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ratado el tirano. Y que venido el Marqués de Cañete á este reino, enviando á don García de Mendoza á la pacificación de Chile, fué con él dicho Bartolomé Ruíz de Estrada y á su costa, sin que se le diese pago ni socorro, y se halló en toda la pacificación del dicho reino de Chile, trabajando en ella como buen soldado y servidor de su Magestad; é que viniendo á curarse de las enfermedades que había tenido en el dicho reino, murió en esta ciudad. Y que atento á lo que su agüelo, padre y hermano habían servido en este reino, el Conde de Nieva, Visorrey que fué destos reinos, le hizo cierta merced en la Caja Real y después en un repartimiento que por no ser vaco no hubo efeto, y después se lo situó en el repartimiento de Parinacocha; los cuales usó é poseyó hasta que llegó aquí el Licenciado Castro, Gobernador que ha sido destos reinos; y que en confianza de esta merced, él se ha casado y trata plei to sobre ella, la cual está remitida á España y él quiere ir en seguimiento dél, y me pidió y suplicó que atento á lo que su agüelo, padre y hermano han servido en este reino, le hiciese merced de le mandar situar alguna cosa para que su mujer se pudiese sustentar, en el entretanto que él iba y venía á España, en seguimiento del dicho negocio. É visto por mi, acantando los servicios de los dichos agüelo, padre y hermano del dicho licenciado Ruíz de Estrada, he tenido por bien de le hacer merced, como por la presente se la hago, en nombre de su Magestad, é por virtud de los poderes é comisiones que para ello tengo, que por su notoriedad no van aquí insertos, de le señalar y situar, como por la presente le señalo y sitúo, setecientos é cincuenta pesos de plata ensayada é marcada de á cuatrocientos é cincuenta maravedís cada uno, en cada un año, por el tiempo y espacio de tres años, primeros siguientes, que corran y se cuenten desde el día de la fecha desta en adelante, en los tributos del repartimiento de Vilille, que está vaco, en términos de la ciudad del Cuzco, por fin y muerte de Doña Mariana de Guevara, para que los haya é goce, según é por el tiempo que dicho es. Y mando á los oficiales reales de la dicha ciudad del Cuzco, que al presente son y los que de aquí adelante fueren, que de los tributos que cobraren del dicho repartimiento, acudan y hagan acudir al dicho li cenciado Ruíz de Estrada, ó á la persona ó personas que su poder hubieren, en cada un año, de los dichos tres, con los

dichos setecientos é cincuenta pesos de plata ensayada é marcada, para los alimentos y sustentación de la dicha su mujer. Lo cual mando que así hagáis é cumpláis, so pena de quinientos pesos de oro para la cámara de su Magestad. É otro sí: mando que desta mi cédula é situación tomen la razón en los libros de su oficio para que con ellos y con carta de recibo del dicho licenciado Ruíz de Estrada, ó de quien su poder hubiere, se le pasen é reciban en cuenta los dichos setecientos é cincuenta pesos ensayados, en cada un año, de los dichos tres años.-Fecho en los Reyes á diez y seis días de Abril de mil é quinientos y setenta años.-DON FRANCISCO DE TOLEDO. -Por mandado de su Excelencia.-Diego López de Herrera. Lima, 1906.

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C. A. R.

Noticia de la ciudad de Santa Catalina de Guadalcázar

DE MOQUEGUA

CABEZA DE LA PROVINCIA DE COLESUYOS

Moquegua, antiguamente llamada Moquechua, grande país situado al sur de la América meridional, fué la primera provincia que los incas conquistaron en la costa del Mar del Sur, y por donde vinieron primero á conocer dicho mar.

Fué reducida á vida civil por el Inca Mayta Cápac, cuarto Emperador del Perú, hacia el siglo trece.

Antes de esta dominación adoraban por dios al mar, pues colocaban su suprema deidad en aquel ente de donde recibían mayor beneficio.

Esta vasta provincia, escasa de carnes, se mantenía con la pesca y el marisco. Creyeron sus habitantes en la resurrección universal, pero tan groseramente que se persuadieron había de ser á vivir otra vida natural como la presente. En fe de esta creencia labraban sus sepulcros construyéndolos con aseo, de piedra y barro de tierra, dándoles una figu. ra piramidal; su ancho, por lo regular, de una vara y otra de alto, cubriéndolos con grandes lozas para precaverlos de cualesquier injurias dei tiempo; y donde no podían proporcionarse éstas, los cubrían con tejidos incorruptibles: tales eran la caña brava y el mimbre.

Cuando morían eran enterrados con sus mejores vestidos, alhajas, ollas, tachos y otros utensilios y vasijas llenas de algunas providencias, como maíz, habas y otras.

Por su local situación eran pobres, pues carecían, y aún

no conccían, las produ.ciones, metales y otras preseas, que obtenían otras provincias del interior.

En aquellos sepulcros así labrados por sí mismos, quedaban los cadáveres asentados, con las rodillas aigo levantadas y aún al presente se ven y en cuentran varios de estos sepulcros en toda la extensión de este valle.

Es del todo ridícula la fábula, pues carece de todo fundamento, de creer — aún algunos hasta el presente - que estos gentiles se enterraban vivos, persuadidos del demonio por temor de un segundo diluvio, y que allí murieron por no poder forzar sus tapas y el peso de una vara, poco más ó menos, de tierra que les cubría.

La naturaleza, aún de un bruto salvaje, repudia por sí misma perder el sér que le vivifica, mas si todos se sepultaron por sí ¿quiénes los cubrieron con aquellas lápidas y tejidos? Y si fueron estos sepulcros para los vivos ¿dónde se enterraban los muertos y quiénes ejercían este acto de caridad connatural á nuestro sér?

Igualmente carece de fundamento el decir fué este valle de Moquegua en la antigüedad presid io de delincuentes, donde morían los más, ya por las fuertes tercianas, ya por el extremado calor. Si esto fuese así, todo valle es tercianiento y caluroso y muchos más que el presente. Luego todo valle será presidio de malévolos. ¡Mala consecuencia! pues por lo común, suelen ser los valles más fecundos, más deliciosos y templados para la salubridad que las cimas, riscos, cordilleras y escarpadas sierras.

Esta suposición no tiene, en buen sen tido, otro origen que la expresión de Garcilaso en sus Comentarios, donde dice: "Que después de haber conquistado esta provincia los generales del Emperador Mayta Cápac, le pidieron colonos y que convenía dejar presidio para resguardar lo ganado." Donde claramente se infiere que por este nombre de presidio quiso decir, según la natural, clara y específica significación de la dicción, guarnición para custodia del lugar, término de que se vale en todos los lugares de su historia para sensibilisar dicha seguridad.

Así es, pues, que los que incipientemente sienten ó dicen que fué Moquegua presidio de los emperadores incas, no lo

califican con la más tenue remisión de algún delincuente por aquellos antiguos reyes, ni hay historiador que lo indique. Es común en el victorioso poner guarniciones en la plaza vencida; luego ¿por que pone guarnición y seguridad á lo adquirido, se dirá que pone presidio para castigo? No, por cierto, pues entonces todas las ciudades vencidas serían presidios, lo que es un absurdo, y de aquí es que los que tal asientan, tienen mente y no comprenden.

Por otra parte, en la Relación Histórica del viaje á la América Meridional, hecho por orden del Rey D. Felipe V, por D. Jorge Juan y D. Antonio de Ulloa, impreso en Madrid en 1748, tomo III, parte II, cap. 12, folio 186, n. 324, y tomo IV, parte II, f. 21 n. 36, en donde en una y otra parte trata menudamente del corregimiento de Moquegua y de la conquista de esta provincia, nada dice, ni la más ligera expresión de tal presidio de delincuentes. Así es que los envidiosos á la fertilidad, amenidad y proporciones que el Supremo Hacedor de la Naturaleza ha dotado á este país, le sahieren y anhelan mancillar con fábulas apócrifas y hechos supositicios.

En efecto, estando el Emperador Mayta Cápac en las provincias del Oriente llamadas Caquiaviri, Cuaquicuras, Mallama y Huarina, que se le subordinaron, estas tres últimas voluntariamente, después que se le rindieron al cerco que les puso á un cerro que había en una llanura, á quien veneraban como á dios, á donde se reunieron para que los favoreciese y defendiese del conquistador.

Desde aquellas provincias envió el ejército con sus oficiales generales para que adelantasen las conquistas por la parte del Occidente á la otra parte de la Grande Cordillera, nombrada por aquellos Huaca. Puesta su marcha en ejecución, atravesaron dicha cordillera, donde pasaron crueles trabajos por haber sido hasta entonces inaccesible á huella alguna humana. En efecto, consiguieron estas provincias sin oposición, llevándolas hasta los confines del Mar del Sur.

Al pie de Sierra Nevada, hacia las cabeceras de este valle de Moquegua, encontraron á sus babitantes naturales apercibidos de una débil fortaleza, cuya provincia se llamaba antiguamente Cochuna. Pasados los requerimientos de paz,

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