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II

Importancia de la Diplomática. - Historia de esta ciencia.

Expuesto el concepto de la Diplomática no son necesarios grandes esfuerzos para demostrar su utilidad y su importancia. El Estado, las corporaciones y los particulares que necesitan buscar en documentos an tiguos el origen de sus actuales derechos y obligaciones, especialmente en cuanto se refiere á la propiedad, están interesados en el progreso de esta ciencia, sin la cual no podria depurarse la legitimidad de sus derechos; y el historiador á quien el espíritu crítico de la época no consiente ni el estilo legendario de la Edad Antigua, ni la crónica descarnada de los siglos medios, ni la historia retórica del Renacimiento, necesita probar los hechos que nuevamente expone, depurando la legitimidad de los conocidos, y semejante tarea sólo puede hacerse mediante los documentos, testigos los más imparciales de la vida de las generaciones que pasaron.

Y hay otra razon que hace de la Diplomática el auxiliar más importante de los estudios históricos. No es ya la historia una coleccion de biografías de los reyes y de los magnates, escritas con más ó ménos acier

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to, ni la relacion minuciosa de las victorias y de las derrotas de un pueblo. Ya no se considera á las naciones ni como simbolizadas en un héroe ni como condenadas por la Providencia á la terrible empresa de exterminar ó al duro trabajo de verse exterminadas. Tiene hoy la Historia horizontes más amplios y fines más elevados; su estudio no es el de las dinastías, ni el de los indivíduos, es el de la humanidad en todas sus manifestaciones activas, la religion, la ciencia, el arte, el estado social y político, las costumbres. Bajo este punto de vista, difícil es buscar en las crónicas y en los historiadores antiguos datos para constituir la historia. Solamente en los monumentos coetáneos, y principalmente en los documentos, pueden hallarse, siempre que éstos ofrezcan las garantías de autenticidad necesarias para ser dignos de crédito con arreglo á los principios de la Diplomática.

No es esta, considerada como verdadera ciencia, anterior al siglo XVII, por más que desde la época más remota por Papas, emperadores y reyes, se dictaron reglas para distinguir los documentos auténticos de los falsos.

La reduccion de los preceptos diplomáticos á un cuerpo de doctrina tuvo lugar á fines del siglo XVII con ocasion de haberse publicado por el jesuita Daniel Papebroch una obra titulada Propilæum antiquarium circa veri ac falsi discrimen in vetustis membranis, en la cual se impugnaba la legitimidad de muchos de los documentos custodiados en la célebre abadía de San Dionisio de Paris (1).

(1) Publicóse esta obra en 1675 en el tomo II del mes de Abril del Acta Sanctorum de los Bolandos. Baringio la reimprimió en su Clavis diplomática.

Pocos años despues, en 1681, el P. Juan Mabillon combatió las aserciones de Papebroch en un tratado de Re Diplomática, primera obra completa de esta ciencia, y en la cual se expusieron sus fundamentos científicos con tanto acierto, que el mismo autor del Propilæum acabó por retractarse.

No terminó con esto la polémica, á la cual se ha dado el nombre de guerra diplomática, sino que continuó sostenida por Germon, Lenglet, Dairval, Maffei, Raguet, Bernad, Harduino, Hickes, Ruinart, Fontanini, Lazarini y otros, interviniendo en ella un español, el P. José Perez, maestro de Salamanca.

La publicacion del Nouveau traité de Diplomatique, obra copiosa de erudicion y en la cual los Maurinos Toustain y Tassin desenvolvieron las doctrinas de Mabillon, hizo terminar la contienda cuyo resultado más fructífero fué la creacion de un sistemą general de Diplomática (1).

Otra polémica suscitada á mediados del siglo XVII contribuyó á que se propagasen en España los estudios sobre crítica diplomática. Nos referimos á la que tuvo por objeto discutir la legitimidad de los falsos cronicones inventados en los siglos XVI y XVII por el P. Roman de la Higuera y por sus imitadores y combatidos en la segunda mitad de esta centuria por Nicolás Antonio, por Mayans y por Florez. Á estos nombres hay que añadir los de otros españoles cultivadores de la Diplomática, ya como tratadistas de puntos especiales, ya como autores de historia docu

(1) Sobre la guerra diplomática pueden consultarse las obras siguientes;

Raguet. Histoire des contestations sur la Diplomatique. París, 1708.

Beritti. — Historia della guerra diplomatica. Mediolani, 1729.

mental, ya como editores de colecciones de diplomas. Son los de Aguirre, Zurita, Morales, Garibay, Sandoval, Berganza, Escalona, Rodriguez (Cristóbal), Risco, Burriel, Merino, Abad y la Sierra, Palomares, Caresmar, Tragia, Perez Bayer, Valdeflores, Muñoz (Juan Bautista).

En la época contemporánea no han dejado de alcanzar desarrollo los estudios de la crítica diplomática. Los trabajos publicados sobre la autenticidad del supuesto documento de Ramiro I relativo á los célebres votos de Santiago; el estudio del digno jefe del Archivo de Valencia, D. Miguel Velasco y Santos, sobre el privilegio de los votos de San Millan; el discurso del castizo y erudito escritor D. Aureliano Fernandez Guerra sobre el Fuero de Avilés; la memoria, aún inédita, de mi malogrado padre y maestro D. Tomás Muñoz y Romero, sobre el Fuero Viejo de Castilla, y algunos otros opúsculos que pudieran citarse, demuestran que aunque entre nosotros no existan, como en Francia, tratados completos de Diplomática, no por eso ha de creerse que esté descuidado el estudio de esta ciencia, ni que carezcamos de obras en que aparecen aplicados sus principios con tanto acierto como en las mejores del extranjero.

III

Fuentes del conocimiento en Diplomática.

Son fuentes del conocimiento en Diplomática los documentos, ya originales, ya en compilaciones manuscritas, ya en colecciones impresas, y las obras que se han publicado sobre esta ciencia.

Los documentos son la fuente más pura de investigacion; pero ofrecen el inconveniente de exigir un trabajo analítico tan largo y penoso, que podrá exigirse á quien trate de consagrarse al cultivo de la Diplomática, no á quien sólo considera esta ciencia como medio para el mejor desempeño de trabajos históricos ó jurídicos.

Suelen hallarse los documentos, ó sueltos, ó en compilaciones manuscritas ó impresas. Aquéllos, siendo originales, deberán obtener la preferencia del diplomatista, no sólo por la mayor fé que merecen, sino tambien porque facilitan datos para el conocimiento de todos los caractéres de los documentos, miéntras que éstas sólo permiten formar juicio de los intrín

secos.

Los archivos Histórico Nacional, de la Corona de Aragon, de Simancas y de Valencia, el de Indias, así como el de Alcalá de Henares, áun á pesar de la fecha

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