La gloria de Don Ramiro: una vida en tiempos de Felipe SegundoSuárez, 1908 - 446 páginas |
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Página 19
... hora después de la salida del sol . Desde entonces el padre y la hija llevaron en Avila una vida de misterio , saliendo sólo muy de mañana , en sillas cubiertas , para asistir , cada cual por su lado , á la misa de alba , en alguna de ...
... hora después de la salida del sol . Desde entonces el padre y la hija llevaron en Avila una vida de misterio , saliendo sólo muy de mañana , en sillas cubiertas , para asistir , cada cual por su lado , á la misa de alba , en alguna de ...
Página 56
... hora después , una de las criadas de Beatriz veía entrar en el patio de la casa al nieto de don Iñigo trayendo en una mano una ancha espada toda roja de sangre y en la otra la cabeza del perro . --- -¡Válame Dios y Santa Quiteria ; ya ...
... hora después , una de las criadas de Beatriz veía entrar en el patio de la casa al nieto de don Iñigo trayendo en una mano una ancha espada toda roja de sangre y en la otra la cabeza del perro . --- -¡Válame Dios y Santa Quiteria ; ya ...
Página 74
... hora la iglesia estaba casi siempre como hechizada de quietud y de silencio . El solo rumor de un escaño que removía el sacristán , provocaba un eco prolon- gado y enorme . Una sombra terrosa y centenaria dormía al pie de los altares ...
... hora la iglesia estaba casi siempre como hechizada de quietud y de silencio . El solo rumor de un escaño que removía el sacristán , provocaba un eco prolon- gado y enorme . Una sombra terrosa y centenaria dormía al pie de los altares ...
Página 90
... hora y su pupila fosforescía de un modo extraño . Como si aquella quietud le hubiera incitado á destapar el silo más hondo de su conciencia , el lec- toral , que había dado por concluído su discurso , prorrumpió de nuevo , aunque en un ...
... hora y su pupila fosforescía de un modo extraño . Como si aquella quietud le hubiera incitado á destapar el silo más hondo de su conciencia , el lec- toral , que había dado por concluído su discurso , prorrumpió de nuevo , aunque en un ...
Página 95
... hora , púsose á contemplar á aquel hombre de obscuro entendimiento que , había trepado fácil- mente los altos honores , hasta ser uno de los más influyentes personajes de la comuna , tenido en gran predicamento por el Rey . Su estatura ...
... hora , púsose á contemplar á aquel hombre de obscuro entendimiento que , había trepado fácil- mente los altos honores , hasta ser uno de los más influyentes personajes de la comuna , tenido en gran predicamento por el Rey . Su estatura ...
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La gloria de Don Ramiro: (una vida en tiempos de Felipe II). Enrique Larreta Vista de fragmentos - 1946 |
Términos y frases comunes
acababa Adaja agora ahora Aixa alma Alonso amor anciano antiguo arrabal asomar Avila avileses Beatriz Blázquez boca Bracamonte brasero brazos caballero cabeza calle camino canónigo Cantan de Roldán Casilda Cebreros cielo ciudad comenzó criada cruz cuadra daga dejaba Demonio Diego doncella doña Alvarez doña Guiomar entonces eran escuchaba escudero espada estaba estancia exclamó Flandes gesto Gonzalo gregüescos hablar harto hidalgo hijo honra hora hubiera Iglesia instante Iñigo jubón labios lacayo largo lectoral levantaba libros de caballerías llegar llevaba Luego madre mancebo mano mañana Medrano mente mirada misteriosa morir moriscos muerte mujer mundo muralla muro Navamorcuende negro niño noche obscuridad ojos olor Pablillos paje palabras parecía parecíale pasar pecho penitencia pensar perfume pronto puerta pupilas Ramiro religioso rostro rumor sangre Santa Santo Oficio sarracena Segovia semblante sentido silla sintió sombra soñar tarde terciopelo Valle de Amblés veces ventana vestido Vicente volver vuesamerced
Pasajes populares
Página 16 - El sol acababa de ocultarse, y blanda, lentamente, las parroquias tocaban las oraciones. Era un coro, un llanto continuo de campanas cantantes, de campanas gemebundas en el tranquilo crepúsculo. Hubiérase dicho que la ciudad se hacía toda armoniosa, metálica, vibrante, y resonaba, como un solo bronce, en el transporte de su plegaria.
Página 7 - ¡Qué holganza para el niño hallarse lejos de la facha torva del abuelo, y encima de aquellas cuadras silenciosas del caserón, donde se acostumbraba encender velones y candelabros durante el día! Cuadras sólo animadas por las figuras de los tapices; fúnebre estrado, brumoso de sahumerio, que su madre, vestida siempre de monjil, cruzaba como una sombra. Las criadas le querían de veras. Todas miraban con respetuosa ternura al párvulo triste y hermoso, que no había cumplido aún doce años...
Página 442 - ... la contemplación y la penitencia, sin abandonar a sus padres ya sus hermanos. No ha escogido esa vida guiada por el remordimiento o los pesares. Ha nacido santa. Es milagrosa desde la cuna. Su primer aliento difundió en su morada un hálito del paraíso. Es la azucena conventual, bendecida por Dios en la tierra y en la simiente. Diríase que los ángeles mueven y aderezan todo lo que ella pone bajo su intento.
Página 160 - ... fin, todos los incidentes de su regreso despertaron la sobreexcitación y la calentura. Los médicos, después de sangrarle copiosamente ordenaron que le dejasen dormir. Se hallaba, al fin, completamente solo y en su propio lecho. La habitación estaba a obscuras. Sólo un polvoroso haz de sol entraba por alguna rendija, estampando en el tapiz un óvalo ardiente que parecía chamuscar el tejido.
Página 10 - Ramiro, asomado a una de las ventanas, miraba morir el crepúsculo. En el fondo de las callejas ya era de noche. Purpúreo reflejo bañaba en lo alto las almenas de la muralla, prestando un rubor de coral al tronco de uno que otro pino en los huertos.
Página 211 - Ese acrecienta como ninguno las potencias del alma, y, en un mismo día, asedia o se defiende, toma castillos o levanta cestones y palizadas, libra grandiosos combates, pone en fuga legiones inmensas, conquista mundos ignorados y maravillosos. Sólo aquél tiende su vuelo por los espacios de la eternidad, logra sus simientes, conoce la verdadera gloria y vence la vanidad, la brevedad y el terreno dolor. Sí, sería religioso y quizás ermitaño. Estaba resuelto. Bajando los párpados, soñó, entre...
Página 382 - Hoy día, ¡voto a Cristo!, no hay escudo que defienda como el que suena en la bolsa, atambor que haga marchar mejor que los doblones, reales más lucidos que los de plata. Antaño se arriesgaba la vida por la gloria del Rey, hogaño por su rostro acuñado en Segovia. Gánanse los ducados con ducados, las plazas de Francia con sus propias pistolas, ¡y juro por San Andrés !, que antes que hacer cuartos a los herejes holgárame hacer cuartos de mis ochavos.
Página 300 - Ramiro cercó con su brazo el cuello de la niña, oprimiéndola con dulzura. Sintió entonces el impulso frenético de poner sus labios sobre los labios de la doncella, de beber y morder en ellos el amor, la lujuria, el delirio, ¡locamente!, y la atrajo por fin hacia él con rabiosa vehemencia.
Página 377 - El hisopo purificó las mezquitas exorcisando los mihrabs y las albercas de las abluciones. Muchas capas de cal habían ocultado y carcomido los arabescos. Las voces frenéticas de los monjes, en los coros obscuros, ahogaban en la memoria hasta el último eco del canto de los almuédanos. La cera y el aceite ardían de continuo.
Página 235 - Una cascada de sol, traspasando los vidrios, entraba de sesgo en la estancia. El don rutilante y divino chispeaba en los objetos de plata, en el nácar y el metal de las incrustaciones, en el galón de las colgaduras, cayendo sobre el tapiz como una lluvia de oro de la mitología.