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que San Martín y San Juan fueron ó hubieran sido lindero de las poblaciones de los Omaguas ó provincia del Dorado, concedidas á Maraver; que San Fernando de Atabapo está en la orilla meridional del Guaviare, y sus vecinos pisando el Dorado, no en el sentido que lo tomaron, sino en la realidad de las fundadas noticias, del oro que arrastran los ríos que de tal parte de cordillera descienden y fecundan sus valles, comprenderá V. E. que esta aparente riqueza fué origen del Dorado y descubierto asunto á mi narrativa, para dejar probada á beneficio del público tan ilustre fábula, y á utilidad de los vasallos del Rey la riqueza aparente que encierran los términos de San Juan de los Llanos, San Martín, y por consiguiente hoy San Fernando de Atabapo.

>>Estas dos ciudades que beben las aguas de los ríos Ariari y Guayabero, por su navegación y la del río Umadea, ó sea Meta, que algunos llamaron Turmequis, ya más frecuentado por las misiones que en el último hay de los Padres Jesuítas, dejan probada la otra fábula del Templo del Sol en la provincia del Meta, que perdió á tantos conquistadores, como Diego de Ordax, Sedeño y Alonso de Herrera, que ofuscados con el Dorado, inquirían también el fingido Templo.»-(Véase nota 37.)

(49) Fué ahorcado en la misma ceiba que había sido teatro de sus injusticias, pág. 197.

Juan de Carvajal era natural de Ponferrada y escribano de oficio; sirvió la plaza de relator de la Audiencia de Santo Domingo, desde cuya isla pasó á Venezuela con el Licenciado Frías. Se le dió sepultura en la iglesia provisional de Tocuyo.-(Véase nota 39.)

(50) Otro que se le junta, no menos caudaloso, pág. 202. El Oribante ó Uribante.

(51) Aviamas, pág. 203. Auyamas, Simón.

(52) Lago de Tacarigua, pág. 207.

Hállase entre dos montañas graníticas que, separándose al Occidente de Barquisimeto, en el punto de Tucuragua, corren en la dirección de la costa; la principal y más cercana á la marina se extiende sesenta leguas al naciente por el puerto de Cabello hasta el cabo Codera; la segunda, que le es paralela, treinta leguas más, hasta cerca del río Una

re. Queda entre las dos un espacio cuya anchura varía entre
seis y diez leguas de tierras generalmente llanas, bien re-
gadas y fértiles, que son actualmente la parte más labrada
y rica de Venezuela. Este espacio de mil cuatrocientas cin-
cuenta y cuatro leguas cuadradas se halla cerrado al Po-
niente por la unión de las dos montañas, y casi en la mitad
de la longitud hay una elevación poco sensible del terreno,
suficiente sin embargo para servir de límite á las aguas y
determinar su curso. Las de la parte oriental corren por el
río Tuy, á lo largo del valle, hasta echarse en el mar; las
occidentales, no hallando salida, se reunen en el centro de
la planicie y forman el hermoso y pintoresco lago de Taca-
rigua, de orillas fértiles. Entre los veinte ríos que lo alimen-
tan, el de Aragua, que ha dado su nombre al valle, es el
más importante, menos por el caudal de sus aguas que por
la extensión del terreno que riega y fertiliza. Por ventura
algún día esta balsa, cuyos bordes amenos recuerdan al via-
jero la tierra encantadora de Suiza, se apocará considera-
blemente, pues se observa que sus aguas disminuyen á pro-
porción que el terreno en derredor se desmonta y se culti-
va.-Baralt.-Algunos escriben Tacarihua.

(53) El cabo de la Vela, pág. 208.

En el cabo de la Vela, por consecuencia de los ensayos
de Federman, se había establecido una ranchería, cuyos
moradores se dedicaban al buceo de las perlas; llamábase
pueblo del cabo de Vela; pero en los años de 1545 á 46
se abandonó, así por no hallar en las inmediaciones agua
potable, piedra y madera para edificar, ni aun lena, como
por la vecindad de los indios guagiros y cocinas que hos-
tilizaban constantemente á los pobladores, matando á los
que salían á buscar agua. Acudieron también contra la ran-
chería corsarios franceses, que la saquearon; y con la expe-
riencia de tantas calamidades determinaron los vecinos mu-
dar la población al río de la Hacha, treinta leguas más al
Occidente y territorio de Santa Marta, sitio seguro y abun-
dante en materiales de construcción. A este sitio se diri-
gió Tolosa.-Simon.

(54) Elogio de Tolosa, pág. 208.

Todos los historiadores encarecen las raras prendas de su
gobierno. Aunque Oviedo afirma que era natural de Sego-
via, como los contemporáneos le decían vizcaíno, es de pre-
sumir fuera hijo de Tolosa, de donde tomaría el apelativo
de procedencia. Formuló el juicio de residencia de los go-

bernadores alemanes al tenor del interrogatorio que por primera vez se publica en los apéndices de este libro.

(55) Rio Zulia, pág. 209.

En esta ocasión lo nombraron los soldados Río de las Batatas, por haber hallado algunas en sus márgenes; mas este nombre se olvidó después.

(56) Indios Babures, pág. 209. Bobures, Simón; Bubures, Tolosa.

(57) Rio Oro, pág. 213. Horo, Oiro.

(58) Indios Chitas ó Cocuyes, pág. 214. De los pueblos de Chita y Cocui, Simón.

(59) Damián del Barrio, pág. 216.

Así también lo nombra el P. Simon; Castellanos, Damián de Barrios.

(60) Provincia de Nir gua, pág. 216.

Nirva, Simón; Nirgua, Baralt. Demora el Poniente de la montaña que cierra el valle de Tacarigua.

(61) La ciudad de Nueva Segovia, pág. 216.

«Baña el río Buria la provincia y valle de Bariquisimeto, con que los vecinos de la nueva ciudad le comenzaron luego á llamar Segovia de Bariquisimeto, y andando el tiempo se olvidó el nombre de Segovia y le quedó el del sitio de la provincia tan asentado, que en todas las circunvecinas y aun en el común nombrar no se llama sino Bariquisimeto.»Simón.

Es de reparar que lo mismo que con esta ciudad ocurrió en Venezuela con otros pueblos, ríos, valles ó lugares á que pusieron nombre los españoles, llegando después á olvidarlos y á prevalecer la designación de los indígenas. Tal ocurrió con el Río de las Batatas (nota 55), con el Manzanares, con las ciudades ó villas de Santa Ana, Nueva Jerez, Villarrica, Las Palmas, El Rosario, San Francisco, Santiago de los Caballeros, San Juan Bautista, Spíritu Santo, Nueva Zamora y muchos otros.

De las condiciones de Barquisimeto, suelo, frutos, indios y sus costumbres, da noticias el referido P. Simón.

(62) El rey Miguel, pág. 223.

Según Castellanos, le dió muerte con una ballesta uno de los vecinos españoles nombrado Diego de Escorcha.

(63) El Licenciado Villacinda, pág. 224. Alonso Arias de Villasinda, Castellanos.

(64) Nueva Valencia del Rey, pág. 227.

Se halla al Noroeste del lago de Tacarigua en una llanada espaciosa, amena y fértil. Dos sierras se desprenden de la cordillera de la costa hacia el Sur, y dejando entre sí un espacio considerable, van inclinándose una hacia otra hasta casi tocarse en un punto que puede llamarse con razón puerta del valle que han formado, y allí mueren. La sierra oriental tiene nombre de San Diego, y en su extremidad se levanta un montecillo que denominan del Morro; la occidental se llama Guataparo, y en un todo semejante á la otra, tiene también en su remate un terromontero que dicen del Puto. Valencia está asentada entre estas dos alturas á la margen de un río que lleva su nombre y tiene su nacimiento en las montañas. Acaso ninguna ciudad de Venezuela posee una situación tan importante. En la época de la fundación se hallaba á media legua del lago; cuando Humbold la visitó, mucho más de dos siglos después, distaba una y media: hoy la separan de las riberas dos completas. El cómputo en léguas no da una idea exacta de la disminución de las aguas, mas, como antes se ha dicho, van quedando en seco grandes espacios antes cubiertos, resultado de la precipitación con que se talaron los bosques, destruyendo el equilibrio entre la evaporación y las lluvias.-Baralt.-El P. Simón situó á Valencia sesenta leguas al Sudeste de la ciudad de Coro, siete del puerto de la Borburata al mismo rumbo, veinticinco de Santiago de León de Caracas, fundada después al Este, otras tantas de Barquisimeto, y treinta y cinco del Tocuyo, al Oeste.

(65) Murió el gobernador Villacinda, pág. 231. Castellanos pone su muerte el año 1557; el P. Simón el de 1556.

(66) El contador Diego Ruiz Vallejo, pág. 232. Diego Ruiz de Vallejo, maese de campo, le titula Castellanos, y narra la jornada que hizo por tierra de los Cuicas, elegía ш, canto II, parte segunda.

(67) Diego García de Paredes, pág. 232.

Escribió Ď. Tomás Tamayo de Vargas el libro titulado Diego García de Paredes y relación breve de su tiempo, y al folio 139 vuelto dijo:

«Quedaron de Diego García de Paredes dos hijos, uno natural, de su mismo nombre, y D. Sancho de Paredes, legítimo, de edad de doce años cuando él murió. El natural imitó los bríos de su padre, sirviendo algunos años en la guerra de Italia, de adonde trajó por trofeo de su esfuerzo dos banderas que hoy se ven sobre el cuerpo de su padre en Trujillo. Pasó después, mal contento de la recompensa de sus servicios, á Panamá por los años de 1547, donde anduvo con el presidente Gasca, que le hizo armar barcos con gente para defender el puerto de Santa Marta y Cartagena del peligro de los franceses que se temía. Atajáronse sus esperanzas aquí, porque á la orilla de un río le despedazaron caimanes.>>

No estaba el autor bien informado de lo que hizo en América, como se verá más adelante, nota 78.

(68) Los Cuicas, pág. 232.

Describe sus costumbres el P. Simón.

(69) Gutiérrez de la Peña, pág. 235. Gutierre de la Peña, Castellanos y Simón.

(70) El valle de Boconó, pág. 244.

Un valle dicho de Tostos ó de Boconó, porque estos dos nombres tuvo.-Simón.

(71) Sin que se supiese dónde llegaban los términos de las Audiencias de Santo Domingo y Santa Fe, página 245.

En 1626, cuando escribía el P. Simón, se hallaban todavía en litigio esos términos.

(72) Los indios Arbacos, pág. 253.

Baralt hizo muy bella descripción del territorio de estos indios, que tuvo que atravesar Fajardo en los viajes de ida y vuelta.

(73) Rio Marañón, pág. 276.

Que Lope de Aguirre le puso este nombre como derivado de maraña dice también el P. Simón, tomando la especie de relaciones de la época; mas no tienen fundamento.

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