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Díaz admira la rapidez con que en cinco días desmontaron una, que impedía la vista del mar en la villa de Trujillo, en la llegada de Cortés.

No les fué desconocido el arado. El mismo Herrera, hablando todavía de los pueblos de Honduras, en el propio lugar, dice: volvían la tierra con unos palos largos, con dos ganchos, uno arriba y otro abajo, para hacer fuerza con el pié y con el brazo; y también con unas palas agudas, á modo de las bangas que usan en Navarra, y á fuerza de brazos y pies. He aquí un cotejo con la labranza española. que hace honor á la antigua Guatemala.

La diligencia de los indígenas se extendía entonces al aprovechamiento de los metales, descubriendo y labrando los granos de oro, que espontáneamente arrastraban las aguas en las vertientes de que hallaron labaderos los españoles; de ello ofrecen testimonio los presentes hechos á Alvarado por los reyes de Guatemala y Atitlán, de que habla Bernal Díaz, los hechos á Cortés en su tránsito por Tesulutlán, los hechos á Chávez por el rey de Copan, referidos por Juarros, como también los canutillos tributados diariamente por 200 niños á Jorge Alvarado, hermano y teniente del adelantado, de que hace relación el mismo escritor, y asimismo las estancias de minas que se mencionan en el testamento del propio adelanto transcrito por Remesal, y otras de que Jiménez y el propio Juarros hacen mención en Nebaj, en Santiago Zamora, en San Juan y San Pedro Sacatepéquez, posteriormente cegados. Fuentes deplora labaderos que por el visitador Orduña, hasta hoy quedaron ocultos.

El cobre, dice Jiménez, es el metal que únicamente sacaban los indios en su gentilidad, que los otros totalmente ignoraban el beneficio. Los indígenas de Nicaragua, cuenta Herrera, renuertes á sacar ó manifestar el oro, si algo daban era cobre. Por falta de hierro, creyó Mr. Paw bárbaros á todos los americanos; pero el conde Caylus reconoció una segur de cobre peruano, y declaró que casi era igual en dureza á las armas antiguas de cobre de que se servían los griegos y los romanos. Es pues de alabar, dice Clavígero, disertación 6, que si los americanos ignoraron el arte comunísimo de elaborar el hierro, poseyeron el singularísimo de templar el cobre.

Muchos sabios distinguidos, dice Humboldt, pero faltos de conocimientos químicos, han pretendido que los mexicanos y peruanos tenían un secreto particular para dar cierto temple al cobre y para convertirle en acero. No hay duda en que las hachas y otros utensilios mexicanos eran casi tan cortantes como los del acero; pero su estrema dureza era debida á la liga con el estaño, y no á su temple. Lo que los primeros historiadores llaman cobre duro ó cortante, se parecía al jayros de los griegos y al de los romanos. Una hacha de las Galias, encontrada en Francia por Mr. Dupent, y que corta la leña como una de acero, según el análisis de Mr. Vanquilin, contiene 87 de cobre, 3 de hierro y 9 de

estaño.

En todas partes, dice todavía el mismo autor, parece que ha precedido el uso del cobre al del hierro. Por consiguiente, no debemos admirarnos de que en el principio de su civilización, los americanos, como la mayor parte de los demás pueblos, hayan puesto su atención antes sobre aquel metal que sobre este último. Sabemos que en los tiempos de que habla Homero, era también mayor el uso del cobre que el del hierro, aunque éste era ya conocido muy de

antemano.

Las manufacturas iban tomando incremento en el pueblo guatemalano. Jiménez da un lugar distinguido á la loza que fabricaban los indígenas de Totonicapam. Juarros habla de la de Mixco y Chinautla; y Herrera de la de Ahuachapán, hecha sin instrumento alguno, á que daban el rosado con la congelación del agua de un pozo, y el negro con el sedimento de otro. Humboldt dice, que los colores son óxidos de hierro y magnesia, sobre todo, de los ocres amarillos y encarnados que se encuentran en los huecos del asperón. Bernal Díaz expresa que los presentes de miel hechos á Cortés en Tesulutlán, fueron en jarros. En el subterráneo de Copán se descubrieron, y se da el nombre de tiestos, á utensilios de todas figuras. En el de la huaca de Sensuntepeque, pueblo del Salvador, fué reconocido el año de 1806 por el subdelegado, que después ha sido jefe supremo de aquel estado, un vaso de loza blanca, sin barniz, de figura cónica boca de clarín.

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queer. de lis ilus y descuido de los espotis
gevel en tartalosente las pleas preciosas de la
intervana de Nueva Granada y quito, y deplo
fin Els estas obras por las cuales se scredita que
preidlus del nuen, continente laman Megado
mmunali in Zarco superior al que se les atribnge

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Sis demas artes conspiralan å satisfacer las necesidades ilonarse la comodida i de la vida. Jimerez en los

xicare, maguey, tule y cafia, distingue sus especies 7 descrive las raras y toles que coloreaban los indigenas at esmio mosaico, de que se servian con gala los españoles a señiras: explica los diversos usos que hactau de la pita para lants, redes, hamacas y alforjas, de que variaban los tamaties y flora, y á que daban diferentes colores: distingue los petates pequeños y grandes, gruesos y delgados que sacaban en tejidos y labores: y últimamente las jaulas, canastes, petaras y petaquillas que armaban con diferentes formas y

atlees de colores, espaces de servir à la ostentación y à la decencia. Herrera, describiendo unes idolos de Honduras, -xpresa que eran de piedra verde marmoleña; y hablando de Is indigenas de Tesulutlán, dice: labran bien la plumeria y Lagen hermosas figuras.

Humboldt quiere que el uso de la pita y el algodon, entre I stultecas, fuese tan antiguo como el del maiz; pero el autor 4-1 - Isagoge refiere el tejido de este último, à invención del etavo de los monarcas de este pueblo en Utatlan. Mas sea de esto lo que fuere, las mantas eran comunes à la llegada de s españoles. Bernal Díaz, en la relación del tránsito de

H. N. 4.

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