Fray Luis de Leon: eine Biographie aus der Geschichte der spanischen Inquisition und Kirche im sechszehnten Jahrhundert

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C.E.M. Pfeffer, 1866 - 417 páginas
 

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Página 387 - Del monte en la ladera por mi mano plantado tengo un huerto que con la primavera de bella flor cubierto ya muestra en esperanza el fruto cierto.
Página 405 - Y dejas, Pastor santo, tu grey en este valle hondo, escuro, con soledad y llanto, y tú rompiendo el puro aire, te vas al inmortal seguro...
Página 385 - Y como se conoce, en suerte y pensamiento se mejora; el oro desconoce que el vulgo vil adora, la belleza caduca, engañadora. Traspasa el aire todo hasta llegar a la más alta esfera, y oye allí otro modo de no perecedera música, que es de todas la primera.
Página 388 - ¡Ay! que ya presurosos suben las largas naves: ¡ay! que tienden los brazos vigorosos a los remos, y encienden las mares espumosas por do hienden.
Página 396 - ¿No ves cuando acontece turbarse el aire todo en el verano? el día se ennegrece, sopla el gallego insano, y sube hasta el cielo el polvo vano; y entre las nubes mueve su carro Dios ligero y reluciente, horrible son conmueve, relumbra fuego ardiente, treme la tierra, humíllase la gente. La lluvia baña el techo, envían largos ríos los collados; su trabajo deshecho, los campos anegados miran los labradores espantados.
Página 388 - La lanza ya blandea el árabe cruel, y hiere el viento, llamando a la pelea; innumerable cuento de escuadras juntas veo en un momento. Cubre la gente el suelo, debajo de las velas desparece la mar; la voz al cielo confusa y varia crece; el polvo roba el día y le escurece.
Página 398 - Aquí la envidia y mentira me tuvieron encerrado. Dichoso el humilde estado del sabio que se retira de aqueste mundo malvado; y con pobre mesa y casa, en el campo deleitoso, con sólo Dios se compasa ya solas su vida pasa ni envidiado ni envidioso.
Página 388 - Acude, corre, vuela, traspasa el alta sierra, ocupa el llano, no perdones la espuela, no des paz a la mano, menea fulminando el hierro insano.
Página 393 - ... sierra que vas al cielo altísima, y que gozas del sosiego que no conoce el suelo, adonde el vulgo ciego ama el morir, ardiendo en vivo fuego: recíbeme en tu cumbre, recíbeme, que huyo perseguido la errada muchedumbre, el trabajar perdido, la falsa paz, el mal no merecido...
Página 385 - El aire se serena y viste de hermosura y luz no usada, Salinas, cuando suena la música extremada por vuestra sabia mano gobernada. A cuyo son divino el alma, que en olvido está sumida, torna a cobrar el tino y memoria perdida de su origen primera esclarecida.

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