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son conchas y ceniza; las conchas son los restos botados al tiempo de la preparación de la comida, la ceniza es el residuo del fuego con que la preparaban. Es raro hallar conchas quemadas y no sería extraño que faltase la ceniza arrastrada por el viento, pero los restos de artefactos mezclados con las conchas, constituyen una prueba palpable de que la acumulación de las conchas es obra del hombre, como sucede en la boca del río de Ica. Los conchilios en depósitos de extensión más grande pertenecen generalmente á una serie de diferentes especies; muchas veces una docena ó más de ellas, pero en los residuos de cocina existentes en el Perú, todavía no se ha encontrado ningunas que pertenezcan á especies extinguidas. Estas van acompañadas de una manera subordinada, por restos de otros animales del mar (balanus, echinus, cangrejos, etc.,) vértebras de pescados, huesos de aves, mammalia, comociervos, venados y especies de auchenia, que hacen suponer que esos hombres tenían cierta variedad en sus comidas. Todavía se encuentran venados en todas partes, en lugares no muy apartados de la costa, pero faltan las especies auchenia (huanacos), sobre todo en el norte.

Estos residuos de su alimentación el hombre, solamente semiconsciente de su actividad, los amontonaba en capas estratificadas y en montones. Por eso, un corte hecho en un cerrito de conchas mezcladas con ceniza, nos demuestra una multitud de rayas angostas de diferentes colores y tamaños, generalmente poco extensas. Esto proviene del cambio de comidas y del cambio de conchas que empleaban en su alimentación;quizá también del grado de cocimiento que daban á las conchas y de la cantidad y calidad de la leña que en ello empleaban. Los huesos quemados dan rayas amarillas, pero estas rayas amarillas faltan aquí en la proporción que tienen, por ejemplo, en los montones de conchas de California, donde era costumbre quemar los muertos. En los cortes practicados en algunos montones de conchas se ha observado un fuerte olor á amoniaco. Además, estos residuos de coci- | na están mezclados con muchos vestigios de habitaciones; y no pocas veces con restos de esqueletos humanos, que mani-/ fiestan que allí enterraban sus muertos.

Las piedras ennegrecidas y deseminadas por todas partes

y mezcladas con restos de conchas, son las que habían servido para abrir éstas ó para formar los fogones. En varias partes se observa entre las capas de conchas filas de piedras, á manera de empedrado superpuesto. No faltan hogares antiguos, y de vez en cuando se descubre un moledor ó un palo, cuya parte inferior está clavada al lado de filas de piedras grandes que bordeaban una choza.

En todas partes están entremezclados con la negruzca tierra fragmentos de ollas, pedazos de caña, trozos de madera; de vez en cuando se vé también pedazos de trapos y de redes.

No es raro encontrar de esos artefactos intactos, como útiles para hilar é instrumentos hechos de huesos.

Muchos restos demuestran una manera de vivir relativamente cultivada, come por ejemplo, los útiles para hilar,aunque también suele encontrarse ciertos instrumentos hechos de huesos humanos (cerca del faro de Supe), ó fragmentos de cráneos y canillas humanas partidas (en las inmediaciones de la boca del río de Ica).

Entre los residuos de cocina se hallan entierros cerca de la superficie, y, en los demás cementerios antiguos, se ies halla junto con algunos objetos. En este caso puede suponerse que han sido formados los entierros después de haberse suspendido la acumulación de los residuos de cocina. Otros entierros, generalmente pobres, se encuentra á mucho mayor profundidad, hasta diez metros de la superficie. Una parte considerable de ellos son de criaturas y han sido hechos mientras se iba formando la acumulación, y la profundidad á que se les encuentra responde al tiempo que ha pasado después que se les enterró.

La superficie de los residuos de cocina es, por lo general, desierta. Las mismas cosas que forman su interior se encuentran á veces encima, como fragmentos de ollas, hilos, restos de tejidos, útiles, cuentas de piedra, etc. y á veces, por casualidad, se encuentra un moledor, palos parados y restos de paredes de chozas; y también terrazas de habitaciones antiguas, hechas en la superficie. Siempre ha sido motivo de admiración cómo se ha pódido hallar un número tan infinito de entierros, una civilización tan rica en las tumbas

de las áridas playas de Ancón, á no pocas leguas de las poblaciones de los valles. En esos entierros los muertos eran sepultados con rica indumentaria de lana y algodón, canastos, adornos, instrumentos y armas de oro y de cobre, frutas de las más variadas clases, yuca, camote, maíz, pallares, lúcuma, ají, pacay, maní etc. No había escasez de madera, como se puede ver por los palos contenidos en los entierros. ¿Cómo ha sido posible verificar miles de entierros en esta desolada playa, que apenas habría dado lo suficiente para sustentarse á las aves marinas? Los arqueólogos G. Reiss y A. Stübel (c. descripción de pl. 2) no quisieron negar la posibilidad de que hubiese existido allí una población, en razón de existir un cementerio, cuyas tumbas se cuentan por miles;pero encuentran el hecho extraño dada la escasez de recursos ese lugar. Ch. Wiener (Perú et Bolivie p.54)no acierta á explicar la ausencia de casas en la vecindad de los numerosos entierros que allí existen, sino por la hipótesis de que en Ancón sólo se daba sepultura á las víctimas de la guerra durante muchos años. También se ha sentado la teoría de que la ciudad de donde procedían los cadáveres sepultados en tales, tumbas ha sido arrasada por el mar,lo mismo que las chacras que proporcionaban alimento á sus habitantes, ó que los pobladores cultivaban las tierras que hay al lado de la necropolis, donde no hay ni una gota de agua en la superficie. Que existía ella en cantidad suficiente para la población, se vé claramente en los pozos de agua, un tanto salubre, que hasta hoy hay en Ancón. ¿Pero, de dónde sacaba la gente la enorme cantidad de leña que ha sido indispensable para acumular tan inumerables montones de ceniza?

Que una población puede sustentarse, aún en el Perú, viviendo sobre montones de conchas, se comprueba con la existencia de restos de chozas hallados en el interior de los montones de esa naturaleza que hay en Ancón, y de las piedras de moler que en parte aún existen diseminadas en el suelo. que aún podían formar pueblos organizados, de algunos restos como casas bien dispuestas, con patios; de la muralla construida al norte de los montones de residuos y de las construcciones que hay al sur de ellos, en la cumbre más alta del cerro, que tiene el aspecto de una fortaleza. La agri

cultura no era necesaria al hombre que vivía sobre montones de conchas. La tierra está completamente árida al rededor de Lomas, en una distancia de seis leguas y resul ta que ni ahora hay, ni pueden haber existido antes chacras; por eso tampoco las chacras eran de una necesidad inprescindible para la subsistencia de la población antigua de Ancón. Ni aún es dable suponer que los pobladores dividiesen su tiempo en las poblaciones de los valles y aquellas formadas en los montones de conchas. ¿Con qué propósito, pues, habían enterrado sus muertos en Ancón? Si precediesen de una población de los valles los habrían enterrado de preferencia en el valle de Chillón, por ejemplo.

La población que vivía en las peñas de Lomas ¿cómo habría podido cultivar chacras en Chaviña, cuando este lugar dista como seis leguas de Lomas? Tenemos que aceptar, por estas razones, para los montones de conchas existentes en el Perú, poblaciones que tenían residencia fija encima de ellos. Todo lo que no les prestaba el mar y los alrededores en carne, etc., tenían que recibirlo por el intercambio con los agricultores de los valles, á quienes, por su parte, proveerían de pescado y conchas para su alimentación. Quizás esto explique también el que se encuentre conchas marinas en las tumbas hechas en los valles. En el del Rímac, hacia el interior, hasta Cajamarquilla, y en los pueblos antiguos del valle de Ica, se hallan numerosos restos de conchas diseminadas en la superficie del suelo, á una distancia de doce y más leguas del mar.

También tenían los pueblos remotos otros recursos para su sustento. En varias partes de la costa se encuentran prolongados trechos de peñascos llenos de hoy os de poca profundidad. Así, los hay cerca del puerto de Supe, cerca de Lomas y en otros lugares más. Cavando y buscando en estos hoyos nada se encuentra, pero cortando senderos trazados por la planta humana, no es difícil hallar un hilo, una pita antigua ó una coronta de maíz, que solo puede haber sido dejada allí por indios que frecuentaban esos lugares. Atravesando con una lampa los puentecillos no escarbados entre algunos de los hoyos, se puede descubrir yacimientos pequeños, hasta de uno ó dos centímetros de espesor, de sal de piedra, que se ha criado en las grietas de las peñas. Es la

busca de la sal lo que, según nuestro parecer, movió á los indios á escarbar estos miles de hoyos superficiales, que á menudo se encuentran juntos en un lugar. La busca de sal, aparte de los alimentos proporcionados por el mar, habrá inducido muchas veces á los indios á establecerse cerca de estas peñas, fijando su residencia allí.

La sal era un artículo importante del comercio. Aprovechando del intercambio de este artículo con otros que faltaban en la costa árida, una población bien podía mantenerse en esos lugares. De esta manera los pobladores de los montones de conchas poseían agua, alimento de conchas y carne, frutas y géneros para la indumentaria, etc. Pero ¿de dónde sacaban las grandes cantidades de leña, cuyo consumo se puede apreciar por el volumen de los depósitos de residuos de cocina? Apenas se puede creer que hayan traído toda esta leña de los lejanos valles. Talcosa habría sido trabajo más penoso que el de las Danaides; y es casi pueril suponer que los ríos en sus crecientes hayan llevado tal cantidad de troncos al mar para abastecer de leña á las poblaciones de la costa durante todo el año. ¿Para qué servirían las algas marinas que se encuentran en los depósitos de conchas, no sólo en el Perú sino también en los de las demás partes del mund? Ranke, Der Mensch, II p. 352, supone que tal vez hayan sido quemadas para estraer sal; pero, por ejemplo, en Lomas se puede observar claramente todavía que se usan algas marinas en lugar de leña [aracantos, una especie que tiene unos globitos que revientan cuando se les presiona]. La manera de usarlas es ésta: se hace una pira de unos 50 centímetros de alto por 80 de diámetro y la olla, cuyo contenido se quiere hacer hervir, se acomoda adentro. El éxito es completo.

En algunos lugares, como en Ancón, es posible que se haya empleado con idéntico fin las tillandsias, que crecen en los cerros vecinos. Fuera de duda está que este combusti ble deja más ceniza que la leña corriente. Este es uno de los hechos que contribuyen á explicar el aparentemente rápido crecimiento de los montones de conchas.

La determinación de la edad de los montones de conchas es una de las tareas más difíciles de la arqueología. Los primeros residuos de conchas que han sido materia de estudio,

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