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Ni estos peligros, ni la vigilancia escrupulosa que se ejercia sobre él, destruyeron nunca los pensamientos nobles que en aquella época triste de luto y de silencio brotaron en su corazon. Su brazo nunca se negó al débil, ni sa mano se cerró al necesitado. Mientras otros se arrastraban á los pies del tirano, y pretendian lavar su mancha constitucional por la delacion y estremándose en las persecuciones, ZURBANO, llorando en el seno de su familia la desgracia de sus amigos, jamás ofreció el espectáculo infame de una conciencia vendida, de un corazon cobarde y desleal. Esta no es la conducta del hombre que abraza por especulacion un partido; y si era la obra del fanatismo, glorifiquemos ese fanatismo santo que sostiene la dignidad del hombre, y que no se postra sino ante el altar de la libertad.

Se vió á ZURBANO comprometer su existencia multiplicadas veces por salvar la de sus correligiouarios, en aquella época fatal en que caminabamos todos á la sombra del cadalso. Vivia en Logroño la familia del teniente coronel Miranda, uno de los gefes mas comprometidos en el proyecto de Mina sobre Pamplona, designado como víctima del furor realista en sus memorables listas de proscripcion: esta familia esperaba de un momento á otro la muerte, porque la miseria tenia ligados sus pies, y nadie la tendia una mano de salvacion. ZURBANO lo sabe, se presenta una noche en su casa, les dice que sus caballos les esperan para traspasarlos á Francia, vence todos los inconvenientes, y aquella misma noche conduce á sus protejidos padre é hijo mayor al vecino reino, atravesando caminos apenas frecuentados por la cima de montes intransitables, huyendo de las poblaciones é inventando escusas ingeniosas para los realistas que encontraba.

No satisfecho aun su patriotismo y su corazon filantrópico, mas de una vez aquella familia infortunada debió á ZURBANO los socorros que siguió prestando á la esposa en Logroño. El padre marchó al Brasil al servicio de D. Pedro, á cuyas órdenes murió; y el hijo, á quien mas de una vez oyó ZURBANO referir su noble accion á presencia de los generales de nuestro ejército en esta época, murió tambien en el sitio de Bilbao á las órdenes de Espartero en la noche memorable de Luchana.

Otro gefe de graduacion, sentenciado á muerte por el Gobierno de Fernando, llamado Gomila, debió á ZURBANO la vida, traspasándole igualmente á Francia; é hizo lo mismo con otros muchos, siempre sin mas recompensa que la gratitud, ni aun permitiéndoles los gastos de manutencion en el tránsito.

Entre sus adversarios, de esos hombres que no abrigan sino enemistades salvajes é innobles, era Isidro Caraballos, vecino de Varea, á

quien sus ruines pasiones inspiraron el pensamiento de incribirse voluntario realista y distinguirse por la exageracion de los insultos y las persecuciones hacia los liberales, con el objeto de captarse la benevolencia de las autoridades, cuyo poder ideaba hacer servir en sus proyectos contra ZURBANO.

Cuando esa benevolencia lo elevó en 1826 al grado de sargento en las odiosas filas de los realistas, creyó no deber esperar mas tiempo, para realizar sus planes y saciar su venganza. A todas horas, en todos los sitios, ZURBANO se veia acometido por los insultos y las tropelias de Caraballos, con objeto de impelerle al mas lijero desliz que pudiese servir de base á un proceso que le arrastrase á un presidio y acaso á la horca. Mil veces la irritacion de ZURBANO llegó á su colmo, y quiso deshacer entre sus puños aquel miserable que provocaba sus iras; pero las consideraciones del esposo y del padre templaban sus violentos accesos y desarmaban su brazo. Su hermano Justo, con quien siempre vivió en la armonia fraternal mas entrañable, era tambien víctima del encono de aquel vil enemigo, y al fin acordaron elevar al Capitan general de Castilla la Vieja una esposicion en queja de los insultos y persecuciones de que eran objeto. S. E. mandó que se recibiese la competente informacion de testigos, encargando de evacuarla á un oficial llamado Huici, que habia servido en la faccion: lejos este de procurar con un procedimiento imparcial la justificacion de los hechos que motivaban las quejas, se unió á Caraballos en su criminal designio, y examinó solamente á ciertas personas que depusieron contra ZURBANO, atribuyendole los delitos mas atroces en la época constitucional de 1820 á 23. El Capitan general mandó sacar testimonio del resultado, y no creyéndose autoridad competente para conocer del negocio, lo remitió al Corregidor de Logroño para que procediese con arreglo á las leyes. Instruida por este la causa, sin la influencia maléfica de Caraballos, y llegada á estado, dictó sentencia que fue aprobada por la chancilleria de Valladolid, declarando que ZURBANO «habia probado legalmente los descargos á las insanas y pérfidas declaraciones de los testigos del sumario», y en su consecuencia lo absolvió, sin mas responsabilidad que las costas de su defensa: declaró tambien por «falsos y calumniosos los crímenes alegados contra él, y condenó al Caraballos, por director de tan atroces suposiciones, nefandos dichos y conocida persecucion de ZURBANO, en un año de trabajos públicos, y á los testigos Ramon Fernandez, Luis y Benito Saenz en ocho meses; á Emeteria Fernadez en seis de reclusion, á Urbana Martinez en dos, á Nicolas Ortiz Villalba y Rafaela Martinez en veinte ducados de multa ó un mes de prision, y á todos en las costas procesales con los correspondientes apercibimientos.» Nunca son tan respetables

los fallos absolutorios de los tribunales, como cuando recaen en aquellos á quienes la fortuna no alhaga con sus favores, porque la idea del soborno no empaña su justicia con la duda. ZURBANO, que habia huido á Valladolid, donde vivió oculto por espacio de cuatro meses esperando el fallo de la causa, regresó á su pueblo, para entregarse nuevamente á sus ocupaciones. La persecucion no por eso cesó; sus enemigos le vejaban por toda clase de medios, y vivió en una agitacion incesante hasta que la situacion política de España desarmó el brazo y embotó el encono de los realistas.

El desenlace de este drama judicial, que pudo conducirlo á la horca, lo terminó ZURBANO con una accion generosa, porque su corazon le hacia perdonar á sus mas mortales enemigos. En uno de los viajes que hizo á Valladolid, á donde llevaba á vender telas blancas, se encontró á la salida con un hombre que le detiene en el camino postrándose de rodillas delante de su caballo, y pidiéndole perdon de las injurias y calumnias que contra él se habia atrevido á jurar. ZURBANO reconoció en él al titulado comandante general de Varea, el sargento de realistas Isidro Caraballos, autor del proceso que contra él se formára en 1827, y le obligó á levantarse: «Yo perdono á todos, le dijo; á tí tambien monta en esa mula que vá de vacío, y vente conmigo á casa, que yo te mantendré.» Así sucedió en efecto, dando prueba de una magnanimidad que hubiera rehusado creerse en el hijo de cuna mas elevada.

El tiempo que las persecuciónes le dejaban sosegado y libre, seguia dedicándolo al contrabandeo, con una fortuna igualmente azarosa y próspera.

Iba un dia de Viana á Varea con una carga de estameña, y al acercarse al Ebro le sorprende un cabo de carabineros acreditado por su valor, y que habia manifestado deseos de encontrarse con ZURBANO en algun lance, al oir á sus compañeros referir los que con él tuvieran repetidas veces. A la voz de rindete, caiste, ZURBANO se para, y no pudiendo ya apelar al recurso de la fuga, por tardío, pide le permita calzarse las alpargatas: el guarda, sin cambiar su actitud, con las pistolas montadas y apuntándole, se lo concede, y ZURBANO se baja á atárselas: al levantarse, arranca mas rápido que una exhalacion el trabuco que llevaba entre la carga, cubierto con una manta, y amparándose del caballo, echa el arma á la cara, y vuelve amenaza por amenaza. El guarda, sobrecogido, se atemoriza, depone su actitud, y le suplica le perdone la vida : « Bien, le contestó; pero pudiera yo encontrar otro guarda, y es necesario que esta carga se salve: coje el ronzal de mi caballería, y llévala á la cuadra de mi casa, que yo te sigo.» No hubo evasiva: llegados á casa, ZURBANO

obsequió al guarda y lo despidió. Despues decia que la Hacienda le pagaba sus criados.

A consecuencia de uno de estos lances, que diariamente sostenia, se presentó un dia en Varea una partida de 18 guardas con un escribano; cercan la casa de ZURBANO, suben y le sorprenden en cama. Intimada la órden de prision, que recibió alegremente, con una serenidad imperturbable, pareció disponerse á salir: fingió hallarse enfermo, principió á vestirse lentamente, mientras su esposa preparaba un almuerzo para el escribano y gefe de la partida; y pretestando ir á la pieza-comun, se arrojó de una ventana medio desnudo, atravesó por entre los guardas centinelas, eludió su persecucion á los pocos pasos, y vadeó el Ebro, refujiándose en Los Arcos, de donde salió inmediatamente para Madrid á impetrar indulto del rey. En cuanto lo hubo conseguido, se presenta en los paseos y en todos los parajes más públicos de Logroño; la autoridad manda prenderlo, y él se deja conducir á la cárcel, sin hacer observacion alguna. Allí, al tomarle la declaracion, saca su indulto, le lee en alta voz, y pregunta si puede marcharse, tomando con ademan resuelto la salida, sin aguardar contestacion.

No siempre tenian un éxito tan feliz sus travesuras ellas le obligaron en muchas ocasiones á sustraerse á las pesquisas de la justicia, y á vivir ocultamente, haciendo por largo tiempo á veces una vida errante. La inaccion consiguiente á semejante estado le era insoportable, y entonces mismo se le veia acometer espediciones aventuradas, en las que su genio se desenvolvia con el mayor peligro. Asi, mientras se le creia generalmente ó emigrado ú oculto, acaso en aquellos momentos, él disponia su barco para trasportar su carga ó la conduccion á través de caminos apenas transitados, llegando en alguna ocasion á presentarla dentro de Logroño en los almacenes del comerciante.

Aquí terminaremos la primera época de la vida de ZURBANO, periodo novelesco en las intimidades de la vida privada, que pudiera interesar vivamente en una obra de otro género de la que escribimos. Hemos debido conducir la narracion sin arribar á puntos estraños á la jurisdiccion del historiador, rejistrando únicamente aquellos que, al atravesar ese periodo de cuarenta años, una memoria poco feliz ha podido recordar. Hemos trazado solamente los rasgos principales; hemos bocetado esa figura oscura, ignorada bajo el humilde techo de su pobre casa, y solą, perdida en medio de algun bosque ó á las orillas de algun rio; hemos presentado de bulto ese corazon desarrollado por las brisas del campo, sencillo en sus costumbres, puro en sus pensamientos, trasparente en sus acciones, sin ese barniz brillante, pero opaco,

que da la educacion de las grandes poblaciones. ZURBANO era en los lábios lo que era en el corazon; pudiera decirse que eran un mismo órgano, que servian á un solo fin; no habia desarmonía entre el pensamiento y su revelacion.

En ese busto imperfecto, que acabamos de presentar. á la vista de nuestros lectores, reconoceremos pronto al patriota ardiente que se arroja en medio de la hoguera voraz de la guerra civil para apagarla; al liberal consecuente que, firme en sus convicciones, arrostra la corriente destructora de la época, que envueltas con algunas partículas de oro, lleva consigo todas las reputaciones; reconoceremos al hombre virtuoso que en las alturas de su repentina elevacion ve todavía, y no ve á otra parte, á los que se quedaron abajo, á donde él volvió antes de entrar en la tumba.

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