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se desvelan algunos príncipes con mordaces cuidados en tejer su fortuna con el estambre de los súbditos, y tejen redes, que después se rompen y dejan burlada su confianza 91

Algunos remedios hay para este vicio. Los mas eficaces son de preservacion; porque, si una vez la naturaleza se deja vencer dél, difícilmente convalece. La última túnica es que se despoja. Cuando los príncipes son naturalmente amigos del dinero, conviene que no le vean y manejen, porque entra por los ojos la avaricia, y mas fácilmente se libra que se da. Tambien es menester que los ministros de la hacienda sean generosos; que no le aconsejen ahorros viles y arbitrios indignos con que enriquecerse, como decimos en otra parte.

Dios advirtió á Moisen que eligiese para los cargos varones que aborreciesen la avaricia 3. No puede ser bien gobernado un estado cuyos ministros son avarientos y cudiciosos; porque ¿cómo será justiciero el que despoja á otros? Cómo procurará la abundancia el que tiene sus logros en la carestía? Cómo amará á su república el que idolatra en los tesoros? Cómo aplicará el ánimo á los negocios el que le tiene en adquirir mas? Cómo procurará merecer los premios por sus servicios el que de su mano se hace pago? Ninguna accion sale como conviene cuando se atraviesan intereses propios. A la obligacion y al honor los antepone la conveniencia. No se obra generosamente sin la estimacion de la fama, y no la aprecia un ánimo vil sujeto á la avaricia. Apenas hay delito que no nazca della ó de la ambicion 4. Ninguna cosa alborota mas á los vasallos que el robo y soborno de los ministros, porque se irritan con los daños propios, con las injusticias comunes, con la invidia á los que se enriquecen, y con el odio al príncipe, que no lo remedia. Si lo ignora, es incapaz; si lo consiente, flojo; si lo permite, cómplice, y tirano si lo afecta, para que, como esponjas, lo chupen todo, y pueda exprimillos después con algun pretexto. ¡Oh infeliz el príncipe y el estado que se pierden porque se enriquezcan sus ministros! No por esto juzgo que hayan de ser tan escrupulosos, que se hagan intratables; porque no recibir de alguno es inhumanidad; de muchos, vileza, y de todos, avaricia.

La cudicia en los príncipes destruye los estados 5; y no pudiendo sufrir el pueblo que no estén seguros sus bienes del que puso por guarda y defensa dellos, y que haya él mismo armado el ceptro contra su hacienda, procura ponelle en otra mano. ¿Qué podrá esperar el vasallo de un príncipe avariento? Aun los hijos aborrecen á los padres que tienen este vicio. Donde falta la esperanza de algun interés, falta el amor y la obediencia. Tirano es el gobierno que atiende á las utilidades propias, y no á las públicas. Por esto dijo el rey don Alonso el Sabio 6: « Que riquezas grandes además non debe el Rey cobdiciar para tenerlas guardadas, é non obrar bien con ellas. Ca naturalmente el que para esto las cobdicia, non puede ser que non faga grandes yerros para averlas, lo que no conviene al Rey en ninguna manera.» Las sagradas letras comparan el príncipe avaro que injustamente usurpa los bienes ajenos, al leon y al oso hambriento 7; y sus obras á las casas que Jabra en los árboles la carcoma, que luego caen con ella, ó á las barracas que hacen los que guardan las viñas, que duran poco 8. Lo que se adquirió mal, presto se deshace. ¡Cuán á costa de sus entrañas, como la araña,

5 Provide autem de omni plebe viros potentes, et timentes Deum, in quibus sit veritas, et qui oderint avaritiam. (Exod., 18, 21.) 4 Pleraque eorum, quae homines injustè faciunt, per ambitionem et avaritiam committuntur. (Arist., lib. 2, Pol., cap. 7.) Rex justus erigit terram, vir avarus destruet eam. (Prov., 29., 4.) 6 L. 4, til. 2, part. 2.

7 Leo rugiens, et ursus esuriens, Princeps impius super populum pauperem. (Prov., 28, 15.)

8 Aedificavit sicut tinea domum suam, et sicut cuctos fecit umbraculum. (Job., 27, 18.)

Para la preservacion de la cudicia de los ministros es conveniente que los oficios y gobiernos no sean vendibles, como lo introdujo el emperador Comodo; porque el que los compra los vende. Así les pareció al emperador Severo y al rey Ludovico XII de Francia; el cual usó deste remedio, mal observado después. Derecho parece de las gentes que se despoje la provincia cuyo gobierno se vendió, y que se ponga al encanto, y se dé el tribunal comprado al que mas ofrece 10. Castilla experimenta algo destos daños en los regimientos de las ciudades, por ser vendibles, contra lo que con buen acuerdo se ordenó en tiempo del rey don Juan el Segundo, que fuesen perpetuos y se diesen por nombramiento de los reyes.

Es tambien necesario dar á los oficios dote competente con que se sustente el que los tuviere. Así lo hizo el rey don Alonso el Nono, señalando á los jueces salarios, y castigando severamente al que recibia de las partes. Lo mismo dispusieron los Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel, habiendo puesto tasa á los derechos 11.

A los del magistrado se les ha de prohibir el trato y mercancía 12; porque no cuidará de la abundancia quien tiene su interés y logro en la carestía, ni dará consejos generosos si se encuentra con sus ganancias; fuera de que el pueblo disimula la dominacion y el estar en otros los honores cuando le dejan el trato y ganancias; pero si se ve privado de aquellos y de estas, se irrita y se rebela 13. A esta causa se pueden atribuir las diferencias y tumultos entre la nobleza y el pueblo de Gé

nova.

Los puestos no se han de dar á los muy pobres, porque la necesidad les obliga al soborno y á cosas mal hechas. Discurríase en el senado de Roma sobre la elec

Sicut tela aranearum fiducia ejus. Innitetur super domum suam, et non stabit: fulciet eam, et non consurget. (Job, 8, 14.) 40 Provincias spoliari, et nummarium tribunal, audita utrinque licitatione, alteri addici non mirum, quando, quae emeris, vendere gentium jus est. (Scn., l. 1, c. 9, de ben.) 41 Mar., Hist. Hisp.

12 Sed caput est in omni Republica, ut legibus, et omni alia ratione provisum sit, ne qua facultas quaestus faciendi Magistratibus relinquatur. Arist., 1. 5, Pol., c. 8.)

43 Tunc enim utrumque ei molestum est, quod nec bonorum particeps sit, et quod a quaestibus submoveatur. (Arist., ibid.)

cion de un gobernador para España, y consultado Sulpicio Galba y Aurelio Cotta, dijo Scipion que no le agradaban, el uno porque no tenia nada y el otro porque nada le hartaba. Por esto los cartagineses escogian para el magistrado á los mas caudalosos; y da por razon Aristóteles que es casi imposible que el pobre administre bien y ame la quietud 14. Verdad es que en España vemos varones insignes, que sin caudal entraron en los oficios, y salieron sin él.

Los ministros de numerosa familia son carga pesada á las provincias; porque, aunque ellos sean íntegros, no son los suyos; y así, el senado de Roma juzgó por inconveniente que se llevasen las mujeres á los gobiernos 15. Los reyes de Persia se servian de eunucos en los "mayores cargos del gobierno 16; porque, sin el embarazo de mujer ni el afecto á enriquecer los hijos, eran mas desinteresados y de menos peso á los vasallos.

14 Quasi impossibile sit, qui egenus existat, eum benè magistratum gerere, aut quietem optare. (Arist., lib. 2, Pol., c. 9.) 15 Haud enim frustra placitum olim, ne foeminae in socios, aut gentes externas traherentur. (Tac., lib. 3, Ann.)

16 Septem Eunuchis, qui in conspectu ejus ministrabant. (Esth., 1, 10.)

Los muy atentos á engrandecerse y fabricar su fortuna son peligrosos en los cargos; porque, si bien algunos la procuran por el mérito y la gloria, y estos son siempre acertados ministros, muchos tienen por mas seguro fundalla sobre las riquezas, y no aguardar el premio y la satisfacion de sus servicios de la mano del príncipe, casi siempre ingrata con el que mas merece. El cónsul Lúculo, á quien la pobreza hizo avariento y la avaricia cruel, intentó injustas guerras en España por enriquecerse.

Las residencias, acabados los oficios, son eficaz remedio, temiéndose en ellas la pérdida de lo mal adquirido y el castigo, en cuyo rigor no ha de haber gracia, sin permitir que con el dinero usurpado se redima la pena de los delitos, como lo hizo el pretor Sergio Galba, siendo acusado en Roma de la poca fe guardada á los lusitanos. Si en todos los tribunales fuesen hechos los asientos de las pieles de los que se dejaron sobornar, como hizo Cambíses, rey de Persia, y á su ejemplo Rugero, rey de Sicilia, seria mas observante y religiosa la integridad.

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La libertad en los hombres es natural, la obediencia forzosa. Aquella sigue al albedrío, esta se deja reducir de la razon. Ambas son opuestas y siempre bataIlan entre sí, de donde nacen las rebeldías y traiciones al señor natural; y como no es posible que se sustenten las repúblicas sin que haya quien mande y quien obedezca 1, cada uno quisiera para sí la suprema potestad y pender de sí mismo; y no pudiendo, le parece que consiste su libertad en mudar las formas del gobierno. Este es el peligro de los reinos y de las repúblicas, y la causa principal de sus caidas, conversiones y mudanzas; por lo cual conviene mucho usar de tales artes, que el apetito de libertad y la ambicion humana estén léjos del ceptro, y vivan sujetas á la fuerza de la

1 Naturam duas necessarias res, easdemque salutares humano generi comparasse, ut alii cum imperio essent, alii ei subjicerentar: nihilque quod citra haec, nec minimo quidem queat spatto perdurare. (Dion., lib. 41.)

razon y á la obligacion del dominio, sin conceder á nadie en el gobierno aquella suprema potestad que es propia de la majestad del príncipe, porque expone á evidente peligro la lealtad quien entrega sin algun freno el poder. Aun puesta de burlas en la frente del vasallo la diadema real, le ensoberbece y cria pensamientos altivos. No ha de probar el corazon del súbdito la grandeza y gloria de mandar absolutamente; porque, abusando della, después la usurpa, y para que no vuelva á quien la dió, le pone asechanzas y maquina contra él. En solo un capítulo señalan las sagradas letras cuatro ejemplos de reyes muertos á manos de sus criados por haberlos levantado mas de lo que convenia. Aunque fué tan sabio Salomon, cayó en este peligro, habiendo hecho presidente sobre todos los tribunales á Jeroboan 2,

2 Videns Salomon adolescentem bonae indolis, et industrium, constituerat eum Praefectum super tributa universae domus Joseph. (3, Reg., 11, 23.)

el cual se atrevió á perdelle el respeto 3. Estén pues los príncipes muy advertidos en la máxima de estado, de no engrandecer á alguno sobre los demás, y si fuere forzoso, sean muchos, para que se contrapesen entre sí, y unos con otros se deshagan los brios y los desinios 4. No consideró bien esta política (si ya no fué necesidad) el emperador Ferdinando el Segundo cuando entregó el gobierno absoluto de sus armas y de sus provincias, sin recurso á su majestad cesárea, al duque de Fridlant; de que nacieron tantos peligros y inconvenientes, y el mayor fué dar ocasion con la gracia y el poder á que se perdiese tan gran varon. No mueva á los príncipes el ejemplo de Faraon, que dió toda su potestad real á Josef5, de que resultó la salud de su reino; porque Josef fué símbolo de Cristo, y no se hallan muchos Josefes en estos tiempos. Cada uno quiere depender de sí mismo, y no del tronco, como lo significa esta empresa en el ramo puesto en un vaso con tierra (como usan los jardineros), donde criando raíces, queda después árbol independiente del nativo, sin reconocer dél su grandeza. Este ejemplo nos enseña el peligro de dar perpetuos los gobiernos de los estados; porque, arraigada la ambicion, los procura hacer propios. Quien una vez se acostumbró á mandar, no se acomoda después á obedecer. Muchas experiencias escritas con la propia sangre nos puede dar Francia. Aun los ministros de Dios en aquella celestial monarquía no son estables 6. La perpetuidad en los cargos mayores es una enajenacion de la corona. Queda vano y sin fuerzas el ceptro, celoso de lo mismo que da, sin dote la liberalidad, y la virtud sin premio. Es el vasallo tirano del gobierno que no ha de perder. El súbdito respeta por señor natural al que le ha de gobernar siempre, y desprecia al que no supo ó no pudo gobernalle por sí mismo; y no pudiéndole sufrir, se rebela. Por esto Julio César redujo las preturas á un año y los consulados á dos. El emperador Cárlos V aconsejó á Filipe II que no se sirviese largo tiempo de un ministro en los cargos, y principalmente en los de guerra; que los mayores diese á personas de mediana fortuna, y las embajadas á los mayores, en que consumiesen su poder. Al rey don Fernando el Católico fué sospechoso el valor y grandeza en Italia del Gran Capitan, y llamándole á España, si no desconfió dél, no quiso que estuviese á peligro su fidelidad con la perpetuidad del vireinado de Nápoles. Y si bien Tiberio continuaba los cargos, y muchas veces sustentaba algunos ministros en ellos hasta la muerte 7, era por consideraciones tiranas, las cuales no deben caer en un príncipe pruden te y justo; y así, debe consultarse con la naturaleza, 3 Levavit manum contra Regem. (3, Reg., 11, 26.)

Est autem omnis Monarchiae cautio communis, neminem facere nimis magnum, aut certè plus quam umum facere: ipsi enim inter se, quid quisque agat, observant. (Arist., lib. 5, Pol., c. 11.) Tu eris super domum meam, et ad tui oris imperium cunctus populus obediet: uno tantum regni solio te praecedam. (Gen., 41, 40.)

Ecce qui serviunt ei, non sunt stabiles. (Job, 4, 18.)

7 Id morum Tiberii fuit, continuare imperia, ac plerosque ad finem vitae in iisdem exercitibus, aut jurisdictionibus habere. Tac., lib. 1, Ann.)

maestra de la verdadera política, que no dió á aquellos ministros celestes de la luz perpetuas las presidencia y vireinados del orbe, sino á tiempos limitados, como vemos en las cronocracias y dominios de los planetas, por no privarse de la provision dellos y porque no le usurpasen su imperio. Considerando tambien que se hallaria oprimida la tierra si siempre predominase la melancolía de Saturno, ó el furor de Marte, ó la severidad de Júpiter, ó la falsedad de Mercurio, ó la inconstancia de la Luna.

En esta mudanza de cargos conviene mucho introducir que no se tenga por quiebra de reputacion pasar de los mayores á los menores, porque no son infinitos, y en llegando al último se pierde aquel sugeto, no pudiendo emplearse en los que ha dejado atrás. Y aunque la razon pide que con el mérito crezcan los premios, la conveniencia del príncipe ha de vencer á la razon del vasallo cuando por causas graves de su servicio y de bien público, y no por desprecio, conviene que pase á puesto inferior, pues entonces le califica la importancia de las negociaciones.

Si algun cargo se puede sustentar mucho tiempo, es el de las embajadas, porque en ellas se intercede, no se manda; se negocia, no se ordena. Con la partida del embajador se pierden las noticias del país, y las introducciones particulares con el príncipe á quien asisten y con sus ministros. Las fortalezas y puestos que son llaves de los reinos sean arbitrarios y siempre inmediatos al príncipe. Por esto fué mal consejo el del rey don Sancho 8 en dejar, por la minoridad de su hijo el rey don Alonso el Tercero, que tuviesen los grandes las ciudades y castillos en su poder hasta que fuese de edad de quince años; de donde resultaron al reino graves daños. Los demás cargos sean á tiempos, y no tan largos que peligren, soberbios los ministros con el largo mando. Así lo juzgó Tiberio 9, aunque no lo ejecu taba así. La virtud se cansa de merecer y esperar; pero no sean tan breves, que no pueda obrar en ellos el conocimiento y prática, ó que la rapiña despierte sus alas, como á los azores de Noruega, por la brevedad del dia. En las grandes perturbaciones y peligros de los reinos se deben prolongar los gobiernos y puestos, porque no caigan en sugetos nuevos y inexpertos: así lo hizo Augusto, habiendo sabido la rota de Quintilio Varo.

Esta dotrina de que sean los oficios á tiempos no se ha de entender de aquellos supremos instituidos para el consejo del príncipe y para la administracion de la justicia; porque conviene que sean fijos, por lo que en ellos es útil la larga experiencia y el conocimiento de las causas pendientes. Son estos oficios de la república como los polos en el cielo, sobre los cuales voltean las demás esferas, y si se mudasen, peligraria el mundo, descompuestos sus movimientos naturales. Este inconveniente consideró Solon en los cuatrocientos senadores que cada año se eligian por suerte en Aténas, y or

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denó un senado perpetuo de sesenta varones, que eran los areopagitas, y mientras duró, se conservó aquella república.

Es tambien peligroso consejo y causa de grandes revueltas y inquietudes entregar el gobierno de los reinos, durante la minoridad del sucesor, á quien puede tener alguna pretension en ellos, aunque sea injusta, como sucedió en Aragon 10 por la imprudencia de los que dejaron reinar á don Sancho, conde de Rosellon, hasta que tuviese edad bastante el rey don Jaime el Primero. La ambicion de reinar obra en los que ni por sangre ni por otra causa tienen accion á la corona; ¿qué hará pues en aquellos que en las estatuas y retratos ven con ella ceñida la frente de sus progenitores? Tiranos ejemplos nos da esta edad y nos dieron las pasadas de muchos parientes que hicieron propios los reinos que recibieron en confianza. Los descendientes de reyes son mas fáciles á la tiranía, porque se hallan con mas medios para conseguir su intento. Pocos pueden reducirse á que sea justa la ley que antepuso la anterioridad en el nacer á la virtud, y cada uno presume de sí que merece mas que el otro la corona; y cuando enalguno sea poderosa la razon, queda el peligro en sus 46 Mar., Hist. Hisp.

favorecidos, los cuales, por la parte que han de tener en su grandeza, la procuran con medios violentos, y causan disidencias entre los parientes. Si algunas tuvo el rey Filipe II del señor don Juan de Austria, nacieron deste principio. Gloriosa excepcion de la política dicha fué el infante don Fernando 11, rehusando la corona que tocaba al rey don Juan el Segundo, su sobrino, con que mereció otras muchas del cielo. Antigua es la generosa fidelidad y el entrañable amor de los infantes deste nombre á los reyes de su sangre. No menor resplandece en el presente, cuyo respeto y obediencia al Rey nuestro señor más es de vasallo que de hermano. No están las esferas celestes tan sujetas al primer móvil como á la voluntad de su majestad, porque en ellas hay algun movimiento opuesto; pero ninguno en su alteza. Mas obra por la gloria de su majestad que por la propia. ¡Oh gran príncipe, en quien la grandeza del nacimiento (con ser el mayor del mundo) no es lo mas que hay en tí! Providencia fué divina, que en tiempos tan revueltos, con prolijas guerras que trabajan los ejes y polos de la monarquía, naciese un Atlante que con valor y prudencia sustentase la principal parte della.

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Para mostrar Aristóteles á Alejandro Magno las calidades de los consejeros, los compara á los ojos. Esta comparacion trasladó á sus Partidas el sabio rey don Alonso, haciendo un paralelo entre ellos. No fué nuevo este pensamiento, pues los reyes de Persia y Babilonía los llamaban sus ojos, como á otros ministros sus orejas y sus manos, segun el ministerio que ejercitaban. Aquellos espíritus, ministros de Dios, enviados á la tierra, eran los ojos del Cordero inmaculado 1. Un príncipe que ha de ver y oir tantas cosas, todo habia de

4 Agnum stantem tanquam occissum, habentem cornua septem, et oculos septem: qui sunt septem spiritus Dei, missi in omnem terram. (Apoc., 5, 6.)

S.

ser ojos y orejas 2; y ya que no puede serlo, ha menester valerse de los ajenos. Desta necesidad nace el no haber principe, por entendido y prudente que sea, que no se sujete á sus ministros, y sean sus ojos, sus piés y sus manos 3; con que vendrá á ver y oir con los ojos y orejas de muchos, y acertará con los consejos de todos 4. Esto significaban tambien los egipcios por un ojo

2 Superior debet esse totus mens, et totus oculus. (S. Antioch.. hom. 3.)

3 Nam Principes, ac Reges nune quoque multos sibi oculos, multas aures, multas item manus, atque pedes faciunt. (Arist., lib. 3, Pol., c. 12.)

4 Hac enim ratione, et omnium oculis cernet, et omnium au ribus audiet, et omnium denique consiliis in unum tendentibus consultabit. (Sines., ad Arcad.!

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príncipe. Son los labios ventanas del corazon, y en abriéndolos, se descubre lo que hay en él.

puesto sobre el ceptro; porque los consejos son ojos que miran lo futuro 5. A lo cual parece que aludió Jeremías cuando dijo que veia una vara vigilante 6. Por esto en la presente empresa se pinta un ceptro lleno de ojos, significando que por medio de sus consejeros ha de ver el príncipe y prevenir las cosas de su gobierno, y no es mucho que pongamos en el ceptro á los consejeros, pues en las coronas de los emperadores y de los eyes de España se solian esculpir sus nombres, y con razon, pues mas resplandecen que las diademas de los príncipes.

Esta comparacion de los ojos define las buenas calidades que ha de tener el consejero; porque, como la vista se extiende en larga distancia por todas partes, así en el ingenio prático del consejero se ha de representar lo pasado, lo presente y lo futuro, para que haga buen juicio de las cosas y dé acertados pareceres; lo cual no podrá ser sin mucha eleccion y mucha experiencia de negocios y comunicacion de varias naciones, conociendo el natural del príncipe y las costumbres y ingenios de la provincia. Sin este conocimiento la perderán, y se perderán los consejeros 7, y para tenelle es menester la prática; porque no conocen los ojos á las cosas que antes no vieron. A quien ha praticado mucho, se le abre el entendimiento, y se le ofrecen fácilmente los medios 8.

Tan buena correspondencia hay entre los ojos y el corazon, que los afectos y pasiones deste se trasladan uego á aquellos : cuando está triste, se muestran llorosos, y cuando alegre, risueños. Si el consejero no amare mucho á su príncipe, y no sintiere como propias sus adversidades ó prosperidades, pondrá poca vigilancia y cuidado en las consultas, y poco se podrá fiar dellas; y así, dijo el rey don Alonso el Sabio 9 «que los consejeros han de ser amigos del Rey. Ca si tales non fuesen, poderle ya ende venir gran peligro, porque nunca los que á ome desaman, le pueden bien aconsejar, ni lealmente ».

No consienten los ojos que llegue el dedo á tocar lo secreto de su artificio y compostura: con tiempo se ocultan y se cierran en los párpados. Aunque sea el consejero advertido y prudente en sus consejos, si fuere fácil y ligero en el secreto, si se dejare poner los dedos dentro del pecho, será mas nocivo á su príncipe que un consejero ignorante; porque ningun consejo es bueno si se revela, y son de mayor daño las resoluciones acertadas si antes de tiempo se descubren, que las erradas si con secreto se ejecutan. Huya el consejero la conferencia con los que no son del mismo consejo; ciérrese á los dedos que le anduvieren delante para tocar lo íntimo de su corazon; porque, en admitiendo discursos sobre las materias, fácilmente se penetrará su intencion, y con ella las máximas con que camina el 5 Consilium oculus futurorum. (Arist., 1. 6, De regim.) 6 Virgam vigilantem ego video. (Jerem., 1, 11.)

7 Morum, animorumque provinciae nisi sint gnari, qui de ea consultant, perdunt se, et Rempublicam. (Cicer.)

8 Vir in multis expertus, cogitabit multa: et qui multa didicit, enarrabit intellectum. (Eccl., 34, 9.)

9 L. 5., tit. 9, p. 2.

Tan puros son los ojos y tan desinteresados, que ni una paja, por pequeña que sea, admiten; y si alguna entra en ellos, quedan luego embarazados y no pueden ver las cosas, ó se les ofrecen diferentes ó duplicadas. El consejero que recibiere, cegará luego con el polvo de la dádiva, y no concebirá las cosas como son, sino como se las da á entender el interés.

Aunque los ojos son diversos, no representan diverșa, sino unidamente las cosas, concordes ambos en la verdad de las especies que reciben, y en remitillas al sentido comun por medio de los nervios ópticos, los cuales se unen para que no entren diversas y le engañen. Si entre los consejeros no hay una misma voluntad y un mismo fin de ajustarse al consejo mas acertado y conveniente, sin que el odio, el amor ó estimacion propia los divida en opiniones, quedará el príncipe confuso y dudoso, sin saber determinarse en la eleccion del mejor consejo. Este peligro sucede cuando uno de los consejeros piensa que ve y alcanza mas que el compañero, ó no tiene juicio para conocer lo mejor 10, ó cuando quiere vengar con el consejo sus ofensas y ejecutar sus pasiones. Libre dellas ha de estar el ministro, sin tener otro fin sino el servicio de su príncipe. «A tal consejero (palabras son del rey don Alonso el Sabio 11) llaman en latin Patricio, que es así, como padre del Principe: é este nome tomaron á semejanza del padre natural : é asi como el padre se mueve, segun natura, á aconsejar á su hijo lealmente, catandole su pro, é su honra mas que otra cosa; asi aquel por cuyo consejo se guia el Principe, lo debe amar, é aconsejar lealmente, é guardar la pro, é la honra del señor sobre todas las cosas del mundo, non catando amor, nin desamor, nin pro, nin dañó que se le pueda ende seguir: é esto deben fazer sin lisonja ninguna, non acatando si le pesará, ó le placerá, bien ansi como el padre non lo cata quando aconseja á su hijo.»

Dividió la naturaleza la jurisdiccion á cada uno de los ojos, señalándoles sus términos con una línea interpuesta; pero no por eso dejan de estar ambos muy conformes en las operaciones, asistiéndose con celo tan recíproco, que si el uno se vuelve á la parte que le toca, el otro tambien, para que sea mas cierto el reconocimiento de las cosas, sin reparar en si son ó no de su circunferencia. Esta buena conformidad es muy conveniente en los ministros, cuyo celo y atencion debe ser universal, que no solamente mire á lo que pertenece á su cargo, sino tambien al ajeno. No hay parte en el cuerpo que no envie luego su sangre y sus espíritus á la que padece, para mantener el individuo. Estarse un ministro á la vista de los trabajos y peligros de otro ministro, es malicia, es emulacion, ó poco afecto á su príncipe. Algunas veces nace esto del amor á la conveniencia y gloría propia, ó por no aventuralla, ó porque

10 Cum fatuis consilium non habeas; non enim poterunt dilige re, nisi quae eis placent. (Eccl., 8, 20.) 44 L. 7, tit. 1, p. 4.

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