenía puesta su confianza; y en el momentopreciso en que más falta, parece, que había de su persona. Quizá sería peor para España la continuación de don Antonio Cánovas en el Gobierno; peroentre tanto lo declara así la Historia, unamos una vez más nuestra protesta contra el cobarde asesinato de que fué víctima, y asociémonos al acto sublime de glorificación que se le hace levantando su estatua frente al edificio en que tantas veces resonó su palabra elocuente, reflejo de su grande inteligencia.

Podrán discutirse los aciertos políticos de Cánovas; pero la

[graphic]

alteza de sus miras, su patriotismo, su cultura y rectitud de intenciones son incuestionables; y todo ello palpita y se revela en sus actos, en sus discursos y en sus escritos, especialmente en los históricos, que son su mejor obra. De ellos, así como de su persona, cuando presidía aquel ilustre Cuerpo, nos acordábamos asistiendo el 30 del mes pasado en la Academia de la Historia á la recepción pública del general D. Julián Suárez Inclán.

Cuando este novel y ya distinguido historiador evo_ caba en frase enérgica y entonación robusta la noble y simpática figura de aquel gran general de Felipe II, italiano de nacimiento, pero español de corazón, que se llamó Alejandro Farnesio, nos parecía ver aún en en el sillón presidencial, donde tantas veces le hemos contemplado, al autor de la descripción de la batalla de Rocroy, animando con el gesto al autor de la briIlante pintura del levantamiento del sitio de Paris por el Duque de Parma. A solo este episodio redujo el nuevo académico su estudio acerca del vencedor de Enrique IV; pero de esperar es que, ya metido en harina, lo complete con una monografía histórica del personaje.

De sucesos de otro género poco hay que decir. La compañía Mendoza-Guerrero, concluyó con éxito cada vez mayor la serie de sus representaciones de la Locura de amor, de Tamayo. Ha salido ya de Madrid y pronto marcharà al Nuevo Mundo, y allí recojerá aplausos y testimonios de que el genio español, cualesquiera que sean las circunstancias, no se eclipsa nj decae.

En los demás teatros sustituyó á la abundancia de los días anteriores la mayor escasez: se conoce que cada uno se prepara á sobrellevar como mejor pueda la temida cuesta de Enero. Anúncianse, sin embargo, dos grandes novedades: una la Electra, de D. Benito Pérez Galdós y otra, la Pepita Tudó, de D. Ceferino Palencia. Dada la reserva habitual del autor de Glo ria no es fácil adivinar qué será su Electra, título del mayor clasicismo; respecto de Palencia, como autor bien amaestrado, de presumir será que no se presente con una obra de corte francés ó llena de inverosimilitudes y anacronismos. En la vida de la famosa Condesa de Castillo Fiel, á quien conocieron muchos de los que hoy viven, pues falleció nonagenaria en 1869, no faltan episodios dramáticos, llenos de interés, sin necesidad de falsear la verdad, buscando una verosimilitud interna acompañada de una externa exactitud que hagan duradera la obra de carácter histórico á que se arroja el autor del Guardián de la casa.

Varios literatos, amigos entusiastas del gran poeta Núñez de Arce, quisieron obsequiarle por entrada de año con un almuerzo. No hemos podido asistir al banquete; pero no por eso dejaremos de unir nuestro tributo de simpatía y admiración al poeta del Idilio. Tenemos que terminar esta Crónica con una nota tristísima: el fallecimiento del académico y notable poeta regional D. Víctor Balaguer, ocurrido en la mañana del 14 de Enero. Sin tiempo ni lugar para

consagrar la debida atención á este doloroso suceso reservaremos la semblanza y á la vez necrología del ilustre escritor para el próximo número.

CRITÓN

0000000000

El Conde de Cheste (1)

A no hago mas versos. En menos de un año he perdido dos hijos y mi nieto predilecto, y tengo noventa y dos años y digo con Calderón: «¡Vivo muriendo!>>

Con estas tristes palabras respondía ei venerable anciano á su amigo el Director de La Correspondencia de España, que le pedía alguna ɔomposición para el número del 1.o de Enero, á la vez que le enviaba un soneto dedicado á la muerte de Cánovas. Doforoso privilegio es del que vive mucho ver formarse poco a poco el vacío en torno suyo; mas estos pesaá res domésticos tienen cierta compensación, en los hombres distinguidos, cuando después de una vida honrada, puesta siempre al servicio de su patria, ven llegar sus postrimeros instantes acompañados de la simpatía y del respeto de sus conciudadanos.

Tal sucede, ciertamente en el Excmo. Sr. D. Juan de la Pezuela, Conde de Cheste, á quien su larga historia militar. política y literaria, hace acreedor hoy á la admiración respetuosa de los españoles. No cumple á nuestro propósito trazar su biografia, escrita infinidad de veces, ni hablar de sus hazañas como militar bravo y leal, que le han valido el título nobiliario que ostenta y la suprema jerarquía en el ejército que goza. Su nombre figura en las páginas más importantes de los últimos setenta años de la historia pátria.

Aquí solo debemos agregar algunas palabras considerando al Conde de Cheste como literato y como Director, ocho veces electo, de la Real Academia Española.

El sentimiento caballeresco que albergó siempre el Conde de Cheste, le llevó, después de algunos ensayos en el género bucólico, al cultivo de la poesía elevada. La época en que vivió no dió lugar á que su carrera militar se desenvolviese en defensa de la patria, sino en tristes guerras civilés; á no ser esto hubiera, como Ercilla, puesto en verso por la noche las empresas que realizaba y veía realizar durante el día, tomando ora la espada ora la pluma

Pero su grande amor á la poesía épica se resolvió en el estudio y versión al castellano de los cuatro

(1) Por decano de nuestros escritores y Director de la Academia Española, debiera haberse publicado esta semblanza en el número anterior. La necesidad de rehacer el retrato del anciano general, nos ha impedido cumplir este propósito.

grandes poemas neolatinos. La Divina Comedia, La Jerusalen libertada, El Orlando y Los Lusiadas.

Publicò en 1855 bajo los auspicios de la reina doña Isabel II el poema del Tasso, en dos lujosos tomos en folio; diez años después tenía concluida la Comedia del Alighieri, aunque no la imprimió hasta 1879 en tres volúmenes, con un importante estudio del Marqués de Molins. En r872 dió à luz la traducción de Camoens y la última, aunque fué su primera tentativa de traductor, tanto que la empezó siendo colegial de D. Alberto Lista, es el Orlando furioso de Ludovico Ariosto, publicado en 1883, en 4 volùmenes en 4.o, con un estudio histórico y crítico del poeta.

La crítica vulgar y callejera no concedió todo el valor que estas versiones merecen; pero los inteligentes apreciaron la fidelidad y elegancia de los versos del Sr. Pezuela. Es cierto que en algunos lugares adolece de obscuridad y cierta afectación aparente por el empleo de vocablos no comunes. Pero la falta de claridad es también del original, especialmente en Dante, que aun hoy no pudo ser entendido con certeza; y el uso de algunos neologismos no es cenrable porque no arrancan de idiomas modernos sino de la lengua latina, madre de la nuestra; y ojalá todos los innovadores se inspiraran en tan puras fuentes. De todos modos, es evidente que las traducciones del Conde de Cheste son las mejores que hasta hoy se han escrito entre nosotros.

Además de otras muchas poesías publicó el Conde de Cheste un elegante y ameno Elogio y necrología de su amigo y compañero D. Ventura de la Vega, impreso en las Memorias de la Real Academia Española.

En esta misma Academia viene siendo Director desde 1875; y únicamente hace dos ó tres no asiste á las sesiones, en especial á las públicas, donde su augusta figura daba tanto realce á las solemnidades. Todos pueden aun recordar con agrado aquellos actos en que levantándose de la presidencia, ya para abrazar al académico nuevamente recibido, ya para entregar algún diploma ó el sobre que contenía la recompensa á la virtud de la fundación San Gaspar. dirigía la palabra al agraciado, utilizando casi siempre textos poéticos de Calderòn, de Herrera ó de otro de nuestros clasicos, traidos por él con oportunidad simpática á las circunstancias y amenizando así un acto que siempre reviste alguna seriedad.

Reciba el anciano D. Juan de la Pezuela el afectuoso homenage que por entrada de año y siglo le dirige desde aquí La Revista ESPAÑOLA

LUCIO GIL.

VERSOS SATÍRICOS

contra D. Manuel Godoy

ENDECASÍLABOS

Enfurecida la gloriosa gente

á quien besa la planta Tajo bello,
arman su diestra de fulminea espada
y arde el valor en sus ilustres pechos.
Cansados de sufrir el peso enorme
del vergonzoso yugo de un perverso,
violador de la pureza hispana

y manchador de los nupciales lechos,
<<muera, clamaban, el tirano infausto;>>
<<muera,» repiten los vecinos ecos:
todo al impulso de tropel se anima,
el pánico terror difunde presto
horroroso silencio, interrumpido
solamente del grito turbulento
de la venganza, que vagando esparce
su dévolante y espantoso fuego.

Lleno Aranjuez de sobresalto, implora el auxilio del Tajo; quien severo asomando su frente furibunda, con voz terrible le responde: «El cielo quiere hacerte testigo del desastre preparado á los malos, que en tu suelo blando acaricias con arrullo y flores, lisonjeando su apetito ciego:>>

Esto dixo y se fué; por todas partes vaguea y corre el vacilante pueblo

y muerte y sangre y confusión dominan... ¡Ay mísero Aranjuez, tus ojos vieron cercar la casa del Monarca hispano y pedir del traidor infame el cuello! El oye de la plebe sublevada el pavoroso cuanto triste estruendo, y el que tuvo valor para oprimirla cuando el placer le regalaba el pecho y vil adulación en torno suyo le tributaba miseros inciensos, huye cobarde y trémulo y confuso y en compañía de sus vícios negros se oculta y teme; teme si, que el malo siempre lleva el temor por compañero:

Sopla más la discordia el fuego activo que encendió la venganza y á su aliento corren á la mansión de nácar y oro mansión del forzador; desde los Cielos la severa justicia lo observaba

y lo observaba y así decía al pueblo: «Miradle allí, vengaos,» y señala un inmundo lugar donde el perverso se ocultaba; la plebe enfurecida quiere matarle; pero el nuevo dueño que lo era ya de la española gente, «No le mateis (les dice,) los aceros no mancheis en la sangre de un ingrato; muera á las manos de un verdugo fiero.>>

«Muera, repiten y entre turba armada cual fiero malhechor le llevan preso; lleno de oprobio, de ignominia y sangre y de infamia y pesar todo cubierto. Al ver esto Madrid regocijado, sintió la calma que disfruta el pecho cuando después de una borrasca horrible el Iris nace à serenar el Cielo. Entre júbilo plácido, clamava

á sus amados hijos: «id, id luego
á vengar á la Patria, que el malvado
yace entre confusiones y tormentos:
ya cesaron los tiempos desdichados
en que sentían los efectos fieros
de la lascivia, del orgullo y rabia
del monstruo más terrible del Averno,
Ellos oyeron los acentos dulces
que de Madrid les dixera; y sin recelo
imploran de las furias ensañadas
las humeantes teas: el deseo
alas, les presta y anhelosos corren
á buscar los indignos que ofrecieron
impuros homenajes al tirano;
pero ellos huyeu, el furor temiendo
del ultrajado Pueblo, fugitivos,
errantes, sin hogar, son el objeto
del ódio universal; sus casas arden
de a irritada gente á los esfuerzos,
y las llamas parece se complacen

en consumir los muebles y ornamentos
de estas viles hechuras del tirano,

de estos monstruos crueles que altaneros
se complacían en chupar la sangre
del infeliz; y cuyo vil manejo
se dirigía á derramar desgracias

y á sembrar el dolor y el desconsuelo.
Pero ellos fueron; su memoria infame
maldita pasará de tiempo en tiempo
la dulce Pátria, les dirá «¡traidores,
indignos son de mi cariño eterno!>>

Aún no contentos de Madrid los hijos al mirar á los malos ya dispersos y reducida á polvo su riqueza; demuestran su inquietud y el sentimiento que los domina, cuando ven fugarse á estos indignos que querían muertos: en cuadrillas caminan por las calles pálidos y terribles; los excesos iban ya á desplegar sus negras alas cuando de pronto se escuchó un acento que así decía: «Ciudadanos todos, paz sea con vosotros; los eternos decretos del destino se han cumplido; entre vosotros nacerán los bellos días de la Justia, y las Virtudes, en vuestra patria firmarán su asiento.>> Esto dijo y calló; pero la esfera con nuevas luces ilumina el suelo, y entre una nube de colores varios;

se dexa ver un joven bien dispuesto

á cuyo alrededor se descubrian

á la afabilidad, al buen deseo,

á la sabiduría, á la justicia,

á la abundancia y á los otros genios

que hacen dichosos Reinos y Naciones

Admiradas las gentes del portento, miran y se preguntan: ¿quién es éste? Pero joh nuevo prodigio! cual si un velo cayera de sus ojos, ven y admiran al bello Joven por su Rey excelso al Séptimo Fernando, reconocen y, alborozados con placer tan nuevo, se inflaman en su amor, y le tributan vivas y aplausos y humildoso obsequio. Muere á su vista la fatal discordia, y le sucede el plácido sosiego; renace la esperanza, la malicia huye precipitada, y el contento derrama sus dulcísimos aromas eu todos los hogares de los buenos.

OCTAVAS

Hombre el más infeliz y desgraciado que de los siglos cuentan las historias; después de á tanta altura sublimado, ¿en qué paran por último tus glorias? ¿Adónde están los frutos que has sacado de esas mal merecidas vanaglorias? Todo paso, todo lo llevó el viento, todo es penalidad, todo es tormento. Acabóse tu pompa y lozanía, acabóse el mullido y blando lecho donde tu cuerpo descansar solía dejando á tu apetito satisfecho; ya dió fin tu injusticia y tiranía, tu gloria brevemente se ha deshecho; no esperes ya más dicha de tu suerte que las calamidades de la muerte.

Ya todos tus amigos te han dexado, bien que por congraciarse te adulaban; y luego que te han visto derribado confusos de mirarte se admirában, y decían: «¿Es éste aquél privado de donde tantos males dimanaban? Este és, viendo tal fin, dirán temblando el que tuvo algún día cetro y mando.

¿En dónde están los títulos honrosos Generalísimo, Príncipe, Almirante? ¿Dónde los edificios sumptuosos que para ti juzgabas no bastantes ¿Dónde aquellos vestidos tan lujosos guarnecidos de plata, oro y diamantes? ¡Ay! como en un momento te han faltado, ó por mejor decir, no bien llegado. ¿Quién á tí te dixera habías de verte Príncipe y General de los ratones que queriendo escaparse de la muerte, van á los lóbregos caramanchones? Atiende al paradero de tu suerte, oye de tu persona los baldones,

y si Principe fuiste, considera
que revestido estás con una estera.
Si esperabas hacerte memorable
por los retratos, que esculpido habías,
ya has visto el paradero miserable
que han llegado á tener en pocos días:

ya has visto, que con ira inexplicable entre una multitud de griterías maltratados se ven, y de manera

que á una voz dicen todos: «muera, muera.>> «Muera, dicen unos, el tirano, y no quede señal de su figura, para que de ésta suerte el inhumano conozca cuanta ha sido su locura; otros con los aceros en la mano de tal modo destruyen su pintura, que viendo era total el rompimiento, sus cenizas esparcen por el viento.

Otros con gran contento y alegría á las Parroquias van con ligereza, y después de tocar á la agonía y al Entierro de Paz y de Pobreza, ordenan, que pues ha llegado el día en que la España dexe su tristeza, anuncien las campanas de otro modo el Júbilo y Placer del Reino todo.

¡Triste remate, lamentable historia, tragedia al vivo de la humana vida! Ésta es de tales hechos, la memoria; ésta es la pena, á tal vivir de vida; y pues que tu ambición y vanagloria quiso ver á la España destruida, sufre, traidor de España la venganza, y en el oro no tengas confianza. Comienza ya á llorar con amnrgura lo mucho que á Dios tienes enojado, sino te quieres ver en apretura cuando á Juicio por él seas llamado: dando voces está la sepultura, lugar estrecho, do será enterrado tu mando, tu deleite, oro y honra, junto con el disgusto y la deshonra.

SONETO

Un héroe tiene Francia acreditado que con la espada á todos ha vencido; otro tiene España que ha rendido con la bayna no más cuanto ha intentado. Aquél siempre en la guerra fatigado sus laureles y glorias ha adquirido; éste siempre en la paz adormecido de grandeza y miliones se ha colmado. Estos dos famosísimos campeones

á quienes tú retratas sin deslices,
bien dígnos son de que los eternices
como el único honor á las naciones;
pues el uno hace felices á montones,
cuando el otro montones de infelices.

D

calle era su casa! Yo la respondí;-Señora, claro es que quien busca comodidad en Alcalá, no anda avisado en decir que tiene el fiador en Madrid; más qué había respondido conforme á su pregunta; porque ó irme buscar por donde fuese estudiante, y quererme hazer pastelero era de las donosas cosas que en mi vida oiría! Entonces volvió á mí toda la cara, que antes no tuvo más que la media, porque el breve coloquio passó entre los dos metida la media pala en el horno, y ella de un lado, y me dixo: «Que no tan solo te quiero hacer pastelero, antes ayudar para que seas tan gran estudiante como de tu natural fio: ¿sabes leer?-Se leer, escribir y contar, y algo de los principios de la Latinidad.—Entra, pues, almorçarás. Hizelo, y subiendo arriba bajó un par de huevos, adereçome con ellos un pastel, hizome traer vino, preguntándome si quería otra alguna cosa; tanto la cuadró lo que de la fiança le dixe y el hallarme hábil para lo que ella había me

nester.

1

Ya vino el marido, y se le dijo como me habia recibido, con condicción que me diese estudio, y que el demás tiempo gastaría en cobrar cosas que se les debía, en escribirles lo que fucse menester en casa, y hazer la cuenta de muchas cosas que por falta de solicitador, y de quien supiese contar, estavan perdidas, y que no había de entrar ni salir en el oficio. Ansi fué: diéronme el hueco de debaxo de un escalera, un cofre con mi llave, y la del aposentillo: luego escribí á mis padres la buena fortuna que había corrido, y ellos me respondieron muy contentos, en particular mi madre, prometiéndome cumplir lo prometido.

Yo empecé mi obra, acudiendo á lo concertado, teníalos locos de contento, porque les leía en un libro, y todas las coplas nuevas que salían: regalábanme, queríanme y dábanme muchas cosas. Y después de bien ganada la voluntad me dixo, si la quería escribir un papel para un`su primo Familiar, de cierto Colegio: dije que si, y en el caso que mi ama quería bien al Familiar, y mi amo á una hermana suya. Llevésele, y fuí en él muy encomendado, y tanto que leido me llevó á su aposento, donde me hizo mil regalos, dándome confites y dineros, y ofreciéndome encomendarme al preceptor de la Gramática, para que tuviese particular cuidado conmigo. Y á todo ésto no cesaba yo de mirarle, y era ocasionado para ello, porque no he visto yo hombre más alto ni más cerrado de barba, más negra, ni tan apretada; tanto, que parecía de las escobillas con que nos limpiamos la cabeça. Era tan negro como mis culpas; y, como los dientes fuesen muy blancos y los lábios colorados, y lo demás tan negro, parecía riéndose Ganasa. Era cariredondo, todo lo que V. merced mandare, y las narizes tan romas, que parecía tenerlas derramadas por la cara: tenía una gran vara de medir espalda, y otra de pecho, y dos de cintura; dejaba de comer por mirarle: Ya me respondió al papel, y me fuí á casa, donde tam

El Lazarillo de Manzanares poco me hartaba de mirar á mi ama, porque como sea ver

(Continuación.)

¿Dónde vive? En Madrid. Y hallarás comodidad en breve, teniendo el fiador tan cerca: ¡miren que al cabo de la

dad que tras lo hermoso se suelan despeñar las voluntades me admiró mucho, que una mujer de sus partes se pagase de las del Familiar. Era blanca, ni muy flaca, ni muy gruesa, tenía lindas figuras, y hermosísimas manos; lindos ojos, gran donaire; y, finalmente, era muy dama; y toda ella rebuena. Que solenizó el papel, pensará V. mer

« AnteriorContinuar »