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aportar muchas de estas naos á estas tierras. Añade que cien años después pudo suceder cosa semejante; pues de una anciana de San Juan Sacatepéquez se obtuvo como una presea, una moneda de Trajano.

En Africa, con la destrucción de Cartago, pereció el rumor de estas regiones, de modo que San Agustín, en su tiempo, en el libro 16 de Ciudo de D. capítulo 3, ya lo desprecia y rebate, como cosa frívola; y aun en Roma, Séneca, el orador, en la suasoria 1 celebra con donaire el que fuese naciendo otro mundo. Pero en España obtuvo el rumor más duración; pues Séneca, el filósofo, natural de Córdova, en el prólogo á sus cuestiones naturales, afirma que el viaje en derechura á esta parte de la India era de pocos días; y en la tragedia de Medea, dice: que en tiempos futuros correrían los velos del océano y no sería la última tierra Cádiz ó Irlanda. San Isidoro de Sevilla, en sus etim. libro 4 capítulo 5, todavía insinúa que á más de las tres partes del mundo, había otra cuarta en lo interior del océano, donde la fábula colocaba los antipodas.

Robertson encuentra la causa de esta obscuridad, en las antiguas relaciones en que los fenicios y cartagineses, ani mados de un celo mercantil, ocultaban con cuidado á los otros pueblos, el conocimiento de países lejanos con que ha bían contraído comunicaciones: todas las circunstancias de su navegación, dice, eran no solamente misterios de comercio, mas también secretos de estado: cita pasajes de Estrabón en la geografía, libro 3 y 18, en que constan rasgos extraordinarios de precaución para impedir á otras naciones que penetrasen lo que tenían interés en ocultar; y observa que mucha parte de sus conocimientos pereció con ellos, y que éste, de que quedó la voz, fué mirado por los escritores griegos y romanos, como una ilusión. De aquí es que la idea de un nuevo mundo en tiempo de Colón, chocó de todo punto, y según parece de su vida, capítulo 8, sólo él, apoyado en sus teorías, daba cierta importancia á las relaciones antiguas.

Un resultado de ellas, viene á ser la antigua existencia de los cartagineses en la ciudad y corte de Tulha en el continente americano, de la cual dice Ordóñez, siguiendo su narración número 45, tomaron e los el nombre de tultecas, y la

nación toda el de tulteca; y pretende que sucesivamente siendo llamados por su república, reusaron volver, y temiendo el arribo de una armada suya, abandonaron esta región y sus hogares, y tomando el camino del septentrión á toda ventura por tierras incógnitas, hacia su costa occidental, no pararon hasta penetrar en la California, acaudillados del famoso Huitsiton, celebrado por ellos en sus anales, como padre de la patria y libertador del yugo cartaginés.

Expresa asimismo que quedaron en Zacatlán, hoy Ciudad Real, y por la provincia de Soconusco, algunos pueblos de su nación que, menos tímidos, no siguieron esta derrota. También indica que Couhatl- tepetl; hoy pueblo del Salvador, fué población suya. De que se deduce, que el territorio no quedó absolutamente despoblado, y por aquí es de inferirse la mansión en el tránsito de algunas otras tribus, que no soportasen las jornadas de la peregrinación. Nada dice el autor sobre romanos, si no es la cruz que describe entre las ruinas del Palenque, en la forma que se usa en la iglesia cristiana; y si es cierto que los hubo y figuraron en esta comarca en el tiempo en que se refiere, no es mucho que el nombre romano y la ruina de Cartago, que llegaría á sus oídos, infundiesen el temor que se les atribuye de una armada ultramarina.

Los tultecas, llegados á la California, prosigue el mismo Ordóñez, hicieron poco asiento en ella, porque los hijos y descendientes de los prófugos, acaso menos enlazados con cartagineses, perdido el miedo de la armada enemiga, emprendieron los primeros su regreso, tomando el camino mismo por donde habían pasado, y se desparramaron por las tierras. de Nueva España, permaneciendo en los lugares donde hallaron aptitud de establecerse.

Aquí es donde Clavígero comienza su historia, y fija el principio de esta peregrinación para el mediodía, en el año 596, y el de la monarquía tulteca en el territorio mexicano en el de 667 de la era cristiana. Luego expresa que una falta dilatada de lluvias escaseó los frutos de la tierra, introdujo el hambre y la peste, y ocasionó la ruina y dispersión de la monarquía por los años 1052, quedando unos pocos morado

res en la comarca, y dirigiéndose otros á Chiapas, Onohualco ó Yucatán, Xoconochco ó Soconusco, Guatemala y Nicaragua, según escriben Herrera, Clavígero y Humboldt.

Parecerá estraña la retirada de los tultecas hasta la California, y su regreso de la California á México y á esta comarca; pero advertimos más chocantes peregrinaciones en los hunos y visigodos del antiguo mundo, que describe Las Casas, atravesando el Asia y andando y revolviendo la Europa, y no se pone duda en ellas por estar recibidas. Pues las de los tultecas no pueden estimarse menos positivas, desde que se admiran en el país unos monumentos que hacen incontestable el arribo y mansión de unas gentes como los cartagineses y otros pueblos que les precedieron.

En la historia universal de los sabios ingleses, se opina que algunos americanos descienden de los egipcios y fenicios. Herrera comienza el capítulo 2, así: pues que con haber estado cuatro años los castellanos en la provincia de Yucatán, quedaron bastantemente entendidos los secretos de ella, se dirá lo más notable. Muchos indios de discreción, decían haber oído á sus antepasados que aquella tierra habían poblado ciertas gentes, venidas por la parte de oriente, á las cuales había librado Dios de otras, abriéndoles camino por la mar; y más adelante, hablando de Cuculcán, añade: y otros conforman en que éste entró por la parte del poniente. El propio Clavígero, que al principio de su historia, considera el septentrión como almácigo del género humano en esta parte del globo, ya en la segunda disertación sobre las épocas de ella, no duda decir: estoy convencido de que los chiapaneses fueron de los más antiguos y quizá la primera de las naciones que poblaron la tierra de Anahuac. Humboldt, en el viaje á las regiones equinocciales, y en la vista de las cordilleras y monumentos, admite en una y otra América, personajes heroicos de una remota antigüedad, transportados por un naufragio de uno á otro hemisferio.

Ordóñez repula por tulteras á los chichimecos y demás tribus, hasta la mexicana, última que descendió de las inmediaciones septentrionales, y los califica de mestizos, esto es, cartagineses por línea paterna y cananeos por la materna. Clavígero no deja de convenir en lo expuesto, cuando da á

los tultecas por desterrados y procedentes de la antigua Tulha, aunque los supone en las regiones del norte y no del mediodía, y contempla con sorpresa su civilización.

Los escritores franceses no se muestran satisfechos con las relaciones hasta aquí obtenidas para fijar el origen de esta cultura. Ya se ha visto lo que nota Casas. Humboldt en el ensayo, pregunta: ¿cuál es el país de donde salieron los tultecas y los mexicanos? De dónde les venía esta cultura? La forma de gobierno, prosigue, indicaba que descendían de un pueblo que había esperimentado vicisitudes en su estado social. Y mas adelante concluye diciendo: se inclina el ánimo á creer que estos progresos no son efectos del desarrollo de facultades intelectuales de los mismos americanos, sino que los debían á su comunicación con algún pueblo muy adelantado del Asia central. La Academia de Geografía de París, según anuncia El Repertorio Americano, tomo 1, párrafo 19, apercibe algún vacío en el punto de historia que se ventila, cuando muestra interés en el reconocimiento de antiguas ciudades y personajes de Chiapa y Guatemala, que van men

cionados.

El autor del Isagoge, ha notado que Alvarado encontró ciudades y ejércitos qué vencer y subyugar en lo interior y costas occidentales de Chiapa y Guatemala, y que Cortés, salido de México por tierra para Trujillo, y atravesando con poderoso ejército la Chontalpa, Lacondón, el Chol y demás costa del norte, hasta Golfo Dulce é Hibueras, no halló sino desiertos y tribus errantes, indigencias y calamidades que sufrir, sin sujetar un sólo pueblo. Se deja ver la causa de esta despoblación, en el temor que los naturales conservaron al arribo de extranjeros por la costa oriental. Las antiguas Culhuacán y Tulha, próximas á ella, permanecieron inhabitadas y desiertas, al paso que Copán, situada tierra adentro, se encuentra poblada y defendida. Si un magistrado tlascaltés y el emperador mexicano, dicen á Cortés que según sus oráculos esperaban la venida de un gran señor del oriente, fué porque siempre temieron la aproximación de invasores ultramarinos por aquel punto, según la experiencia que veían confirmada.

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Estado actual del templo de los Tableros (Machán), construído sobre una pirámide de gradas, cuya altura mide 105 pies por 66 de frente y 25 de fondo. (R. A. C.)

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