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carta preciosa contiene un resumen del estado de las ciencias en el momento en que la escribía. Refiriéndose á la electricidad, entonces en su cuna, le da cuenta, á su amigo, de los experimentos curiosos de Galvani, y después de desarrollar la teoría de lo que él llamaba electricidad animal, le dice:

"He leído con sumo gusto y vanagloria estos descubrimientos porque son cabal y enteramente las mismas ideas que yo me había formado del uso del cerebro, de los nervios y de los movimientos de los músculos. Yo conozco á usted bien para persuadirme que lo creerá; pero si alguno lo dudase, usted no tiene otra cosa que hacer sino pedir á Esparragoza, á Carranza, á Soto y á Caceros los papeles que les dicté desde el año de 90 sobre estos puntos difíciles de la fisiología. En esos papeles leerá usted el electrófono, las descargas, etc. etc., con otras cosas á que yo me adelanté, guiado no más que por la analogía, por la misma estructura de las partes y por la imposibilidad de poder explicarlas ni dar ideas claras con las teorías viejas... etc., etc."

Flores comparte con el Padre Goicoechea la gloria de haber sido el primero en introducir el estudio de la física experimental en nuestro país. Hasta que ellos llegaron á la Universidad de San Carlos no se leía en las aulas más que la física llamada Aristotélica. Los sabios guatemaltecos comprendieron que aquello era una vejestoria indigesta con la que sólo se lograba poblar la mente con entes de razón, y decidieron abrir nuevas vías á la juventud de su país.

La Universidad carecía de fondos hasta para pagar los treinta pesos asignados para la lección que se debía dar cada cuatro meses sobre el cadáver. Qué iba á teuer entonces con qué comprar un gabinete de física, aunque fuese mediano?

Flores de sus propios fondos encargó uno á Europa el cual montó en su casa y que según los señores Goicoechea y Córdova constaba de las siguientes piezas:

1 barómetro, 1 termómetro, 1 telescopio Gregor de 18 pulgadas, con todos sus utensilios, 1 aereómetro,-telescopio acromático de Doyon con triple lente, 17 pulgadas y movimiento horizontal y vertical,-prismas, lentes, espejos cóncavos y convexos de metal y de vidrio para las experiencias sobre los gases, 1 máquina eléctrica portátil, con disco

de 15 pulgadas, otra grande con dos discos de 36 pulgadas y las piezas necesarias para formar la batería eléctrica.

Tal fue nuestro primer gabinete de física que, según tengo entendido, donó á la Universidad al marchar para Europa

Los libros de consulta que para sus lecciones sobre ese ramo le servían, eran los de más fama por entonces en Europa, como Regnault, abate Nollet, Priestley, Halles, Bertholet, para no citar más que los principales. De autores de ciencias naturales poseía también una colección de autores ilustres, asi como de Química y matemáticas.

Que el Doctor Flores haya precedido en la idea al abate Fontana en facilitar por medio de esos manaquíes el estudio de la anatomía, es aun un punto dudoso: pero véase lo que decía él mismo acerca de los trabajos del conservador del Museo de física del museo de Toscana:

“Aunque no dudo que serán infinitamente mejores, más perfectas y acabadas las 24 estatuas de Fontana que las 3 de la Universidad de esa ciudad de Guatemala, con todo esas tres muestran todo lo necesario para aprender la Anatomía, pues se arman ó se disecan según el orden de la disección. Tienen, pues, la ventaja de desarmarse: y el abate Fontaua como modela sus piezas en el natural, se ha visto precisado á multiplicar las estatuas. En una, por ejemplo, muestra los museulos exteriores, en otra los que se siguen inmediatamente bajo de estos, y así, sólo para músculos ha trabajado siete estatuas. Vuelvo à decir que le leido y releído ésto sin cansarme, y quisiera que alli hieleran el aprecio que se merecen mis estatuas, aunque no fuera más que por haberlas he ho un paisana.”

Queda en nuestra opini n establecido por el párrafo antener el verdadero m rito de nuestro compatriota. Que Fontana, à quien el mismo Flores lama, ereador del arte de que se trata, haya tenido la idea el primero de fabricar las estatuas en ceta, oneda muy inferior al mito del Doctor Flores El primero las delaba al natural el ctro estudiaba musculo per musculo, ngano per organo, nervios y vasos y despus de mas de dier sños de prolijo y concienzudo trabajo pudo darnos la obra que no nos cansaremos de alabar. El sbate dispowa de los recursos cuantiosos del gran duque de

Toscana; el médico guatemalteco, era pobre, vivía de su trabajo, no contaba con la protección del cuerpo científico, y que pertenecía porque era pobre también, y sí con muchos émulos, hasta entre las autoridades superiores, como lo veremos luego; y venció, á pesar de todo eso, dándonos una obra casi perfecta, no para satisfacer la curiosidad de los profanos como las estatuas de Fontana que figuraban en un Museo público, sino para que los aspirantes á médicos pudiesen estudiar en ellas los órganos, armándolos y desarmándolas del modo como se encuentran y relacionan en el cuerpo humano.

Fontana, mucho después, fabricó otras tres estatuas tales como las de Flores y que éste vió en Florencia; pero el triunfo es de nuestro ilustre compatriota.

El Doctor Auzoau, á mediados del siglo pasado, perfeccionó en Francia el arte que nos ocupa, habiendo tenido la habilidad de inventar una pasta maleable, resistente é inalterable, por medio de la cual ha fabricado sus modelos anatómicos que bien conocéis y que son tan útiles para vulgarizar los conocimientos anatómicos.

Veo que me he extendido demasiado, que el tiempo avanza y que es necesario terminar.

Y sin embargo, hasta ahora no hemos estudiado al Doctor Flores más que como maestro y como sabio, en el anfiteatro, en su cátedra de Prima y en su gabinete de estudio. Nos falta verlo en un campo más amplio, como hombre benéfico y de acción, y como ciudadano.

El doctor Flores fué médico y cirujano del Hospital de San Juan de Dios, durante más de 22 años, desde 1774, un año después de que la Antigua Guatemala fué arruinada, en el que el Capitán General don Martín Mayorga le encomendó ese Servicio, á la muerte del médico don Francisco Aceituno, que percibía la dotación de doscientos cincuenta pesos anuales. Al señor Flores se le asignaron ochenta, y por esa mísera suma prestó sus servicios durante cuatro años, mientras el Hospital permaneció en la Antigua. Trasladado á la nueva ciudad en que hoy nos encontramos, prestó sus servicios sin estipendio alguno durante dos años. En 1780 sobrevino una horrible epidemia de viruelas y hubo necesidad

de formar dos lazaretos en otros tantos barrios de la capital, que nuestro médico visitaba diariamente sin gratificación. Cuando las calamidades públicas descritas pasaron y las Arcas Reales tuvieron algún desahogo, se le asignaron trescientos pesos, del que disfrutó durante el resto del tiempo que sirvió aquel cargo. Según el señor Goicoechea, Flores puso particular empeño en dar ensanche, limpieza, aire y ventilación á los salones del Hospital actual de San Juan de Dios; cabiéndole la honra, como médico, de poner la piedra angular de ese establecimiento, que durante más de un siglo ha sido el primero de Centro-América, y cuyas condiciones actuales nada dejan que desear por la competencia de los sabios profesores que lo sirven, sus amplias y numerosas Salas, su arsenal quirúrgico, sus Salas de Operaciones dotadas de cuanto la ciencia moderna exige y toda esa brillante juventud que allí asiste.

Fijémonos en la diferencia de unos y otros tiempos, y haciendo la justicia á los maestros actuales, paguemos también culto de admiración á aquel varón eminente, que en medio de una sociedad preocupada contra los médicos, á quienes se veían con desprecio desde la altura de sus orgullos nobiliarios, trabajaba, rodeado de sus discípulos Esparragoza, Córdova, Molina, Larrave, Isidoro Soto, Carranza, Caseros y otros de los que os hablaré próximamente, por establecer sobre las bases sólidas el estudio sobre la Medicina y Cirugía práctica en Guatemala.

Quizá os figuraréis que un hombre tan docto y tan ocupado, que un sabio tan lleno de merecimientos haya sido una persona adusta, ensimismada, intratable para sus discípulos y sus pacientes de Hospital. Pues os equivocaríais, si tal cosa creyeséis: hay fama de que era un hombre jovial y accesible. Allí tenéis su retrato: ved su rostro apacible y amable. En esa frente reverbera la dignidad y el talento, pero no se alcanza á divisar, aunque se busquen, los relámpagos de la vanidad ó de las malas pasiones.

Varias son las certificaciones que tengo á la vista sobre su asistencia al Hospital durante el largo tiempo que lo tuvo á su cargo. En todas ellas, además de encarecerse el interés que tomaba por la curación de sus enfermos, se elogia

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