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es verdadero lodo. La gente pobre no tiene que hacer más que tomarla para mitigar su sed, y después de algunos días, ir á pedir hospedaje al Hospital para que le curen alguna grave disentería.

Concluída la narración macroscópica de las epidemias de que pude encontrar datos, tócame poner punto final á este capítulo; pero antes de hacerlo, quiero ocuparme por un instante de nuestro antiguo conocido, el cólera morbus.

Todo el mundo sabe, ó por lo menos los iniciados en cosmografía y astronomía, que el sol tiene cierto número de manchas y que éstas aumentan ó disminuyen en varios períodos de un siglo; pues bien, una comisión de astrónomos mexicanos, que se fué al observatorio de Tokio, en el Japón, encontró, después de múltiples estudios, que las epidemias de cólera morbus que se presentaron en México, en el siglo XIX, coincidieron siempre con las épocas en que el sol presentaba mayor número de manchas; pero no contentos con esto, comenzaron á hacer cálculos, para saber cuál es la próxima época en que el sol tendrá gran número de manchas. De sus estudios y cálculos, resulta que todo esto tendrá lugar el año de 1916, época en que, según sus presagios, se presentará la próxima epidemia de "cólera morbus." Ya lo saben, pues, lectores y pueden comenzar á prepararse.

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Facultad del Centro

Como ya vimos en capítulos anteriores, la Universidad de San Carlos de Borromeo, no fué fundada sino cerca de 200 años después del descubrimiento de América y de vencer muchísimas dificultades.

En este capítulo hacemos, aunque sea á grandes rasgos, una descripción de esta Facultad y veremos algo de los médicos que hubo en este Reino.

El primer médico español que pasó por el Reino de Guatemala, que tengo noticia, fué don Pedro López, quien, acompañó á Cortez en su expedición de México á Honduras.

Llegó Cortez á Trujillo, y cuando todo parecía favorable en la nueva colonia, encontraron los europeos un enemigo terrible: el clima mortífero del lugar. Eran ya tantos los enfermos, y entre ellos López, que Cortez resolvió enviarlos á la Habana ó á Santo Domingo, y pedir al mismo tiempo. auxilio, para lo cual mandó aderezar convenientemente el navío que tenía en Trujillo.

"Salió el navío que conducía los enfermos al mando de Avalos, y después de haber doblado el Cabo de San Antón, á unas setenta ó sesenta leguas de la Habana, corrió tan deshecho temporal, que se perdió, ahogándose el capitán, los religiosos y muchos de los soldados. De ochenta y tantas personas que iban á bordo, se salvaron solo quince, en el bote ó en tablas; siendo de este número el médico López, que habiendo arribado á la Habana, escribió á Santo Domingo, dando razón del desastre y de la pérdida de las joyas que Cortez enviaba. Avisó también que pedía soldados y que la colonia de Trujillo necesitaba víveres con urgencia".-(MILLA). Y allí acaban los datos sobre la historia del primer médico español que pasó por este Reino.

Desde esta época no nos dicen los historiadores nada de los médicos, sino hasta por el año 1540 en que apareció uno, el cual, por los estragos que aquí hizo, bien autorizados

estamos para considerarlo como el bacilo de una peste. Remesal al hablar de él se explica en los siguientes términos:

"Entró un hombre en la ciudad que la puso en el mayor peligro. Dijo que era médico, boticario, cirujano y herbolario famoso. Puso tienda de medicinas, y para aplicarlas visitaba á los enfermos, tomaba pulsos, recetaba para su casa y hacía todas las demostraciones de un Proto-médico de la Corte. Pero como el arte de curar lo debía ejercitar más por inclinación que por ciencia, y faltando el saber por sus principios, era forzado acudir á la experiencia, y ésta, siendo tan dificultosa y peligrosa, había de ser á costa de los vecinos, pagaron tan bién la entrada de su buen médico, que enterró él sólo en la ciudad más españoles en un año que habían en diez guerras de la Nueva España.

Y este año de 1541, en particular, se encarnizó de suerte que no escapaba hombre que visitase. Y así á los 5 de agosto (demás de otras muchas veces que en diferentes tiempos le habían requerido que no curase ni recetase para su botica, y no aprovechaba, por el ímpetu con que seguía un arte tan dichoso como la medicina (cuyas faltas cubre la tierra) le mandaron so varias penas que no visitase enfermos ni ejercitase la medicina, añadiendo á las pasadas el destierro de la ciudad. Porque se había experimentado que no escapaba persona en quien pusiese las manos. Aunque durante un año se vió la ciudad tan amenazada, que á los 14 de marzo de 1542, los alcaldes y regidores de su cabildo dijeron y maudaron (dice el Secrerio) que atento á que al presente no hay médico que sea letrado para que cure medicina, que dicho N. mire á su conciencia, y haga como buen cristiano á su leal saber y entender, y que si alguno lo llamare para curar, si algún daño le sobreviniere por intervenir en tal cura sea culpa de la persona que así lo llamare. Y que de hoy en adelante se alza y repone la pena." (Libro III Capítulo V.)

Más tarde, á principios del siglo XVII, aparece otro médico, no menos competente que el anterior y cuya macroscópica biogafía la copio de la conferencia del doctor Salazar, quien á su vez la toma de Ximénez: "Por cosa

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