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mas nacidas de amor me sacaron hasta la puerta de Alcalá, donde muchas veces me abrazaron llorando tiernamente, y mi madre me besó infinidad dellas, mostrando mayor sentimiento, porque las mujeres de ordinario son más compasivas; y como mi padre volviese la cabeza me dió un Agnusdei de oro, y un rosario con muchas medallas, encargándome me fuese å Alcalá, donde, pues habia guiado por el camino de las letras, estudiase, que ella me acudiria con todo lo que pudiese, y sería no madre putativa, sino natural: yo la agradecí mucho el ofrecimiento y le acepté, y besándolos la mano á cada uno me dejaron y yo empecé á caminar hasta que los perdí de vista, donde me senté à aguardar el carro ó coche que me llevase, ya que tuvieron principio mis peregrinaciones.

CAPÍTULO III. CÓMO SE FUÉ Á ALCALÁ, Y SE ACOMODÓ

CON UN PASTELERO.

Considere V. merced que sentiria un muchacho solo, y que dejaba su tan amada patria, cuando menos la Corte; tanto lloré, tanto me afligi y tan desconsolado estuve que, á no llegar el carro, llegara mi fin, joh pecador de mi, era quien quiera lo que yo perdia!; mis padres habían de ser muy ricos, porque los dos eran mayores ladrones que antes, y ella muy gran hechicera, y esto la valia muchos ducados, y según lo que me querian, toda la hacienda había de venir á parar en mi. Subíme en él, y al otro día busqué por aquéllas calles algún estudiante á quien servir, para estudiar; sucedióme mejor, porque como llegase á una pastelería, cerca de la cual pregunté à uno si habia menester un criado, me encaró la pastelera, y yo á ella y llamándome me dijo, si tenía quien me conociese, ¿para qué? para recibirte yo: dije que si: y ¿fiarte ha? también me fiará.

(S: continuará.)

Poesias inéditas de Quevedo

En un manuscrito del siglo XVII, que poseemos y que contiene versos del conde de Villamediana, Góngora, y otros poetas del mismo tiempo hay muchas composiciones de D. Francisco de Quevedo, publicadas en su mayoria; pero algunas no las hemos visto impresas en ninguna de las

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sones y liras

y gaita zamorana

de mi codicia. El hombre sin talego

lego se queda;

que en mi orden el rico solo profesa.

El que solo promete mete cizaña que los prometimientos son para el alma. Es mi Mariquita

quita pesares,

digo que es quita pesos de á ocho reales.

Solo quien derrama

ama de veras,

que es amar á la peste amar á secas.

Mancebito guardoso

oso le digo,

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pues se lame las manos para sí mismɔ.

ROMANCE

Admitan vueseñorías dos frisonas voluntades, en amantes por arrobas á manera de vinagre. Con antojos y preñados nos juntamos esta tarde, cuando no de moliona galanes, sí de comadre. Mal podeis ser bien miradas si os mira de aquese talle · el señor ciri pascual

aleluya de visajes.

Dios os defienda, señoras,

que de marido os amague

quien para cansaros siempre

(1) Asi en el MS,; pero hoy la seguidilla, como sabe todo el mundo, es una estrofa de siete versos en combinación diferente de la usada arriba, En esta hay un artficio que hemos subrayado y consiste en repetir en el segundo verso de cada copla las dos últimas silabas del primero.

aun no ha empezado á cansarse.

Con los antojos en pié
acechaba como un ángel
el rodezno ballestero

de quien yo fuí platicante.
Hermosísima señora,
cuando quiera con él cases
á borujones sin sueldo
te atreves á condenarte.
Lobanillos ensartados
parece por esas calles,
poco magro para lonja,
mucho gordo para amante.
Si como el un ojo cierra,
entrambos ojos cerrase,
Cupido del Purgatorio,

no habrá tumba que le aguarde.
Por lo noble es muy ilustre,
por lo pesado muy grave,
enamorado mondongo,
es todo tripas y sangre.
La de ayer fué montería
con Dianas á millares,
adonde puerco y montero
andaban á los alcances.-
Esto cantaba un pastor,
que en negras bayetas yace
á la orilla de unas hachas
en estos caniculares.

AL RETRATO DEL REY D. FELIPE II

Apenas os conocía,
viejo honrado, en buena fé:
así parezca yo á todos
como vos me pareceis.
Y ese borrego dorado

que en vuestro cuello se ve
por León de nuestra España
conocí en vuesa merced.
Pardiobre que hasta pintado
amosais un no sé qué,
digo de amor y de miedo
por virtuoso y por rey.
Teneis buena catadura
y cara de hombre de bien;

Dios se lo perdone al tiempo.
que no habeis de envejecer.
Oí decir á mi cura,
fablando más de una vez,
que érades ome chapado,

de caletre y de saber.

¡Qué de batallas vencísteis!

¡Qué de triunfos que teneis!

¡Qué buen nombre que dejastes! ¡Qué gloria gozais por él! Cuando cercado de guardas en el palacio os miré

no cuidaba que la muerte entrara en tanto poder.

Luego que vueso fin supe,
esto al menos me debeis,
que por traer por vos luto
todo el gesto me tizné.
Muy buenas cosas hicisteis;
mas á mi juicio, pardiez,

el hacer rey á Filipo

la mejor de todas fué.
¡Cómo hubiérades holgado
de verlo con tal mujer,
que él sólo la merecía,
y élla sólamente á él!
Quitárabos muchas canas
si llegárades á ver
cómo gobiernan entrambos
cuanto de su cetro es.

¡Qué alegre con tales nietos
pasárades la vejez:

que la muchacha es bonita como mil oros, pardiez! Más gracias que un jubileo tiene para quien la ve, aunque sale de año en año, como el Rostro de Jaén. El infante es muy salado; más ¿cómo no lo ha de ser, si naciò para ser Pascua un Viernes Santo á las diez? Y, hablando con reminencia, zahorí diz que ha de ser; mas por que todo lo sepa, juro á San que me holgaré. Descansad, pues, noble viejo, que con ellos bien podeis; y vivan todos más años que vivió Matusalén. Esto le dijo á un retrato que estaba en una pared, del rey Philipe el Segundo un villano sayagüés.

ROMANCE.

Sábado en Guadalajara vimos á toda su Alteza, archiduque por arrobas, cara de Santo de piedra. (1) Labio de beber á chorro, que dicen majestad belga, los que apesar de Rodrigo llaman Caba á la taberna. Tres jornadas de andadura tiene su cara y su texta,

pues madrugando de un labio

se va á dormir á la oreja.

Dijo las siete palabras:

copra, Vu Excelencia, seda,

(1) El Archiduque Carlos Alberto, gobernador de Flandes y cuñado de Felipe III,

la sua persona, obedisco, la matina, andemo, afreta. Con vuestra carta mostró archiducal complacencia, dióme el porte en coche y proa: el Señor se lo agradezca. De sólo aquesta jornada vuelvo como servilleta, alemanisco de sorbo de un amago de su mesa. Con él comió el Almirante, que con taza recoleta, á su talega de vidrio daba muy corta respuesta. De fraile mira las niñas, mas á su concupiscencia Vergel se le ofreció ya (1) por lucero de braguetas. Y viene el pobre señor entre Vergel y entre sierras con engarce de cuchillo, con tapador de linterna. Esto es hablando de burlas; que aseguro á Vuexcelencia

que es tan cortés como Hernán, príncipe de muchas prendas. El Almirante los honra, y D. Luis Bravo los reza,

aquí mugre y allí caspa: harto os he dicho; miredla.

ESTANDO PRESO FUERA DE MADRID UN DÍA DE SAN MIGUEL
ACORDÁNDOSE QUE OTRO TAL HABÍA VISTO Á FLORI

Si yo tengo de pasar
á San Miguel aquí preso,
de San Miguel será el peso
y mío será el pesar.

Y si he de estar desterrado
el San Miguel que vendrá,
otras almas pesará
quien la mía se ha pesado.

Yo no entiendo en qué ofendí
á San Miguel ni en qué modos,
que es franco para con todos
y avariento para mí.

Por ver á Flori la cara,
San Miguel, un breve rato
á tus pies con garabato.
plaza de diablo pasara.

De alma no puede ser que sirva en tu peso yo, que á ojo me la llevó Flori sin pensar ni ver.

SONETO

Padre, yo soy un hombre desdichado,

(1) Parecece aludir al desdichado Pedro Vergel, objeto de burlas de los poetas de aquel tiempo.

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El inmortal Cervantes, hablando de Lope de Rueda, dijo que «Por hombre excelente y famoso lo enterraron en la iglesia mayor de aquella ciudad (Còrdoba) entre los dos coros.» El poeta Francisco Ledesma, en un soneto A la muerte de Lope de Rueda, inserto en las obras del gran comediante, en la edición que poco antes de su muerte hizo nuestro inolvidable tío D. Feliciano Ramírez de Arellano, marqués de la Fuensanta del Valle, dice lo siguiente:

Aquí, bajo esta piedrareposando
está Lope de Rueda tan famoso.
En Córdoba murió. . . . . . etc.

Apesar de estas dos afirmaciones tan rotundas, se ha discutido mucho sobre si el célebre batihoja sevillano

(1) El Sr. D. Rafael Ramírez de Arellano, literato cordobés, bien conocido por diversos trabajos históricos y de arte español que han visto la luz pública, nos ha favorecido con el adjunto articulo, que contiene el testamento del padre de nuestro tetaro popular, del gran Lope de Rueda, como le llamó Cervantes.

Este precioso documento en absoluto ignorado, hasta que tropezó con él el Sr. Ramirez de Arellano, nos da importantes noticias del signe batihoja sevillano que, unidas á las que la erudición moderna ha ido atesorando sirven para conocer ya algo más de cerca la interesante figura de aquel patriarca de nuestra escena.

Los amantes de nuestras letras agradecerán al Sr. Ramirez de Arellano su descubrimiento y, por nuestra parte, hemos hecho fotograbar el tosco retrato, pero el único auténtico, de Rueda, que figura en su libro intitulado El Deleitoso, publicado en 1557 por su gran amigo el lib ero valenciano Juan Timoneda.

muriò en Córdoba ò en otra parte, y hasta ahora no se había podido poner en claro tal hecho. El digno señor Magistral de la Catedral cordobesa, D. Manuel González Francés, tuvo la curiosidad de registrar los libros capitulares de 1565 á 67, y no hallò acuerdo alguno, siendo así que si se le hubiera dispensado la honra que supone Cervantes, constaría el acuerdo del cabildo. Quedo con este examen el punto tan oscuro como antes estaba, hasta que una feliz casualidad ha venido á resolverlo, y es el hallazgo que hemos tenido en el archivo de protocolos, del testamento del célebre come diante, extendido ante Gonzalo de Molina el día 21 de Marzo de 1565; y si bien por él no se puede saber si muriò ó no entonces, es casi seguro que debió ocurrir el fallecimiento, por que estaba moribundo hasta el extremo de no poder firmar, y por que después de esta fecha no se hallan de él memorias por ninguna parte.

Por este interesante documento se sabe que el enterramiento que había de ocupar no era debido á distin ción del clero catedral, sino por derecho propio, pues había de inhumársele en la sepultura que él había comprado para su hija Juana, fallecida en Córdoba probablemente con pocos años de antelación.

El testamento lo guardábamos para insertarlo en la historia del teatro en Córdoba que tenemos acabada, pero como aun no nos es posible publicar aquel libro, y algunos amigos tienen natural impaciencia por conocer un documento tan de primer orden como este, nos hemos decidido á darlo por anticipado en las columnas de esta REVISTA, como testimonio de nuestro amor á las letras pátrias, tan necesitadas de que se aclare cuanto á nuestros grandes hombres conviene. Helo aquí:

<<Sepan cuantos esta carta de testamento vieren, como yo, Lope de Rueda, hijo de Juan de Rueda (difunto) que Dios haya estante al presente en esta Ciudad de Córdoba en la collación de Santa María en las casas de Diego López, maestro de enseñar á leer mozos, estando enfermo del cuerpo y sano de la voluntad y en mi buen juicio y entendimiento natural, cual Dios nuestro señor me lo quiso dar, e creyendo como creo firmemente en la Santa Fé católica, y en la santí ima Trinidad y en todo aquello que tiene é cree la Santa madre Iglesia, así como todo fiel e católico cristiano debe tener e creer y por que no hay cosa más cierta que la muerte ni más dudosa que la hora de ella, conozco e otorgo que fago o ordeno mi testamento á honor e reverencia de Dios, Nuestro Señor, y de la bien aventurada Virgen gloriosa Nuestra Santa Maria su bendita madre abogada de los pecadores con toda la corte celestial, en que primeramente mando mi ánima á Dios nuestro Señor que la fizo, crió e redimió, que él por su santa misericordia e piedad la quiera perdonar y la mande á su santa gloria de paraiso.

E cuando á Dios nuestro Señor pluguiere que de mi acaezca finamiento, mando que mi cuerpo sea sepultado en la iglesia mayor de Córdoba, en la sepultura donde está sepultada Juana de Rueda, mi hija.

Mando que el día de mi enterramiento me digan en la dicha iglesia mayor, los clérigos de ella, una misa de requien cantada con su vigilia y en los nueve días primeros siguientes del dicho día de mi enterramiento me digan en cada un día de ellos una misa rezadá y en fin de los dichos nueve días me digan e hagan los mismos oficios e obsequias del dicho día de mi enterramiento.

Mando que digan por mi ánima un treintanario de misas, abierto, é que lo digan en la iglesia de Santa María la mayor., Mando que digan por mi ánima la misa del ánima en el monasterio de la Victoria, con más nueve misas de pasión por mi ánima.

Mando que digan por mi ánima las misas de Santo Agustín de Córdoba en la capilla de Nuestra Señora de Gracia.

Mando que digan por las ánimas de tres personas á quien yo soy encargo, veinte ducados de misas, y que las hagan decir Diego López, maestro, en los monasterios de frailes más pobres de esta ciudad e de fuera de ella que á él le pareciere e fuere su voluntad.

Mando á la obra de la iglesia mayor de Córdoba un real por reverendo á los santos Sacramentos que he recibido y espero recibir.

Mando à la santísima Trinidad y á la Santa Cruzada y á Santa María de la Merced, que son en esta ciudad y cerca de ella, á cada casa y orden dos mrs. para su redención de los cristianos que están cautivos en tierra de moros.

Mando á las emparedadas de todos los emparedamientos de esta ciudad e á cada casa de emparedamiento, dos reales; y encomiéndoles que rueguen á Dios nuestro Señor por mi ánima.

Mando á las obras, casas y ermitas de nuestra señora Santa María la Madre de Dios y á la Fuensanta e del Pilar e Linares, e San Antón e San Sebastian e San Lázaro e de nuestra Señora del Carmen, que son en esta ciudad y cerca de ella á cada una casa de estas, dos reales por ganar sus santos perdones é indulgencias.

Digo y declaro que yo tengo y dejé en la ciudad de Toledo, en la posada de Juan de Soria, mesonero que vive á la vayada junto al Carmen, dos cofres el uno de pelo blanco y el otro de pelo negro, en los cuales dejé, en el cofre de cuero blanco tres mantas y una antepuerta de paño de corte e una carpeta nueva, tres zayas, una de tafetán carmesí, otra de paño de mezcla guarnecida de terciopelo morado e otra de grana blanca guarnecida con felpa blanda, y un brasero de pié grande, una caldera mediana, un cofre, un aduafe de hierro, un brasero de caja de cobre, una olla de cobre, una cazuela de cobre, cuatro candeleros de azófar, una paila de azofar, un calentador de cobre, dos cazos de cobre, un cazo de cobre de sacar agua, un acetre de cobre, una caldereta de azofar, cuatro cucharas grandes de hierro, unas trévedes grandes, cuatro azadores, un caldero de sacar agua, unas parrillas grandes, un royo, un almirez de metal con sn mano de metal, dos sartenes grandes e otra pequeña, los cuales dichos bienes de suso declarados yo dejé en poder del dicho Juan de Soria en prenda de diez ducados menos cuatro reales que le debo. Mando que cobren los dichos bienes del susodicho e le paguen los dichos diez ducados menos cuatro reales, y así lo juro á Dios y á la Santa Cruz que es verdad.

Declaro que yo dejé en la dicha ciudad de Toledo, en casa de Cuéllar, calcetero que vive al arrabal de Santiago, un cofre y dentro de él seis sábanas de lienzo casero y la otra con cuatro tiras de red y mosselina de red de á tres varas cada una, cuatro delanteras de red, dos almohadas de red, un frutero de red, tres tablas de manteles, dos manguitos de terciopelo, una imagen de nuestra Señora con su niño Jesus, una zaya de paño verde guarnecida con terciopelo verde, los cuales dichos bienes yo dejé empeñados en poder del dicho Cuellar por tres ducados que le debo. Mando que se les paguen e cobren los dichos bienes.

Declaro que yo dejé en la dicha ciudad de Toledo empeñado en un joyero que conoce Angela Rafaela, mi legítima mujer, un cordón de plata en dos ducados; mando que se los paguen e cobren el dicho cordón de plata.

Declaro que yo dejé empeñado en casa de Herrera, lencero,

en la dicha ciudad de Toledo, una cama de red oplada con su corredor, embuelta en una tabla de manteles, en ocho ducados, mando les paguen e cobren la dicha cama.

Declaro que Juan de Figueroa, clérigo vecino de la cindad de Sevilla, me debe y es deudor de cincuenta y nueve ducados del resto de nuventa y seis ducados que me debía de doce días de representación que representé en una casa una farsa á ocho ducados cada un día, y los treinta y siete ducados restantes al cumplimiento de los dichos noventa y seis ducados, el dicho Juan de Figueroa quedó de los pagar á Juan Díaz, platero, vecino de la dicha ciudad de Sevilla, por mí y en razón de ciertas hechuras de horo que fizo á Angela Rafaela, mi mujer, y de un conocimiento mío de quince ducados, que contra mí tenía. Mando que se cobren del dicho Juan de Figueroa los dichos cincuenta y nueve ducados, y si pareciere no haber pagado los dichos treinta y siete ducados, cobren del dicho Juan de Figueroa los noventa y seis ducados por entero y le den y entreguen una cadena de oro que está en prenda de ellos y está depositada en la villa de Marchena por mandado del Duque. Declaro que en poder de Diego López, maestro de enseñar á leer mozos, está una cadena de oro empeñada en diez ducados; mando que se los paguen y cobren la cadena.

Mando á Francisco de Cordiales e á Juan Bautista e à Andrés Valenciano, mis criados que están en mi casa, á cada uno de ellos una capa e un sayo e unos calzos de paño negro veinticuatreño, y un jubón y dos camisas de lienzo, y unos calcetines y unos zapatos, lo cual le mando á cada uno de ellos por razón y entero pago del servicio que me han hecho.

E cumplido e pagado lo contenido en este mi testamento en la manera que dicha es el remanente que fincare de todos mis bienes, raices y muebles, títulos, derechos y acciones, mando que los haya y herede Angela Rafaela mi legítima mujer á la cual yo hago y establezco é instituyo por mi legítima e universal heredera en el remanente de mis bienes der chos e acciones E para cumplir e pagar lo contenido en este mi testamento, hago mis albaceas y ejecutores de él á la dicha Angela Rafaela, mi mujer, y al dicho Diego López, á los cuales doy poder cumplido in solidum para que entren y tomen mis bienes y de ellos vendan, cumplan y paguen todo lo contenido en este mi testamento y en esta parte les encargo sus conciencias

Revoco e anulo e doy por ningunos e de ningún valor e efecto todos cuantos testamentos mandas e codicilos que yo fice e tengo fechos e otorgados antes de este en cualquier manera que otro alguno quiero que valga salvo este que es mi testamento e testimonio de la mi postrime: a voluntad, en testimonio de lo cual otorgué esta carta de testamento ante el escribano público de Córdoba e testigos de yuso escritos que es fecha e otorgada esta carta de testamento en la dicha ciudad de Córdoba en las casas de la morada del dicho Diego López veintiun dias del mes de Marzo, año del nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo de mil e quinientos e sesenta y cinco años. Testigos que fueron presentes al otorgamiento de esta carta de testamento: Diego López, albacea susodicho, e Martín Correa e Andrés de Baena, escribano, e Diego de Mora, sastre, e Pedro de Quintana, alguacil, que fué de esta ciudad, vecinos e moradores de la dicha ciudad de Córdoba y por que el dicho Lope de Rueda testador dijo que no podía firmar à causa de su enfermedad firmó por él el dicho Diego López e Martín Correa e el dicho Andrés de Baena, testigos susodichos. Diego López, Andrés de Baena, Martín Correa, Gonzalo de Molina, escribano público de Córdoba so testigo.>>

Este documento inapreciable se encuentra en el tomo 111 del oficio 31, folio 56, en el archivo de Protocolos. Por él se pone en claro, pensando en buena lógica, lo

referente á la defunción y enterramiento de Lope: se saben los nombres del padre y de la mujer, la existencia de una hija única, fallecida antes que él: se ve que los toledanos no correspondieron con su dinero al trabajo del comediante, antes bien le pusieron en el imprescindible y triste deber de empeñar casi todo su pobre ajuar para poder trasladarse á otro lado. Puede deducirse que en Còrdoba le fué mejor, tanto mejor cuanto que tiene posibilidad de desempeñar sus bienes, y se da también la noticia de representaciones dadas en Sevilla y aun no pagadas.

A nuestro entender, los que llama criados, ó sean Francisco de Cordiales, Juan Bautista y Andrés Valenciano, así como el testigo Martín Correa, son los indivíduos de la compañía. Nos fundamos para ello en que la palabra criado no tenía aun el significado que hoy, conservando la de educado y mantenido en la casa, así como amo no era el señor, sino el que criaba á otro á sus espensas. Ademas, entre ellos cita á Juan Bautista, y, sabido es que Agustín de Rojas, habla de un comediante de este nombre, autor de comedias y compañía, entre los contemporáneos y compañeros de Rueda. Lo mismo sucede con Correa, si bien Rojas le llama Juan, y en el testamento dice Martín. Rojas dice:

...«Pues dejando aparte los antiguos, que fueron Lope de Rueda, Bautista, Juan Correa, Herrera y Navarro, que aunque dieron principio á las comedias, no con tanta perfección como los que agora sabemos y hemos conocido.>>

Si hubo un Bautista compañero de Rueda, ese debe ser el Juan Bautista á quien le manda un traje, y en cuanto al Correa puede ser error de Rojas Villandrando llamarle Juan por Martín, atendiendo á que este escribía en tiempo muy posterior al en que aquellos comediantes famosos florecieron. El Andrés Valenciano puede ser quien entregaba las comedias de Lope á Juan de Timoneda que nos las conservó publicándolas, si es que Valenciano no es apellido, sino calificativo del lugar de su nacimiento.

Diego López, maestro de escuela, huésped de Lope, era hasta hoy casi desconocido.

En el mismo año de 1565, los escultores, entalladores y canteros de Córdoba le enviaron á Sevilla á traer copia de las ordenanzas que allí tenían tales artistas, para que en Córdoba las hicieran iguales por que aquí no las había.

Fué escritor, y queda de él una rarísima obra titula da así: Verdadera relación de un martirio que dieron los turcos en Constantinopla á un devoto fraile de la orden de San Francisco, y de los trece que están en el Santo Sepulcro de nuestro Redentor Jesucristo en Jerusalen, que venía de Italia, su tierra, con un villancico de la obra, compuesto por Diego López, vecino de Córdoba. Cen dos milagros de nuestra Señora del Rosario. Valencia, junto al molino de la Rouella, año de 1585.

En 4. letra gótica, á 2 columnas, 4 hojas con figuras. La imprenta del Molino opinamos que es la de Timoneda y que López se valió de él por conocimiento

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