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esfuerzo de todo estudioso, sinceramente convencido del valor de la investigación histórica.

Ahora bien, el "cimiento" y la "obra", ¿ merecerán la pena de arrostrar el tedio de una larga y acaso enojosísima lectura? Es muy probable que no, pero si el leal y anticipado reconocimiento de nuestros posibles yerros impone toda esta reserva, la sincera admiración que nos inspira el Brocense, nos autoriza a rogar al lector que olvide la torpeza del biógrafo para rendir pleitesía y sentido homenaje al insigne biografiado. Que el contenido no pierda quilates por la pobreza del vaso en que se ofrece.

Téngase además en cuenta que es profunda y dolorosamente educador el espectáculo de la formación de un profesional tan ilustre como Sánchez de las Brozas. Todas las incertidumbres, con todas las indudables grandezas del autodidactismo hispano, hallan en el Brocense plásticos, vivos reflejos.

Pero aun prescindiendo de este aspecto, tan dramático y tan interesante, será preciso reconocer que en impresión de conjunto, la figura del humanista extremeño cautiva, seduce. Atraen su noble independencia de juicio, que le aleja del "servum pecus" de los autómatas del pensamiento, su erudición casi inagotable, su genial manera de ver "lo entre las cosas", lo que no alcanzan a percibir miopes del intelecto, que se dan y se tienen por linces. Mas ese encanto que fluye del "científico", se exalta y se acrisola en el "hombre".

En un ambiente de violencias y de insidias, donde significan muy poco o nada los lazos dei compañerismo (1);

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(1) Para sugerir una idea aproximada de las prácticas "académicas" (?) de la época, a continuación transcribimos el siguiente curioso "Mandamiento del muy Illustre señor don alvaro de venauides Rector desta Vniversidad": 'Andres de guadalajara notario y secretario desta Vniversidad y Bartholome Sanchez notario Lugartheniente en el dicho officio e a qualquier de vos yo vos mando que notifiqueis a los maestros francisco perez y francisco nuñez Lectores de gramatica en este dicho estudio e a qualquiera dellos que les hago sauer questoi informado que se tratan muy mal de palabras y se sobornan vnos a otros sus oyentes y discipulos que en todo y por todo guarden y Cumplan en sus Lecturas Los estatutos desta Vniversidad no sobornando ni negociando Los discipulos vno del otro y los otros del otro y no se digan mal sino solamente leyendo sus Liciones quieta e pacificamente etc." (Fecha 30 de Junio de 1579, fol. 89 del Registro de Claustros correspondiente.)

en el fragor de una lucha, en la que la mala fe y la calumnia lanzan de continuo sus envenenados dardos, el Brocense por una sola vez se cree autorizado a acusar. Y acusa como saben y pueden hacerlo los hombres dignos: sin injuriar al acusado, preocupándose, antes que de nada, de probar hasta la saciedad sus imputaciones, pensando acaso más en la tutela de ajenos intereses, que en la defensa de los propios, seriamente comprometidos. En la lucha del maestro Sánchez con el maestro Pérez Ortiz (a ella aludimos), la discreción y la mesura del acusador, hallan un eco de calumniosas imputaciones tan sólo en la persona del acusado. Sabido es que la tonalidad moral del actor, se refleja claramente en la índole de los medios que utiliza.

Porque es lo cierto que aunque constantemente se imputa a Francisco Sánchez su animosidad insidiosa contra Nebrija, no se logra hacer creer a ningún observador imparcial en la exactitud de semejante acusación. De la certidumbre de ésta ofrecería una prueba mediata el acusado mismo, alternando los hiperbólicos elogios, dirigidos a la galería, con las infames asechanzas, meditadas y ejecutadas en la sombra. Y no se conduce así, ciertamente, el insigne humanista: los testimonios documentales (manuscritos e impresos) consienten afirmar que el Brocense sentía por el "arte del Antonio" la obligada y justa estimación, que puede y debe sentirse por los partos del humano ingenio, perfectibles siempre, perfectos nunca. Juicio tan equilibrado (en nuestro humilde concepto, tan exacto), expuesto a plena luz, sin ambages, no consiente suponer la capacidad de la insidia y de la calumnia en el juzgador. Lo contrario pensaríamos si en la hojarasca de elogios no sentidos, quedase margen a la sospecha de insinceridad. Es el respeto a la verdad en el orden científico, el tributo más elocuente que puede rendir el estudioso a la idealidad moral, que da fin y sentido a la existencia entera.

Mas obsérvese también que a los requerimientos de indole ética, no futé nunca sordo nuestro autor. Cree en cierta ocasión no poder cumplir dignamente sus deberes de Regente del Trilingüe, y pone a disposición de la Universidad su cargo, mostrando más escrupulosidad al juzgarse, que diligencia sus superiores juzgándole. Tratan de desposeerle en otra ocasión del modesto "ordinario" que del mismo Colegio Trilingüe recibía y nos advierte-sin que su aserto sea contradicho que ha procurado hacer como Regente

interino más de lo que la Universidad pudo y quiso exigirle. Ni aun después de la amenaza de ser desposeído de la dotación en especie, cesa en sus entusiasmos por el Trilingüe, colegio en el que el nombre de Sánchez de las Brozas, podía y debía esculpirse en áureas letras. Cuando los apremios, que no admiten espera, del diario vivir no entibian fervorosos entusiasmos profesionales, es posible y justo graduar éstos de nobles y de heroicos incluso, porque al plano de la heroicidad se eleva el cumplimiento del deber, en medio de las adversidades de la vida. Copiosa mies de tales adversidades gravitó siempre con peso abrumador sobre los hombros robustos del Brocense, que se hizo digno de la existencia, conquistándola a diario con su actividad infatigable y con su nunca desmentida abnegación.

¿Suponen nuestros leales y sinceros elogios que rechacemos la posibilidad de que sintiera humanas flaquezas el alma noble de Sánchez de las Brozas? No, sin duda, ni los juicios morales traducen asertos de ineluctable necesidad, como los teoremas matemáticos. Queremos sólo afirmar que dan tono y matiz a la vida universitaria del Brocense los más delicados escrúpulos y las más puras prácticas, que pueden hallar arraigo y adhesión en la conciencia de un hombre de probidad notoria. Pero sin excluir la posibilidad de tales flaquezas, es más, con ellas y en ellas viendo en cierto modo afirmarse la personalidad moral, tan estimable y noble, de nuestro autor.

Porque hasta en sus caídas, es tierna y humana la actitud del insigne Retórico. Observando, como él observa, la práctica de extremar rigores juzgándose, cree poder defender ilusorios derechos de sus hijos, que intenta fundar en sus propios méritos. El amor paternal (¡ y quién sabe si también las temibles embestidas de la miseria!) ofusca así su recto juicio, cuando pretende en dos distintas ocasiones que sus descendientes obtengan, sin previa oposición, colegiaturas del Trilingüe. Mas todos sabemos que con las paternales ternuras, mezcla nuestra humana condición momentáneos olvidos de la norma moral. Momentáneos tan sólo, ya que el "amor de los amores" no puede mantenerse sino en la esfera de la más pura e inmaculada idealidad. Porque es cierto lo que decimos, rechazadas las tiernas, aunque injustas pretensiones del maestro Sánchez de las Brozas, éste no conserva ni el más leve asomo de disgusto con sus comprofesores. Al reclamar la razón sus

fueros, volvería el sentimiento del deber a imponerse como el móvil decisivo de todas las acciones morales. Comprendería así el Brocense que por rendir fervoroso acatamiento a la justicia, no se entibiaban, sino que, muy al contrario, conseguían depurarse los más nobles afectos. No quiere más a sus descendientes el que ve en ellos sensitivas, plantas de estufa, que el que los considera cual luchadores del deber.

En esa lucha por afirmar la humana racionalidad, puso el insigne humanista una regular dosis de resignación. Convencido de que eran viciosas muchas de las prácticas docentes de su época, intentó oficiar de novador, no experimentó el miedo al cambio de las naturalezas apocadas, pero al sentir el brutal choque de la inercia y de la rutina, cedió, se sometió, hizo por lo menos propósito de ceder y someterse. ¿Obró con flaqueza? ¿Es censurable su conકં ducta?

No sabríamos responder con acierto a esas interrogaciones. Acaso en determinadas circunstancias, el peso deprimente de caducas concepciones, demande más la obra de la piqueta, que el paliativo de la resignación. Acaso en circunstancias distintas, una rebelión inoportuna pueda comprometer los mismos intereses que pretende amparar. Plantéase en este punto el espinoso problema de las relaciones de la fuerza con el derecho, que agobia y preocupa a las inteligencias más preclaras (1).

(1) Tratando de una fase de ese transcendental problema, dice el DR. HARALD HÖFFDING (Ethik, eine Darstellung der ethischen Prinzipien und deren Anwendung auf besondere Lebensverhältnisse, zweite Auflage der deutschen Ausgabe... von F. BEndixen, Leipzig, Reisland, 1901, pág. 527) con su habitual perspicacia: "Ein positives Gesetz kann einer von dem ethischen Gesetze verlangten Ordnung ein Hindernis darbieten, und es ist nicht gesagt, dass die Befriedigung der ethischen Forderung warten kann, bis das geltende Recht auf dem von den Gesetzen des Staates vorgeschriebenen Wege von einer besseren Ordnung abgelöst wird. In jeder förderlichen Reformation und Revolution geschieht ein ethischer Durchbruch, der die Schranken des positiven Gesetzes sprengt. Unter gewöhnlichen Verhältnissen können die ethischen Forderungen auf stille und ruhige Weise in die Formen des positiven Rechts hinüberfliessen; es kann aber so viel ethische Spannkraft angesammelt sein, dass ein plötzlicher Durchbruch notwendig wird. Also nicht nur, wenn das positive Recht sehr niedrig steht, sondern auch, wenn die ethische Forderung sehr hoch steht, wird ein Konflikt eintreten, und zwar als ethische Notwendigkeit”.

Con la timidez propia de nuestra humildísima mentalidad, confesamos sentir preferencia bien acusada por las actitudes de resignación activa, en las que la sumisión a las realidades imperfectas del presente, ni hipoteca el porvenir, ni menos el ejercicio de todos los medios legales y justos para encarnar el ideal. Esas posiciones no excluyen más que la violencia y claro es que semejante exclusión no produce amargura y sí inefable alegría en todo espíritu recto. Pues bien, a la tendencia indicada se inclinó, sin duda, nuestro humanista, luchando con las preocupaciones docentes de su época. Pudo levantar bandera de rebelión, pudo incluso abandonar la Universidad de Salamanca y en airada protesta, mover las conciencias aún no estancadas, vivas aún. ¿Qué hizo? Algo más noble, más grande y, en definitiva, más eficaz : escribir su "Minerva", ariete cien veces más demoledor y otras tantas más vigoroso que la más campanuda de las protestas y la más terrorífica de las conminaciones. Reconozcamos que esa resignación activa del genial Retórico, vale por un buen número de revoluciones intentadas desde las alturas de la Gaceta, revoluciones que, en no pocos casos, no exceden de los humildes límites de una tempestad en un vaso de agua.

Claro es que para proceder en la forma indicada. se hace imprescindible concebir en sentido optimista la posibilidad del progreso humano. De semejante optimismo distaba mucho de hallarse ayuna el alma del Brocense, que combatido con verdadero encarnizamiento, recuerda análogas persecuciones sufridas por Nebrija y espera triunfar lo mismo que su citado precursor. Sólo una fe inquebrantable en el éxito final de la razón humana, puede consentir forjar esas esperanzas y darles calor y vida.

La posición optimista lleva además consigo, como obligada consecuencia, una exaltación sentimental, que en nuestro autor se traduce en el ansia de no alejarse de los queridos muros de la Escuela salmantina, aunque tentadoras promesas le aconsejaran contrariar sus anhelos. Cuando la vida es árida, cuando en ella no luce el sol de la ilusión y del cariño, se agosta el sentimiento y vive (cuando vive) triste existencia el intelecto, sin arraigar en realidades tangibles, perdido en las nubes de la especulación. No fué, por su fortuna, este temple de alma el que se fraguó en Sánchez de las Brozas, que hasta para cumplir sus rudas tareas de filólogo, necesitaba respirar el ambiente de

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