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LOS "KJOEKKENMÖEDDINGS" DEL PERÚ

Si nos fuesen conocidas todas las condiciones á que estuvo sujeta la vida del hombre prehistórico, sabríamos encontrar también sus huellas en una extensión mucho más grande y en épocas mucho más remotas de las que actualmente

conocemos.

El hombre prehistórico dependía con mayor amplitud de las condiciones de la naturaleza que el hombre civilizado, pues la civilización es el dominio del hombre sobre la naturaleza, y nos es preciso tener presente los tiempos en que aquél era esclavo de ésta, en proporción infinitamente mayor que hoy, para comprender las leyes casi matemáticas que determinaban la forma de su vida y de sus moradas. Habitaba, en el sentido más amplio, las orillas de los ríos, cada cueva que encontramos en las sierras nos induce á creer que ha sido morada del hombre en tiempos más ó menos primitivos del período prehistórico, y las cumbres de los cerros eran lugares admirablemente adaptados para su culto.

En países como el Perú, los bordes secos de los valles son lugares en donde encontramos en mayor abundancia huellas del hombre prehistórico: pero ¿qué elemento podía haber dado más facilidades al hombre de aquellos tiempos para su existencia que el mar? Desde las más lejanas épocas se había arriesgado á embarcarse en un frágil tronco para pescar en él, aunque para esto no le era indispensable lanzarse á las olas. Gente que habita las costas del norte del Perú pesca todavía con redes y anzuelos, parada en la orilla; y en el sur del Perú, la hay hasta ahora que pesca empleando arpones, con los cuales arponea los pescados desde la playa. Másfácil aún

era sacar el pulpo de su escondite. Cuando baja la marea, hombres, mujeres y niños de las poblaciones que hay en las costas, acuden para sacar de las peñas las conchas, cangrejos y otros mariscos. Esta práctica no es sino restos de la manera de vivir de la humanidad prehistórica.

En las obras que tratan sobre arqueología del Perú, se busca sin fruto alguno noticias sobre las íntimas relaciones de una parte de las poblaciones prehistóricas con el mar, tanto en lo que se refiere á su sustento como á sus habitaciones.

Se ha encontrado vestigios de esta coaligación en las costas más apartadas unas de otras; tal vez en la mayor parte de las costas del mundo. En la literatura arqueológica esos vestigios son conocidos con los nombres de "Muschelhügel" ó "shellmounds", ó (en el Brasil) "sambaqui", esto es, más ó menos. "montón de conchas" (1). En el idioma danés se les llama "Kjoekkenmöedding"; en inglés "kitchen midden", estos últimos términos equivalen á "residuos de cocina". Se significa con ellos ciertas acumulaciones de conchas estratificadas, bien sean todas esas acumulaciones de conchas ó sólo en parte, y que son restos allí depositados de la comida del hombre prehistórico que habitaba en las costas del mar, que como restos dejados por él, son sumamente característicos en las diversas partes del mundo. Por ejemplo, en las costas europeas: en las islas de Dinamarca, en las costas del noroeste de Francia, en las costas de la península Pirinea, etc. En el continente asiático también se han observado, entre otros lugares, en las costas del Japón. En los Estados Unidos la costa atlántica, desde el estado de Maine, poco más o menos, hasta el golfo de México, está llena de estos residuos; y en la costa del Pacífico desde los estados de Washington y Oregón hacia el sur hay numerosísimas acumulaciones de ellos. Conocida es la frecuencia de tales restos en la América Central y su existencia en las costas de Venezuela y el Ecuador, así como la de los grandes depósitos de las del Brasil, de donde se ha derivado el nombre de "sambaqui". También son conocidos los montones de conchas que existen en las costas chilenas y en la Tierra del Fuego. Como no es de importan

(I) La explicación de la palabra "sambaqui" (Tupi) véase dada por G. von oenigswalden Globus 1905, LXXVII p. 349.

cia para el asunto que tratamos aquí, la relación antecedente es incompleta, y no tiene más valor que el de citar algunos ejemplos. Lo que sí importa saber es que en la literatura geográfica y arqueológica del Perú es desconocida la existencia de esos montones de conchas y "residuos de cocina" en las playas peruanas; y sin embargo son muy numerosos. Hasta ahora no se ha prestado la debida atención á esos montones de conchas, y si se ha parado mientes en ellos, no se les ha dado su verdadero valor: el de restos ó huellas del hombre prehistórico, que en esa forma ciñen tantas costas en diversas partes del mundo con carácter uniforme; no faltando ocasiones en que han sido enteramente desconocidos.

El hecho de que las conchas están diseminadas en lugares ribereños, cerca del mar, por lo general despierta la idea, en quien no conoce el origen de este hecho, de que son vestigios de alguna inundación ó salida del mar. En este caso tal vez se recuerda el diluvio ó se supone que desde aquellos remotos tiempos el mar se ha retirado de la costa, sin observar que en tales casos las conchas están mezcladas con fragmentos de ollas y con cenizas, indicios seguros de haber existido habitaciones humanas. En lugar de derivar de una causa común lo que se encuentra unido, prefieren explicar la mezcla de las cosas por un hecho casual.

Para llegar á conclusiones lógicas sobre el común origen Lumano que tienen esos montones de conchas, se requiere también el conocimiento del valor arqueológico que se dá á esos residuos hallados en diferentes partes del mundo. Solamente así se entienden las conclusiones dadas por Charles Darwin-Journal of Researches into the Natural History and Geology, 1860, p. 370-sobre las diversas capas que contienen conchas, ceniza y fragmentos de ollas, cerca de Bellavista, al sur de la Huerta. Supone Darwin que los fragmentos de ollas hallados en aquel lugar provienen de una fábrica de alfarería de los antiguos indios habitantes de la comarca, y que las conchas han sido arrojadas allí por el mar. La verdad es que en aquel punto de la costa, á una altura de 17 metros sobre el nivel del mar, poco más ó menos, vivían indios que cocinaban conchas extraídas del mar para sustentarse, en cuya operación era natural que con frecuencia que

brasen ollas del frágil barro de que estaban hechas. La inundación de aquellas costas en diversas épocas, como en 1713 ó 1746, no tiene relación alguna con la existencia de aquellos residuos; ni tampoco es lógico suponer que de la presencia de las expresadas conchas se derive el hecho de que aquellos terrenos estuviesen á más bajo nivel cuando ocurrió la supuesta inundación.

Lejos estamos de conocer todos, ó á lo menos los más prominentes depósitos de conchas existentes en la costa del Perú. Para eso, sería no solo necesario desembarcar en todos los principales puertos de ella, sino también registrarla extensa y minuciosamente.

Para el hombre prehistórico no eran necesarios puertos y radas abrigadas de las condiciones que requieren en la actualidad las grandes embarcaciones: él hacía vida en diferentes puntos de la costa por consideraciones muy diversas.

Por eso encontramos algunas veces montones de conchas de considerable extensión léjos de los lugares que actualmente sirven de puertos, y ocasionalmente hemos hallado esos depósitos en sitios que distan algunas leguas de la costa. Limitámonos, pues, á ofrecer unos cuantos ejemplos típicos de la existencia de montones de conchas en la costa peruana, entre Supe y Chala. De estos se puede desprender el carácter típico de tales acumulaciones, lo mismo que el carácter general de todas las que existen en otros lugares de la costa del Perú, que aún no nos son conocidas.

Los montones de conchas existentes en la costa peruana difieren de los hallados en otras partes del mundo, por lo menos, los que hemos examinado; pues se observa cierta tendencia á agrupar un número diferente de montones á manera de poblaciones extensas, lo cual se observa menos en otras regiones.

Parece que este hecho obedece á la configuración de las costas peruanas. En muchas, tal vez en las más de las otras costas del mundo, el hombre prehistórico salía á la playa plana, blandamente bañada por el mar, escarbaba y sacaba las conchas dentro de la arena, con las manos ó valiéndose de bastones, para que le sirviesen de alimento. La costa del Perú no prestaba tanta facilidad al hombre para conseguir

el sustento. Como la sierra comienza á poca distancia de la costa y el ascenso es casi violento, y como los ríos se precipitan en curso corto y rápido al mar, faltan, por largos trechos, las playas suaves y accesibles; las olas revientan con cierta violencia y las aguas son profundas cerca de las playas.

Pocas son las clases de conchas que sirven de alimento al hombre que viven internadas en la arena de la playa; en cambio, los peñascos escarpados que en varias partes de la costa se internan en el mar, son lugares donde se hallan innumerables conchillos, de las clases más diferentes y a útiles para el sustento del hombre. Y es tal la abundancia de ellas, que en esas peñas se halla tantas conchas como las que están diseminadas en tantas otras costas del mundo; por lo cual el hombre prehistórico del Perú se avecindaba en grupos más grandes cerca de las peñas, en donde encontraba en abundancia sus alimentos. Lo que parece consecuencia de una civilización más adelantada de las tribus indígenas, tal vez, así originalmente, no es sino el resultado de las diferentes condiciones de los lugares que ocupaban.

En muchas ocasiones los montones de conchas se encuentran cerca de lugares que al mismo tiempo permiten con más facilidad botar embarcaciones á un mar manso y poco profundo, y teniendo este hecho en consideración las poblaciones antiguas no eran demasiado exigentes; una encorvadura de la costa, de pocos metros de ancho muchas veces, era considerado bastante y lo que se aceptaba como lugar de arribaje, y aún acepta la población indígena costeña, no sería suficiente en los actuales tiempos para el tráfico marítimo ó las necesidades sociales de una población civilizada.

Algunas de esas poblaciones tenían también más dotes marineras que otras: hemos visto caballitos, balsas de madera y botes fabricados de un solo tronco en el norte del Perú. Las embarcaciones antiguas del sur del Perú quizá han sido de clase muy diferente; su estilo ya no se vé y nos inclinamos á creer que ha desaparecido por completo.

No carece de interés la cuestión de saber qué se puede deducir, estudiando los montones de conchas, sobre la forma que en remotos tiempos tuvo la costa del Perú. Si la tierra. se hubiese elevado considerablemente en tiempo prehistórico,

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