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ERROR DE ZUMALACARREGUI.

DESTROZOS EN EL CAMPO SITIADOR.-DESCON

TENTO DE ZUMALACARREGUI.-SU HERIDA Y RETIRADA DEL SITIO.

V.

Pronto conoció Zumalacarregui la desigualdad que habia entre el ataque y la defensa, y trató de suplir la falta de medios con sobra de valor, preparando al efecto una columna para dar el asalto.

Ansioso de abrir una brecha practicable, corria de una á otra batería, daba órdenes, y veíasele muchas veces con el espeque en las manos removiendo el cañon, y animando á los artilleros con el ejemplo. La ruina del fuerte del Circo, fué el mejor testimonio de la actividad y acierto de los sitiadores; pero esta ventaja tan pronta y completamente obtenida, no fué aprovechada. No comprendemos cómo Zumalacarregui, que no dejaria de ver las tres brechas del Circo y sus menudas ruinas, no lanzó á ellas su gente. Ya no eran muros de tierra los que se oponian á la bravura de los suyos; eran de hombres no menos valientes y entusiastas, pero bisoños los más de ellos. No habia, pues, por qué temer el cruzar con ellos las bayonetas. Mas pasó la tarde y la noche, y el asalto que, como hemos dicho en el capítulo anterior, esperaban los sitiados, no se llevó á efecto, y Zumalacarregui incurrió en un error ó descuido que le fué caro. El asalto debió intentarle por lo menos.

Mucho sufria el campo sitiador. No arredraba á los carlistas, es cierto, ni el ardiente sol de junio, ni la sed, ni el peligro; pero las balas de cañon y granadas que llovian sobre sus obras destruyéndolas y sembrando la muerte por toda la línea de ataque, hacian inútiles los mayores esfuerzos y estéril su valor.

Segun escribe uno de los que estaban más al lado de Zumalacarregui en aquel sitio, «habia entre los carlistas hombres tan crédulos, y tan estraordinariamente obstinados, que estaban en la persuasion de que arrojando unas cuantas bombas al centro de la poblacion, los vecinos se rebelarian contra el gobernador y le obligarian á capitular. Aferrados en tal error, insistian sin cesar en que se hiciese la prueba. Mas Zumalacarregui, como no podia prestarse á sus deseos, les solia decir entre otras cosas: Mientras el enemigo se sostenga en la línea de fortificaciones esteriores, yo no puedo mandar arrojar proyectiles sobre las casas; pero sí lo haré en el momento que rechazado de los fuertes trate de defenderse en ellas.>>

Zumalacarregui avivaba con insistencia el fuego de sus baterías, y tan repetidos fueron los disparos, que reventaron las dos piezas mayores, reduciéndose así el tren de batir. No fué esta sola desgracia la que

deploró entonces el caudillo carlista. En el pórtico de Begoña estaban en pabellones las armas del batallon de Guías y penetrando una granada horizontalmente, hizo pedazos setenta y seis fusiles, y mató dos centinelas; causando mayores estragos cerca de allí una segunda granada.

Las pérdidas que esperimentaba hicieron pensar sériamente á Zumalacarregui en su posicion, y le harian recordar seguramente el plan acertado de Villarreal. Aquella noche debió ser para él terrible; y si como vemos escrito, se lamentó de lo perniciosas que habian sido ciertas voces acogidas con suma facilidad por los que rodeaban á don Cár los, doliéndose al propio tiempo de las trascendentales consecuencias que tendria la retirada de Bilbao sin tomar la plaza, debió incluirse á sí mismo entre los culpables, porque no era poca su culpa, y suya era toda la responsabilidad

No es, pues, de estrañar que no comiese aquel dia ni durmiese, intranquilo su espíritu, hasta firmar el parte que dirigió á los ministros, anunciándoles que la desproporcion que habia entre sus fuerzas y las que le oponia el enemigo, le obligaria á levantar el sitio, y que no tenia dinero para pagar las tropas.

Envió esta comunicacion á Durango, residencia de don Cárlos, y se trasladó del barrio de Bolueta á Begoña.

Era el dia 15, y desde muy temprano se cruzaban los fuegos de las baterías. Queriendo el jefe carlista examinar por sí mismo los reparos hechos por los siliados durante la noche, subió al piso principal de una casa situada cerca del santuario de Begoña, y desde un balcon abierto se puso á observar, sin salir á la parte esterior, la línea enemiga, y al instante una bala de fusil le hirió en el tereio superior de la pierna derecha, á unas dos pulgadas de la rodilla. Fué retirado de allí, y trasladado en una camilla á su alojamiento en Bolueta.

Hecha la primera cura, no quiso permanecer en el sitio. Sin duda le abrumaba, y mandó se le condujese á Cegama, por el camino de Durango, cuya triste honra cupo á cuarenta granaderos.

BOMBARDEO.

AUXILIO FRUSTRADO É INÚTILES SALIDAS DE LA PLAZA. IN

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TERREGNO.

VI.

La ausencia de Zumalacarregui, cuya desgracia llenó á todos los suyos de pena, no impidió se continuase el sitio; y lo que sucedió el dia 16, prueba cuán diferentes á los de otros eran los sentimientos que manifestó el caudillo, oponiéndose á bombardear la villa. A la una cesaron los fuegos contra los reparos de las baterías, enfilándose el mor

tero y los obuses á la poblacion, que causaron los destrozos consiguientes.

Pero este nuevo alarde de terror no impuso á los bilbainos: llenóles, sí, de indignacion, porque dejaban los enemigos de atacar á las baterías que les hostilizaban, y destruian las casas, albergue inofensivo de las mujeros y los niños.

Acostumbrándose fueron á aquellos proyectiles, devolviendo á los sitiadores los que no reventaban.

Una constante actividad y el entusiasmo por la reina y la libertad, mantenian el animado espíritu de los sitiados. Decaia en algunos momentos de calma, pero surgia con doble brio, unas veces por impulso propio, otras estimulado por alocuciones no muy exactas ó sobrado poéticas, como la dirigida el 16 á los soldados, que decia así:

«Tres mil de vuestros compañeros están desembarcando en Portugalete, y los buques de la marina real se preparan para subir la ria, ahuyentando á cañonazos á los miserables que teneis delante. Nos sobran municiones, y como os veo constantes y alegres en las fatigas, y que el servicio lo haceis con exactitud, nada tengo que encargaros. En breve estará cumplido cuanto os ofrecí el dia 13. VIVA ISABEL II.-M. el conde de Mirasol. >>

La llegada de tropas de refuerzo era cierta, mas no en tanto número. Para proteger su entrada en la plaza, se dispuso la salida por la puerta de San Agustin de una columna del ejército al mando de Araoz (1).

(1) «En el momento que el señor don Gaspar de Jáuregui, comandante general de la provincia de Guipúzcoa, recibió el aviso para auxiliar esta plaza, con el celo, actividad y prontitud que tanto le distinguen, hizo que en el término de dos horas se embarcaran, el 15 de junio, en la ciudad de San Sebastian, el primer batallon de San Fernando y el provincial de Jaen, á bordo del vapor Reina Gobernadora, y varias lanchas que este remolcaba: á la una de la tarde salió la espedicion de San Sebastian, y á la misma hora de la noche fondeó delante de la barra de Portugalete, desembarcando á las seis de la mañana ambos batallones. El vapor siguió inmediatamente á Castro-Urdiales con el objeto de avisar al comandante de la balandra Atalaya, teniente de navio don N. Cagigos, para que viniese ȧ Portugalete con este buque, el lugre Vigilante, y el pailebot Arequibo, al mando respectivamente de den N. Martinez y don Cecilio Peri, guardia marina habilitado, ambos á las órdenes del señor Cagigos. En estos buques se embarcó artilleria gruesa, municiones y harina, con destino á Bilbao, y llegaron à Portugalete à cosa de las once de la misma mañana del 16. Inmediatamente se fortificaron sus costados con tablas para debilitar los efectos de la fusilería á la subida por la ria. A las cinco de la tarde, hora en que crecia la marea, se emprendió el movimiento para Bilbao, que se verificó, habiéndose embarcado con la anterioridad oportuna la tropa para pasar al punto de las Arenas. Les buques navegaban un poco avanzados á la tropa, para que sus fuegos en la accion no pudiesen ofenderlos, y los batallones marchaban llenos de ardor y entusiasmo por socorrer á la plaza, arrojándose á esta empresa con un valor heróico la corta fuerza de ochocientos cincuenta hombres, à pesar de que conocian la resistencia que les opondria un enemigo escesivamente mayor en número, favorecido por sus ventajosas posiciones, y noticioso de la salida, que descubria indudablemente desde el alto de las Banderas, que tambien ocupaba. A los tres cuartos de

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Frustrado tan importante auxilio, y de regreso Araoz en Bilbao, comenzó de nuevo su bombardeo, que duró desde las cinco de la tarde á

legua de la salida de Portugalete, fué atacado el convoy por el flanco izquierdo, y aunque el enemigo aparentaba un arrojo decidido á favor de su superioridad numérica y de las posiciones dominantes que ocupaba, y aunque se vieron descender tres batallones más, que venian de la parte de las Banderas, nada pudo alterar en lo más mínimo la decision y valor con que emprendieron su marcha los que componian esta espedicion. No se oia otra voz á los jefes, oficiales y soldados, sino la de «a Bilbao.» A fuerza de empeño llegó el convoy à Olaveaga á las ocho y media, en donde tuvieron el sentimiento de saber por varios urbanos de aquel punto, emigrados en Portugalete, y que con ardiente patriotismo venian con los batallones. que los facciosos á las tres de aquella tarde habian cargado de piedras algunas gabarras, y barrenándolas las habian echado al fondo, obstruyendo de un modo imposible de vencer el paso de los buques. Vióşe por algunos jefes y oficiales el obstáculo que se oponia, y con esta novedad, sensible para todos, el primer comandante del primer batallon de San Fernando, don Matías Casero, mandó al segundo, don Gregorio Piñan, que pasase á bordo de la balandra y dijese á Cagigos man lase virar y volviese à Portugalete, con la seguridad de que el convoy seria sostenido à todo trance. Los batallones permanecieron formados y cubiertos con las casas de Olaveaga hasta las nueve y cuarto de la noche, en que se emprendió la retitada para Portugalete, en cuya villa acabó de desembarcar la tropa à las dos de la madrugada. En todo este movimiento la infantería fué sostenida por la artilleria, y aun fusileria de los buques, jugada con un acierto y destreza que honran al valiente comandante Cagigos y demás jefes y tripulaciones. En esta espedicion nuestra pérdida consistió en trece heridos, y aunque se ignora la del enemigo, se calcula fuera superior.

>>Los valientes que en aquellas apuradas circunstancias se abalanzaron por socorrer á esta plaza, merecen sin duda alguna un singular aprecio. El arrojo en haber acometido semejante empresa, se honra por sí mismo. Los esforzados y valientes cazadores de Isabel II de Vizcaya que guarnecian el punto de Burceña, y que tanta gloria han adquirido en este sitio, ayudaron con sus fuegos á la espedicion en el escaso frente que su situacion les permitia; y con los gritos de viva Isabel II que daban á la otra parte de la ria, redoblaban, si era posible, el ardor de los que à no haber encontrado el obstáculo de las gabarras, estaban resueltos à penetrar en Bilbao.

>>La fuerza que salió de esta plaza en este dia al mando del impertérrito jefe de la P. M. coronel don Miguel Araoz, se componia de las compañías de preferencia del 3.o y 4.o de ligeros, y de cien hombres del provincial de Compostela. Esta pequeña columna arrolló al enemigo en todas direcciones, arrojándose sobre él á la bayoneta el teniente graduado de capitan de la primera de tiradores del 4.° de ligeros don Francisco de la Huerta, y el subteniente de la misma don Manuel María Peñaranda, que mandaban la guerrilla. El teniente coronel graduado capitan del 4.o de ligeros don Antonio Ramos, que mandaba la vanguardia, se condujo con la bizarría que tenia acreditada; y todos hicieron prodigios de valor.

>>>En esta salida fueron heridos el comandante segundo del primer batallon de Almansa, coronel don Braulio Mallol; el teniente don Gregorio Gonzalez, y el subteniente del mismo cuerpo don Agustin Dominguez, de cuyas resultas murieron ambos. Tambien fueron heridos los subtenientes don Manuel María Peñaranda, y don José Maria Casati; y treinta y seis indivíduos de tropa de la clase de sargentos, cabos y soldados, inclusos cinco ingleses del barco de vapor, muriendo dos soldados españoles y uno inglés. Cuantos heridos entraban por las puertas de la plaza, y podian articular una palabra, gritaban con admirable entusiasmo: viva Isabel II: viva la libertad.

>>Al sostener la entrada en la plaza de la columna que salió, fué herido de gravedad en la puerta de San Agustin el valiente patriota don Pedro de Gane, capitan de la cuarta compañía de la milicia urbana.»

Reseña histórica del memorable sitio de Bilbao, publicada por su M. N. y M. L. ayuntamiento.

las diez de la noche, aumentándose los estragos; ocasionando entre otros daños la ruina del almacen de pólvora de la batería del Circo.

Ciento treinta proyectiles huecos, fueron arrojados á la poblacion; y para reparar sus fatales efectos, se invirtió aquella noche en construir una nueva batería en el fuerte del Circo, en levantar otra á espaldas del de Larrinaga para colocar un obus contra Begoña, y reparar lo más necesario.

Otra nueva salida tuvo lugar el 18, al mando tambien de Araoz, con mayores fuerzas, protegidas por dos trincaduras, que procuraba ofender al propio tiempo la multitud de carlistas, que escudados por la naturaléza del terreno formaban una larga y continuada emboscada.

Replegáronse en breve los de la plaza, y aunque cargaban sobre ellos escesivas fuerzas, emprendieron la retirada con tal órden, que parecia un simulacro de accion, á pesar de la pérdida que sufrian de alguna gente.

Si los resultados no correspondieron á los esfuerzos, no fué culpa de las disposiones que se tomaron, ni del valor con que fueron ejecutadas. Otra causa más poderosa esterilizaba tantos sacrificios, y á vencerla se dirigian los conatos de todos.

En los dias 19 y 20 solo se oyó algun cañonazo entre el tiroteo de fusilería.

Los sitiados aprovecharon esta favorable circunstancia, reparando sus maltratadas obras, cubriendo varios puntos enfilados, limpiando las armas, y pasando revista á sus filas. Observáronse algunos movimientos en los carlistas, que no se pudieron comprender; y que se atribuyeron á su retirada ó á la aproximacion de Espartero ó de Latre, que con sus respectivas fuerzas, acampaban no muy lejos de la villa, á la que se proponian socorrer.

Lo mismo que estos dias se pasaron, poco más o menos, los 21, 22 y 23, especie de tregua que favoreció en estremo á los sitiados, á quienes importaba ganar tiempo, pues no dudaban les auxiliara Espartero á todo

trance.

TRISTE SITUACION DEL EJERCITO LIRERAL.

VII.

Las tropas liberales que procuraban salvar á Bilbao, obraban casi á la ventura, á ciegas, revelándose la situacion de Latre, exacta y fácilmente, en este parte dirigido al jefe de la plaza.

«Burceña, 22 de junio de 1835.-El Excmo. señor general en jefe de los ejércitos de operaciones y de reserva, en oficio de 19 me dice lo si

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