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Macroscópicamente podemos decir que la civilización antigua de Guatemala se encontraba esparcida con la misma irregularidad que hoy día; y es que después del descubrimiento de América, los indios no se han cruzado lo suficiente para unificarse en sus costumbres y comunicarse su civilización; los antiguos temían invasiones de ultramar, y por esa razón no fundaban grandes ciudades en las costas norte de la República, habitadas en general por tribus nomadas que vivían de la caza y de la pesca; se dirigían al interior para fundar sus poblaciones, y allí encontramos las razas civilizadas de los reinos Quiché y Cakchiquel.

Y hoy día, dónde encontramos las mayores poblaciones, las que llevan el estandarte del progreso en Guatemala, donde hay mayor número de escuelas, ferrocarriles, teléfonos, telégrafos, carreteras, etc.? En la mitad de Guatemala que corresponde al océano pacífico: la parte norte y nordeste, cubierta por terrenos fértiles y feraces, más próxima á Europa, y por consiguiente con más facilidad para la la exportación de sus productos, se encuentra casi despoblada y como lógica tiene pocas vías de comunicación, produce poco en industria, comercio, etc.

Pero entremos en materia y digamos algo sobre el origen de los primeros habitantes y de su avanzada civilización.

"La población primitiva del continente no debe su origen á un sólo pueblo, ni sus pobladores han transmigrado á él por un sólo punto. Robertson, en la historia de América, no duda que la Groelandia ha sido descubierta y poblada por noruegos desde el siglo nono. Las Casas, en el Atlas histórico, entiende lo mismo de la Islanda, expresando que ésta les sirvió de tránsito. No dejan duda de este hecho los anales y memorias publicadas en 1837 por la Sociedad Real de anticuarios del Norte, en Copenhague. Cancelada, autor que fué de la gaceta de Nueva España y de la historia de las asambleas de los judíos convocadas por Napoleón, publicada en México, en 1807, está por la transmigración de los israelitas tártaros al territorio que hoy comprende la América rusa, la inglesa y los Estados Unidos: transcribe las opinio

nes de escritores antiguos y modernos, y cita pasajes ocurridos con pobladores ingleses, que conocieron su idioma, usos y monedas.

Clavígero, en la historia antigua de México, deriva la población de éste y aquél territorio de naciones septentrionales emigradas y establecidas en ellos, desde fines del siglo sexto hasta mediados del duodécimo; pero el conde Las Casas, hablando del primero, dice: bajo cualquier aspecto que consideremos este país, atestigua mayor antigüedad que la que nos ofrecen sus anales.

Los del antiguo reino de Guatemala refieren una y otra población á antigüedad incomparablemente más remota; y no derivan del septentrión ni de la tierra firme sus primeros pobladores, sino de transmigraciones ultramarinas, lo mismo que otras partes del globo y multitud de islas situadas á distancia de centenares de leguas de todo otro continente, las cuales se han encontrado asi mismo pobladas. Ordóñez, natural de Chiapas, que ha escrito en 1796 la primera parte de la mitología americana, y expresa tener en apuntes la segunda y las otras dos de la historia profana, anuncia por incidencia y con referencia á capítulos del libro 2, que los pobladores de las Antillas fueron cananeos, procedentes de Caldea, los cuales, en Cuba, formaron su asiento, y que de esta isla pasaron veinte tribus al continente, acaudilladas por Valum Votán, el noveno de los Votanes, y se situaron en Chiapas hacia el año tres mil del mundo, y cerca de mil antes de Jesucristo: expresa que allí fundaron la antigua Culhuacán, conocida hoy con el nombre de Palenque, de que habla Juarros en su historia, que multiplicándose y extendiéndose, establecieron cuatro reinos, de Yucatán, Culhuacán, Tulha y Chiquimulha; y que sucesivamente arribaron siete tribus cartaginesas, cerca de cuatrocientos años antes de J. C., las cuales enlazándose con los cananeos, y propagándose en la región, se hicieron dueños de ella, y la sujetaron á su imperio, situando su corte y mansión en Tulha, hoy conocida por Ococingo.

Otro manuscrito, titulado Isagoge histórico de Chiapas y Guatemala, á que faltan las últimas fojas y el nombre del autor, hablando de esta antigua ciudad, dice: al oriente de

Ococingo, á cinco ó seis leguas, se descubren muchos y grandes edificios antiquísimos, en que sobresalen ocho torres labradas con arte singular: en sus paredes se ven esculpidas imágenes de hombres, en trage militar, las cabezas con morriones y penachos, el cuerpo vestido de armaduras hasta los muslos, y ceñidos con sus bandas, los pies calzados con botillas hasta media pierna.

En una plaza grande se ven otras estatuas de piedra; mas en diverso traje: porque tienen en las cabezas unas como copas de sombreros que rematan en punta; pero sin alas algunas: el vestido es á modo de un sayo que hace su escote cuadrado en la garganta, la manga llega hasta medio brazo, y ajustado al cuerpo baja hasta cubrir la mitad del muslo, y en la cintura unos cinchos con sus hebillas; todo esculpido curiosamente en la piedra: los piés calzados hasta media pierna con sus botillas: unas estatuas tienen cruzados los brazos á los pechos, otras los tienen juntos á los pechos, aunque no cruzados, sin alguna insignia.

Hállanse también en estos edificios muchos escudos de piedra durísima como pedernal, que tendrán cosa de cinco cuartas de diámetro, toda la superficie muy igual y muy tersa, y por la circunferencia toda hace una orla de casi una sesma y por toda ella muchos caractéres de varias figuras ó cifras, que Garrido dice, son letras chaldeas. Muchas de estas estatuas y escudos se han llevado al pueblo de Ococingo, donde los he visto; y advirtiendo en los caracteres que tienen por orla los escudos, más que letras me parecen cifras ó geroglíficos, que significan acciones ó sucesos: porque cada una de aquellas figuras está en su casita, y cada casita tiene mucha labor para ser solo una letra, y si fuera así, en cada escudo de aquellos cuando más se escribiera una palabra.

En uno de estos escudos se ve, esculpido de medio relieve, un hombre de perfecta estatura, juntos los pies con las manos y atados con un mismo cordel, tan artificiosamente encajado en el círculo de aquel escudo, que en una vara de diámetro se ven todos los miembros del tamaño natural de un hombre bien alto. En este escudo parece quisieron signi ficar que habían sujetado algún gran príncipe ó alguna nación de indios, porque está el hombre que allí se representa con el cabello al modo de los indios.

El primor y artificio de estas obras manifiesta que no las hicieron gentes bárbaras. Los vestidos de las estatuas dicen, que los representantes no son indios, pues nunca usaron tales trajes; y de sus vestuarios se saca la utilidad única que se puede seguir de la diversidad de los trajes, que es conocer por ellos las naciones y los tiempos en que los usaron. Aquel uso de mitras ó copas largas de sombrero sin alas, es antiquísimo traje de los fenicios, cartagineses y españoles, según siente el P. Mariana, con autoridad de Estrabón, y aún se dice que hasta el día de hoy conservan éste los mauregatos.

Los fastos del antiguo mundo no están en contradicción con los rastros que ofrece esta parte del globo. Plinio refiere que los cartagineses descubrieron las Canarias: que Hannon, de orden y á espensas de su gobierno, emprendió la navegación del sur al contorno del Africa, Himilcon la del norte, siguiendo las costas occidentales de Europa, y que luego penetraron en la Inglaterra. Bochardo dice que los cartagineses, traginando los mares de España, fuese por buscar nuevas tierras, ó fuese arrojados por alguna tormenta, vinieron á dar á este continente, reputado ya entonces por continuación de la India. Aristóteles, en su tratado de cielo discurre que era fácil el tránsito á la India en derechura; y este filósofo, ó su discípulo, Teofrasto, en el libro de oyenda de maravillas, cuenta que este viaje había sido hecho por los cartagineses, continuado algún tiempo y prohibido después con pena de la vida, recojiéndose y consumiéndose sus derroteros y cartas de navegación. El autor del Isagoge observa, que en tiempo de César Germánico, año 17 del nacimiento del Salvador, España, era provincia romana; y Cornelio Tácito, en sus anteriores libros, refiere haber acaecido la terrible tormenta que padeció en los mares de Flandes la flota de este emperador, la cual, constando de más de mil bajeles, solo el suyo, que era de más seguridad, pudo resguardarse en uno de aquellos puertos: los demás se esparcieron, sin que se supiese de ellos hasta después de mucho tiempo, en que volvieron unos pocos de Inglaterra, otros de Irlanda y de otras partes remotas y no conocidas; pero el cuerpo de la armada quedó perdido, sin que jamás se supiese de su paradero; y congetura el autor del Isagoge, que pudieron

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