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CAPITULO VIII

EL CODICE COLOMBO AMERICANO

Las copias entregadas a Nicolás Oderigo.

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Un breve y gratis viaje a
Columna y busto conme-

Génova. La sala del palacio Ducal.
morativo. — A. Jal, cicerone y jefe de la sección histórica de la
marina francesa. El cofre, el "Códice" y la barjata de cordo-
ban. Lluvia de documentos. - Las aventuras de los Códices.
El milagro de la reproducción. Mercaderes o falsarios sin es-
crúpulos. - Génova se había olvidado del descubridor. - Otra vez
Casoni en danza. Reacción patriótica en Italia. Harrisse, cl
"Códice" genovés y el violín de Paganini.

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De las noticias que nos han trasmitido los historiadores, se desprende que Colón hizo un traslado auténtico y autorizado, de todos los documentos relativos a las gracias, privilegios, donaciones y títulos que había obtenido, cuyos originales tenía y quedaron en poder de Fray Gaspar Gorricio, monje de la Cartuja de Sevilla, que fué uno de sus más constantes amigos y fieles cumplidores de su voluntad.

Se asegura que fueron dos las colecciones de copias que Colón ordenó trasladar de los originales, las cuales se sacaron por ante notario, y previa licencia de los alcaldes de Sevilla, Esteban de la Roca y Cristóbal Ruíz Montero.

Ignorábamos que para sacar unas copias y aún para testificarlas, se necesitara, a principios del siglo XVI, la autorización de los alcaldes de la villa o corte en que se llevaran a efecto estos sencillos traslados. Comprendemos la intervención del notario si se quería legalizarlas en forma; si como se apunta, aquella formalidad era necesaria para los fines que perseguía el Almirante, que eran entregar una de estas colecciones al embajador de Génova en la corte de España, copia que encomendó a Micer Francisco Rivarola. La otra copia la conservó Colón en su poder; pero unos días antes de emprender su cuarto y último viaje, la entregó a Francisco Cataneo para que como la anterior, fuera entregada al embajador de Génova en España Nicolás Oderigo, sin duda y como nos lo advierten los historiadores, por si se terciaba cualquier contingencia.

Claro está que estas copias, se le entregaban al embajador de Génova en España, para que por su conducto llegaran a poder de la Señoría. Representaba el testamento histórico que Colón legaba a su patria, temiendo, dada su avanzada edad y los peligros de aquél último viaje, que le sorprendiera la muerte en el camino, y por la misma razón, ya obraba también en poder de Fray Gorricio, el testamento

legalizado de que el mismo Almirante nos habla, en lo que ha dado en llamarse CODICILO, otorgado el día víspera de su fallecimiento, en Valladolid.

Y ahora viene lo realmente raro, por no decir sospechoso. Nuestros lectores habrán supuesto juiciosamente, que la primera copia entregada por Colón a Rivarola y por éste a Oderigo, fué despachada como documento de Cancillería a Génova y si no la primera, por cualquier contingencia, cuando menos la segunda, encomendada al cuidado de Francisco Cataneo.

Porque ¿qué otra cosa quiere decir "póngalos en buena guardia”. aunque testifiquemos con documentos apócrifos -"póngalos en buen recabado" ecta?

Además, en otra carta apócrifa a los Muy Nobles Señores del Oficio de San Jorge, también les advierte que ha enviado a Micer Oderigo un traslado de sus privilegios y cartas, para que los ponga en buena guardia y ruega a los Muy Nobles Señores que los vean. De manera que para verlos, les tenían que ser entregados y el advertirlo, equivalía a decir, que se los remitía para que estuviesen bajo tan noble custodia.

Pues bien; ni las primeras copias, ni las segundas, fueron a poder del Oficio de San Jorge. ¿Causa? ¡Chi lo sa!

Pero la historia nos dice que estos documentos tan preciosos estuvieron en poder de los Oderigos en depósito, hasta el año 1670 que fueron entregados por Micer Lorenzo Oderigo, descendiente de Nicolás, a la República de Génova.

Esto parece increíble; pero a falta de más apreciables razones, hemos de aceptarlo como bueno.

Quizás nuestros lectores arguyan que al fin y a la postre, fueron a parar a los archivos de la Señoría; y aquí sí que viene a pelo, aquel adagio de "que nunca es tarde si la dicha es buena" y aquel otro de que "vale más tarde que nunca" ecta. Pues no señor: una de estas famosas copias de colecciones y la más completa, según los historiadores, fué comprada por orden del rey de Piamonte en el año 1816 en una subasta de objetos del conde Cambiasso, y ya en poder del rey del Piamonte, regalada por éste al Municipio de Génova. ¡Diablo!

¿Y la otra colección? Pues la otra colección, no se sabe por qué artificios fué a parar al Ministerio de Estado de París. Así lo afirmó Mr. Harrisse y que es cierto, lo demuestra que tengamos en nuestro poder, una copia de la copia de esa colección, con un sello de garantía que dice: "DEPTO DES ARCHIVES DES RELATIONS EXTres" que lleva al centro un águila con las alas medio desplegadas y arriba una corona al parecer real.

¿Pero, no habíamos quedado que Micer Lorenzo Oderigo, descendiente de Nicolás, había entregado ambas copias a la República de Génova?

Ciertamente que en eso habíamos quedado; pero no fué así, o parece que no fué así, y caso de ser así, salieron por embrujado encantamiento de los archivos de Estado de la Señoría. Como ocurrió esto, no nos lo dicen los historiadores, aunque los historiadores sepan tantas cosas.

Ahora si nuestros lectores no lo toman a mal, vamos a trasladarnos a Génova. Es un viaje corto y gratis el que les proponemos, con el solo objeto de visitar una sala del Palacio Ducal. Nos acompaña el Sr. A. Jal, Jefe de la Sección Histórica de la Marina Francesa.

Hénos ya en la famosa sala, que no ofrece por sí particularidad alguna y su decoración sencilla, a primera vista, nada tiene de notable. En esta sala o salón, nos advierte el Sr. Jal que es el lugar donde delibera el consejo de Senadores. Una gran mesa cubierta de holgado tapete verde; varios sillones; una triple urna para las votaciones; un busto del rey bastante mediano... y un pequeño monumento consagrado a Cristóbal Colón, es todo lo que comprende el mueblaje y adorno de la estancia.

Claro está, que a nosotros lo que nos interesa es la columna y el busto de Colón. La columna es corta, adornada de follajes y tiene esculpida una inscripción latina, grabada con elegancia, que anuncia al visitante, que en un cofre que sirve de base a la imagen del Descubridor, se guardan papeles y cartas importantes para la historia del scopritor dell'América.

También nos lo dice el Sr. Jal, que con el auxilio de un amable empleado, procede a abrir la puerta del cofre que es de bronce: lo demás, busto y columna, es de mármol. La efigie marmórea del Almirante, si nos atenemos a los retratos que nos describieron sus contemporáneos, incluso su hijo Don Fernando Colón, tiene el parecido que puede observarse entre el huevo y la castaña, aunque haya sido esculpida por el Sr. Peschiera.

Abierto el cofre, sale a luz el tesoro que encierra. Es un códice escrito en español sobre pergamino y su tamaño es de folio pequeño. La cubierta es de cordobán rojo, con dos corchetes de plata a cada lado. Está encerrado en un estuche o saco de piel, que tuvo un tiempo cerradura de plata, según lo dice una de las cartas autógrafas de Cristóbal Colón, agregadas al manuscrito. La cerradura ha desaparecido, pero nos queda el consuelo de admirar las huellas que ha dejado en el cuero.

Pongamos ahora atención, que el Sr. Jal nos va a mostrar alguno de los documentos que, formando libro, se guardan en el saco de cordoban.

Abierto el Códice, lo primero que se ofrece a la vista es una carta original de Felipe II, rey de España, al Dux de Génova Octavio Oderigo, felicitándole por su elección. La carta lleva fecha 6 de Noviembre de 1566, y aparece firmada así: "Yo el Rey" y autorizada por Go Pérez. El Sr. Jal saca calco de estas dos firmas, cuyos caracteres, dice, que son muy interesantes. Desde luego que no se nos alcanza qué tendrá que ver la carta de Felipe II a Oderido, el Dux, con el descubrimiento de América. Probablemente lo mismo opinan nuestros lectores; pero lo cierto es, que esa carta está incluída en el Códice. (1)

Después de la carta de Felipe II, hay una hoja de pergamino con una nota de Lorenzo Oderigo, en la que refiere el donativo que este descendiente de Nicolás, hizo a la República en el año 1669 de aquél

(1) Este documento, ya es sospechosísimo, porque Felipe II no se significó ciertamente por los autógrafos. Por lo tanto; o representa una gracia verdaderamente excepcional, o es otra de tantas invenciones con que se ha querido sorprender la buena fe del público.

volumen, que contenía las cédulas enviadas por Cristóbal Colón en 1502 a su confidente. Esto, a nuestro entender es importantísimo, porque denota que el que sustrajo los documentos de los archivos de la Señoría, no se preocupó poco ni mucho de este detalle que en todo tiempo lo denunciaba como ladrón de documentos de Estado. Ahora bien; si el Códice estaba entre los objetos que pertenecieron al conde Cambiasso, sobre éste aparentemente, debe caer toda la responsabilidad de la desaparición de aquellos interesantes documentos.

Viene enseguida el frontis, en letras negras y rojas, con arabescos a pluma y de carácter gótico, que según el Sr. Jal es un trabajo menos que mediano; en cambio el Sr. Harrisse ha dicho que es una preciosidad.

Después de la portada se encuentra el sello de Colón, el que usó cuando después del descubrimiento, obtuvo las dignidades de Almirante, Virey y Gobernador de las Indias.

La tabla de los documentos contenidos en el Códice, precede inmediatamente a aquéllos, que ocupan 42 hojas numeradas en un solo lado. Describirlos uno por uno, sería una tarea engorrosa y que a nada en realidad conduce. A la vuelta del folio 42, se ha añadido la bula del Papa Alejandro VI, referente a la línea de demarcación tirada en provecho de los reyes de España. Un alegato del Almirante defendiendo sus derechos, fundados en los privilegios que le fueron concedidos; después otro escrito que es un comentario de las capitulaciones entre el rey Don Fernando y Colón antes de emprender el famoso viaje. Una carta de Colón al ama del príncipe don Juan, heredero de la corona. Esta carta forma el número 44 del manuscrito. A continuación dos cartas autógrafas del Almirante: la primera dirigida al embajador Messer Niccolo Oderigo, escrita desde Sevilla, el 21 de Marzo de 1502; la segunda fechada también en Sevilla; pero el 27 de Diciembre de 1504, escrita al mismo Oderigo, y las dos se refieren a la remisión que hizo del traslado de sus cédulas y provisiones reales a aquel Niccolo, su amigo. También una carta de los señores del Oficio de San Jorge y la carta de gracias de estos señores al Descubridor, muy enaltecedora por cierto.

Hemos dicho en un principio, que las copias sacadas o mandadas a sacar por Colón de sus más importantes documentos, fueron dos; pero he aquí que por noticias posteriores, nos enteramos que no fueron dos, sino cuatro las copias que se hicieron de los documentos que guardaba Fray Gorricio del Monasterio de las Cuevas de Sevilla. Parece ser que otra de las copias la dejó depositada en el monasterio de la Cartuja juntamente con los originales, y que la otra, la llevó a las Indias Alonso Sánchez Carvajal.

De esas cuatro copias, tres fueron hechas sobre pergamino y una sobre papel. Esto puede verse en el certificado notarial que aparece incluído en el Códice genovés (infra pag. XXXIX). También sabemos que la copia escrita en papel, fué la que llevó a las Indias Alonso Sánchez Carvajal. Este Carvajal salió para Santo Domingo el 13 de Febrero de 1502 llevando la copia del Códice en papel, y los historiadores suponen que fué destruída por el anobio o la polilla a través del tiempo.

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