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lico debe llamarse, y lo es real y verdaderamente, sobre aquellos dictados, sacrílego, impio, anti-cristiano y fautor de iniquidades y toda maldad. El católico que asi obra comete muchos y enormes pecados; aumenta sus crímenes egecutar todo lo indicado contra unos cuerpos aprobados por la Iglesia católica, sostenidos por sus cánones, garantizados por las leyes civiles con el carácter de perpetuidad, como lo es el estado religioso, y con cuya seguridad contaron al entrar en los institutos sus individuos; y todo esto sin contar con el Gefe supremo de la Iglesia, de quien inmediatamente dependen, añadiendo el delito de conspiraciones contra la at toridad sagrada de los Concilios ecuménicos y del romano Pontífice. Yo pregunto á los señores de la consulta, si un Príncipe católico es árbitro de cometer tantos atentados? Si tiene derecho á vulnerar tan sacrílegamente los derechos de la Religion y de la justicia? Esto es lo que se ha ejecutado en España. ¿Y tienen valor los consultantes para aconsejar tan escandalosa y grave injusticia, actos tan violentos é irreligiosos desde el trono mismo de la justicia? Es árbitro el Príncipe, dicen, y nadie puede negarlo, para no recibir en sus estados institutos religiosos, y tambien para espulsarlos. Nadie puede negarlo? Yo lo niego á puño cerrado y lo niega todo católico, todo hombre justo, todo hombre de bien. ¿De qué casta serán los señores que han dado la tal consulta? Sobre no recibir institutos de nuevo, ya he dicho lo que podria el Príncipe. Pero para espulsarlos, suprimirlos y aniquilar y dejar morir de hambre á sus profesores, no tiene el Príncipe mas poder que el de la fuerza, nunca el de la razon, Religion y justicia. El Príncipe no debe pecar, ni ningue tribunal ó consultante puede sin riesgo de perderse aconsejar ni escitar á que su Prínci pe falte á la ley de Dios y de la Iglesia. Suprimiéronse los templarios, los jesuatos y otros institutos, pero

los Príncipes y gobiernos acudieron al Papa. Espulsados fueron de España los Padres de la Compañia, estinguidos por su corto número los religiosos de S. Anton, pero todo se hizo tratándolo el gobierno con el sumo Pontífice y con su beneplácito. Esto no se ha hecho ahora ni se quiere hacer. Todo es nulo, ilegítimo y sacrilego cuanto se ha hecho con la Iglesia y cuerpos regulares. Y he. concluido mi Comentario.

COROLARIO.

Resulta de lo espuesto, que tanto las doctrinas fiscales como las de las consultas que las afirman y corroboran, merecen ser censuradas de falsas, temerarias, erróneas, inductivas al cisma y que le promueven, sapientes hæresim, que inducen tambien á la heregia y la favorecen, heréticas, en cuanto niegan á la santa Iglesia católica la potestad soberana é independiente de la potestad temporal para gobernarse á sí misma, y dirigir espiritual y esteriormente á los Príncipes y á todos los cristianos. Este es mi dictámen sin arrepentimiento de darle, pero sujetándole en todo, para corregirle, al juicio de la Silla apostólica y obispado de España y del orbe católico. 20 de enero de 1841.=C F,

RESEÑA

é impugnacion del Catecismo metodista.

Ha llegado á tal estremo la audacia vil y ratera de los enemigos de nuestra patria, que no pudiendo ni atreviéndose á luchar frente á frente, cuerpo á cuerpo y brazo á brazo con nosotros, porque siempre son vencidos y porque defienden mala causa, intentan sojuzgarnos valiéndose de la sorpresa, del arma vedada de la traicion de algunos, que de entre nosotros se venden al sórdido interés, y del engaño con que su hipocresia quiere atraer á las gentes religiosas, pero sencillas y desprevenidas, fingiéndose ellos tambien religiosos. Dejemos á los que mintiéndose patriotas tienen vendida su patria al oro inglés, ó mas bien al nuestro, de que entre unos y otros nos han privado; harto sabido es. Mas no dejaremos á esos santones, que sin pudor ni 'vergüenza quieren con engaños hacer creer á la España que la traen Religion los que no la conocen ni la tienen, y por lo mismo son en todo el mundo conocidos. Hablemos claro; que los apóstatas españoles huidos á Londres en la época constitucional del año de 1820 á 23, aborrecidos de todos los verdaderos liberales por sus escándalos y mala vida, vengan ahora predicando por las casas de la corte á gente incauta y que ignora su vida, es muy original. Manifestad, les diremos nosotros y les deben todos decir, manifestad esa vuestra nueva fe medio por de vuestras obras; si lo hacen, las veremos nuevas tambien, sí, y tan nuevas que jamás entre nosotros se ha

á

yan visto, y tan nuevas que ellas bastarán a demostrarnos que su nueva fe es ninguna, porque son ateos. Apóstatas de los conventos de España en dicha época y perseguidos, repito, de los mismos liberales, aunque entonces y ahora la echan de liberales ellos tambien, vienen casados, con muchos hijos, como convertidos en metodistas, ¿y estos hombres embrutecidos, seres degradados, vienen á contrastar al purísimo sacerdocio católico español? ¿y quieren lograr ascendiente entre los fieles españoles predicando necedades, si acaso no blasfemias é impurezas horrendas por Religion? ¿Pues esos son, españoles, esos son, y esa su vida, y esa su fe, y esas sus obras; y los escuchareis? y los admitireis en vuestras casas? y los preferireis á los santos é inimitables sacerdotes católicos que os enseñan la Religion de vuestros padres con su ejemplo y con sus palabras? Pero esos apóstatas ó sus maestros los metodistas, qué vienen á enseñar? Una muestra tenemos en las manos. Uno que se llama Catecismo, y ni es Catecismo ni nada, sino una prueba de la necedad de sus autores.

Por las escuelas y colegios de niños los van repartiendo á millares, y casi de valde; aunque bien caro saldrá al que los tome, porque no aprenderá nada y perderá el dinero; inspirará en la niñez cuatro vaciedades inútiles, en vez de rudimentos cristianos. Una sola pregunta de cualquiera Catecismo católico de los que siempre se han enseñado en España, vale mas que todos los Catecismos que han compuesto los metodistas y que hasta el fin del mundo les sugiera el diablo componer.

El tal Catecismo consta de 15 páginas en 8.o inclusa la portada. Vamos á examinarlo, y quedará probada nuestra censura. Esta es la portada: "Catecismos publicados por orden del Ayuntamiento de los ministros de los metodistas para uso de la juventud de sus sociedades y congregaciones; traducidos del inglés. Catecismo TOMO I. Ep. 5.

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- primero para los niños de tierna edad. Con un apéndice ó breve Catecismo de los nombres del antiguo y nuevo Testamento: Gibraltar: imprenta de la libreria militar, 1836." Ahora bien, si esos Catecismos son para la juventud de sus sociedades, á qué los traen á España? ¿hay aqui alguna de esas sociedades? injurioso en alto grado seria á los españoles solo el pensarlo, pero mas injurioso y ofensivo es el traerles esos catecismos, pues se les quiere suponer tan veleidosos en su creencia, tan infieles á su Religion y tan poco instruidos en ella como los nécios, imbéciles y malvados metodistas. Malvados, sí señor, porque sobre hacer tamaño insulto á la religiosidad española, vienen dando una leccion pérfida de desobediencia, rebelion y atentado en el mismo hecho de introducir en la nacion libros impresos en el estrangero en nuestro idioma, porque lo prohiben nuestras leyes. Aunque no se tomase el atentado mas que en este sentido seria un contrabando contra nuestro comercio. ¿Por qué aduanas habrán pasado los tales folletos? ¿ó es que para que los señores ingleses nos perviertan y nos roben, no hay trabas ni leyes de ninguna especie que se lo estorben? Tampoco habrá entonces ni patriotismo, ni ley, ni gobierno, ni nacionalidad, ni seguridad personal, ni garantia de la propiedad y derechos legítimos para los individuos de esta nacion, que será presa de la rapacidad estrangera, y víctima inerte é indefensa. Si asi es, hablen claro los que mandan la fuerza pública protectora y tutelar de los intereses individuales, y cual pueblos nómades nos defenderemos, cada uno en su hogar, del injusto invasor y del impostor hipócrita que intente atropellarnos, ya con mano armada, ya con rateros y vulpinos modales, ya para llevarse nuestros bienes, y ya para corromper nuestras costumbres. Acaso aspiren á eso los de acá y los de allá, y que rotos todos los vínculos de la sociedad, se apoderen de nosotros mas á su placer. Horrenda traicion

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