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Carlos IV hubiera hecho un buen rey automático, un rey comme il faut para la teoria monárquico-constitucional; porque, apesar de su mediana instruccion, de su mor á la justicia, de su moralidad, las riendas del Estado le parecieron sobrado pesadas, y se dedicó á labrar la felicidad pública en los cazaderos del Escorial y en su taller de ebanista (1).

Hay siempre detras de los reyes como Cárlos IV, pero sobre ellos, un hombre con cuyo aliento respiran, un hombre que los domina, que los escusa, que se apodera de las riendas caidas, un hombre que tiene el poder sin el peso del cetro; hay siempre un valido. Este hombre irresponsable gobierna generalmente por la pauta de su capricho, y desvanecido en las alturas del trono, piensa solo en su engrandecimiento, busca lo accesorio tras la esencialidad del poder; busca el oro, el fausto, la pompa.

Y si fatalmente una reina levanta á ese hombre hasta la altura de su esposo, el cuadro que presenta entonces la nacion es horrible, es desgarrador; es el cuadro que presentaba la España teniendo por rey á Cárlos IV, por reina á María Luisa, y por valido á D. Manuel Godoy. La nacion fué tratada por este como un mineral que encerraba oro, y solo pensó en estraerle su última molécula: el lujo y la magnificencia de sus palacios, el boato de que rodeó su persona eran un insulto arrojado á la cara de un pueblo hambriento y miserable. Jamás la corrupcion de una corte llegó á mas alto grado. Fomentada por una reina entregada desenfrenadamente á los caprichos de su pasion ó de su vicio, presto las cámaras del palacio real fueron el teatro de las escenas mas inmorales, mas repugnantes. De los vapores de aquella sentina se impregnó la atmósfera que nos rodeaba que todavía pesa sobre nosotros. A ese foco concurrieron las

(1) Su régimen de vida, segun él mismo dijo á Napoleon, era, así en invierno como en verano por la mañana ir á caza hasta las doce, comer despues, y volver á caza hasta el anochecer; Godoy le relataba entonces el estado de los negocios, y resolviendo todas las dificultades con un haz lo que mejor te parezca, se retiraba á su cámara á dormir traiquilamente para reponerse de las penalidades de aquel dia y disponerse para las del siguiente, sin que ceremonia solemne ni acto importante de ningun género fuese bastante poderoso á alterar es!e órden indispensable para la prosperidad de los españoles.

pasiones mas destructoras, los vicios mas vergonzosos: los hombres de ambicion, los que se prostituian á servir en algun modo á la nueva Mesalina, los que bañaban con el incienso de la adulacion al orgulloso Godoy, los que se entregaban al tráfico en el servicio del estado, todo se concentró en un solo punto para destruir nuestra existencia gravitando sobre ella. Si estimuló las artes fué por cuanto podian servir al refinamiento de sus pasiones, á la liviandad de la reina y á su vanidad. Hizo en todo las veces del monarca, sin docoro, sin instruccion, sin prudencia, tratando á la nacion como una mercancía, corrompiéndola dentro, deshonrándola fuera. El pueblo que le vió elevarse rápidamente hasta la cumbre del estado, que se vió insultado en su miseria; que sintió crecer su malestar, aumenfarse su postracion, marchar mas presurosamente á su ruina, no guardó en su corazon mas que desprecio para su rey, dicterios para su esposa, y odio para su querido. Semejante sítuacion solo necesitaba el concurso de ciertas circunstancias para que se desplomara.

La Francia, al subir al trono Luis XVI, habia dejado de ser fa sierva de Luis XIV, y la nacion envilecida de Luis XV. Habia Hlegado para ella uno de esos periodos de actividad en que la inteligencia del pueblo se desarrolla prodijiosamente, y en que todos los poderes públicos, llamados á juicio, tienen que responder de sulejitimidad: se pregunta la razon de todos los hechos, se examina el derecho de la autoridad, se investiga el deber de la obediencia, se trazan límites á ambas, y es ya un crimen el crimen de su violacion. Y aquel pueblo que, dormido, habia sufrido todo género de ultrajes, dispierto se lanza sobre el que le escarnece, y en la lucha que se enciende sale siempre triunfante.

Los filósofos de la Enciclopedia habian sembrado con sus doctrinas fulminantes el suelo de la Francia, y la mas lijera chispa debia producir una esplosion: la Bastilla, con efecto, fué destruida. En este ensayo formidable debia haberse comprendido que aquel niño que nacia gigante no podia ahogarse en la cuna, y que era necesario huir toda contrariedad. No se hizo asi, y cada paso de la revolucion fué un lago de sangre. Si el principio monárquico no hubiese despreciado la ajitacion sorda que bullia á sus

pies; si no hubiese desatendido el espíritu del siglo que trasque bastaba poporaba por todas partes; si no hubiese creido ner su planta encima para ahogarle; și, mas prudente y menos egoista, no se hubiese desdeñado de transijir con él ¡ cuan diverso el pasado! cuan diverso el presente! ¿Quién alcanza hasta donde esta política previsora, contemplativa, de atraccion, hubiera variado el curso de la revolucion, y cambiado la faz actual? Temerario es decirlo.

La nobleza, el clero y el trono, los tres enemigos naturales de la prosperidad y de la ilustracion del pueblo, no hubieran sufrido esos sacudimientos volcánicos que no cesaron hasta su completa ruina.

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La nobleza hubiera conservado por algun tiempo ciertos privilegios del feudalismo, sacrificando algo de su orgullo y de sus riquezas el clero, con una política mas sagaz, hubiera evitado que el golpe dirijido á la iglesia cayese sobre la religion, y no hubiera visto la Francia toda arrodillada á los pies de un nuevo altar el trono no hubiera visto bajar un rey hasta el banquillo de los criminales para subir de allí á la guillotina. No, la nobleza, el clero y el trono no sucumbieron sino á su avaricia, á su orgullo, á su ceguedad; ellos fueron el verdugo de sí mismos, no acertaron á ser revolucionarios por egoismo. La Francia no hubiera pisado sus entrañas palpitantes para llegar á su regeneracion: la Europa no hubiera visto irradiarse de aquel foco poderoso las ideas de destruccion, é inflamarse á su contacto las masas, ni hubiera visto caer despedazadas las puertas del viejo mundo á los hachazos de la revolucion. Los reyes no hubieran visto al Soldado de la Córcega arrancarles el cetro de sus manos, y arrojarlo á cualquiera de sus camaradas; no hubieran visto á los quintos del imperio regalar con desprecio sus viejas coronas. Pero «los reyes no aflojan si el pueblo no tira. » El pueblo tiró, y sentó por sus manos á un rey plebeyo en el trono mas poderoso del mundo: el pueblo se salvó del naufragio, llegando á tierra con su principio triunfante, el gran principio de la revolucion francesa, la soberanía popular.

Este principio, como un gran foco de luz, ilum:nó á toda la Europa, é inflamó todos los combustibles que habia aglome

rado en ella el régimen fendal. La Italia, la Suiza, la P.usia, la Confederacion germánica, la Rusia misma sintieron bajo sus pies la pala revolucianaria socavar los cimientos en que se asentaba su envejecida organizacion. Invadidas todas las instituciones, la destruccion fue general: el origen divino de los reyes, fue mirado como una blasfemia hecha al Criador, porque, bajando al cimiento de todas las monarquías, se vió que habian principiado con el mas grande ladron de un pueblo, con el mas temido asesino, con el corruptor mas sagaz de la inteligencia humana y de su corazon; se vió en fin, que era un gran crímen por lo comun la base de todos los tronos.

Los privilegios de la nobleza fueron asi mismo considerados como una usurpacion hecha á la humanidad, y como un ultraje á la dignidad del hombre.

España tambien, en medio de que una doble valla, los Pirineos y los ódios de nacion, ejercia un poder refractario sobre estos principios, demostró bien pronto que no era un miembro cortado á la circulacion general, y que recorria sus venas el mismo espíritu.

Treinta y siete años hace que una agresion injusta, imbécil é inicua de la Francia sublevó la indignacion de nuestros padres, y que las llamas devoradoras de la guerra brotaron sin número de héroes: treinta y siete años hace que sonó sobre la cabeza laureada del emperador Napoleon el primer trueno de la tormenta que habia de arrojarlo á morir sobre un peñasco en medio del Océano. La tempestad pasó; lo que debia entonces sucumbir, sucumbíó ya; los peligros de entonces no son los peligros de hoy; podemos discurrir sobre lo pasado ahora que los ódios han muerto, ahora que las preocupaciones no embargan la razon. Seamos justos, siquiera cuando de serlo no hay males ya que temer. Se debe la verdad á los que viven en el sepulcro.

La cabeza gigante de Napoleon, como todas las cabezas donde nacen y crecen grandes pensamientos, podia sin duda encerrar un grande error: en esos terrenos fértiles, privilegiados, las plantas venenosas y las saludables crecen á la par con igual vigor y lozania. Uno de esos pensamientos que arriesgan la existen

cia de quien los concibe, que arriesgan la existencía de las náciones, que acaso solo justifican las consecuencias, fue la monarquía continental. Tal vez no era ese pensamiento sino la nueva esprèsion de una ambicion insaciable; tal vez era la realizacion de una idea eminentemente social, humanitaria. No lo sabemos la fortuna se cansó de ser esclava del Soldado de la Córcega, y abandonó para siempre al cadete afortunado de Tolon, al general republicano de la Italia, al vencedor de las Pirámides, al cónsul de la república, cuando le vió ceñir su frente con la corona de hierro, y cubrir su cuna con el manto imperial.

La monarquía continental podia tener por objeto destruir unas costumbres, generalizar otras, estender ciertos principios sobre el terreno donde vejetaban viejos y funestos errores; convertir á un solo punto las fuerzas de la sociedad, fundirla, unificarla en el pensamiento y en la accion por medio de un solo resorte, que pusiese en un mismo instante y en una misma direccion en movimiento los órganos de una nueva sociedad; podia, en fin, tener por objeto, y este objeto era grande, noble, santo, derruir las vallas que separan, que aislan las naciones, mezclarlas, confundirlas, destruir los tipos particulares para formar un tipo general; alisar, digámoslo asi, la superficie escabrosa de la sociedad madre en las edades modernas, la sociedad europea. Pero esto no quiso la suerte que asi fuera, y Napoleon fue sorprendido en la mitad de su obra por el Dos de mayo y por las llamas de Moscou, que iluminaron el camino de su sepulcro. Napoleon murió aplastado bajo el peso enorme de su mismo pensamiento.

¡El Dos de mayo! ¡Dia terrible! ¡Dia grande, de heroismo y luto, de gloria y desolacion! ¡Oh! es un espectáculo sublime, dos * hombres dispertando á un pueblo con la voz de los cañones; un pueblo dispertando á una nacion con el ¡ay! de los moribundos; y una nacion dispertando al mundo con el rumor de sus sangrientos combates! Nunca fue España mas brava, mas noblé, mas heróica: sin tesoros en el erario, sin ejércitos, sin gobierno, sin disciplina, sin gefes, desnuda, hambrienta, despreciada, sola, proclamar la guerra, la guerra contra la fortuna, la guerra contra

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